La Base de Perdón Divino
El pecado es una realidad; la santidad de Dios es también una realidad;
la conciencia lo es también, y no menos el juicio divino. Todo esto merece
nuestra detenida consideración. La justicia debe ser satisfecha; la
conciencia purgada; Satanás silenciado. ¿Cómo podrá esto realizarse? SOLO POR
LA CRUZ DE CRISTO. ¡Esta es LA BASE del perdón divino! El sacrificio de Cristo
produjo el medio por el cual el justo Dios y el pecador justificado puedan
entrar en dulce comunión. A través de ese sacrificio yo veo el pecado
condenado, la justicia satisfecha, la ley magnificada, el pecador salvado y el
adversario confundido.
—C. H. Mackintosh
LA PAZ
La paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento (Filipenses 4:7). La
paz os dejo, mi paz os doy; yo no os la doy como el mundo la da. No se turbe
vuestro corazón, ni tenga miedo (Juan 14:27). Tu guardarás en completa paz a
aquel cuyo pensamiento en ti persevera; porque en ti ha confiado (Isaías
26:3).
·
Sea cual fuere la bondad de Dios, es una cosa muy
seria encontrar la paz con un Dios de santidad. Cristo hizo la paz, pero quiere
que sintamos lo que es necesitarla, a fin de que podamos conocerla.
·
Deseamos obtener la victoria a fin de encontrar la
paz; pero nos hace falta tener la paz (la paz ya hecha por la obra de Cristo)
para lograr la victoria. Entonces encontraremos la fuerza necesaria; pero la
encontramos sólo cuando tenemos conciencia de que carecemos de ella.
·
El Evangelio de la paz nos pertenece en Cristo, pero
el espíritu de paz debe morar en nuestro corazón. La paz fue hecha para
nosotros, a fin de que podamos permanecer en paz.
·
La obra de Cristo es lo que da paz a la conciencia;
pero una voluntad sometida, la ausencia de voluntad propia, tanto en las cosas
grandes como en las cosas pequeñas, es lo que nos da la paz del corazón,
mientras atravesamos las pruebas de este mundo.
·
En lugar de inquietarnos, deberíamos presentar a Dios
nuestras peticiones, por medio de toda oración y ruego, de manera que, mientras
le suplicamos, ya podemos darle gracias por estar seguros de que Él nos dará la
respuesta, sea del modo que fuere. La Escritura no dice: «Obtendréis lo que
habéis pedido», sino: "La paz de Dios... guardará vuestros corazones"
(Filipenses 4:7). ¡Qué gracia es saber que nuestras mismas angustias son un
medio del cual se sirve para llenar nuestros corazones de esa maravillosa paz!
·
Una de las pruebas evidentes de que vivo en Cristo es
la tranquilidad. Mi parte está en otro sitio diferente de aquí abajo, y prosigo
mi camino. Sean cuales fueren las circunstancias, si permanecemos en Dios,
manifestaremos en ellas un espíritu apacible. No solamente nuestra alma es
feliz para consigo misma, sino que lleva la atmósfera del lugar de donde ella
viene.
·
¿Encuentran todas sus pruebas corazones que se apoyan
en Dios su Padre de manera que, si ellas llegaran a multiplicarse, su espíritu
esté en reposo, su sueño tranquilo, y que pueda dormir y despertarse como si
todo estuviese apacible a su alrededor (Salmo 3:5; 4:8), porque sabe que Dios
está vivo y que dispone de todas las cosas? ¿Es así entre usted y sus preocupaciones,
o aquellos que son la causa de ellas? Si ésa es su experiencia, ¿qué mal podría
alcanzarle?
·
El alma que está en comunión con Dios vivirá en un
espíritu de paz. Para triunfar sobre las inquietudes de este mundo, no hay nada
más importante que permanecer en esta atmósfera de paz.
·
Nada guarda mejor al alma en el gozo de la paz que una
confianza firmemente fundada en Dios. Sin ella, el hombre siempre estará
excitado, presuroso, lleno de ansiedad. Si la paz de Dios guarda sus corazones,
gozarán del triunfo que ella da; no manifestarán nada que se oponga o que no
tenga armonía con ella.
·
El amor y la gracia de Dios que íntimamente nos
relacionan con el cielo llenan nuestros corazones, y somos hechos capaces de
llevar a almas turbadas esa tranquilidad y esa paz que nada en este mundo puede
destruir.
·
Un poco de reposo aparte nos permite muchas veces ver
todas las cosas tranquilamente con los ojos de Cristo.
—J. N. Darby
CONSAGRACIÓN
Meditemos sobre Mateo 26:6-13, escena que relatan también Marcos y
Juan. María derrama sobre la cabeza y los pies de Jesús un ungüento de nardo
puro de gran precio. Los discípulos, indignados, incapaces de comprender sus
motivos, la reprenden: "¿Para qué este desperdicio?" Consideran este
honor rendido al Señor como una pérdida. A sus ojos, los pobres tienen más
importancia que Jesús. Pero el corazón de María arde por él; sabe que Aquel a
quien los judíos quieren matar es el Rey, el Mesías. Le rinde los honores
reales ungiéndole con un ungüento que debió de costarle cuanto poseía...
Si nuestros corazones aman al Señor, nada nos parecerá demasiado
precioso para honrarle. Al aprobar el acto de María, el Señor ha establecido el
principio básico de todo servicio: Debemos darle a El cuanto poseemos, todo lo
que somos. La primera cosa no es saber si se ha ayudado a «los pobres», sino si
el Señor ha sido satisfecho. No lo será, a menos que nos diéramos enteramente
a él, a menos que «perdamos» por él.
—M. Tapernoux
LA
NECESIDAD DE LA GRACIA
La vara y los azotes pueden estar
justificados, pero no se gana el corazón humano con ellos. Ni es la justicia la
que reina entre los santos de Dios, sino la gracia, a través de la justicia,
para vida eterna. Ay, cuantos pecados retenidos hubieran podido ser lavados; y
cuantos hermanos apartados para siempre habrían sido ganados para Dios y
nosotros, porque meramente aporreamos la conciencia y dejamos de ganar su
corazón; el corazón que (¿lo diré?) apenas buscamos. No vencimos el mal porque
no lo vencimos con el bien. Voluntariamente nos sentamos para juzgar, y hemos
sido juzgados; hicimos con muy poca humildad obra del Maestro. Qué poco
entendemos que unos tratos "justos" -por muy justificados que estos
puedan llegar a estar- no servirán para restaurar las almas; este juicio, por
verdadero y comedido que sea, no llegará a los corazones para suavizarlos y
dominarlos con instrucción, cuando por la misma evidencia del caso no estén en
el verdadero lugar con Dios.
El hombre no es toda conciencia, y
la conciencia que se gana con el corazón todavía apartado hará lo que con el
primer pecador de los hombres: lo alejará de entre los árboles del huerto para
escapar de la voz incómoda.
—J.N.
Darby
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