SU OBRA FUTURA
II.-La
Obra Futura con Relación a la Tierra
Cuando
los santos de Dios hayan dejado la tierra y se hayan encontrado con el Señor en
los aires, cuando se hayan realizado estos acontecimientos que sucintamente
acabamos de bosquejar, entonces el Señor Jesucristo comenzará desde el cielo
una obra, cuyos efectos se sentirán severamente en la tierra. Empezará a
celebrar una serie de juicios contra la tierra. En Apocalipsis dice: “He aquí
el león de la tribu de Judá, la raíz de David, que ha vencido para abrir el
libro, y desatar sus siete sellos” Ap. 5.5. El libro que Cristo recibe contiene
los juicios decretados contra la tierra y sus réprobos. Se ve al Cordero
desatando los sellos del libro, y a medida que los desata van realizándose los
acontecimientos descritos en cada uno de ellos. Esta es la obra de su tribunal.
En el capítulo octavo de Apocalipsis se ve a un ángel delante de un altar con
un incensario de oro. “Y el ángel tomó el incensario, y lo llenó del fuego del
altar, y echólo en la tierra; y fueron hechos truenos y voces y relámpagos y
terremotos. Y los siete ángeles que tenían las siete trompetas, se aparejaron
para tocar” Ap. 8.5,6. Este Ángel es nuestro Señor Jesucristo, que lanza sobre
la tierra el fuego de su desagrado y juicio divino; las siete trompetas son
ángeles portadores de los juicios contra la tierra, enviados por Cristo; a
éstos siguen otros siete ángeles que vierten los incensarios rebosantes con la
ira de Dios. No podemos examinar todos los juicios por separado; nadie puede
comprender lo que todos ellos significan, ni saber lo que pasará cuando el
Señor ejerza en la tierra su recto juicio.
Israel y las Naciones
Israel
y las naciones pasarán por los juicios del cielo. El cristianismo apóstata, y
el cristianismo que combate a Dios y rechaza a Cristo serán, como Faraón,
endurecidos por ellos. Ellos, lejos de arrepentirse, prefieren creer el error
craso y aceptar al padre de la mentira con sus falsas señales y milagros. El
pueblo judío será en parte restituido a la Palestina, y como esa tierra es el
centro de la gran perturbación, en ella se sentirá la acción del juicio más
severamente que en otras. La porción apóstata de los judíos adorará al Anticristo,
y por lo tanto habrán de ser juzgados ante el tribunal de justicia. Pero
existe también un residuo de judíos que sienten el temor de Dios, que creen en
el Verbo de Dios, que esperan el reino y al Rey. Estos judíos creyentes,
aunque sufren, hacen culto; ellos son los últimos mensajeros del Rey. Ellos
pregonan una vez más el evangelio del reino y darán testimonio de ello a todas
las naciones de la tierra antes de que llegue el fin, Mt. 24.14.
“Luego
que hay juicios tuyos en la tierra, los moradores del mundo aprenden justicia”
Is.26.9. La obra de salvación continuará durante esos siete años de juicio, de
tribulación y de ira. Una multitud tan numerosa que nadie podría contarla,
compuesta de todas las naciones y linajes y pueblos y lenguas, saldrán de la
gran tribulación y lavarán sus ropas en la sangre del Cordero, hasta que queden
blancas como el armiño, Ap. 7.9-17. Ellos todos oyeron el testimonio final como
lo predica el residuo judaico y lo creyeron. Las naciones paganas aceptarán el
evangelio del reino, mientras que el cristianismo apóstata está excluido,
porque los que lo practican en vez de acogerse a la verdad del amor han
preferido afiliarse a la disidencia impía, 2 Ts. 2.
Una Aparición Gloriosa
“Y
luego después de la aflicción de aquellos días, el sol se obscurecerá, y la
luna no dará su lumbre, y las estrellas caerán del cielo, y las virtudes de
los cielos serán conmovidas. Y entonces se mostrará la señal del Hijo del
hombre en el cielo; y entonces lamentarán todas las tribus de la tierra, y
verán al Hijo del hombre que vendrá sobre las nubes del cielo, con grande poder
y gloria” Mt. 24.29,30; “He aquí que viene con las nubes, y todo ojo le verá, y
los que le traspasaren; y todos los linajes de la tierra se lamentarán sobre
él. Así sea. Amén” Ap. 1.7; “Y vi el cielo abierto; y he aquí un caballo
blanco, y el que estaba sentado sobre él, era llamado Fiel y Verdadero, el
cual con justicia juzga y pelea. Y sus ojos eran como llama de fuego, y había
en su cabeza muchas diademas; y tenía un nombre escrito que ninguno entendía
sino él mismo. Y estaba vestido de una ropa teñida de sangre: y su nombre es
llamado El Verbo de Dios. Y los ejércitos que están en el cielo le seguían en
caballos blancos, vestidos de lino finísimo, blanco y limpio. Y de su boca sale
una espada aguda, para herir con ella las gentes: y él las regirá con vara de
hierro; y él pisa el lagar del vino del furor, y de la ira del Dios
Todopoderoso. Y en su vestidura y en su muslo tiene escrito este nombre: REY DE
REYES Y SEÑOR DE SEÑORES” Ap. 19.11-16.
Todos
los ojos le verán cuando El aparezca en su majestad gloriosa como Rey de reyes.
Su gloria cubrirá los cielos, Hab. 3.3. Todas las lenguas que le nieguen
callarán para siempre. Su visible y gloriosa llegada a la tierra, por segunda
vez, será la prueba irrefutable y decisiva de su deidad; y entonces no podrá
negarse más su encarnación, ni tampoco nada de toda la obra realizada por Él
en la tierra y en la gloria; su gloriosa aparición enmudecerá a todos sus
enemigos. Su recusación termina, y su gloria como el Rey elegido por Dios y
como Gobernante sobre esa tierra que Ei compró con su sangre, comienza desde ese
momento. Todos habrán de arrodillarse ante El y todos los labios confesarán
que Él es el Señor. Y cuando se manifieste en toda su gloria, no vendrá solo,
estará acompañado de sus santos. “Cuando Cristo... se manifestare, entonces
vosotros también seréis manifestados con él en gloria” Col. 3.4. En aquel día
de triunfo y gloria será glorificado en sus santos y admirado en todos los que
creyeron, 2 Ts. 1.10. ¡Hermosísimo espectáculo presentará su | regreso a la
gloria, trayendo consigo el séquito inmenso de sus numerosos hijos! Todos
tendrán una imagen igual.
Y sus
pies han de afirmar una vez en el monte de las Olivas, Zac. 14:4. Ante Él está Jerusalén
y todas las naciones en batalla contra ella, Zac. 14.2. La Bestia hará de jefe,
y el hombre de pecado, el Anticristo, asaltará la ciudad para cumplir su
terrible designio; el residuo de Israel afligidísimo orará entonces,
esperanzado para alcanzar la redención, que llegará cuando llegue el Rey, y en
ese día todos ellos con grito de júbilo exclamarán: “He aquí éste es nuestro
Dios, le hemos esperado, y nos salvará: éste es Jehová, a quien hemos esperado,
nos gozaremos y nos alegraremos en su salud” Is. 25.9. A Aquel que ellos
rehusaron le darán ahora su bienvenida diciéndole: “Bendito el que viene en el
nombre del Señor” Mt. 23.39. Y El librará batalla contra estas naciones y
entonces tendrá lugar el combate de Armagedón. “La bestia y los reyes de la tierra
y sus ejércitos, congregados para hacer guerra contra el que estaba sentado
sobre el caballo y contra su ejército” Ap. 19:19. Pero su oposición será
hecha añicos en un instante. “Y la bestia fue presa, y con ella el falso
profeta (el Anticristo) que había hecho las señales delante de ella, con las
cuales había engañado a los que tomaron la señal de la bestia, y habían adorado
su imagen. Estos dos fueron lanzados vivos dentro de un lago de fuego ardiente
en azufre” Ap. 19.20.
En su Trono
“Y
cuando el Hijo del hombre venga en su gloria, y todos los santos ángeles con
él, entonces se sentará sobre el trono de su gloria” Mt 25.31. El juicio que El
entonces ejecutará no es un juicio universal (no se hace mención de los
muertos) sino que será un juicio de las naciones que vivan cuando El aparezca
sobre la tierra por segunda vez. Algunas naciones están a su diestra, y a ellas
las llama El “las bienaventuradas de mi Padre”; ellas son las herederas del
reino que ha de establecerse entonces en la tierra. Obvio es que estas naciones
justas no son los santos de la Iglesia, porque la Iglesia, como ya lo hemos
visto, fue llevada a los aires al comienzo de la obra futura de Cristo, para encontrarle
allá, y con El reinará cuando el Señor venga a la tierra en poder y gloria.
Otras naciones están a su izquierda, las cuales saldrán del tribunal da juicio
para ir a sufrir el castigo eterno, Mt. 25.46. Pero, ¿por cuál norma se rige
ese tribunal? La norma es lo que les hicieron a los hermanos del Señor, o lo
que dejaron de hacerles. Por la carne los judíos son los hermanos del Señor.
Durante el período de tribulación, los judíos creyentes predicarán el
evangelio del reino a todas las naciones, Mt. 24.14. Las naciones que creyeren
esta postrera oferta de misericordia tratarán a los mensajeros con dulzura;
aquellas que no la creyeren se portarán con ellos de muy distinta manera.
Cuando este gran juicio termine, quedará su reino de justicia y paz establecido
para siempre en la tierra. La justicia empezará a reinar como la gracia reina
ahora por la justicia.
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