domingo, 5 de enero de 2014

Reflexiones

Los años comienzan a pasar más rápidamente de lo que pensamos. Ya  no se encuentra ese tiempo en que notábamos que los días eran más lentos y que todo sucedía en una calma normal: sentíamos que el año se demoraba trecientos sesenta y cinco días en pasar; y ahora sin darnos cuenta  estamos festejando el año nuevo.
No es que el tiempo esté más rápido o los días duren menos. Una hora en los tiempos de Adán es la misma hora de estos tiempos. Somos nosotros que hemos ido cambiando y acelerándonos. La sociedad está cada vez más rápida, quiere que todo sea en forma más expedita y pronta, quiere que todo se haga con rapidez extrema, porque sabe, de algún modo, que no posee mucho tiempo. Por eso pelean con el tiempo para tener más de él, demándenselo a sus conciudadanos, y así poder dedicar este excedente a sus necesidades particulares: arreglar un desperfecto en la casa, salir de paseo, vacaciones, fiestas, etc.; es decir, cumplir de ese modo algún sueño postergado.
El ser humano sabe que en cualquier momento su vida se acabará y ya no estará más en esta tierra. Algunos partirán en forma violenta, dolorosa, otros en cambio, en paz y tranquilamente, pero de cualquier forma quieren realizar logros. Pero estos logros, en muy pocos casos corresponden a llegar al conocimiento y obtención de la vida eterna que es por la obra del Señor Jesucristo en la cruz del calvario. ¡No! Estos logros son sólo ambiciones personales y egoístas.
Pero hay otros casos en que a pesar de ser el mismo tiempo en que nos desenvolvemos, nos encontramos que hay personas que no tienen tiempo para nada. Están hasta altas horas de la madrugada del día siguiente trabajando y acumulando stress, stress que en algún minuto nos pasará la cuenta y nos llevará a estar algunos días “descansando en el hospital por algún tiempo” o nos llevará a la sepultura en forma anticipada. Y lo peor de todo, es que se trabajó abundantemente en provecho de otros, que se enriquecieron a costa de nuestro extremo esfuerzo.
Al describir en los acápites anteriores  esas dos situaciones del tiempo, son sólo para dar referencia a dos hechos que vivimos como creyentes. El primero el de disponer tiempo y el segundo de la falta de tiempo. Estos dos hechos que son opuestos entre sí se dan más a menudo de lo que creemos. En el primero, al igual que los no creyentes, usamos el tiempo en actividades que son personales y familiares, lo cual es bueno y correcto, pero no dejamos el tiempo suficiente para las actividades que tienen que ver  con nuestro crecimiento espiritual. Por consiguiente pasamos a ser parte del segundo grupo, del que no tiene más tiempo que el necesario para sus actividades y vive escaso del mismo.
Por tanto, es importante, hermanos, el poder tener un espacio de tiempo necesario para tener comunión con el Señor por medio de la oración y estudio de Su Palabra, ya que estas dos actividades son una labor importantísima, porque sin este alimento espiritual no creceremos ni llegaremos a la medida de la estura de Cristo (Efesios 4:13). Además, ¿cómo conoceremos Su voluntad sin no leemos en su Palabra?
Surge una pregunta: ¿Cuánto tiempo le dedico al estudio?  La respuesta es depende. Es decir, cuando como mis alimento y me tomo el tiempo para hacerlo,  entonces se cuándo estoy saciado, y puede perfectamente haber pasado una hora. Del mismo modo, cuando nos sintamos saciados de estudiar, sabremos cuanto tiempo dedicarle al estudio de la Palabra y la oración.
La finalidad de  “Candelero Encendido” es que el creyente pueda crecer en el conocimiento de las Escrituras y del Señor por medio de escritos que nuestros hermanos han dejado, y que podamos edificarnos con ellos, construyendo un edificio sólido. Pero que quede establecido desde ya, que estos son sólo un aporte, el principal debe ser hecho con el estudio directo en las Escrituras; es una guía, pero la guía principal debe ser la que nos indique el Espíritu Santo. No basta que  leamos la Escritura como cualquier libro, sino como un Libro que está lleno de riquezas y que solo debemos escarbar un poco para encontrarlas; además debemos meditar en ella, porque es la única forma que Dios nos indique su voluntad.

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