Puede que algunos lectores de estas líneas no sepan si son
verdaderamente salvos. Un día son felices, creen que poseen por fin el gozo de
la salvación, y otro día, sin ninguna razón evidente, todo cambia, están
tristes y dudan. Otros están preocupados por su conducta; les parece que son
hijos de Dios, pero cometen una falta, tienen un momento de malhumor, mienten,
y la realidad de su conversión les resulta problemática.
¿Qué nos dice la
Palabra de Dios? ¿Somos salvos cuando gozamos del Señor? ¿O acaso somos hijos
de Dios cuando nuestra vida es santa? ¡No! Creyendo en Jesús, Dios nos
"dio potestad de ser hechos hijos de Dios" (Juan 1:12) ¿En qué
condiciones? —por gracia, por medio de la fe.
El Señor Jesús se
ofreció en sacrificio en la cruz, "el justo por los injustos, para
llevarnos a Dios" (1 Pedro 3:18). He aquí la gracia; he aquí la fe: Cristo
atestiguó "que Dios es veraz" (Juan 3:33). Se debe creer lo que Dios
dice: "Cristo... murió por los impíos" (Romanos 5:6). ¿Soy yo un
impío? Si no pienso que sea tal cosa, entonces Cristo no murió por mí; pero si
reconozco mi verdadero estado en la presencia de Dios, basándome en su Palabra,
sé que Jesús murió por mí. Eso da la paz: la fe en una obra cumplida por otro,
una sola vez (Hebreos 10:10-14).
Cuando asalta la duda,
Satanás trata siempre de sembrarla en el corazón de los creyentes. Nos conviene
recordar esto: La obra de Dios es una obra perfecta (Deuteronomio 32:4).
"Por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es
don de Dios" (Efesios 2:8).
La obra de la salvación
no depende de nuestro andar; ya está hecha. Si la tenemos como don de Dios, la
poseemos. ¿La podemos perder? Satanás no puede arrebatarnos de las manos del
Padre (Juan 10:28- 29). Sin embargo, no olvidemos una cosa: Pedro —y otros
también— escribió a propósito de personas que se apartaron de las
contaminaciones del mundo, mediante el conocimiento del Señor y Salvador
Jesucristo, y que otra vez se enredaron en ellas: "Vuelve... la puerca
lavada a revolcarse en el cieno" (2 Pedro 2:20-22). Precisamente, la
puerca nunca se transformó en oveja; sólo se lavó, exteriormente. Las personas
descritas en esos versículos no experimentaron el nuevo nacimiento, ni fe en Su
nombre, lo cual otorga la potestad de ser hechos hijos de Dios.
Una influencia
cristiana, un hogar creyente o un conocimiento intelectual de la Biblia no dan
la salvación. Sólo la fe, la fe de corazón (Romanos 10:10) en la obra perfecta
cumplida en la cruz, nos lleva a Dios, nos da la certeza de una salvación
perfecta. Nada tenemos que hacer sino adorar y mostrar nuestra gratitud
mediante una vida consagrada al Señor.
Creced 2005 - N° 3
No hay comentarios:
Publicar un comentario