(Leer Rut cap. 2)
Un
siervo de Dios escribió esta exhortación en el libro personal de una joven
cristiana, después de la cita de 1 Timoteo 4:13: "Ocúpate en la
lectura", y del Salmo 119:130: "La exposición de tus palabras
alumbra". Estas palabras de aliento, siempre oportunas, impactaron mucho a
la joven.
Con
estos términos hablaba Booz a Rut la moabita, quien después de haber dejado los
campos y los dioses de un pueblo maldito, había venido a refugiarse bajo las
alas del Dios de Israel: "Oye, hija mía...". Esta es una firme invitación
a escuchar atentamente, a disponer su corazón para recibir instrucciones
útiles. La expresión "hija mía" señala la bondad del amo, pero
también la intención de elevar hasta él a esta piadosa extranjera, quien
tomaría lugar en la genealogía de Jesús.
"¿De
quién es esta joven?", preguntó Booz. Su ojo ejercitado la distinguió en
medio de los trabajadores. Sin descansar desde la mañana, Rut recogió y juntó
tras los segadores entre las gavillas (v. 7). Tal vez revivía aquellos lejanos
días de duelo y miseria, el duro viaje al lado de Noemí y la llegada a Belén.
"¿No es ésta Noemí?", decía la gente. "Y ella les respondía: No
me llaméis Noemí, sino llamadme Mara; porque en grande amargura me ha puesto
el
Todopoderoso" (1:19-20). Pero Rut no se desanimó
ante estas circunstancias tan difíciles. "Te ruego que me dejes ir al
campo, y recogeré espigas en pos de aquel a cuyos ojos hallare gracia",
dijo a su suegra (2:2). La fe que la había hecho dejar los campos de Moab la
fortalecía en su actividad, pues confiaba en Dios.
Booz,
el amo poderoso y rico, vino a su campo, al cual fortuitamente ella había
entrado (v. 3), y Rut oyó de sus propios labios esa palabra de consuelo. Booz
había oído cómo esta pobre mujer, viuda y extranjera, había manifestado su
decisión de venir a refugiarse al amparo del Dios de Israel. "Ella
entonces bajando su rostro se inclinó a tierra" (v. 10). Pero él quiso
satisfacer todas las necesidades de la joven. Dio órdenes para que su duro
trabajo le fuese facilitado (v. 15) y fuera provechoso (v. 16). La tomó bajo su
protección (v. 9, 12, 14). Además, en el momento de la cena, la hizo acercarse
y le dio de los alimentos que él mismo comía (grano tostado, v. 14 V.M.). Ella
comió, bebió y se sació abundantemente. ¡Qué consideraciones y atenciones para
con aquella a quien apenas conocía!
Rut
desgranó lo que había recogido y lo llevó a la ciudad donde Noemí a su turno también
fue reconfortada. "Bendito sea el que te ha reconocido". Booz, ese
pariente cercano, ¿no usaría su derecho de redención según la misma bondad? Y
la recomendación de Noemí se unió a la de Booz: "Que no te encuentren en
otro campo" (v. 22).
El
verdadero Booz es Jesús, quien siempre nos habla el lenguaje del amor y así
gana nuestros corazones. Su gracia nos dispone a responder sí, sin ningún
esfuerzo, cuando él mismo nos pide que confiemos enteramente en él.
"Dame, hijo mío, tu corazón" (Proverbios 23:26). Su gracia nos
impregna de humildad, nos sostiene, nos reconforta y nos permite imponer
silencio a los amargos por qué, incluso en la prueba más dura.
Que
el "oye, hija mía" del Señor encuentre en nosotros la disposición
sumisa y agradecida. Jesús, quien nos habla así, aprendió la obediencia por
medio de lo que sufrió.
Inclinó su oído para escuchar como los sabios
(Isaías 50:4). Pero también, ¡qué gozo delante de él, y qué complacencia a la
diestra de Dios al término de su humillación hasta la muerte de cruz!
(Filipenses 2:8-9; Hebreos 12:2).
Jesús
permanecía constantemente en los campos de Dios: "Jehová es la porción de
mi herencia y de mi copa... Y es hermosa la heredad que me ha tocado"
(Salmo 16:5- 6). Otro campo no lo atraía. Al entrar en el mundo había dicho:
"He aquí que vengo, oh Dios, para hacer tu voluntad". "El hacer
tu voluntad, Dios mío, me ha agradado" (Hebreos 10:7; Salmo 40:8). También
pudo decir: "Por eso me ama el Padre" (Juan 10:17).
El
otro campo es el de nuestra propia voluntad dándose libre curso, o el de una voluntad
contrariada, que no se sujeta fácilmente a la disciplina divina, siempre
saludable, es decir, a la educación de nuestra alma, que el Señor quiere poseer
completamente para nuestra bendición, desde ahora. El otro campo también puede
ser el mundo, engalanado con los atractivos engañosos que ofrece a nuestras
codicias, los cuales nos llevan a la perdición. Jóvenes inconversos, presten
atención: Satanás quiere hacer que ustedes prefieran ese otro campo, al cual
sus corazones se inclinan fuertemente.
Para
ustedes, queridos jóvenes cristianos que conocen al verdadero Booz, el otro
campo puede ser aquel donde la parra montés y las calabazas silvestres se
mezclan con las buenas hierbas (leer 2 Reyes 4:38-42). ¡Qué peligrosas son
ciertas «publicaciones religiosas», cuya cizaña daña el buen grano! Al leerlas,
sin discernir el mal que en ellas hay, el campo de nuestro corazón tiene contacto
con la cizaña (Mateo 13:27). Presten atención: "Hay muerte en esa
olla", en lo que tiene apariencia de piedad, pero cuyo poder es negado
prácticamente. A menudo se dice que ellas son más fáciles de leer y comprender
que los escritos de los fieles siervos de Dios que han trazado bien la Palabra
y han dado a su pueblo el verdadero alimento. ¿Será este su sentimiento?
Nosotros
que tenemos el privilegio de disfrutar los beneficios ofrecidos en el campo
del verdadero Booz, no vayamos a espigar imprudentemente en ese otro campo. Si
hemos gustado cuán bueno es el Señor, si como Rut hemos hallado gracia ante sus
ojos, nos postraremos ante él rindiéndole homenaje. Cerca de Jesús
encontraremos el pan para comer, el grano tostado y el refrigerio para nuestros
corazones.
Porque
él es el pan vivo que descendió del cielo, y el que coma de ese pan vivirá eternamente.
Él es también el grano tostado. Ha llevado un fruto abundante para Dios, él,
el grano de trigo que cayó en tierra y fue muerto cuando el fuego del juicio de
Dios pasó sobre él (Josué 5:10-12).
Sólo
de él nuestras almas se nutren por el Espíritu que toma de lo suyo y nos lo da.
¡Busquémoslo en su campo y no pensemos que sea posible encontrar alimento mejor
en otro campo!
Tomado de Revista "PARA TODOS"
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