domingo, 5 de enero de 2020

LA OBRA DE CRISTO (11)



SU OBRA FUTURA






II.-La Obra Futura con Relación a la Tierra


Cuando los santos de Dios hayan dejado la tierra y se hayan encontrado con el Señor en los aires, cuando se hayan realizado estos acontecimien­tos que sucintamente acabamos de bosquejar, enton­ces el Señor Jesucristo comenzará desde el cielo una obra, cuyos efectos se sentirán severamente en la tierra. Empezará a celebrar una serie de juicios contra la tierra. En Apocalipsis dice: “He aquí el león de la tribu de Judá, la raíz de David, que ha vencido para abrir el libro, y desatar sus siete sellos” Ap. 5.5. El libro que Cristo recibe contiene los jui­cios decretados contra la tierra y sus réprobos. Se ve al Cordero desatando los sellos del libro, y a medida que los desata van realizándose los acontecimientos descritos en cada uno de ellos. Esta es la obra de su tribunal. En el capítulo octavo de Apocalipsis se ve a un ángel delante de un altar con un incensario de oro. “Y el ángel tomó el incensario, y lo llenó del fuego del altar, y echólo en la tierra; y fueron hechos truenos y voces y relámpagos y terremotos. Y los siete ángeles que tenían las siete trompetas, se apa­rejaron para tocar” Ap. 8.5,6. Este Ángel es nuestro Señor Jesucristo, que lanza sobre la tierra el fuego de su desagrado y juicio divino; las siete trompetas son ángeles portadores de los juicios contra la tierra, enviados por Cristo; a éstos siguen otros siete ánge­les que vierten los incensarios rebosantes con la ira de Dios. No podemos examinar todos los juicios por separado; nadie puede comprender lo que todos ellos significan, ni saber lo que pasará cuando el Señor ejerza en la tierra su recto juicio.
Israel y las Naciones
Israel y las naciones pasarán por los juicios del cielo. El cristianismo apóstata, y el cristianismo que combate a Dios y rechaza a Cristo serán, como Faraón, endurecidos por ellos. Ellos, lejos de arre­pentirse, prefieren creer el error craso y aceptar al padre de la mentira con sus falsas señales y milagros. El pueblo judío será en parte restituido a la Pales­tina, y como esa tierra es el centro de la gran per­turbación, en ella se sentirá la acción del juicio más severamente que en otras. La porción apóstata de los judíos adorará al Anticristo, y por lo tanto ha­brán de ser juzgados ante el tribunal de justicia. Pero existe también un residuo de judíos que sienten el temor de Dios, que creen en el Verbo de Dios, que esperan el reino y al Rey. Estos judíos creyen­tes, aunque sufren, hacen culto; ellos son los últimos mensajeros del Rey. Ellos pregonan una vez más el evangelio del reino y darán testimonio de ello a todas las naciones de la tierra antes de que llegue el fin, Mt. 24.14.
“Luego que hay juicios tuyos en la tierra, los moradores del mundo aprenden justicia” Is.26.9. La obra de salvación continuará durante esos siete años de juicio, de tribulación y de ira. Una multitud tan numerosa que nadie podría contarla, compuesta de todas las naciones y linajes y pueblos y lenguas, saldrán de la gran tribulación y lavarán sus ropas en la sangre del Cordero, hasta que queden blancas como el armiño, Ap. 7.9-17. Ellos todos oyeron el testimonio final como lo predica el residuo judaico y lo creyeron. Las naciones paganas aceptarán el evan­gelio del reino, mientras que el cristianismo apóstata está excluido, porque los que lo practican en vez de acogerse a la verdad del amor han preferido afiliarse a la disidencia impía, 2 Ts. 2.

Una Aparición Gloriosa
“Y luego después de la aflicción de aquellos días, el sol se obscurecerá, y la luna no dará su lum­bre, y las estrellas caerán del cielo, y las virtudes de los cielos serán conmovidas. Y entonces se mos­trará la señal del Hijo del hombre en el cielo; y en­tonces lamentarán todas las tribus de la tierra, y verán al Hijo del hombre que vendrá sobre las nubes del cielo, con grande poder y gloria” Mt. 24.29,30; “He aquí que viene con las nubes, y todo ojo le verá, y los que le traspasaren; y todos los linajes de la tierra se lamentarán sobre él. Así sea. Amén” Ap. 1.7; “Y vi el cielo abierto; y he aquí un caballo blanco, y el que estaba sentado sobre él, era llama­do Fiel y Verdadero, el cual con justicia juzga y pelea. Y sus ojos eran como llama de fuego, y había en su cabeza muchas diademas; y tenía un nombre escrito que ninguno entendía sino él mismo. Y es­taba vestido de una ropa teñida de sangre: y su nom­bre es llamado El Verbo de Dios. Y los ejércitos que están en el cielo le seguían en caballos blancos, vestidos de lino finísimo, blanco y limpio. Y de su boca sale una espada aguda, para herir con ella las gentes: y él las regirá con vara de hierro; y él pisa el lagar del vino del furor, y de la ira del Dios Todopoderoso. Y en su vestidura y en su muslo tiene escrito este nombre: REY DE REYES Y SEÑOR DE SEÑORES” Ap. 19.11-16.
Todos los ojos le verán cuando El aparezca en su majestad gloriosa como Rey de reyes. Su glo­ria cubrirá los cielos, Hab. 3.3. Todas las lenguas que le nieguen callarán para siempre. Su visible y gloriosa llegada a la tierra, por segunda vez, será la prueba irrefutable y decisiva de su deidad; y entonces no podrá negarse más su encarnación, ni tampo­co nada de toda la obra realizada por Él en la tierra y en la gloria; su gloriosa aparición enmudecerá a todos sus enemigos. Su recusación termina, y su gloria como el Rey elegido por Dios y como Gober­nante sobre esa tierra que Ei compró con su sangre, comienza desde ese momento. Todos habrán de arro­dillarse ante El y todos los labios confesarán que Él es el Señor. Y cuando se manifieste en toda su glo­ria, no vendrá solo, estará acompañado de sus santos. “Cuando Cristo... se manifestare, entonces vosotros también seréis manifestados con él en gloria” Col. 3.4. En aquel día de triunfo y gloria será glorificado en sus santos y admirado en todos los que creyeron, 2 Ts. 1.10. ¡Hermosísimo espectáculo presentará su | regreso a la gloria, trayendo consigo el séquito inmenso de sus numerosos hijos! Todos tendrán una imagen igual.
Y sus pies han de afirmar una vez en el monte de las Olivas, Zac. 14:4. Ante Él está Jerusalén y todas las naciones en batalla contra ella, Zac. 14.2. La Bestia hará de jefe, y el hombre de pecado, el Anticristo, asaltará la ciudad para cum­plir su terrible designio; el residuo de Israel afligi­dísimo orará entonces, esperanzado para alcanzar la redención, que llegará cuando llegue el Rey, y en ese día todos ellos con grito de júbilo exclamarán: “He aquí éste es nuestro Dios, le hemos esperado, y nos salvará: éste es Jehová, a quien hemos esperado, nos gozaremos y nos alegraremos en su salud” Is. 25.9. A Aquel que ellos rehusaron le darán ahora su bienvenida diciéndole: “Bendito el que viene en el nombre del Señor” Mt. 23.39. Y El librará batalla contra estas naciones y entonces tendrá lugar el combate de Armagedón. “La bestia y los reyes de la tierra y sus ejércitos, congregados para hacer guerra contra el que estaba sentado sobre el caba­llo y contra su ejército” Ap. 19:19. Pero su oposi­ción será hecha añicos en un instante. “Y la bestia fue presa, y con ella el falso profeta (el Anticristo) que había hecho las señales delante de ella, con las cuales había engañado a los que tomaron la señal de la bestia, y habían adorado su imagen. Estos dos fueron lanzados vivos dentro de un lago de fuego ardiente en azufre” Ap. 19.20.

En su Trono
“Y cuando el Hijo del hombre venga en su gloria, y todos los santos ángeles con él, entonces se sentará sobre el trono de su gloria” Mt 25.31. El juicio que El entonces ejecutará no es un juicio universal (no se hace mención de los muertos) sino que será un juicio de las naciones que vivan cuando El aparezca sobre la tierra por segunda vez. Algunas naciones están a su diestra, y a ellas las llama El “las bienaventuradas de mi Padre”; ellas son las herederas del reino que ha de establecerse entonces en la tierra. Obvio es que estas naciones justas no son los santos de la Iglesia, porque la Igle­sia, como ya lo hemos visto, fue llevada a los aires al comienzo de la obra futura de Cristo, para en­contrarle allá, y con El reinará cuando el Señor venga a la tierra en poder y gloria. Otras naciones están a su izquierda, las cuales saldrán del tribunal da juicio para ir a sufrir el castigo eterno, Mt. 25.46. Pero, ¿por cuál norma se rige ese tribunal? La norma es lo que les hicieron a los hermanos del Señor, o lo que dejaron de hacerles. Por la carne los judíos son los hermanos del Señor. Durante el período de tribulación, los judíos creyentes predica­rán el evangelio del reino a todas las naciones, Mt. 24.14. Las naciones que creyeren esta postrera oferta de misericordia tratarán a los mensajeros con dulzura; aquellas que no la creyeren se portarán con ellos de muy distinta manera. Cuando este gran juicio termine, quedará su reino de justicia y paz establecido para siempre en la tierra. La justicia empezará a reinar como la gracia reina ahora por la justicia.

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