domingo, 1 de diciembre de 2013

EL EVANGELIO DE MATEO UNA EXPOSICIÓN (Introducción)

El Evangelio de Mateo ocupa el primer lugar entre los Evangelios y en el Nuevo Testamento, porque fue escrito primero y puede ser llamado, con razón, el Génesis del Nuevo Testamento. Génesis, el primer libro de la Biblia, contiene en sí mismo la Biblia entera, y lo mismo ocurre con el primer Evangelio; es el libro de los principios de una nueva dispensación. Es semejante a un gran árbol. Las raíces están hundidas profundamente en enormes rocas mientras sus innumerables ramas y renuevos se extienden hacia arriba, más y más alto en simetría y hermosura perfectas. El fundamento es el Antiguo Testamento con sus promesas Mesiánicas y del Reino. De todo esto, todo se desarrolla en perfecta armonía, alcanzando alto y más alto en la nueva dispensación y hasta el principio de la edad milenial.
El instrumento elegido por el Espíritu Santo para escribir este Evangelio fue Mateo. Él era un judío. No obstante, él no pertenecía a la clase religiosa, educada, a los escribas; sino que él pertenecía a la clase que era aborrecida más fieramente. Él era un publicano, es decir, un recaudador de impuesto. El gobierno Romano había designado oficiales cuyo deber era reunir el impuesto legal, y estos oficiales, en su mayor parte, no siendo todos Gentiles, designaban los recaudadores reales, quienes eran generalmente Judíos. Solamente los más inescrupulosos entre los judíos se alquilarían, en aras de ganancia, al enemigo declarado de Jerusalén. Dondequiera que había aún un rayo de esperanza para la venida del Mesías, el Judío rehuiría el hecho de ser asociado con los Gentiles, los cuales iban a ser barridos de la tierra con la venida del Rey. Por esta razón, los recaudadores de impuesto, siendo empleados Romanos, eran odiados por los Judíos aún más fieramente que los mismos Gentiles. El escritor del primer Evangelio era uno de estos odiados recaudadores de impuesto. Nosotros veremos más tarde de qué manera la gracia de Dios se revela en su llamamiento. El hecho de que él fuera elegido para escribir este primer Evangelio es en sí algo significativo, ya que ello habla de un nuevo orden de cosas a punto de ser introducido, a saber, el llamamiento de los despreciados Gentiles.
Las evidencias internas parecen mostrar que, muy probablemente, Mateo escribió originalmente el Evangelio en Arameo, el dialecto Semítico hablado en aquel entonces en Palestina. El Evangelio fue traducido más tarde al griego. Esto, no obstante, es seguro, que el Evangelio de Mateo es preeminentemente el Evangelio Judío. Hay muchos pasajes en él, que en su significado fundamental sólo pueden ser comprendidos correctamente por uno que está bastante familiarizado con las costumbres Judías y con las enseñanzas tradicionales de los ancianos. Debido a que es el Evangelio Judío, es dispensacional de principio a fin. Es seguro decir que una persona, independiente de cuán erudita o consagrada sea, que no sostiene las verdades dispensacionales claramente reveladas concernientes a los Judíos, los Gentiles, y la iglesia de Dios, no podrá comprender Mateo. Este es, por desgracia, muy a menudo el caso, y estaría bien si no hubiera más que un fracaso individual en comprender; pero se trata de algo más que eso. Cuando falta la llave correcta a cualquier parte de la Palabra de Dios, el resultado final es la confusión, el error, la falsa doctrina. Si se comprendiera el carácter dispensacional de Mateo, ninguna enseñanza ética del así llamado Sermón del Monte a expensas de la Expiación de nuestro Señor Jesucristo sería posible, ni habría espacio para el engaño sutil, moderno, tan universal ahora, de un 'Cristianismo social' que apunta a elevar las masas y a la reforma del mundo. Cuán diferentes asuntos habría en la Cristiandad si sus maestros y predicadores principales, comentadores y profesores, hubiesen comprendido y entendiesen el significado de las siete parábolas en Mateo 13, con sus profundas y solemnes lecciones. Cuando nosotros pensamos cuántos de los líderes de pensamiento religioso rechazan e incluso se oponen a todas las enseñanzas dispensacionales, y jamás aprenden cómo dividir correctamente la Palabra de verdad, no es extraño que tantos de estos hombres se atrevan a ponerse de pie y decir que el Evangelio de Mateo, así como también los otros Evangelios y las diferentes partes del Nuevo Testamento contienen numerosas contradicciones y numerosos errores. De este fracaso en discernir las verdades dispensacionales ha surgido de igual manera, el intento, por una clase muy bien intencionada, de armonizar los registros Evangélicos y arreglar todos los acontecimientos en la vida de nuestro Señor en un orden cronológico, y producir así una vida de Jesucristo, nuestro Señor, tal como tenemos una vida descriptiva de Napoleón u otro gran hombre. El Espíritu Santo jamás se ha propuesto presentar una vida de Cristo. Eso es muy evidente por el hecho de que la mayor parte de la vida de nuestro Señor es pasada por alto en silencio. Tampoco estaba en la mente del Espíritu informar todas las palabras y milagros y los movimientos de nuestro Señor, o registrar todos los acontecimientos que tuvieron lugar durante Su ministerio público, y arreglarlos en un orden cronológico. ¡Qué presunción hay, entonces, en el hombre al tratar de hacer lo que el Espíritu jamás intentó! Si el Espíritu Santo nunca tuvo la intención de que los registros de nuestro Salvador debían ser estrictamente cronológicos, ¡cuán vano y necio es entonces, si no más, el intento de sacar a la luz una armonía de los diferentes Evangelios! Uno ha dicho correctamente, «El Espíritu Santo no es un reportero, sino un editor.» Esto está bien dicho. La tarea de un reportero es reportar acontecimientos cuando ellos ocurren. El editor arregla el material de un modo que le es adecuado, y deja afuera o hace comentarios tal como él lo considera apropiado. Esto lo ha hecho el Espíritu Santo al presentar cuatro Evangelios, que no son un reporte mecánico de las actividades de una persona llamada Jesús de Nazaret, sino las revelaciones espirituales de la bendita Persona y obra de nuestro Salvador y Señor, como Rey de los Judíos, siervo en obediencia, Hijo del Hombre y el unigénito del Padre. Nosotros no podemos entrar más profundamente en esto ahora, pero en la exposición de nuestro Evangelio ilustraremos este hecho.
En el Evangelio de Mateo, como Evangelio Judío, hablando del Rey y del reino, dispensacional de principio a fin, tratando de los judíos, los Gentiles e incluso la iglesia de Dios en anticipación, como ningún otro Evangelio lo hace, todo debe ser considerado desde el punto de vista dispensacional. Todos los milagros registrados, las palabras habladas, los acontecimientos que son presentados en su entorno peculiar, cada parábola, cada capítulo desde el principio hasta el final, han de ser considerados, antes que nada, como presagiando y enseñando verdades dispensacionales. Esta es la llave correcta al Evangelio de Mateo. Es igualmente un hecho significativo que en la condición del pueblo de Israel, con sus orgullosos líderes religiosos rechazando al Señor, su Rey y el juicio que amenazaba a consecuencia de ello, es una fotografía verdadera del final de la actual dispensación, y veremos en ella la condenación venidera de la Cristiandad. Las características de los tiempos, cuando nuestro Señor apareció entre Su pueblo, quienes eran tan religiosos, justos a sus propios ojos, estando divididos en sectas diferentes, ocupados con credos y doctrinas hechos por el hombre, etc., y todo nada más que apostasía, se reproducen exactamente en la Cristiandad, con sus ordenanzas hechas por el hombre, enseñanzas rituales y racionalistas. Nosotros esperamos seguir este pensamiento en nuestra exposición.
Hay siete grandes partes dispensacionales que son prominentes en este Evangelio y alrededor de las cuales todo es agrupado. Las examinaremos brevemente.

I.  El Rey
El Antiguo Testamento está lleno de promesas que hablan de la venida, no sólo de un libertador, uno que carga con el pecado, sino de la venida de un Rey, Mesías Rey tal como Él es llamado todavía por judíos ortodoxos. Este Rey es esperado con ansias, Le esperan y oran por Él los piadosos en Israel. Todavía es así con muchos judíos en nuestros días. El Evangelio de Mateo demuestra que nuestro señor Jesucristo es verdaderamente el Mesías Rey prometido. En él Le vemos como Rey de los Judíos, todo muestra que Él es en verdad la Persona real, de quien Videntes y Profetas, así como también inspirados Salmistas, escribieron y cantaron. En primer lugar, sería necesario demostrar que Él es legalmente el Rey. Esto se ve en el primer capítulo, donde es presentada una genealogía que demuestra Su real ascendencia. El comienzo es, "Libro de la genealogía de Jesucristo, hijo de David, hijo de Abraham." La mencionada genealogía retrocede hasta Abraham y se detiene allí, mientras en Lucas la genealogía alcanza hasta Adán. En el Evangelio de Mateo, Él es visto como Hijo de David, Su ascendencia real; Hijo de Abraham, de la simiente de Abraham según la carne.
La llegada de los magos está registrada sólo en Mateo. Ellos vienen a adorar al nacido Rey de los Judíos. Su real lugar de nacimiento, la ciudad de David, es presentado. El infante es adorado por los representantes de los Gentiles y ellos rinden homenaje, de hecho, delante de un Rey verdadero, aunque las marcas de la pobreza estaban a Su alrededor. El oro que dieron habla de Su realeza. Todo Rey verdadero tiene un heraldo, así es con el Mesías Rey. El precursor aparece y en Mateo su mensaje a la nación es que "el reino de los cielos se ha acercado" (Mateo 3:2); la real Persona, por tanto tiempo predicha, está a punto de aparecer y ofrecer aquel Reino. Cuando el Rey que fue rechazado venga nuevamente a establecer el Reino, Él será precedido una vez más por un heraldo que declarará Su venida entre Su pueblo Israel, Elías el profeta. En el capítulo 4 vemos al Rey probado y la demostración que Él es el Rey. Él es probado tres veces, una como Hijo del Hombre, otra como Hijo de Dios y otra como el Mesías Rey. Después de la prueba, de la que Él sale como un completo vencedor, Él comienza Su ministerio. El sermón del Monte (usaremos la frase aunque ella no es Escritural) es presentado en Mateo en pleno. Marcos y Lucas lo informan sólo en fragmentos y Juan no dice una palabra acerca de ello. Esto debería determinar de inmediato el estatus de los tres capítulos que contienen este discurso. Se trata de enseñanza concerniente al Reino, la 'Constitución' o 'Carta Magna' del Reino y todos sus principios. Este reino en la tierra, con súbditos que tienen todas las características de las demandas reales expuestas en este discurso, está aún por existir. Si Israel hubiera aceptado el Rey, este reino habría llegado en aquel entonces, pero el reino ha sido aplazado. El Reino vendrá, por fin, con una nación justa como centro, pero la Cristiandad no es ese reino. En este discurso maravilloso el Señor habla como el Rey y como el Legislador, el cual expone la ley que va a regir Su Reino. Desde el capítulo 8 hasta el capítulo 12, vemos las manifestaciones reales de Aquel que es Jehová manifestado en la carne.
Esta parte, especialmente, es interesante y muy instructiva, porque ella presenta en una serie de milagros, el bosquejo dispensacional del Judío, el Gentil, y lo que viene después de la edad actual es pasado.
Como Rey, Él envía a sus siervos y los dota con el poder del reino, predicando igualmente la cercanía del reino. Después del capítulo 10, el rechazo comienza seguido por Sus enseñanzas en parábolas, la revelación de secretos. Él es presentado a Jerusalén como Rey, y la bienvenida Mesiánica es oída, "¡Bendito el que viene en el nombre del Señor!" (Mateo 21:9). Después de eso, Su padecimiento y Su muerte. En todo, Su carácter Real es sacado a la luz, y el Evangelio finaliza abruptamente, y no tiene nada que decir acerca de Su ascensión al cielo; sino que el Señor es dejado, por decirlo así, en la tierra con poder, todo poder en el cielo y en la tierra. En este final se ve que Él es el Rey. Él gobierna ahora en el cielo y gobernará en la tierra cuando Él venga nuevamente.

II. El Reino
La frase "Reino de los Cielos" ocurre solamente en el Evangelio de Mateo. La encontramos treinta y dos veces. ¿Qué significa? Aquí está el fracaso en la interpretación de la Palabra, y todo el error y la confusión que nos rodea emana del falso concepto acerca del Reino de los Cielos. Generalmente se enseña y se entiende que el término "Reino de los Cielos" significa la iglesia, y se piensa así que la iglesia es el verdadero Reino de los Cielos, establecido en la tierra, y conquistando las naciones y el mundo. El Reino de los Cielos no es la iglesia, y la iglesia no es el Reino de los Cielos. Esta es una verdad muy vital. ¡Que la exposición de este Evangelio pueda ser usada en hacer que esta distinción sea muy clara en las mentes de nuestros lectores! Cuando nuestro Señor habla del Reino de los Cielos hasta el capítulo 12, Él no se refiere, ni tiene la intención de referirse a la iglesia, sino que habla del Reino de los Cielos en su sentido Antiguo Testamentario, tal como es prometido a Israel, a ser establecido en la tierra de Israel, con Jerusalén como centro, y desde allí a esparcirse sobre todas las naciones y la tierra entera. ¿Qué esperaba el judío piadoso, creyente, según las Escrituras? Él esperaba (y espera aún) la venida del Mesías Rey, quien ha de ocupar el trono de Su padre David. Se esperaba que Él trajera juicio para los enemigos de Jerusalén, y reuniera a los dispersos de Israel. La tierra de Israel florecería como nunca antes; paz universal sería establecida; justicia y paz en el conocimiento de la gloria del Señor para cubrir la tierra como las aguas cubren el abismo. Todo esto en la tierra, con la tierra de Israel, que es la tierra de Jehová, como manantial principal o cabeza de fuente, desde donde fluyen todas las bendiciones, las corrientes de las aguas. Un templo, una casa de adoración, para todas las naciones se esperaba que estuviera en Jerusalén, a la cual las naciones vendrían a adorar al Señor. Este es el Reino de los Cielos tal como es prometido a Israel y como es esperado por ellos. Todo ello es terrenal. La iglesia, no obstante, es algo completamente diferente. La esperanza de la iglesia, el lugar de la iglesia, el llamamiento de la iglesia, el destino de la iglesia, el reinado y el gobierno de la iglesia no es terrenal, sino que es celestial. El Rey largamente esperado había aparecido ahora, y Él predicaba el Reino de los Cielos habiéndose acercado, es decir, este reino terrenal prometido a Israel. Cuando Juan el Bautista predicó, "Arrepentíos, porque el reino de los cielos se ha acercado." (Mateo 3:2), él quiso decir lo mismo. Es una equivocación total predicar el Evangelio a partir de un texto semejante y declarar que el pecador tiene que arrepentirse y entonces el Reino vendrá a él. Un maestro Inglés de verdades espirituales bien conocido presentó no hace mucho tiempo en su país un discurso acerca del texto mal traducido, "el reino de Dios dentro de vosotros está." (Lucas 17:21 - N. del T.: mal traducido en las siguientes versiones en Español: RV1865; NC; SPTE; VM), y se detuvo largamente sobre el hecho de que el Reino está dentro del creyente. El contexto muestra que esto es erróneo, y que la traducción verdadera es, "el reino de Dios está entre vosotros"; es decir, en la persona del Rey.
Ahora bien, si Israel hubiese aceptado el testimonio de Juan, y se hubiera arrepentido, y si ellos hubiesen aceptado el Rey, el Reino habría venido, pero ahora ha sido aplazado hasta que los discípulos Judíos orarán nuevamente al predicar la venida del Reino, "Venga tu reino. Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra." (Mateo 6:10). Eso será después que la iglesia sea removida a los lugares celestiales. La historia del Reino es presentada en el capítulo 2. Primero los Gentiles, y Jerusalén no conoce a su Rey y está turbada a causa de Él.

III. El Rey y el Reino son rechazados
Esto se predice igualmente en el Antiguo Testamento: Isaías 53, Daniel 9:26, Salmo 22, etc. Es visto, también, en tipos: José, David y otros. El heraldo del Rey es rechazado primeramente y termina en prisión, siendo asesinado. Eso habla del rechazo del Rey mismo. En ningún otro Evangelio la historia del rechazo es contada tan completamente como aquí. Comienza en Galilea, en Su propia ciudad, y finaliza en Jerusalén. El rechazo no es humano sino que es Satánico. Toda la iniquidad y depravación del corazón se descubren y Satanás es revelado de principio a fin. Todas las clases se involucran en el rechazo. Las multitudes que Le habían seguido y que fueron alimentadas por Él, los Fariseos, los Saduceos, los Herodianos, los sacerdotes, los sumos sacerdotes, los ancianos. Por último, llega a ser evidente que ellos sabían quién era Él, su Señor y su Rey, y ellos Le entregaron intencionalmente en manos de los Gentiles. La historia de la cruz en Mateo, asimismo, saca a la luz el lado más oscuro del rechazo. De este modo, la profecía se ve cumplida en el rechazo del Rey.

IV. El rechazo por parte de Su Pueblo Terrenal y el Juicio de ellos
Este es otro tema del Antiguo Testamento que es muy prominente en el Evangelio de Mateo. Ellos Le rechazaron y Él los deja, y el juicio cae sobre ellos. En el capítulo 11, Él reconviene las ciudades en las que la mayoría de Sus obras de poder habían tenido lugar, porque ellas no se habían arrepentido. Al final del capítulo 12, Él niega Sus relaciones y rehúsa ver a los Suyos, mientras en el comienzo del capítulo 13, Él deja la casa y desciende al mar, este último término tipifica a las naciones. Después de Su presentación real a Jerusalén, el siguiente día, temprano en la mañana, Él maldice la higuera, la cual prefigura la muerte nacional de Israel, y después que Él hubo pronunciado Sus dos parábolas a los sumos sacerdotes y ancianos, Él declara que el Reino de Dios va a ser quitado de ellos y va a ser dado a una nación que produciría frutos como resultado de eso (Mateo 21). Todo el capítulo 23 contiene los ayes sobre los Fariseos, y al final Él habla a Jerusalén y declara que la casa de ellos va a ser dejada desierta hasta que ellos dirán, "Bendito el que viene en el nombre del Señor."

V. Los misterios del Reino de los Cielos
            El reino ha sido rechazado por el pueblo del reino y el Rey mismo ha dejado la tierra. Durante Su ausencia, el Reino de los Cielos está en las manos de los hombres. Existe, entonces, el reino en la tierra en una forma enteramente diferente de que la que fue revelada en el Antiguo Testamento, los misterios del reino ocultos desde la fundación del mundo son dados a conocer ahora. Esto lo aprendemos en Mateo 13, y aquí, también, tenemos, a lo menos, una vislumbre de la iglesia. Digo nuevamente que se debe comprender que ambos (el reino y la iglesia) no son idénticos. Pero, ¿qué es el reino en su forma misteriosa? Las siete parábolas nos enseñarán esto. El reino es visto aquí en una mala condición mezclada. La iglesia, el un cuerpo, no es el mal, porque la iglesia está compuesta de aquellos que son amados por Dios, llamados santos, pero la Cristiandad, que incluye todos los profesantes, es apropiadamente aquel Reino de los Cielos en el capítulo 13. Las parábolas sacan a la luz lo que puede ser llamada la historia de la Cristiandad. Es una historia de fracaso, llegando a ser aquello que el Rey jamás tuvo la intención que fuese, la levadura del mal, efectivamente, leudando toda la masa, y continúa así hasta que el Rey regrese, cuando serán recogidos del reino todos los que sirven de tropiezo. Solamente la parábola de la perla habla de la iglesia.

VI. La Iglesia
En ninguno de los otros Evangelios se dice algo acerca de la iglesia excepto en el Evangelio de Mateo. En el capítulo 16, Pedro da su testimonio con respecto al Señor, revelado a él desde el Padre, el cual está en los cielos. El Señor les dice que 'sobre esta roca edificaré Mi asamblea -- iglesia -- y las puertas del hades no prevalecerán contra ella.' No dice 'Yo he edificado' sino 'edificaré Mi iglesia'. Inmediatamente después de esta promesa, Él habla de Su padecimiento y muerte. La transfiguración que sigue a la primera declaración de Su muerte cercana, habla de la gloria que seguirá, y es un tipo del poder y la venida del Señor Jesucristo (2 Pedro 1:16). Mucho de lo que sigue a continuación de la declaración del Señor con respecto a la edificación de la iglesia debe ser aplicada a la iglesia.

VII. El Discurso en el Monte de los Olivos
Enseñanzas proféticas concernientes al Fin de la Era o Fin del Siglo. Este discurso fue dado a los discípulos después que el Señor había hablado Su última palabra a Jerusalén. Es una de las secciones más notables de todo el Evangelio. Lo encontramos en los capítulos 24 y 25 de Mateo. En él, el Señor enseña con respecto a los judíos, los Gentiles y la Iglesia de Dios; la Cristiandad está asimismo incluida en él. El orden es diferente. Los Gentiles ocupan el último lugar. La razón de ello es porque la iglesia será quitada primeramente de la tierra y los profesantes de la Cristiandad serán dejados, y no son nada más que Gentiles e implicados en el juicio de las naciones como es dado a conocer por el Señor. La primera parte de Mateo 24 es judía de principio a fin. Desde el versículo 4 hasta el versículo 45, tenemos una profecía muy importante, que presenta los acontecimientos que siguen después de que la iglesia es sacada de la tierra. El Señor toma aquí muchas de las profecías del Antiguo Testamento y las combina en una gran profecía. La historia de la última semana de Daniel está aquí. La mitad de la semana después de los primeros tres años y medio es el versículo 15. Apocalipsis, capítulos 6 al 19, está todo contenido en estas Palabras de nuestro Señor. Él presentó, luego, las mismas verdades, solamente más ampliadas y en detalle, desde el cielo como una última Palabra y advertencia. Tres parábolas siguen a continuación en las cuales son vistos los salvados y los no salvados. Esperar y servir es el pensamiento directriz. La recompensa y la expulsión a las tinieblas de afuera es el resultado doble. Esto, entonces, encuentra una aplicación en la Cristiandad y la iglesia. El final de Mateo 25 es el juicio de las naciones. Este no es el juicio universal, un término popular en la Cristiandad pero no Escritural, sino que es el juicio de las naciones cuando nuestro Señor, como Hijo del Hombre, se siente en el trono de Su gloria.
            Muchos de los hechos más interesantes en el Evangelio, las peculiares citas del Antiguo Testamento, la estructura perfecta, etc., etc., no podemos presentarlos en esta introducción y bosquejo, pero esperamos traerlos ante ustedes en nuestra exposición. Pueda, entonces, el Espíritu de Verdad guiarnos a toda la verdad.


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