Se ha hablado incansablemente sobre lo que marca esta fecha para la
humanidad. Se ha hablado que corresponde al inicio de un nuevo ciclo, se ha
hablado que corresponde al fin de los
tiempos. En fin, se ha dicho tantas cosas que son sólo palabras para confundir.
Es un arma más que usa el maligno para engañar a la humanidad y así lograr que
se alejen de las Palabras que dan vida y
del verdadero camino. Porque los incautos seres humanos prefieren creer
cualquier cosa que tenga olor a místico y que no les recuerde que son seres
pobres, ciegos, miserables y desnudos (cf. Apocalipsis 3:17), que son seres que
van camino a la perdición (cf. Proverbios 14:12; Mateo 7:13; 2 Tesalonicenses
1:5-10). Prefieren creer ilusamente que tienen posibilidad por si mismo de lograr
algún tipo de redención, están construyendo
su propia babel (cf. Génesis 11:1 ss.),
pero Dios los juzgará.
Para
el creyente la fecha no debe significar nada, porque tenemos la seguridad que
sea el arrebatamiento y, por consiguiente del inicio de la gran tribulación, lo
sabe sólo el Padre, es una fecha que sólo Él designará, es una fecha que ni el
Hijo eterno, nuestro Señor Jesucristo, sabe (Mateo 24:36; Marcos 13:32). Si la
palabra revelada por Dios nos dice esto ¿cómo es posible que un pueblo totalmente idolátrico pueda
tener tal revelación, que pueda indicarnos la fecha que ni su Hijo sabe? ¿Es
que hay otra revelación que desconocemos? ¡Imposible! ¡No hay otra! Dios tiene
una sola revelación, que es su Palabra escrita, y las demás son mentiras. Sólo
Dios el Padre sabe la fecha y es soberano para decidir, tal como el Señor
Jesucristo lo dijo: “No os toca a vosotros
saber los tiempos o las sazones, que el
Padre puso en su sola potestad…” (Hechos 1:7).
—S.K.R
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