domingo, 6 de enero de 2013

EFESIOS


INTRODUCCIÓN
El rico y bendito ámbito de aplicación de la Epístola a los Efesios
          La epístola a los Efesios nos ofrece la más rica exposición de las bendiciones de los santos individualmente y de la asamblea, exponiendo al mismo tiempo los consejos de Dios con respecto a la gloria de Cristo. Cristo mismo es visto como Aquel que ha de sostener todas las cosas reunidas bajo Su mano, como Cabeza de la asamblea. Vemos a la asamblea colocada en la más íntima relación con Él, así como los que la componen lo están con el Padre mismo, y en la posición celestial otorgada a ella por la gracia soberana de Dios. Ahora bien, estos caminos de gracia para con ella revelan a Dios mismo, y en dos caracteres distintos; tanto en relación con Cristo como con los Cristianos. Él es el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo. Él es el Dios de Cristo, cuando se considera a Cristo como hombre; Él es el Padre de Cristo cuando se le considera como el Hijo de Su amor. En el primer carácter, la naturaleza de Dios es revelada; en el segundo, vemos la íntima relación que disfrutamos con Aquel que tiene este carácter de Padre, y esto según la excelencia de la relación propia de Cristo con Él. Es esta relación con el Padre, así como aquella en la cual nosotros estamos con Cristo, como Su cuerpo y Su novia, la que es la fuente de bendición para los santos y para la asamblea de Dios, de la cual la gracia nos ha hecho miembros como un todo.

Capítulo 1
Las bendiciones de la asamblea y de los santos individualmente
          Incluso la forma en que está escrita esta epístola, muestra de qué forma los pensamientos del apóstol estaban llenos del sentido de la bendición que pertenece a la asamblea. Después de haber deseado gracia y paz a los santos y fieles[1] en Éfeso de Dios, el Padre de los verdaderos cristianos, y de Jesucristo su Señor, él comienza a hablar de inmediato de las bendiciones de las cuales todos los miembros de Cristo participan. Su corazón estaba lleno de la inmensidad de la gracia; y nada en el  estado espiritual de los cristianos efesios requirió algún comentario particular adaptado a dicho estado. Es la cercanía del corazón a Dios la que produce la sencillez, y la que nos permite disfrutar, en sencillez de las bendiciones de Dios de la forma que Dios mismo las confiere, tal como fluyen de Su corazón, en toda la excelencia de ellas - disfrutarlas en relación con Aquel que las imparte, y no meramente en un modo adaptado al estado de aquellos a quienes son impartidas; o a través de una comunicación que sólo revela una parte de estas bendiciones, porque el alma no sería capaz de recibir más. Efectivamente, cuando estamos cerca de Dios, lo estamos en sencillez, y toda la extensión de Su gracia y de nuestras bendiciones se despliega de la forma en que se encuentra en Él.

La proximidad moral a Dios y la conducta adecuada a ella; el creyente no es abandonado causa de faltas, sino que la gracia se adapta a nuestras carencias y necesidades
          Es importante notar aquí, de paso, dos cosas: primero, que la proximidad moral a Dios, y la comunión con Él, son los únicos medios para cualquier crecimiento verdadero en el conocimiento de Sus modos de obrar y de las bendiciones que Él imparte a Sus hijos, porque esta es la única posición en la cual los podemos percibir, o de ser moralmente capaces de hacerlo; y, también, que toda conducta que no sea apropiada a esta proximidad a Dios, toda liviandad de pensamiento, la cual Su presencia no admite, nos hace perder estas comunicaciones de parte de Él y nos hacen incapaces de recibirlas. (Comparen con Juan 14: 21-23). En segundo lugar, no es que el Señor nos abandona a causa de estas faltas o de este descuido; Él intercede por nosotros, y nosotros experimentamos Su gracia, pero esto ya no es más comunión o progreso inteligente en las riquezas de la revelación de Sí mismo, de la plenitud que hay en Cristo. Esto  es gracia adaptada a nuestras carencias, una respuesta a nuestra miseria. Jesús nos extiende Su mano según la necesidad que sentimos - necesidad producida en nuestros corazones por la operación del Espíritu Santo. Esto es gracia infinitamente preciosa, una dulce experiencia de Su fidelidad y amor: aprendemos, por medio de esto, a discernir el bien y el mal juzgando el yo, pero la gracia se tuvo que adaptar a nuestras carencias, y recibir un carácter de acuerdo a aquellas carencias, como respuesta a ellas; hemos tenido que pensar en nosotros mismos.

Restaurar la gracia no es comunión; la fuente positiva de gozo eterno
          En un caso como este, el Espíritu Santo hace que nos ocupemos de nosotros mismos (por gracia, sin duda), y cuando hemos perdido la comunión con Dios, no podemos descuidar este regreso hacia nosotros mismos sin engañarnos y endurecernos a nosotros mismos. ¡Es lamentable! las relaciones de muchas almas con Cristo apenas van más allá de este carácter. Es demasiado común a todos. En una palabra, cuando esto sucede, habiendo sido admitido el pensamiento de pecado en el corazón, para que nuestras relaciones con el Señor sean verdaderas, esto debe ser en el terreno de esta triste admisión del pecado (por lo menos en pensamiento). Es solamente la gracia la que nos permite tener que ver de nuevo con Dios. El hecho de que Él nos restaura realza Su gracia ante nuestros ojos; pero esto no es comunión. Cuando caminamos con Dios, cuando caminamos según el Espíritu sin contristarle, Él nos mantiene en comunión, en el disfrute de Dios, la fuente positiva de gozo - de un gozo eterno. Esta es una posición en la que Él puede ocuparnos - como estando nosotros mismos interesados en todo lo que le interesa a Él - con todo el desarrollo de Sus consejos, Su gloria y Su bondad, en la Persona de Jesús el Cristo, Jesús el Hijo de Su amor; y el corazón es ensanchado en la medida de los objetos que lo ocupan. Esta es nuestra condición espiritual normal. En lo general, este era el caso de los Efesios.

El don especial de Pablo; el secreto de la bendición de la asamblea; en Cristo y en Sus relaciones con Dios, en los lugares celestiales
          Ya hemos comentado que Pablo había sido especialmente dotado por Dios para comunicar Sus consejos y Sus modos de obrar en Cristo; así como Juan lo fue para dar a conocer Su carácter y Su vida tal como fue manifestada en Jesús. El resultado de este don particular en nuestro apóstol se encuentra naturalmente en la epístola que estamos considerando. No obstante, estando nosotros en Cristo, encontramos en ella un desarrollo notable de nuestras relaciones con Dios, de la intimidad de esas relaciones, y del efecto de esa intimidad. Cristo es el fundamento sobre el cual son edificadas nuestras bendiciones. La forma en que las disfrutamos es estando en Él. Así, nosotros llegamos a ser el objeto real y presente del favor de Dios el Padre, así como Cristo mismo es el objeto de este favor. Hemos sido dados a Él por el Padre; Cristo ha muerto por nosotros; nos ha redimido, lavado y vivificado, y nos presenta, según la eficacia de Su obra y según la aceptación de Su Persona, ante Dios, Su Padre. El secreto de toda la bendición de la asamblea es que es bendecida con Jesús mismo, y por eso - así como Él, visto como hombre - ella es aceptada ante Dios, porque la asamblea es Su cuerpo, y disfruta en Él, y por Él, de todo lo que Su Padre le ha conferido. El Cristiano es amado individualmente, tal como Cristo fue amado en la tierra; de aquí en adelante él participará de la gloria de Cristo ante los ojos del mundo, como una prueba de que él fue amado así, en relación con el nombre del Padre, lo cual Dios sostiene con respecto a esto (Juan 17: 23-26). Por eso nosotros vemos en esta epístola, en general, al creyente en Cristo, no a Cristo en el creyente, aunque eso ciertamente es verdadero. La epístola nos conduce a los privilegios del creyente y de la asamblea, más que a la plenitud de Cristo mismo, y hallamos más el contraste entre esta nueva posición con lo que éramos siendo parte del mundo, que el desarrollo de la vida de Cristo: esto se encuentra más ampliamente en la Epístola a los Colosenses, la cual se ocupa más de Cristo en nosotros. Pero esta epístola que estamos comentando, colocándonos en la relación de Cristo con Dios y el Padre y sentados en lugares celestiales, da el carácter más alto de nuestro testimonio aquí.

Las dos relaciones de Cristo con Dios, Su Padre
          Versículo 3. Ahora bien, Cristo está en dos relaciones con Dios, Su Padre. Una es que Él es un hombre perfecto ante Su Dios; la otra es que Él es un Hijo con Su Padre. Nosotros hemos de compartir ambas relaciones. Esto lo anunció Él a Sus discípulos antes de que regresara al cielo: es revelado en todo su alcance por las palabras que Él habló: "Subo a mi Padre y a vuestro Padre, a mi Dios y a vuestro Dios." (Juan. 20:17) Esta preciosa - esta inapreciable verdad, es el fundamento de la enseñanza del apóstol en este lugar. Él considera a Dios en este doble aspecto, como el Dios de nuestro Señor Jesucristo, y como el Padre de nuestro Señor Jesucristo; y nuestras bendiciones están en relación con estos dos títulos.

Los modos de obrar de Dios, pensamientos y consejos considerados aquí
         Pero antes de procurar presentar en forma detallada los pensamientos del apóstol, notemos que él comienza aquí enteramente con Dios, con Sus pensamientos y Sus consejos, no con lo que el hombre es. Podemos asirnos de la verdad, por decirlo así, por uno u otro de estos dos fines - por el de la condición del pecador en relación con la responsabilidad del hombre, o por el de los pensamientos y consejos eternos de Dios en vista de Su propia gloria. Este último es ese aspecto de la verdad al cual el Espíritu nos hace mirar aquí. Incluso la redención, tan gloriosa como es en sí misma, es consignada al segundo lugar, como medio por el cual disfrutamos el efecto de los consejos de Dios.
          Era necesario que los modos de obrar de Dios hubieran de ser considerados en este aspecto, es decir, Sus propios pensamientos, no meramente los medios por los que es traído el hombre al gozo del fruto de ellos. Es la epístola a los Efesios la que nos los presenta así; al igual que la escrita a los romanos, la cual después de decir qué es la bondad de Dios, comienza con el estado del hombre, demostrando la maldad y presentando a la gracia como lo que la enfrenta y lo liberta de ella.

Resumen del capítulo 1
          "El Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos bendijo con toda bendición espiritual en los lugares celestiales en Cristo, según nos escogió en él."(Efesios 1: 3, 4a) El capítulo 1 despliega estas bendiciones (versículos 4 al 7), y los medios por los cuales son compartidas; en los versículos 8-10, leemos acerca del propósito establecido por Dios para la gloria de Cristo, en Quien poseemos estas bendiciones. Luego, los versículos 11-14, ponen ante nosotros la herencia, y el Espíritu Santo dado como un sello a nuestras personas, y como las arras de nuestra herencia. Sigue, entonces, a continuación, una oración en la que el apóstol pide que sus amados hijos en la fe (incluyéndonos a nosotros mismos) digamos que podemos conocer nuestros privilegios y el poder por el que hemos sido traídos a ellos, el mismo poder que levantó a Cristo de entre los muertos y lo colocó a la diestra de Dios para poseerlos, como Cabeza de la asamblea, la cual es Su cuerpo, la cual será establecida con Él sobre todas las cosas creadas por su Cabeza como Dios y que Él heredará como hombre, llenando todas las cosas con Su gloria divina y redentora. En pocas palabras, primero tenemos el llamamiento de Dios, lo que los santos son ante Él en Cristo; luego, habiendo declarado el pleno propósito de Dios con respecto a Cristo, la herencia de Dios en los santos; tenemos entonces la oración pidiendo que podamos saber estas dos cosas, y el poder por el cual somos traídos a ellas y a disfrutar de ellas.

"Toda bendición espiritual"; el carácter, el alcance, el origen y la medida de ellas
         Pero debemos examinar estas cosas más detalladamente. Hemos visto el establecimiento de las dos relaciones entre el hombre y Dios - relaciones en las que Cristo mismo está. Él subió a Su Dios y a nuestro Dios, a Su Padre y a nuestro Padre. Compartimos con Él todas las bendiciones que emanan de estas dos relaciones. Él nos ha bendecido con todas las bendiciones espirituales; no falta ninguna. Y ellas son del orden más alto; no son temporales, como eran las de los judíos. Es en la capacidad más exaltada del hombre renovado que disfrutamos de estas bendiciones: y son adaptadas a esa capacidad, son espirituales. Estas bendiciones están también en la más alta esfera: no están en Canaán o la tierra de Emmanuel. Estas bendiciones se nos otorgan "en los lugares celestiales"; se nos otorgan de la manera más excelente - una manera que no da lugar a ninguna comparación - están en Cristo. El Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo nos ha bendecido con todas las bendiciones espirituales en los lugares celestiales en Cristo. Pero esto emana del corazón de Dios mismo, desde un pensamiento más allá de las circunstancias en que Él nos encuentra en el tiempo. Este era nuestro lugar en Su corazón, "antes de la fundación del mundo." Él se propuso darnos un lugar en Cristo. Él "nos escogió en Él."
         ¡Qué bendición, qué fuente de gozo, qué gracia, el hecho de ser así los objetos del favor de Dios, según Su amor soberano! Si lo midiéramos, es por Cristo por quien debemos procurar hacerlo; o, por lo menos, es así que debemos sentir lo que este amor es. Nótese especialmente aquí la manera en que el Espíritu Santo lo mantiene continuamente ante nuestros ojos, que todo está en Cristo - en los lugares celestiales en Cristo - Él nos había elegido "en Él" - para ser adoptados hijos suyos por medio de Jesucristo - hechos "aceptos en el Amado." Este es uno de los principios fundamentales de la instrucción del Espíritu en este lugar. El otro es que la bendición tiene su fuente en Dios mismo. Él es su fuente y autor. Su propio corazón, si podemos expresarlo así, y Su propia mente, son su fuente y medida. Por lo tanto es solamente en Cristo que podemos tener cualquier medida de aquello que no puede ser medido. Porque Él es, completa y adecuadamente, el deleite de Dios. El corazón de Dios encuentra en Él un objeto suficiente para expresarse sin restricción enteramente a sí mismo, hacia el cual Su amor infinito puede ejercerse completamente.
         La bendición, entonces, proviene de Dios; pero además está con Él mismo y ante Él, para gratificarse a Sí mismo, para satisfacer Su amor. Es Él quien nos ha elegido, es Él quien nos ha predestinado, es Él quien nos ha bendecido; pero es para que podamos estar ante Él, y ser adoptados como hijos Suyos. Así es la gracia en estos grandes fundamentos. Esto es, por consiguiente, lo que la gracia se complació en hacer por nosotros.

Escogidos en Cristo, en los consejos de Dios, antes de que el mundo existiera; la responsabilidad del hombre desde la creación de Adán hasta la cruz
         Pero hay otra cosa que debemos notar aquí. Somos escogidos en Él antes de la fundación del mundo (Efesios 1:4). Ahora bien, esta expresión no es simplemente la de la soberanía de Dios. Si Dios escogiera a algunos ahora, sería tan soberano como si lo hubiera hecho antes de la fundación del mundo: pero esto muestra que nosotros pertenecemos, en los consejos de Dios, a un sistema establecido por Él en Cristo antes de que el mundo existiera, un sistema que no es del mundo cuando este ya existe, y que es un sistema que existirá después de que la forma de este mundo haya pasado. Este es un aspecto muy importante del sistema Cristiano. La responsabilidad entró (para el hombre por supuesto) con la creación de Adán en este mundo. Nuestro lugar nos fue dado en Cristo antes de que el mundo existiese. El desarrollo de todos los caracteres de esta responsabilidad continuó hasta la cruz y terminaron allí; este es el desarrollo de los caracteres de la responsabilidad del hombre: primero inocente, luego un pecador sin ley, después un pecador bajo la ley, y, cuando fue culpable en todo, vino la gracia - Dios mismo viene al mundo de pecadores en su bondad y encuentra odio a cambio de Su amor. El mundo quedó juzgado y los hombres perdidos, y esto lo aprende ahora el individuo con respecto a sí mismo. Pero entonces la redención fue consumada, y el pleno consejo y propósito de Dios en la nueva creación en Cristo resucitado fueron revelados, el último Adán, "el misterio, que por todos los siglos ha estado encubierto" (Efesios 3:9 - VM),  mientras la responsabilidad del primer hombre estaba siendo probada. Comparen con 2 Timoteo 1: 9-11; Tito 1: 2, donde vemos esta verdad presentada de una manera muy clara.

 La responsabilidad y la gracia reconciliadas solamente en Cristo
          Esta responsabilidad y la gracia no pueden ser realmente reconciliadas sino sólo en Cristo. Los dos principios estaban en los dos árboles del jardín del Edén; luego la promesa a Abraham incondicionalmente, para que pudiésemos comprender que la bendición era por pura gracia; después, la ley presentó nuevamente a ambos [principios] juntos, pero presentó la vida como consecuencia de la responsabilidad. Cristo vino, Él es la vida, tomó sobre Sí mismo, por todos los que creen en Él, la consecuencia de la responsabilidad, y vino a ser, como el Hijo divino y también como Cabeza resucitada de entre los muertos, la fuente de vida, habiendo sido quitado nuestro pecado; y aquí, como resucitados con Él, no solamente hemos recibido la vida, sino que estamos en una nueva posición habiendo sido resucitados con Él de la muerte, y tenemos una porción según los consejos que establecieron todo en Él antes de que el mundo existiera, y son establecidos según la justicia y la redención, como una nueva creación, de la que el Segundo Hombre es la cabeza. El capítulo siguiente explicará cómo fuimos sacados a este lugar.

Nuestras bendiciones relacionadas con los dos caracteres en que Dios se ha revelado a Sí mismo.
          Hemos dicho que Dios se revela a Sí mismo en dos caracteres, incluso en Su relación con Cristo; Él es Dios, y Él es Padre. Y nuestras bendiciones están relacionadas con esto; es decir, con Su naturaleza perfecta como Dios, y con la intimidad de la relación positiva con Él como Padre. El apóstol no aborda aún el asunto de la herencia, ni de los consejos de Dios, con respecto a la gloria de la cual Cristo ha de ser el centro como un todo; sino que él habla de nuestra relación con Dios, de lo que somos con Dios y ante Él, y no de nuestra herencia - de lo que Él nos ha hecho ser, y no de lo que Él nos ha dado. En los versículos 4-6, se explica nuestra porción en Cristo ante Dios. El versículo 4 está subordinado al nombre de Dios; el versículo 5, al nombre de Padre.

El carácter de Dios es descrito en lo que se atribuye a los santos; semejantes a Dios en Su naturaleza y capaces de disfrutarlo en Cristo
         El carácter de Dios es descrito en lo que se atribuye a los santos (v. 4). Dios podía encontrar Su delicia moral únicamente en Sí mismo y en lo que moralmente es semejante a Él. Este es realmente un principio universal. Un hombre honrado no puede encontrar ninguna satisfacción en uno que no se le parece respecto a esto. Con mayor razón aún Dios no podría soportar lo que está en oposición con Su santidad, puesto que, en la actividad de Su naturaleza, Él debe rodearse con lo que Él ama y de lo que se deleita. Pero, antes de todo, Cristo es esto en Sí mismo. Él es personalmente la imagen del Dios invisible. El amor, la santidad, la perfección intachable en todas Sus formas, están unidas a Él. Y Dios nos ha elegido en Él. En el versículo 4 encontramos nuestra posición con respecto a esto.  Primeramente, estamos ante Él: Él nos trae a Su presencia. El amor de Dios tiene que hacer esto para satisfacerse a sí mismo. El amor que está en nosotros también debe ser hallado en esta posición para tener su objeto perfecto. Es allí únicamente donde se puede encontrar la felicidad perfecta. Pero siendo esto así, es necesario que seamos semejantes a Dios. Él no nos podría traer a Su presencia para deleitarse en nosotros y no obstante admitirnos allí sin que Él encuentre deleite en nosotros. Por eso, Él nos escogió en Cristo, para que fuésemos santos y sin mancha delante de Él en amor. Él mismo es santo en Su carácter, intachable en todos Sus modos de obrar, Su naturaleza es amor. Es una posición de felicidad perfecta - en la presencia de Dios, semejante a Él; y eso, en Cristo, el objeto y la medida de afecto divino. Así Dios se complace en nosotros; y nosotros, poseyendo una naturaleza semejante a la de Él con respecto a sus cualidades morales, somos capaces de disfrutar de esta naturaleza completamente y sin estorbo, y de disfrutarla en su perfección en Él. Es también Su propia elección, Su propio afecto, que nos ha puesto allí, y nos ha puesto allí en Cristo quien, siendo Su eterno deleite, es digno de todo esto; para que el corazón encuentre su reposo en esta posición, porque nuestra naturaleza concuerda con la de Dios, y también fuimos escogidos para esto, lo que muestra el afecto personal que Dios tiene para con nosotros. Hay también un objetivo perfecto y supremo del cual nos ocupamos.


[1] La palabra traducida "fieles" podría ser traducida como 'creyentes.' Esta palabra se usa como un término sobrescrito, tanto aquí como en la epístola a los Colosenses. Debemos recordar que el apóstol estaba entonces en prisión, y que la Cristiandad ya había sido establecida por algunos años, y estaba expuesta a toda clase de ataques. Decir que uno era creyente como en el principio, era decir que él era fiel. La palabra, entonces, no expresa meramente que ellos creían, ni que cada individuo caminaba fielmente, sino que el apóstol se dirigió a aquellos quienes por gracia mantenían fielmente la fe que habían recibido.

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