"Porque no permito a la mujer enseñar, ni ejercer dominio sobre el
hombre, sino estar en silencio". Estas parecen palabras fuertes y decimos:
entonces no nos queda nada para hacer. Muy al contrario, en la iglesia de Dios
la mujer tiene una esfera que sólo ella puede ocupar, pero Dios desea que en
su iglesia haya orden. Cuando desobedecemos a la palabra de Dios sólo puede
resultar desorden y caos. El orden es de Dios. Dice también el apóstol por
inspiración divina: "Quiero que sepáis que Cristo es la cabeza de todo
varón, y el varón es de la mujer, y Dios la cabeza de Cristo" (1
Corintios 11:3).
Vemos entonces que nuestro lugar es de sujeción a nuestros hermanos;
no debemos nunca tratar de ocupar el lugar que el Señor les ha dado a ellos.
Hay mucho trabajo en la iglesia que los hermanos varones no pueden hacer y el
Señor se ha dignado darnos privilegios muy grandes a nosotras las mujeres.
Las Hermanas Ancianas
Empezaremos con las hermanas ancianas. Es una tentación cuando llegamos
a cierta edad avanzada de pensar que ya no queda nada que podamos hacer en la
iglesia. El trabajo del Señor no es solamente para las jóvenes, es para todas.
Leemos en Tito 2:3, 4 y
5 "Las ancianas asimismo... enseñen a las jóvenes, a ser prudentes, que
amen a sus maridos, que amen a sus hijos, que sean templadas, castas, que
tengan cuidado de la casa, buenas, sujetas a sus maridos".
Sólo hermanas de edad y
de experiencia están preparadas para ayudar a las más jóvenes. Cuántos
problemas hay en los hogares. Vemos, entonces, que necesitamos mucho de las
hermanas ancianas, hermanas que por su testimonio fiel y vidas limpias pueden
dar consejos a las más jóvenes.
Algunas Mujeres de Romanos 16
A veces se le reprocha al apóstol Pablo de no querer a las mujeres;
sin embargo, sus cartas están llenas de referencias y saludos a mujeres que
él reconoce como sus colaboradoras. El capítulo 16 de romanos está lleno de
estas referencias. En el primer versículo habla de una mujer llamada Febe, que
parece ser de gran utilidad en la iglesia pues la llama diaconisa, es decir,
sierva de la iglesia que está en Cencrea. Es una mujer muy activa, deseosa de
servir en todo. En la nota final de esta carta a los Romanos leemos que ella
lleva la carta desde Corinto, donde fue escrita, hasta Roma. ¡Qué bendición es
en la iglesia una hermana que está dispuesta a hacer cualquier trabajo, aun de
viajar si fuera necesario! Dice también de ella: "Ha ayudado a
muchos" y, agrega el apóstol, "Y a mí mismo". Era sierva y también
ayuda de la iglesia de Cencrea.
Priscila y Aquila
Se refiere a Priscila y a Aquila como "mis colaboradores",
verso 3. Ellos trabajaban con el apóstol haciendo carpas (Hechos 18:3) y
también en el evangelio. Cuando oyeron hablar a Apolos, un joven elocuente, y
se dieron cuenta que era enseñado solamente en el bautismo de Juan, lo
llevaron a su casa y le declararon más particularmente el camino de Dios.
Apolo aprendió mucho de Priscila y Aquila y fue usado grandemente por el Señor
(Hechos 18:24 a 28).
La obra que hicieron
estos hermanos es sumamente útil. Vienen jóvenes cristianos a estudiar en las
más grandes ciudades y, qué bendición más grande puede ser el hogar de
hermanos como estos dos para estos jóvenes estudiantes.
María
Luego menciona a una mujer llamada María la cual "ha trabajado
mucho con vosotros"(v.6). ¿Quién era María? No lo sabemos; pero no era una
mujer ociosa, ni orgullosa; era sencilla y se destacó por su trabajo. Dice el
apóstol: "saludad a María", y en seguida añade: "ha trabajado
mucho... Hay más mujeres mencionadas en este capítulo; pero hablaremos
solamente de una más. En el verso 13 dice: "saludad a Rufo escogido en el
Señor y a su madre y mía". Aquí había una señora anciana ya, con el corazón
de madre. No sabemos qué habrá hecho para el apóstol; pero era el trabajo de
una madre que vela por sus hijos. ¿Le habrá lavado la ropa? ¿Le habrá cuidado
en alguna enfermedad? ¿Le habrá consolado en la tristeza? No nos dice; pero
podemos imaginar todo el trabajo que puede hacer una madre. Gracias a Dios por
las hermanas en la iglesia que son verdaderas madres, siempre listas para
escuchar los problemas de las más jóvenes, y dar una mano cuando la necesitan.
Las madres en la iglesia vigilan por el bienestar de sus "hijas",
oran por ellas, se gozan cuando andan bien en los caminos del Señor. Es una
obra muchas veces escondida que puede hacer una madre; pero no es solamente el
servicio público que premia el Señor”...tu Padre que ve en secreto te
recompensará en público", Mateo 6:18.
La Reunión de Oración
También tienen su lugar las hermanas en la reunión de oración. Hechos
1:13 y 14 menciona a los apóstoles y dice que todos éstos perseveraban en la
oración y ruego con las mujeres y con María la madre de Jesús. La reunión de
oración es de muchísima importancia; nuestra presencia en ella es un estímulo,
oramos en nuestros corazones, decimos amén a las oraciones de nuestros
hermanos.
Cuando Pedro fue librado de la cárcel, llegó a casa de María, la madre
de Juan, donde muchos estaban reunidos orando (Hechos 12:12). No solamente
estaba presente María, sino que ofreció su casa para la reunión. Son de mucha
bendición las reuniones de oración caseras para hermanas, siempre que sean
verdaderamente de oración.
Dar al Señor
En los días del Señor había algunas mujeres que ayudaban al Señor
"de bienes" (Lucas 8:2 y 3). En nuestros días también es un
privilegio muy grande para las hermanas que tienen bienes "dar al
Señor". Pero hay algunas que sólo tienen "dos blancas" para dar.
El Señor recibe con agrado lo que le damos de corazón. El se fija en la ofrenda
de la viuda y dice que "ella dio todo lo que tenía, todo su alimento"
(Marcos 12:44). En los ojos de Dios era mucho más que las sumas grandes que
ofrecían los ricos, porque ellos daban de lo que les sobraba.
La Hospitalidad
Hay otro servicio que es de suma importancia, la hospitalidad. Es una
de las cualidades que debe tener el anciano u obispo de la iglesia (2 Tim.
3:2). Depende de la mujer si el hermano, puede hospedar a sus hermanos,
recibir con amor visitas inesperadas, dar la bienvenida a cualquier hermano que
pasa por la casa.
El Vestir
"Que las mujeres se atavíen de ropa decorosa, con pudor y modestia;
no con peinados ostentosos, ni oro, ni perlas, ni vestidos costosos" (1ª
Timoteo 2:9). "Que las hermanas sean reverentes en su porte, que se
distingan por su porte santo" (Tito 2:3). Esto también tiene relación con
la misión de la mujer en la iglesia, pues no solamente nuestras actividades son
importantes, sino nuestro porte, porque tendrá mucho que ver con la influencia
que la mujer ha de tener en una iglesia espiritual.
Asistir a la iglesia de Dios con ropa indecorosa, etcétera, no ayuda en
ningún momento la atmósfera espiritual de la asamblea. Si aceptamos la
enseñanza dada a los Corintios en el capítulo once de esa epístola acerca de
cubrir la cabeza, debemos aceptar la enseñanza dada en la epístola a Timoteo,
"no con peinados ostentosos". La epístola a los Corintios hasta nos
hace ver que los mismos ángeles miran desde el cielo y observan cómo nos
vestimos en las reuniones.
Pongamos este asunto de
tanta importancia delante del Señor en oración, y estemos dispuestas a acatar
las órdenes. Obedecerle resultará en grande bendición para nuestras almas, y
sin duda ha de ser para la gloria del Señor. "Hacedlo todo a gloria de
Dios" (1 Corintios 10:31).
Nuestro Servicio
Llegamos al fin de estas consideraciones y sólo nos resta peguntarnos:
¿Cuál es el servicio que yo puedo hacer para el Señor en la iglesia donde me
encuentro? Si lamentas, hermana, que hasta ahora no has hecho nada, pide al
Señor que te muestre qué puedes hacer, que será de verdadera bendición en tu
vida y en el lugar donde te encuentras.
De
"El Sendero del Creyente"
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