domingo, 1 de diciembre de 2013

La Sal

De parte de algunos, existe la ten­dencia de restar importancia al hogar y de creer que una carrera o intereses fuera del mismo son mucho más im­portantes. Espero que mis lectoras no se encuentren entre las que piensan así. Al menos, casi todas encontra­rán que el artículo del que hablaremos, es muy útil. Es el que utiliza el Señor Jesús en San Mateo 5:13, como una ilustración para describir a sus discí­pulos: "Vosotros sois la SAL de la tierra".
Recordarán que aplicó dos epítetos a sus seguidores: los llamó "sal" y "luz"; este último nos habla, creo de lo que otros ven en nuestras vidas, mientras que lo primero dirige nues­tra atención a la influencia que tene­mos sobre otros, de la que muchas veces hasta son inconscientes.
Cuando comemos, no pensamos en la sal que la cocinera haya usado en la preparación de la comida, ¡salvo que sea demasiado!, pero ¡pronto nos da­mos cuenta si falta! Es así, a veces, cuando los creyentes entran en contac­to con los que no conocen a Cristo; si están llevando vidas victoriosas, pa­rece que no llaman la atención del inconverso, sin embargo, si no lo están haciendo, bien pronto suscitan comentarios. Por lo tanto, pesa so­bre nosotros que somos de Cristo, una grave responsabilidad siempre, aun cuando pareciera que nuestras vidas no tienen ninguna influencia sobre otros, haremos bien en orar siempre: "Que mi influencia inconsciente siem­pre sea para bien".
La sal es una de las necesidades primordiales de nuestra vida moder­na, o al menos lo es en casi todos los países, aunque recuerdo una misione­ra de la China que solfa protestar si me veía dejar un poco de salen el pla­to, pues era un lujo en el lugar de donde él venía. Sin embargo, la ma­yoría de nosotras no consideramos que la sal sea un artículo de lujo, pero es de los que no nos gusta encontrarnos privadas. Es útil en varias formas y quiero que consideremos cuatro de ellas.
Primeramente tiene cualidades purificado ras.
Nosotras que sabemos algo de los deberes hogareños hemos alguna vez deseado quitar una mancha de una fuente, y no habiendo detergente dis­ponible, hemos echado mano a un poco de sal y frotado el plato o fuente, ¿no es verdad? Enseguida ha desapa­recido la mancha. O posiblemente he­mos tenido la desgracia de volcar jugo de fruto en un mantel y nuestra mamá nos ha dicho: "Aplica un poco de sal, ¡prontito!" Estas son ilustraciones muy sencillas, pero fue de las cosas sencillas que el Salvador extraía sus hermosas parábolas. ¿Nos damos cuenta de la lección que nos enseña acerca de lo que debe ser una característica sobresaliente de las vidas de las hijas de Dios? Tú y yo, ¿tenemos este efecto sobre la compañía en que estamos colocadas? ¿Somos, por ejemplo, de la clase de persona en cuya presencia otra titubea en contar cuentos indiscretos? Es posible ha­cer sentir una influencia quedamente, sin hablar una palabra, de manera que otros sientan que tales asuntos no nos agradan; ¡sí! y se dan cuenta de esto si el Señor Jesús es supremo en nues­tras vidas. Lo mismo puede aplicarse a la crítica destructiva de otros. Pi­damos al Señor que nos haga un ele­mento purificador dondequiera que es­temos.

Segundo, la sal es un condimento suma­mente útil para dar gusto a la comida.
Sabemos cuan desabrido resulta si la cocinera ha omitido la sal. Lee­mos en Job 6:6: “¿Se comerá lo desa­brido sin sal?  ¿Habrá gusto en la clara del huevo?”
Me preguntan: "¿Qué tiene eso que ver con mi vida cristiana?” Bueno, creo que tiene mucho que ver en esta forma. Alrededor nuestro hay perso­nas que parecen desabridas. Uno diría que no tienen vida. Sus días, en algu­nos casos, han pasado en un sin fin de placeres; y ahora todo les aburre; o el dolor les ha amargado, y ya han per­dido todo interés en la vida. ¿Nos hemos dado cuenta que parte del tra­bajo que nos ha encomendado el Maes­tro es mostrarles que hay algo mejor para ello, un plan trazado por Dios ?... Si pueden ver en nosotras que Cristo ha hecho algo por nosotras y que real­mente cantamos de corazón:
"Gozo da servir a Cristo
En la vida diaria aquí
Gozo y grande alegría
Siempre el me da a mí."
…ellos también querrán conocer el se­creto y volverán a la vida, porque han entrado en contacto con un poco de "la sal de la tierra".
Tercero, la sal también provoca la sed.
Esta sed es muy distinta de la que padecen muchas jóvenes, que lejos de estar desilusionadas con la vida, francamente piensan pasarla bien, y tienen confianza en que así será. Lo que necesitan es un poco de sed, pues la invitación amorosa del Salvador, "Venga a mí y beba", no significa nada a ellos por el momento, pues no están entre los que son incluidos en la con­dición: "Si alguno tiene sed"... Si les hablamos de cosas eternas, nos lla­man "aguafiestas". Posiblemente creemos que no vale la pena decirles nada. Hasta cierto punto es verdad; pero ¿se nos ha ocurrido que es nues­tra responsabilidad crear en ellos esa sed necesaria? Si dejamos que el Señor controle nuestro corazón y vida y cultivamos Su Presencia, él dará satisfacción a nuestros anhelos de manera tan convincente que el interés de  otros           en saber cuál es nuestro secreto, y querrán también tener el gozo que nosotros poseemos.
En cuarto lugar, es preservador.
Aquí tenemos otra vez una ilustración de lo que es el trabajo de las que son del Señor. ¿Hemos pensado alguna vez en lo terrible que sería este mundo sin los que aman al Señor Jesús? Se echaría a perder totalmente. ¿Es di­fícil de imaginar esto? Puede ser, pero eso es exactamente lo que acon­tecerá, quizá muy pronto. Las cosas que se vienen sucediendo en estos días están de acuerdo con las profecías de la Palabra de Dios, y parece obvio que el llamado vendrá para que nosotros que le amamos nos encontremos con El en los aires, y entonces las cosas entrarán en una faz de corrupción sin precedentes.
Debemos perseverar en El, "para que cuando apareciere, tengamos con­fianza, y no seamos confundidos de El en su venida". (1 Juan 2:28).
Traducido por Mary Gray de "El Sendero del Creyente".

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