EL CRISTO DE ISRAEL
El Señor Jesús es nuestro Maestro. Tiene
autoridad sobre aquellos que creen en él. ¿Cuál es el significado de su
autoridad en nosotros? Pensemos en esta pregunta.
Todos aquellos que somos salvos somos
discípulos de Cristo y estamos en el mundo para representarlo. Tenemos muchas
pruebas y con frecuencia somos probados y queremos estar seguros de que sabemos
lo que hacemos ¿Quién nos dice lo que debemos hacer? ¿Quién nos muestra el
camino a seguir? Debemos pensar muy cuidadosamente acerca del Señor Jesús y lo
que dijo en Mateo 16:1-18.
Los fariseos y saduceos eran los maestros
religiosos de aquellos días y leemos en estos versículos que ellos discutían
con Cristo. Los fariseos pensaban que ellos eran muy espirituales. Ellos eran
los maestros de la Biblia y eran muy cuidadosos de sus enseñanzas, aún de
pequeñas cosas y creían que eran hombres muy correctos y que sus enseñanzas
eran realmente buenas.
Los saduceos creían que ellos eran muy inteligentes,
pero pensaban más en las cosas de este mundo. Ellos no creían en la existencia
de ángeles, ni demonios, ni en la resurrección, y no se preocupaban de las
cosas espirituales. Leemos acerca de estas dos clases de hombres en Mateo 16 y
gente como ellos existen hoy día. Ellos discuten y quieren ver señales. Y
quieren que el Señor Jesús razone con ellos acerca de Dios. Quieren que el
conteste sus pequeñas preguntas.
Los saduceos trajeron su historia de la mujer
cuyo marido había muerto. Ella había sido sucesivamente esposa de sus hermanos
hasta tener siete maridos. De acuerdo con la ley de Moisés, esto era correcto.
Si el esposo de una mujer moría sin dejar hijos, el hermano del muerto debía
casarse con la viuda (Deuteronomio 25:5). De allí fue que ellos sacaron su
historia. Ellos trataron con frecuencia de atrapar al Señor Jesús con sus
preguntas. Querían discutir y razonar y el Señor estaba cansado de sus pláticas
y sus argumentos. Esto era lo que estaba pasando en Mateo 16.
Tanto fariseos como saduceos discutían con
frecuencia acerca de cosas sin importancia, sin llegar nunca a una conclusión.
Hoy también sucede lo mismo. La gente habla y habla sin concluir nada. Aquellos
hombres podían pasar meses o años discutiendo acerca de pequeños detalles
relativos al sábado o a lo que un hombre podía caminar el día de reposo (Éxodo
20:10). El Señor Jesús estaba cansado con todo eso y lo llamó "las
enseñanzas de los fariseos y los saduceos," no las enseñanzas de las
Escrituras. Siempre discutiendo, buscando señales, haciendo pequeñas diferencias
de significado de diferentes palabras, razonando sin encontrar una respuesta.
Sabemos esto porque le preguntaron acerca de las mismas cosas al principio de
su ministerio y también al final de el, sin lograr una respuesta. Y cuando les
fue dada la respuesta, no la querían aceptar. El Espíritu de Dios nos muestra
cómo fueron los fariseos y saduceos para que podamos entender por qué el Señor
enseñó en la manera como hizo en los versículos más adelante en este capítulo.
El Señor Jesús dijo entonces:
"Guardaos de la levadura de los fariseos y saduceos." La levadura es
como una cosa mala que se esparce entre la gente. La gente que nos rodea
discute y razona acerca de cosas de las cuales debemos tener cuidado. Esta
manera de pensar es como levadura que salpica todas las cosas. ¿Significa esto
que los mismos discípulos de Cristo podían ser contaminados al discutir como
ellos? Sí. Ellos estaban en peligro y cuando el Señor Jesús dijo:
"Guardaos," quería decir que estaban en peligro. Nosotros también
debemos guardarnos. No debemos pensar como la gente del mundo que nos rodea. De
nada sirve pensar en forma mundana porque el mundo no sabe lo que piensa. La
gente dice que no debemos aceptar ciegamente las enseñanzas de personas que
vivieron hace tanto tiempo; pero no debemos participar de sus puntos de vista.
Veamos lo que dice el versículo 13 de Mateo
16. El Señor Jesús pregunta a sus discípulos: "¿Quién dicen los hombres
que es el Hijo del Hombre?" ¿Está el Señor hablando de otro tema? No. El
tema es el mismo. En la primera parte de este capítulo vemos a los hombres
haciendo preguntas, discutiendo, razonando y distorsionando el significado de
las palabras. Algunos de ellos amaban las cosas materiales del mundo y algunos
pensaban más acerca de Dios, de los ángeles, y de cosas que no se pueden ver,
pero ninguno de ellos estaba seguro de conocer la verdad acerca de Dios. En la
Biblia, el Espíritu Santo puso a estos hombres con sus argumentos a la par con
la pregunta, acerca de si mismo, que el Señor hiciera a sus discípulos; para
enseñarnos una importante lección. Las dos pudieron haber sucedido en tiempos
diferentes, pero aquí están unidas para enseñarnos algo. El Señor Jesús dijo:
"¿Quién creen los hombres que soy yol" Tiene algo que ver esta
pregunta con los hombres que estaban siempre discutiendo? Creemos que sí.
Nosotros creemos y obedecemos las enseñanzas del Señor Jesús, si El es
realmente nuestro Señor. No cuestionamos ni discutimos con alguien que es
Señor. Tenemos respuestas a nuestras preguntas y todas las cosas son claras
cuando le llamamos Señor, y sabemos que él es el Señor de nuestros corazones.
El dijo: "¿Quién dicen los hombres
que soy yo?" Diferentes personas tenían diferentes ideas. Algunos decían
que era Juan el Bautista. Por ejemplo, Herodes dijo esto. El había matado a
Juan y su conciencia lo acusaba cuando oyó de los milagros que Jesús hacía.
Mató a Juan el Bautista porque había prometido a la hija de Herodías darle lo
que pidiera. Se sentía culpable y decía: Este debe ser Juan Bautista a quien yo
maté y quien ha resucitado de los muertos. Algunos pensaban que era Elias,
Jeremías, o alguno de los profetas.
Entonces el Señor Jesús hizo la pregunta directa
a sus discípulos: "¿Quién dicen ustedes que soy yo?" En palabras de
hoy diríamos: "Díganme claramente qué piensan acerca de mí. No importa si
la gente dice que soy Elias, Juan o Jeremías, ¿quién soy yo para usted ahora?
¿Qué piensa usted acerca de mí?" Este es el significado de estos
versículos y es muy importante lo que nosotros pensemos acerca de él.
Debemos pensar cuidadosamente acerca de
esto y entenderlo bien. ¿Quién y Qué es Cristo para nosotros? No significa
esto, ¿Qué dice la Biblia acerca de él?, sino ¿Qué lugar ocupa él en mi vida?
¿El es solamente una persona acerca de la cual hemos leído u oído hablar? ¿Es
él una persona que murió en la cruz y nosotros creemos y aceptamos el hecho
como tal o es él realmente una persona viva para nosotros? Recuerde que unos
dijeron una cosa y otros, otra. Ahora, él pregunta: "¿Y tú, qué dices?
¿Qué soy yo para ti? Entonces Pedro dijo: "Tú eres el Cristo, el Hijo del
Dios Vivo."
¿Qué significa la respuesta de Pedro? El dijo:
Tú eres el Cristo. Pedro era judío y sabía por las Escrituras lo que
significaba la palabra Cristo y era precisamente Ungido, "Ungido por
Dios". Pedro sabía que aquel a quien Dios había ungido tenía toda
autoridad y poder de Dios para hacer todo lo que Dios había planeado. El tenía
autoridad sobre todas las naciones y gobernaría sobre ellas. Y ellas debían
obedecerle. No hay otra persona tan grande como él. No hay otro que gobierne
con él. El es el único Señor. Y así Dios va a ejecutar todas las cosas que ha
planeado sobre la base del Señor Jesucristo, su muerte y su resurrección.
Cristo no era uno de los ungidos, o una persona ungida sino el ungido.
Tres clases de personas eran ungidas en el
Antiguo Testamento. El profeta era ungido. El profeta anunciaba la palabra de
Dios al pueblo y el mensaje de Dios venía a través de él. El Señor Jesús era
profeta, ungido de Dios. El sacerdote también era ungido en el Antiguo Testamento.
El sacerdote ofrecía animales como sacrificio para cubrir los pecados del
pueblo y acercarlos a Dios. Pero primero el profeta mostraba al pueblo sus
pecados, les hacía sentir vergüenza, los llamaba al arrepentimiento, y a que se
pusieran en paz con Dios. El tercer ungido era el rey. El rey gobernaba al
pueblo que se arrepentía de sus pecados por los cuales se habían ofrecido
sacrificios y que estaban así listos para obedecer a Dios. El profeta, el sacerdote
y el rey eran las personas ungidas en el Antiguo Testamento. Y Cristo es
Profeta, Sacerdote y Rey.
Cristo es profeta de Dios. Él anuncia la palabra
de Dios con toda autoridad divina. Pablo escribió a Timoteo y a los
Tesalonicenses y les dijo: "Recuerden los mandamientos que yo les
di." Pablo escribió guiado por el Espíritu Santo; así que sus mandamientos
eran dados con autoridad divina. Por naturaleza al hombre no le gusta recibir
órdenes de otros y prefiere elegir él mismo lo que quiere hacer. Pero la
Palabra de Dios no habla en estos términos. Sabemos que la palabra de Dios es
un mandamiento o una orden cuando vemos que el Eterno Dios ha hablado a través
de su profeta ungido, es decir, Su Hijo. El hombre natural no obedece a Dios.
La Biblia dice que estábamos muertos espiritualmente a causa de nuestra desobediencia
y de que nuestros pecados nos guiaban por el camino del mal. Satanás puede
tomar el control sobre mí si yo rehúso aceptar el control de Dios y no le
obedezco. Debemos entender esto claramente. Debemos obedecer a Dios y rendirnos
a su Palabra la cual llega a nosotros a través de Cristo o el diablo llegará a
controlarnos. Podemos estar seguros de que Satanás no puede controlarnos tan
solo cuando obedecemos a Dios.
Recordemos lo que sucedió en el Huerto del
Edén. Satanás preguntó: "¿Ha dicho Dios...?" El hizo una pregunta
acerca de la autoridad de Dios. ¿Cuestionamos nosotros la autoridad divina? Si
lo hacemos, Satanás toma el control de nuestra vida trayendo consigo
destrucción y muerte. La Biblia dice que la muerte gobernó sobre todos los
hombres desde Adán hasta Moisés, Romanos 5:14. Esto quiere decir que el hombre
no obedecía la Palabra de Dios. No podemos escapar a la autoridad de Satanás y
a su gobierno si desobedecemos a Dios. Esta es la razón por la cual el Apóstol
Pablo dice con
frecuencia que debemos hacer lo que Dios dice. El Señor Jesús dijo que
conoceríamos la verdad y que la verdad nos haría libres, Juan 8:32 y que si el
Hijo nos libertare seríamos verdaderamente libres, Juan 8:36. "¿Qué es la
verdad?" Es la verdad de la Palabra de Dios. La verdad de la Palabra de
Dios nos libra de la autoridad del diablo. La verdad de Dios nos protege. Hay
una pregunta en el Salmo 119:9: "¿Con qué limpiará el joven su
camino?" Y la respuesta es leyendo y obedeciendo la Palabra de Dios.
Los fariseos no querían obedecer a Dios.
Ellos discutían y razonaban acerca de Dios pero decían: "No queremos que
él nos gobierne" Lucas 19:14. Ellos querían hablar y discutir solamente.
Eso era lo que Nicodemo quería hacer cuando vino a encontrarse con Jesús. El
dijo: "Sabemos que eres un maestro venido de Dios." El quería decir:
"Tú eres un maestro y yo también lo soy. Hablemos un rato." El Señor
Jesús lo detuvo y le dijo: "Tú necesitas nacer de nuevo." Leemos
acerca de la mujer samaritana en Juan 4. El Señor Jesús no la detuvo mientras
ella hablaba como detuvo a Nicodemo.
El Señor Jesús preguntó, "¿Quién
creen ustedes que soy yo?" Pedro contestó: "Tú eres el Cristo."
El quería decir: "Tú eres el Profeta de Dios, ungido por él, alguien que
habla las palabras de Dios con toda autoridad y que nos dice lo que Dios quiere
que sepamos."
Los profetas decían: "El Señor
dice..." Y luego daban el mensaje del Señor. El Señor Jesús era diferente.
El era la Palabra de Dios. El nos mostró cómo es Dios en todo lo que hizo y
dijo y mostró cómo es Dios en todos los aspectos de su vida. Pedro quiso decir:
"Tú eres el Ungido de Dios, Tú eres el profeta y todos los hombres deben
oír cuando tú hablas." En el Antiguo Testamento el profeta Natán dijo al
rey David: "Tú eres el hombre," y David se detuvo inmediatamente, 2
Samuel 12:7. Esto demuestra la autoridad de la Palabra de Dios.
El sacerdote y el rey también tenían su lugar
en el Antiguo Testamento. Pedro dijo: "Tú eres el profeta, ungido de Dios,
sacerdote y rey." Entonces el Señor Jesús le dijo a Pedro: "Tú no
sabes esto por un razonamiento de tu inteligencia; ningún hombre te ha dicho
esto, ni lo aprendiste hablando y razonando como los fariseos. Mi Padre te lo
ha revelado." Entonces Pedro dijo: "Para mí, tú eres el único que
habla con autoridad de Dios." Porque Dios le había enseñado esta importante
verdad.
Pedro le dijo, "Tú eres el Hijo del
Dios vivo." Y luego el Señor replicó, "Has dicho la verdad, pero te
diré algo más: Yo construiré mi iglesia sobre la verdad que acabas de
decir."
Es tiempo de que discutamos menos y nos
inclinemos más en la presencia de Dios. Debemos preguntarnos qué es Cristo para
nosotros, qué pensamos acerca de él y si él es la persona más importante en
nuestra vida. El es el Ungido de Dios, el profeta de Dios y por lo tanto
debemos oír su Palabra y estar atentos a ella. Leemos en el libro de Job que él
se detuvo en sus razonamientos y dijo: "Yo he hablado, pero ya no hablaré
más. Yo he oído acerca de ti, pero ahora te veo y me arrepiento " Job 40:5
y 42:5-6. Y en Isaías 6:5 leemos que el dijo: "Ay de mí porque estoy
perdido, porque soy un hombre de labios impuros." Así, todo hombre
cristiano debe humillarse delante de él. Nosotros necesitamos saber qué es
Cristo para nosotros personalmente. No es tan importante lo que hayamos leído u
oído acerca de él en las reuniones en la iglesia. Pero sí es importante lo que
él sea para nosotros personalmente. ¿El es nuestro maestro? ¿Obedecemos a su
Palabra más que a la palabra de cualquier otro? ¿Deseamos conocer lo que Dios
nos dice más que lo que dice otra persona? Y lo que es más importante,
¿hacemos lo que él quiere que hagamos?
Quizás, Dios nos ha hablado a través de estas
palabras. Quizás queramos saber más acerca de la autoridad del Señor Jesucristo
en nuestras vidas. El nos pregunta: "¿Qué soy para ti? Y quizás digamos:
"El es todo para mí." Es fácil, en realidad, muy fácil decir esto,
pero otra cosa es vivir cada día de acuerdo a estas palabras. Recordemos que él
es Cristo, el Ungido de Dios que tiene autoridad sobre nosotros. Esta es la
base de su obra en nuestra vida durante la era de la iglesia. El es nuestro rey
y gobierna sobre nosotros y nosotros somos sus siervos y debemos obedecerle.
No hay comentarios:
Publicar un comentario