domingo, 1 de diciembre de 2013

LA PRESENCIA DEL SEÑOR ENTRE SU PUEBLO

He aquí, el arca del pacto del Señoreador de toda la tierra pasa el Jor­dán delante de vosotros (Josué 3:1 1).
Porque donde están dos o tres congregados en mi nombre, allí estoy en medio de ellos (Mateo 1 8:20).
Los dos versículos que anteceden nos sintetizan el propósito e interés del Señor en morar entre los suyos. Siempre Dios se deleitó en morar con el hombre, desde Adán en adelante, su empeño fue que su propósito se trans­formase en una afectiva experiencia en los suyos. ¡Ojalá exclamásemos to­dos con MOISES! "Si tu rostro no ha de ir conmigo no nos saques de aquí" (Éxodo 33:15).
Con relación a Israel se nos dice en Deuteronomio 4:7 que los pueblos dirán: ¿Qué gente grande hay que tenga los dioses tan cercanos así, como lo está Jehová nuestro Dios en todo cuanto le pedimos? Nunca valoramos lo suficiente el hecho de la presencia del Señor entre su pueblo y nada dará más gozo y fuerza al creyente que experimentar los resultados de la misma. Consideraremos a continuación algunas Escrituras a este respecto:
1) La presencia del Señor debe infundirnos santidad.
            En Josué 3:2 al 5 el Señor nos enseña que el arca de Jehová sería su guía "cuando viereis el arca del pacto de Jehová vuestro Dios y los sacerdotes y levitas que la llevan, vosotros partiréis de vuestro lugar, y marcharéis en pos de ella. Empero entre vosotros y ella haya distancia... y no os acer­caréis a ella, a fin de que sepáis el camino por donde habéis de ir; por cuan­to vosotros no habéis pasado antes de ahora por este camino. Y Josué dijo al pueblo: Santificaos, porque Jehová hará mañana maravillas. La presencia del Señor entre su pueblo requería del mismo a) Distancia; b) Limpieza; c) Obediencia.
a) Distancia como de dos mil codos, nos habla de reverencia, res­peto, no lejanía sino más bien consideración de que él es Dios y nosotros polvo.
b) Limpieza El Señor enseña sed santos porque yo soy santo. Y si in­vocaréis por Padre a aquel que sin acepción de personas juzga según la obra de cada uno, conversad en temor todo el tiempo de vuestra peregrinación (1 Pedro 1:16, 17).
c) Obediencia. Vosotros partiréis de vuestro lugar, la presencia del arca requería obediencia a no ser así la misma presencia po­dría tornarse en Juicio como veremos más adelante.
2) El Señor con su presencia les promete:
a) Dirección: A fin de que sepáis el camino por donde habéis de ir (Josué 3:4).
b) Separación: Versículo 10 del mismo capítulo dice: “En esto conoceréis que el Dios viviente está en medio de vosotros, y que el echará de delante de vosotros al cananeo, y al Heteo, y al amorreo, y al Jebuseo, la presencia del Señor echará de delante de vosotros a los enemigos que han colmado la medida de maldad” y según leemos en Deuteronomio 18:9-14. “Cuando hubiereis en­trado en la tierra que tu Dios te da, no aprenderás a hacer según las abomi­naciones de aquellas gentes” (Deuteronomio 18: 9). El Señor nos promete echar a los ene­migos que batallan contra nosotros, pero de nuestra parte el Señor nos dice no aprenderás a hacer según sus abominaciones.
            La historia del pueblo antiguo de Dios es suficiente clara para demostradnos que en este sentido fracasó rotundamente. ¡Cuánto cuesta la separación! ¿Por qué será? En 1 Pedro 1:14 vemos que perduran los deseos de la anti­gua naturaleza y nos exhorta "a que no nos conformemos a los deseos que antes teníamos". En el capítulo 2:11: "Amados, yo os ruego como a extranjeros y pere­grinos que os abstengáis de los deseos carnales que batallan contra el alma”. Si queremos la separación de lo mundano, no tenemos que conformarnos por un lado y por otro abstenernos de los deseos que antes teníamos, porque nos debe bastar que el tiempo pasado de nuestra vida hayamos hecho la voluntad de los Gentiles, cuando conversábamos con lascivos, en concupiscencias, en embriagueces, en glotonerías, en banquetes y en abominables idolatrías (l Pedro. 4:3). Estas Escrituras nos hablan en un concepto general pero a continuación veremos más particularmente en que debe consis­tir la separación:
A) La Biblia nos exhorta a separarnos de los inconversos (2 Corintios 6:14-18).
La esencia de esta Escritura es "Habitaré y andaré entre ellos." El re­querimiento es "No os juntéis en yugo desigual con los incrédulos"(v. 16b y v. 14).
¿Cómo la presencia del Señor estará con nosotros en verdadera manifes­tación de gloria? Cuando los creyentes nos juntamos con los inconversos, en negocios, cuando los Jóvenes lo hacen en el matrimonio, y responsables espirituales lo hacen en Ecumenismo, creyentes con inconversos para de­mostrar a una iglesia unida ¿Puede haber unidad entre creyentes e incon­versos?
B) La Biblia nos enseña que debemos separarnos de hermanos que no res­petan las normas morales (1ª Corintios 5)
Es clarísimo a este respeto  el versículo 11: "Mas bien os escribí que no os juntéis con ninguno que, llamándose hermano, fuere, fornicario, o avaro, o idólatra, o mal diciente, o borracho, o ladrón, con el tal ni aún comáis”. Las Escrituras nos enseñan que toda persona casada está obligada a la ley de marido o mujer hasta la muerte (Romanos 7:1-3). Sin embargo, deseamos que la presencia del Señor se manifieste entre Su pueblo, y aceptamos en comunión a hermanos casados y divorciados y casados de nuevo. ¿No les parece que queremos llevar el arca de Jehová en carro nuevo? 2ª Samuel 6:3 muestra la buena intensión y deseo de David, pero no seamos más miseri­cordiosos que el Señor. David aprendió la lección aun cuando costó la vi­da a Uza (1 Crónicas 13:5-14). En 1 Crónicas 15:1-2 David dijo: “El arca de Dios no debe ser traída sino por los Levitas; porque a ellos ha elegido Jehová para que lleven el arca de Jehová y le sirvan perpetuamente”. El Señor aprecia la integridad de los suyos, David cometió errores y pecados; pero una cosa aprendemos de él, la integridad. Cuando se dio cuenta del error, enseguida reparó y volvió a las Escrituras. ¡Ojalá nosotros tengamos tal integridad para hacer en nuestro tiempo lo que corresponde a este respec­to!
            No ignoramos el proceder que corresponde pero buscamos salidas e inter­pretaciones de las Escrituras que condigan con nuestras opiniones o hace­mos valer más la ley de algún país que la Palabra de Dios. Es ya hora de volver a la Palabra de Dios, sino nos pasará lo que le pasó al pueblo anti­guo y un ejemplo de los malos resultados lo tenemos en Jueces en los ca­pítulos 19 y 20.
C) La Biblia nos enseña la separación del y de los que enseñan otra doc­trina y no la doctrina de Cristo: "Cualquiera que se rebela, y no persevera en la doctrina de Cristo, no tiene a Dios; El que persevera en la doctrina de Cristo, el tal tiene al Padre y al Hijo. Si alguno viene a vosotros, y no trae esta doctrina, no le recibáis en casa, ni le digáis ¡bienvenido! (2ª Juan 10 y 11).
Si la enseñanza es no recibir a los tales nuestro deber es obedecer. La mejor manera de evitar las diversas doctrinas, es perseverar "en la doctri­na” (Hechos 2:42). En Romanos 6:17 leemos: "Empero gracias a Dios, que aunque fuisteis siervos del pecado, habéis obedecido de corazón a aquella forma de doctrina a la cual fuisteis entregados". En Romanos 16:17 leemos: “y os ruego hermanos, que miréis los que causan disensiones y escándalos contra la doctrina que vosotros habéis aprendido; y apartaos de ellos”.
Sin duda los Romanos conocían "aquella forma de doctrina: Hace tiem­po pregunté a unos jóvenes porque se reunían en el lugar x y unos contestaron porque se reúnen allí mis padres, otros porque me siento cómodo,  etc. Pienso que es tiempo de escudriñar por si cada uno cual es "aquella forma de doctrina" y estar dispuestos a sufrir y morir si es necesario antes de dejarla.
            En 1ª Timoteo 1:3 Pablo ruega a Timoteo que requiriese a algunos que enseñan diversa doctrina.
Más que nunca la diversa doctrina está al orden del día y los hombres ávidos de cosas nuevas, las aceptan con placer, muchos creyentes están también ávidos de novedades y queriendo" en muchos casos hacer bien, hacen mal. Según el apóstol Pablo, Timoteo había alcanzada "la buena doctrina"(1ª Timoteo 4:6). Paguemos nosotros también el precio para alcanzar­la.

3) La presencia del Señor estará donde están dos o tres congregados en mi Nombre (Mateos 18:20).
a)     No debemos tomar en vano su Nombre (Deuteronomio 5:1 1)
1ª Samuel 2:13-17 nos muestra la conducta de los hijos de Elí, comienza di­ciendo la costumbre de los sacerdotes para terminar el v. 17: "Era, pues, el pecado de los mozos muy grande delante de Jehová"; y en 4:12 nos muestra la derrota ante los filisteos después de la cual (v. 4) "El pueblo envió a Silo, y trajeron de allá el arca del pacto de Jehová de los ejérci­tos que estaba asentada entre los querubines; y los hijos de Elí , Ofni y Finees, estaban allí con el arca de Dios” . Cuando el arca llegó al campo "todo Israel dio grita con tan gran júbilo, que la tierra tembló"(v. 5). Pero como dijimos la presencia del Señor puede transformarse en juicio y así aconteció en aquella oportunidad, sugiero leer todo el capítulo 4 de 1ª Sa­muel en el cual podemos ver los funestos resultados.
b)     No debemos hablar, predicar en su Nombre si Él no nos manda (Deuteronomio 18:20; Romanos 10: 15).
Muchas dificultades de la Obra en la actualidad, son causa de este mal, hombres que usan el púlpito por haber cursado estudios o recibidos en Institutos Teológicos, títulos que los habilitan a tal fin, otros que con el fin de no quedar mal hacen la rueda y la enseñanza y la predicación nos responden al llamado del Señor para este delicado trabajo; ojalá cada uno se considere a sí mismo y piense si el Señor le mandó o llamó.
c)      Apartarse de iniquidad para invocar su Nombre (2ª Timoteo 2:19).
Se nos dice de Balaam que amó el premio de la iniquidad. La iniquidad es, entre otras cosas, injusticia. Judas con el salario de su iniquidad adqui­rió un campo (Hechos 1:18).  A Satanás se le dice en 2ª Tesalonicenses 2 “El misterio de iniquidad”. Concluimos este punto con decir que ninguna iniquidad, debe existir en donde no invoca el Nombre del Señor.

d)     Sufrir        por su Nombre (Hechos 5:41; 15:26).
¿Estamos dispuestos a sufrir por su Nombre hasta la muerte? Nada me­nos el Señor se merece, otros hermanos nuestros lo han hecho, que con el apóstol Pablo digamos... no solo estoy presto... sino a morir... (Hechos 21:13).

e)        Su Nombre no debe ser amancillado (Isaías 48:11).
No comparte con nadie porque dice: “Por mí, por amor de mi lo haré, para que no sea amancillado mi Nombre, y mi honra no la daré a otro”. Sobran los comentarios.

f)       El Nombre perpetuo y glorioso (Isaías 63:12-14).
Él es el mismo, AYER, HOY y por los SIGLOS (Hebreos 13:8). ¿Lo cambiaremos? ¿Hay algo mejor? ¿Nos avergüenza su Nombre?

g)     No has negado mi nombre (Apocalipsis 3:8).
          ¿Cuándo el Señor regrese, podrá decir: “no has negado mi Nombre”? Creo que estas cosas escritas y otras que el tiempo y espacio faltan, puedan ayudarnos para que apreciamos congregarnos a su Nombre y con reverencia disfrutar de su augusta presencia.
Sana Doctrina, 1977.

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