sábado, 2 de febrero de 2013

Paz Con Dios


Capítulo 2
Pero ¿cómo puede Dios hacerlo? El Señor Jesucristo se encargó de esta obra. Dicen algunas personas que las buenas obras nos hacen dignos del favor de Dios. Pero la vida de Jesús no borró un solo pecado. Fue una vida perfecta, divina, amable y cariñosa hasta lo infinito. Cada paso que el Señor Jesús dio sobre la tierra fue consagrado a la gloria de Dios. El oraba toda la noche en la cumbre de la montaña; pero Sus oraciones no expiaron nuestros pecados; y no obstante, hay quienes piensan que por las oraciones de ellos podrán ser justificados. Jesús derramó lágrimas sobre Jerusalén; pero no fueron sus oraciones, aunque preciosas y perfectas, ni sus lágrimas, aunque amorosas y compasivas, las que pudieron lavarnos de nuestros pecados. Únicamente su sangre preciosa fue la que pudo lavar nuestras culpas, pagar el precio de nuestra salvación. No son las oraciones, ni las lágrimas, ni las buenas obras, ni el cambio de costumbres, lo que nos salva; únicamente "la sangre de Jesucristo, su Hijo, nos limpia de todo pecado".
El Señor Jesús se hizo el Obrador de la paz. Nosotros no podemos hacer la paz, pero, según las Escrituras, Jesús hizo la paz "mediante la sangre de su cruz" (Col. 1:20). La paz fue hecha una vez para siempre por el Señor Jesucristo en la cruz del Calvario. Sus palabras al exhalar el último suspiro, fueron éstas: "Consumado es". Nadie sino El podía decir tales palabras. El tomó el cáliz de la ira que Dios, obrando conforme a su justicia, le presentó; y llevándolo a sus labios, lo bebió hasta la última gota. ¡Qué Salvador tenemos!
Nunca fue tan querido del corazón de Dios como en ese momento, y con todo. Dios lo abandonó. De sus labios salió aquel amargo lamento: "Dios mío. Dios mío, ¿por qué me has desamparado?" Y los cielos se oscurecieron y el sol dejó de brillar.

"No comprendo. Fue demasiado fácil"
Algunos nos dicen: "No comprendo vuestro evangelio; ustedes dicen: 'Crean solamente'. Me parece una cosa demasiado fácil." Tal afirmación la he oído en muchas otras partes del mundo; brota naturalmente del corazón humano. Pero, es mejor que reflexiones, que pienses bien: ¿fue una cosa demasiado fácil? El Señor Jesús descendió del cielo a la tierra. ¡Qué viaje! A más de esto, caminó a la cruz. ¡Observa muy bien! ¡Cumplió la pena, entregó su vida, bajó al polvo de la muerte! ... ¡Oh querido amigo mío! ¿Será posible que tú también seas capaz de decir que la salvación es demasiado fácil? ¡No! Tus buenas obras no pueden mezclarse con el valor expiatorio de la sangre de Jesús en el asunto de la salvación de tu alma. Depende únicamente de Cristo y su obra en la cruz del Calvario.
El Señor Jesucristo, habiendo hecho la paz por la sangre de su cruz (véase Colosenses 1:20), bajó al sepulcro; pero Dios le resucitó de los muertos y ahora está "anunciando el evangelio de la paz por medio de Jesucristo" (Hechos 10:36).

En los umbrales de la paz eterna
Pero, ¿cómo podemos entrar en el gozo de la paz? Mediante Jesucristo: "Cree en el Señor Jesucristo y serás salvo" (Hechos 16:31). "A éste dan testimonio todos los profetas, de que todos los que en El creyeren, recibirán perdón de pecados por su nombre" (Hechos 10:43). Jesús lo hizo todo. El dijo de sí mismo: "Yo soy el camino, y la verdad, y la vida". Todo se hace por Cristo, y el alma, desde el momento que confía en Jesús, puede gozar los frutos de la paz con Dios, mediante el Salvador, Jesucristo.
Piensa por unos instantes sobre el cuarto capítulo de la epístola a los Romanos. En este capítulo encontrarás que Abraham fue justificado por la fe, sin obras. Abraham creyó a Dios, dice el pasaje de la Escritura, "y le fue contado por justicia"; y luego continúa: "Y no solamente con respecto a él se escribió que le fue contada, sino también con respecto a nosotros a quienes ha de ser contada, esto es, a los que creemos en El que levantó de los muertos a Jesús, Señor nuestro, el cual fue entregado por nuestras transgresiones, y resucitado para nuestra justificación" (4:23- 25, Revisión de 1960).
Este último versículo nos habla de dos cosas: de la muerte de Jesús, y de su resurrección. Dice en primer término: "El fue entregado por nuestras transgresiones". Esto es lo que puede afirmar todo creyente. Y no sólo él, sino cualquiera de los que lean este folleto pueden decir: "Recibo sinceramente a Jesús por mi Salvador", y está autorizado a dirigir una mirada retrospectiva (mirar al tiempo pasado) a la cruz, diciendo con todos los cristianos que han existido desde entonces hasta la actualidad: "Fue entregado por nuestras transgresiones".

¿Por cuántos pecados?
Permíteme dirigirte una pregunta: ¿Por cuántos de tus pecados fue entregado el Señor Jesucristo? El fue entregado por nuestros pecados. ¿Por cuántos? Aún no habíamos nacido cuando Cristo murió en la cruz. La historia de nuestras vidas pertenecía al futuro. Pero Dios conocía todos nuestros pasos y El entregó a Cristo por nuestros pecados. ¿Por cuántos? Respóndeme conscientemente a esta pregunta. Si examinamos las escrituras hallaremos escrito en ellas: "La sangre de Jesucristo, su Hijo, nos limpia de todo pecado" (1 Juan 1:7). Dios tomó la totalidad de nuestros pecados, todas las responsabilidades en que incurrimos desde la cuna hasta el sepulcro, y colocó la acumulada carga sobre la cabeza de nuestro sustituto y Salvador, el Señor Jesucristo; el cual se sujetó a todo, sufriendo el juicio en nuestro lugar, dando plena satisfacción a Dios, y libertando así para siempre al pecador que cree en El.
Querido amigo, que tu alma medite en esta verdad: de que todos tus pecados fueron cargados por Jesús, sobre la cruz del Calvario, hace más de mil años. "El fue entregado por nuestros pecados". Cargó con todos ellos, y exclamó triunfante al morir: "Consumado es", inclinó la cabeza y entregó el espíritu. Fue puesto en un sepulcro prestado, y allí permaneció hasta que resucitó triunfante ¿Quién le resucitó de los muertos? La Escritura nos dice: "Dios le levantó de los muertos" (Hechos 13:30). Pero ¿por qué Dios lo hizo? ¿Por qué lo levantó de los muertos? La contestación es muy sencilla: Porque la obra estaba hecha con toda perfección. Dios quedaba satisfecho con lo que se había realizado. ¿No es suficientemente claro este punto, amigo mío? Si el Señor Jesús no hubiese llevado a cabo la obra, si no hubiese expiado la totalidad de los delitos que tomó sobre sí en la cruz, no podía, en justicia, haber sido resucitado de los muertos; pero resucitó, porque la obra quedó hecha con toda fidelidad y perfección.

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