El Evangelio de Mateo ocupa el primer lugar entre los
Evangelios y en el Nuevo Testamento, porque fue escrito primero y puede ser
llamado, con razón, el Génesis del Nuevo Testamento. Génesis, el primer libro
de la Biblia, contiene en sí mismo la Biblia entera, y lo mismo ocurre con el
primer Evangelio; es el libro de los principios de una nueva dispensación. Es
semejante a un gran árbol. Las raíces están hundidas profundamente en enormes
rocas mientras sus innumerables ramas y renuevos se extienden hacia arriba, más
y más alto en simetría y hermosura perfectas. El fundamento es el Antiguo
Testamento con sus promesas Mesiánicas y del Reino. De todo esto, todo se
desarrolla en perfecta armonía, alcanzando alto y más alto en la nueva
dispensación y hasta el principio de la edad milenial.
El instrumento elegido por el Espíritu Santo para escribir
este Evangelio fue Mateo. Él era un judío. No obstante, él no pertenecía a la
clase religiosa, educada, a los escribas; sino que él pertenecía a la clase que
era aborrecida más fieramente. Él era un publicano, es decir, un recaudador de
impuesto. El gobierno Romano había designado oficiales cuyo deber era reunir el
impuesto legal, y estos oficiales, en su mayor parte, no siendo todos Gentiles,
designaban los recaudadores reales, quienes eran generalmente Judíos. Solamente
los más inescrupulosos entre los judíos se alquilarían, en aras de ganancia, al
enemigo declarado de Jerusalén. Dondequiera que había aún un rayo de esperanza
para la venida del Mesías, el Judío rehuiría el hecho de ser asociado con los
Gentiles, los cuales iban a ser barridos de la tierra con la venida del Rey.
Por esta razón, los recaudadores de impuesto, siendo empleados Romanos, eran
odiados por los Judíos aún más fieramente que los mismos Gentiles. El escritor
del primer Evangelio era uno de estos odiados recaudadores de impuesto.
Nosotros veremos más tarde de qué manera la gracia de Dios se revela en su
llamamiento. El hecho de que él fuera elegido para escribir este primer Evangelio
es en sí algo significativo, ya que ello habla de un nuevo orden de cosas a
punto de ser introducido, a saber, el llamamiento de los despreciados Gentiles.
Las evidencias internas parecen mostrar que, muy
probablemente, Mateo escribió originalmente el Evangelio en Arameo, el dialecto
Semítico hablado en aquel entonces en Palestina. El Evangelio fue traducido más
tarde al griego. Esto, no obstante, es seguro, que el Evangelio de Mateo es
preeminentemente el Evangelio Judío. Hay muchos pasajes en él, que en su
significado fundamental sólo pueden ser comprendidos correctamente por uno que
está bastante familiarizado con las costumbres Judías y con las enseñanzas
tradicionales de los ancianos. Debido a que es el Evangelio Judío, es
dispensacional de principio a fin. Es seguro decir que una persona,
independiente de cuán erudita o consagrada sea, que no sostiene las verdades
dispensacionales claramente reveladas concernientes a los Judíos, los Gentiles,
y la iglesia de Dios, no podrá comprender Mateo. Este es, por desgracia, muy a
menudo el caso, y estaría bien si no hubiera más que un fracaso individual en
comprender; pero se trata de algo más que eso. Cuando falta la llave correcta a
cualquier parte de la Palabra de Dios, el resultado final es la confusión, el
error, la falsa doctrina. Si se comprendiera el carácter dispensacional de
Mateo, ninguna enseñanza ética del así llamado Sermón del Monte a expensas de
la Expiación de nuestro Señor Jesucristo sería posible, ni habría espacio para
el engaño sutil, moderno, tan universal ahora, de un 'Cristianismo social' que
apunta a elevar las masas y a la reforma del mundo. Cuán diferentes asuntos
habría en la Cristiandad si sus maestros y predicadores principales, comentadores
y profesores, hubiesen comprendido y entendiesen el significado de las siete
parábolas en Mateo 13, con sus profundas y solemnes lecciones. Cuando nosotros
pensamos cuántos de los líderes de pensamiento religioso rechazan e incluso se
oponen a todas las enseñanzas dispensacionales, y jamás aprenden cómo dividir
correctamente la Palabra de verdad, no es extraño que tantos de estos hombres
se atrevan a ponerse de pie y decir que el Evangelio de Mateo, así como también
los otros Evangelios y las diferentes partes del Nuevo Testamento contienen
numerosas contradicciones y numerosos errores. De este fracaso en discernir las
verdades dispensacionales ha surgido de igual manera, el intento, por una clase
muy bien intencionada, de armonizar los registros Evangélicos y arreglar todos
los acontecimientos en la vida de nuestro Señor en un orden cronológico, y
producir así una vida de Jesucristo, nuestro Señor, tal como tenemos una vida
descriptiva de Napoleón u otro gran hombre. El Espíritu Santo jamás se ha
propuesto presentar una vida de Cristo. Eso es muy evidente por el hecho de que
la mayor parte de la vida de nuestro Señor es pasada por alto en silencio.
Tampoco estaba en la mente del Espíritu informar todas las palabras y milagros
y los movimientos de nuestro Señor, o registrar todos los acontecimientos que
tuvieron lugar durante Su ministerio público, y arreglarlos en un orden
cronológico. ¡Qué presunción hay, entonces, en el hombre al tratar de hacer lo
que el Espíritu jamás intentó! Si el Espíritu Santo nunca tuvo la intención de
que los registros de nuestro Salvador debían ser estrictamente cronológicos,
¡cuán vano y necio es entonces, si no más, el intento de sacar a la luz una
armonía de los diferentes Evangelios! Uno ha dicho correctamente, «El Espíritu
Santo no es un reportero, sino un editor.» Esto está bien dicho. La tarea de un
reportero es reportar acontecimientos cuando ellos ocurren. El editor arregla
el material de un modo que le es adecuado, y deja afuera o hace comentarios tal
como él lo considera apropiado. Esto lo ha hecho el Espíritu Santo al presentar
cuatro Evangelios, que no son un reporte mecánico de las actividades de una
persona llamada Jesús de Nazaret, sino las revelaciones espirituales de la
bendita Persona y obra de nuestro Salvador y Señor, como Rey de los Judíos,
siervo en obediencia, Hijo del Hombre y el unigénito del Padre. Nosotros no
podemos entrar más profundamente en esto ahora, pero en la exposición de
nuestro Evangelio ilustraremos este hecho.
En el Evangelio de Mateo, como Evangelio Judío, hablando del
Rey y del reino, dispensacional de principio a fin, tratando de los judíos, los
Gentiles e incluso la iglesia de Dios en anticipación, como ningún otro
Evangelio lo hace, todo debe ser considerado desde el punto de vista
dispensacional. Todos los milagros registrados, las palabras habladas, los
acontecimientos que son presentados en su entorno peculiar, cada parábola, cada
capítulo desde el principio hasta el final, han de ser considerados, antes que
nada, como presagiando y enseñando verdades dispensacionales. Esta es la llave
correcta al Evangelio de Mateo. Es igualmente un hecho significativo que en la
condición del pueblo de Israel, con sus orgullosos líderes religiosos
rechazando al Señor, su Rey y el juicio que amenazaba a consecuencia de ello,
es una fotografía verdadera del final de la actual dispensación, y veremos en
ella la condenación venidera de la Cristiandad. Las características de los
tiempos, cuando nuestro Señor apareció entre Su pueblo, quienes eran tan
religiosos, justos a sus propios ojos, estando divididos en sectas diferentes,
ocupados con credos y doctrinas hechos por el hombre, etc., y todo nada más que
apostasía, se reproducen exactamente en la Cristiandad, con sus ordenanzas
hechas por el hombre, enseñanzas rituales y racionalistas. Nosotros esperamos
seguir este pensamiento en nuestra exposición.
Hay siete grandes partes dispensacionales que son
prominentes en este Evangelio y alrededor de las cuales todo es agrupado. Las
examinaremos brevemente.
I. El Rey
El Antiguo Testamento está lleno de promesas que hablan de
la venida, no sólo de un libertador, uno que carga con el pecado, sino de la
venida de un Rey, Mesías Rey tal como Él es llamado todavía por judíos ortodoxos.
Este Rey es esperado con ansias, Le esperan y oran por Él los piadosos en
Israel. Todavía es así con muchos judíos en nuestros días. El Evangelio de
Mateo demuestra que nuestro señor Jesucristo es verdaderamente el Mesías Rey
prometido. En él Le vemos como Rey de los Judíos, todo muestra que Él es en
verdad la Persona real, de quien Videntes y Profetas, así como también
inspirados Salmistas, escribieron y cantaron. En primer lugar, sería necesario
demostrar que Él es legalmente el Rey. Esto se ve en el primer capítulo, donde
es presentada una genealogía que demuestra Su real ascendencia. El comienzo es,
"Libro de la genealogía de Jesucristo, hijo de David, hijo de
Abraham." La mencionada genealogía retrocede hasta Abraham y se detiene
allí, mientras en Lucas la genealogía alcanza hasta Adán. En el Evangelio de
Mateo, Él es visto como Hijo de David, Su ascendencia real; Hijo de Abraham, de
la simiente de Abraham según la carne.
La llegada de los magos está registrada sólo en Mateo. Ellos
vienen a adorar al nacido Rey de los Judíos. Su real lugar de nacimiento, la
ciudad de David, es presentado. El infante es adorado por los representantes de
los Gentiles y ellos rinden homenaje, de hecho, delante de un Rey verdadero,
aunque las marcas de la pobreza estaban a Su alrededor. El oro que dieron habla
de Su realeza. Todo Rey verdadero tiene un heraldo, así es con el Mesías Rey.
El precursor aparece y en Mateo su mensaje a la nación es que "el reino de
los cielos se ha acercado" (Mateo 3:2); la real Persona, por tanto tiempo
predicha, está a punto de aparecer y ofrecer aquel Reino. Cuando el Rey que fue
rechazado venga nuevamente a establecer el Reino, Él será precedido una vez más
por un heraldo que declarará Su venida entre Su pueblo Israel, Elías el
profeta. En el capítulo 4 vemos al Rey probado y la demostración que Él es el Rey.
Él es probado tres veces, una como Hijo del Hombre, otra como Hijo de Dios y
otra como el Mesías Rey. Después de la prueba, de la que Él sale como un
completo vencedor, Él comienza Su ministerio. El sermón del Monte (usaremos la
frase aunque ella no es Escritural) es presentado en Mateo en pleno. Marcos y
Lucas lo informan sólo en fragmentos y Juan no dice una palabra acerca de ello.
Esto debería determinar de inmediato el estatus de los tres capítulos que
contienen este discurso. Se trata de enseñanza concerniente al Reino, la
'Constitución' o 'Carta Magna' del Reino y todos sus principios. Este reino en
la tierra, con súbditos que tienen todas las características de las demandas
reales expuestas en este discurso, está aún por existir. Si Israel hubiera aceptado
el Rey, este reino habría llegado en aquel entonces, pero el reino ha sido
aplazado. El Reino vendrá, por fin, con una nación justa como centro, pero la
Cristiandad no es ese reino. En este discurso maravilloso el Señor habla como
el Rey y como el Legislador, el cual expone la ley que va a regir Su Reino.
Desde el capítulo 8 hasta el capítulo 12, vemos las manifestaciones reales de
Aquel que es Jehová manifestado en la carne.
Esta parte, especialmente, es interesante y muy instructiva,
porque ella presenta en una serie de milagros, el bosquejo dispensacional del
Judío, el Gentil, y lo que viene después de la edad actual es pasado.
Como Rey, Él envía a sus siervos y los dota con el poder del
reino, predicando igualmente la cercanía del reino. Después del capítulo 10, el
rechazo comienza seguido por Sus enseñanzas en parábolas, la revelación de secretos.
Él es presentado a Jerusalén como Rey, y la bienvenida Mesiánica es oída,
"¡Bendito el que viene en el nombre del Señor!" (Mateo 21:9). Después
de eso, Su padecimiento y Su muerte. En todo, Su carácter Real es sacado a la
luz, y el Evangelio finaliza abruptamente, y no tiene nada que decir acerca de
Su ascensión al cielo; sino que el Señor es dejado, por decirlo así, en la
tierra con poder, todo poder en el cielo y en la tierra. En este final se ve
que Él es el Rey. Él gobierna ahora en el cielo y gobernará en la tierra cuando
Él venga nuevamente.
II. El Reino
La frase "Reino de los Cielos" ocurre solamente en
el Evangelio de Mateo. La encontramos treinta y dos veces. ¿Qué significa? Aquí
está el fracaso en la interpretación de la Palabra, y todo el error y la
confusión que nos rodea emana del falso concepto acerca del Reino de los
Cielos. Generalmente se enseña y se entiende que el término "Reino de los
Cielos" significa la iglesia, y se piensa así que la iglesia es el
verdadero Reino de los Cielos, establecido en la tierra, y conquistando las naciones
y el mundo. El Reino de los Cielos no es la iglesia, y la iglesia no es el
Reino de los Cielos. Esta es una verdad muy vital. ¡Que la exposición de este
Evangelio pueda ser usada en hacer que esta distinción sea muy clara en las
mentes de nuestros lectores! Cuando nuestro Señor habla del Reino de los Cielos
hasta el capítulo 12, Él no se refiere, ni tiene la intención de referirse a la
iglesia, sino que habla del Reino de los Cielos en su sentido Antiguo Testamentario,
tal como es prometido a Israel, a ser establecido en la tierra de Israel, con
Jerusalén como centro, y desde allí a esparcirse sobre todas las naciones y la
tierra entera. ¿Qué esperaba el judío piadoso, creyente, según las Escrituras?
Él esperaba (y espera aún) la venida del Mesías Rey, quien ha de ocupar el
trono de Su padre David. Se esperaba que Él trajera juicio para los enemigos de
Jerusalén, y reuniera a los dispersos de Israel. La tierra de Israel florecería
como nunca antes; paz universal sería establecida; justicia y paz en el conocimiento
de la gloria del Señor para cubrir la tierra como las aguas cubren el abismo.
Todo esto en la tierra, con la tierra de Israel, que es la tierra de Jehová,
como manantial principal o cabeza de fuente, desde donde fluyen todas las
bendiciones, las corrientes de las aguas. Un templo, una casa de adoración,
para todas las naciones se esperaba que estuviera en Jerusalén, a la cual las
naciones vendrían a adorar al Señor. Este es el Reino de los Cielos tal como es
prometido a Israel y como es esperado por ellos. Todo ello es terrenal. La
iglesia, no obstante, es algo completamente diferente. La esperanza de la
iglesia, el lugar de la iglesia, el llamamiento de la iglesia, el destino de la
iglesia, el reinado y el gobierno de la iglesia no es terrenal, sino que es
celestial. El Rey largamente esperado había aparecido ahora, y Él predicaba el
Reino de los Cielos habiéndose acercado, es decir, este reino terrenal
prometido a Israel. Cuando Juan el Bautista predicó, "Arrepentíos, porque
el reino de los cielos se ha acercado." (Mateo 3:2), él quiso decir lo mismo.
Es una equivocación total predicar el Evangelio a partir de un texto semejante
y declarar que el pecador tiene que arrepentirse y entonces el Reino vendrá a
él. Un maestro Inglés de verdades espirituales bien conocido presentó no hace
mucho tiempo en su país un discurso acerca del texto mal traducido, "el
reino de Dios dentro de vosotros está." (Lucas 17:21 - N. del T.: mal traducido en las siguientes
versiones en Español: RV1865; NC; SPTE; VM), y se detuvo largamente sobre el
hecho de que el Reino está dentro del creyente. El contexto muestra que esto es
erróneo, y que la traducción verdadera es, "el reino de Dios está entre
vosotros"; es decir, en la persona del Rey.
Ahora bien, si Israel hubiese aceptado el testimonio de
Juan, y se hubiera arrepentido, y si ellos hubiesen aceptado el Rey, el Reino habría
venido, pero ahora ha sido aplazado hasta que los discípulos Judíos orarán
nuevamente al predicar la venida del Reino, "Venga tu reino. Hágase tu
voluntad, como en el cielo, así también en la tierra." (Mateo 6:10). Eso
será después que la iglesia sea removida a los lugares celestiales. La historia
del Reino es presentada en el capítulo 2. Primero los Gentiles, y Jerusalén no
conoce a su Rey y está turbada a causa de Él.
III. El Rey y el Reino son rechazados
Esto se predice igualmente en el Antiguo Testamento: Isaías
53, Daniel 9:26, Salmo 22, etc. Es visto, también, en tipos: José, David y
otros. El heraldo del Rey es rechazado primeramente y termina en prisión,
siendo asesinado. Eso habla del rechazo del Rey mismo. En ningún otro Evangelio
la historia del rechazo es contada tan completamente como aquí. Comienza en
Galilea, en Su propia ciudad, y finaliza en Jerusalén. El rechazo no es humano
sino que es Satánico. Toda la iniquidad y depravación del corazón se descubren
y Satanás es revelado de principio a fin. Todas las clases se involucran en el
rechazo. Las multitudes que Le habían seguido y que fueron alimentadas por Él,
los Fariseos, los Saduceos, los Herodianos, los sacerdotes, los sumos
sacerdotes, los ancianos. Por último, llega a ser evidente que ellos sabían
quién era Él, su Señor y su Rey, y ellos Le entregaron intencionalmente en manos
de los Gentiles. La historia de la cruz en Mateo, asimismo, saca a la luz el
lado más oscuro del rechazo. De este modo, la profecía se ve cumplida en el
rechazo del Rey.
IV. El rechazo por parte de Su Pueblo Terrenal y el Juicio de
ellos
Este es otro tema del Antiguo Testamento que es muy
prominente en el Evangelio de Mateo. Ellos Le rechazaron y Él los deja, y el
juicio cae sobre ellos. En el capítulo 11, Él reconviene las ciudades en las
que la mayoría de Sus obras de poder habían tenido lugar, porque ellas no se
habían arrepentido. Al final del capítulo 12, Él niega Sus relaciones y rehúsa
ver a los Suyos, mientras en el comienzo del capítulo 13, Él deja la casa y
desciende al mar, este último término tipifica a las naciones. Después de Su
presentación real a Jerusalén, el siguiente día, temprano en la mañana, Él maldice
la higuera, la cual prefigura la muerte nacional de Israel, y después que Él
hubo pronunciado Sus dos parábolas a los sumos sacerdotes y ancianos, Él
declara que el Reino de Dios va a ser quitado de ellos y va a ser dado a una
nación que produciría frutos como resultado de eso (Mateo 21). Todo el capítulo
23 contiene los ayes sobre los Fariseos, y al final Él habla a Jerusalén y
declara que la casa de ellos va a ser dejada desierta hasta que ellos dirán,
"Bendito el que viene en el nombre del Señor."
V. Los misterios del Reino de los Cielos
El reino ha
sido rechazado por el pueblo del reino y el Rey mismo ha dejado la tierra.
Durante Su ausencia, el Reino de los Cielos está en las manos de los hombres.
Existe, entonces, el reino en la tierra en una forma enteramente diferente de
que la que fue revelada en el Antiguo Testamento, los misterios del reino ocultos
desde la fundación del mundo son dados a conocer ahora. Esto lo aprendemos en
Mateo 13, y aquí, también, tenemos, a lo menos, una vislumbre de la iglesia.
Digo nuevamente que se debe comprender que ambos (el reino y la iglesia) no son
idénticos. Pero, ¿qué es el reino en su forma misteriosa? Las siete parábolas
nos enseñarán esto. El reino es visto aquí en una mala condición mezclada. La
iglesia, el un cuerpo, no es el mal, porque la iglesia está compuesta de
aquellos que son amados por Dios, llamados santos, pero la Cristiandad, que
incluye todos los profesantes, es apropiadamente aquel Reino de los Cielos en
el capítulo 13. Las parábolas sacan a la luz lo que puede ser llamada la
historia de la Cristiandad. Es una historia de fracaso, llegando a ser aquello
que el Rey jamás tuvo la intención que fuese, la levadura del mal,
efectivamente, leudando toda la masa, y continúa así hasta que el Rey regrese,
cuando serán recogidos del reino todos los que sirven de tropiezo. Solamente la
parábola de la perla habla de la iglesia.
VI. La Iglesia
En ninguno de los otros Evangelios se dice algo acerca de la
iglesia excepto en el Evangelio de Mateo. En el capítulo 16, Pedro da su
testimonio con respecto al Señor, revelado a él desde el Padre, el cual está en
los cielos. El Señor les dice que 'sobre esta roca edificaré Mi asamblea --
iglesia -- y las puertas del hades no prevalecerán contra ella.' No dice 'Yo he
edificado' sino 'edificaré Mi iglesia'. Inmediatamente después de esta promesa,
Él habla de Su padecimiento y muerte. La transfiguración que sigue a la primera
declaración de Su muerte cercana, habla de la gloria que seguirá, y es un tipo
del poder y la venida del Señor Jesucristo (2 Pedro 1:16). Mucho de lo que
sigue a continuación de la declaración del Señor con respecto a la edificación
de la iglesia debe ser aplicada a la iglesia.
VII. El Discurso en el Monte de los Olivos
Enseñanzas proféticas concernientes al Fin de la Era o Fin
del Siglo. Este discurso fue dado a los discípulos después que el Señor había
hablado Su última palabra a Jerusalén. Es una de las secciones más notables de
todo el Evangelio. Lo encontramos en los capítulos 24 y 25 de Mateo. En él, el
Señor enseña con respecto a los judíos, los Gentiles y la Iglesia de Dios; la Cristiandad
está asimismo incluida en él. El orden es diferente. Los Gentiles ocupan el
último lugar. La razón de ello es porque la iglesia será quitada primeramente
de la tierra y los profesantes de la Cristiandad serán dejados, y no son nada
más que Gentiles e implicados en el juicio de las naciones como es dado a
conocer por el Señor. La primera parte de Mateo 24 es judía de principio a fin.
Desde el versículo 4 hasta el versículo 45, tenemos una profecía muy
importante, que presenta los acontecimientos que siguen después de que la
iglesia es sacada de la tierra. El Señor toma aquí muchas de las profecías del
Antiguo Testamento y las combina en una gran profecía. La historia de la última
semana de Daniel está aquí. La mitad de la semana después de los primeros tres
años y medio es el versículo 15. Apocalipsis, capítulos 6 al 19, está todo contenido
en estas Palabras de nuestro Señor. Él presentó, luego, las mismas verdades,
solamente más ampliadas y en detalle, desde el cielo como una última Palabra y
advertencia. Tres parábolas siguen a continuación en las cuales son vistos los
salvados y los no salvados. Esperar y servir es el pensamiento directriz. La
recompensa y la expulsión a las tinieblas de afuera es el resultado doble.
Esto, entonces, encuentra una aplicación en la Cristiandad y la iglesia. El
final de Mateo 25 es el juicio de las naciones. Este no es el juicio universal,
un término popular en la Cristiandad pero no Escritural, sino que es el juicio
de las naciones cuando nuestro Señor, como Hijo del Hombre, se siente en el
trono de Su gloria.
Muchos de
los hechos más interesantes en el Evangelio, las peculiares citas del Antiguo
Testamento, la estructura perfecta, etc., etc., no podemos presentarlos en esta
introducción y bosquejo, pero esperamos traerlos ante ustedes en nuestra
exposición. Pueda, entonces, el Espíritu de Verdad guiarnos a toda la verdad.
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