domingo, 6 de abril de 2014

Funciones eclesiásticas (Parte I)

Introducción:
El propósito de este artículo es po­ner a la vista, en pocas palabras, las fun­ciones de los miembros de una iglesia local. Cuando usamos la palabra "ecle­siástica", la usamos en su sentido escri­tural; "tocante a la iglesia", y no se refiere a una jerarquía de ninguna clase, la cual no existe, ni se contempla en la iglesia del Nuevo Testamento. En el trayecto de nuestros pensamientos, ten­dremos que considerar varios temas, ta­les como el sacerdocio, el obispado con sus descriptivos sinónimos, y los dones dados por Dios por su ejerció en la iglesia local.

EL SACERDOCIO
En el Antiguo Testamento la tri­bu sacerdotal fue una tribu aparte y só­lo los miembros de ella podían ejecutar las funciones sacerdotales en el taberná­culo primero, y más tarde, en el templo. Los sacrificios que ofrecían señalaban a otro sacrificio que había de llevarse a ca­bo y que se describe en la epístola a los Hebreos. Citamos unos textos de dicha epístola a continuación: "Cristo... en­tró una vez para siempre en el Lugar Santísimo, habiendo obtenido eterna re­dención... Ahora... se presentó una vez para siempre por el sacrificio de sí mismo para quitar de en medio el pecado... Cristo fue ofrecido una sola vez pa­ra llevar los pecados de muchos... la ofrenda del cuerpo de Jesucristo hecha una vez para siempre... Cristo, habien­do ofrecido una vez para siempre un solo sacrificio por los pecados, se ha sentado a la diestra de Dios... porque con una sola ofrenda hizo perfectos para siempre a los santificados". Aquí se ve clara y ampliamente el testimonio de Dios tocan­te al sacrificio de Jesucristo en la cruz de la Calavera; que era un sacrificio sin par, sin necesidad de ser repetido, que satisfizo por completo las demandas de un Dios justo y, por lo tanto, que da paz y descanso al pecador por confiar y saber que Dios ha juzgado sus pecados en la persona de su Hijo Amado, y que no vol­verá a levantar esa cuestión jamás - que sus pecados son borrados. Pero no sólo esto fue hecho en su ofrenda perfecta; no sólo abolió la cuestión de nuestros pecados, sino deshizo toda diferencia en­tre la humanidad, sea social, nacional o religiosa y sacerdotal. Cristo quitó la barrera entre Dios y el hombre y tam­bién la que estaba puesta entre hombre y hombre. Creyentes en el Señor Jesu­cristo ahora tienen relación con Dios por un Sumo Sacerdote que es eterno y te­niendo una unión eterna con El, se cons­tituyen un pueblo espiritual y sacerdotal, responsable para dedicar su vida entera como una "ofrenda de alabanza", un sa­cerdocio espiritual y una adoración con­tinua. De esta base proviene cualquier otra adoración particular y en realidad, si no existe esta base, en vano son las expresiones de nuestros labios.
Notemos 1 P. 2:9, Ap. 1:6; 5:10; 20:6. - Toda persona justificada es del orden sacerdotal. Todo el pueblo de Dios, tiene en Cristo el derecho de acceso inmediato a Dios que es la característica del sacerdocio. En el Nuevo Testamento no hay ninguna distinción sacerdotal co­mo la del Antiguo Testamento, ni como la que se dice existir entre el lego ("laos") y el clero ("kleros") o sea entre las per­sonas, miembros de la iglesia, y los que ministran. La palabra griega "laos" de donde viene nuestra palabra lego, se traduce consistentemente "pueblo", así refiriéndose a todo el pueblo de Dios y no distingue a una clase, sino incluye a toda clase de creyentes. En torno a la palabra griega, "kleros", viene de la raíz de heredar o asignar. Proviene de asignar porciones de tierra a personas para su cultivación. Es cierto que no significa un cuerpo oficial, sino una responsabi­lidad asignada a una persona de entre el pueblo - "laos" - y habla de trabajo o función y no de mandar y poseer para sí. El "klero" no deja de ser del "laos" o sea que el que tiene una responsabilidad por parte de Dios para ministrar en la iglesia, no se eleva de encima de los de­más miembros. Sacerdocio entonces, es claramente el privilegio de todo creyente individual y sus funciones han de ejercer­se personalmente. Una persona no pue­de funcionar en lugar de otra. El sacer­docio del creyente proviene de su relación con Cristo y es incapaz de ser transmiti­do a otro. Todo creyente en Dios (no importa el sexo) en virtud de ser hijo de Él, es un sacerdote de la dispensación corriente.
Hay una idea errónea de que el sacerdocio sólo se ve funcionando cuando la iglesia o asamblea local se encuentra reunida. Si fuera así, no podríamos de­cir que al sacerdocio, no le importa el sexo porque es cierto que Dios ha or­denado que sólo los sacerdotes varones, o sean los hermanos, puedan ejercer un sacerdocio público. Sin embargo, esto no quiere decir que las hermanas mujeres no son sacerdotes. Como veremos bajo el título siguiente, pueden cumplir con las funciones sacerdotales pero no en público.

Funciones Del Sacerdote Cristiano:
(1) Acercar: (He. 4:14-16; 7:19; 10:21-22). Ya que no hay nada que nos impide; que no hay una ley implacable, que Dios se satisfizo y, siempre siendo justo, nos justifica a través de nuestra fe en su Hijo, nos podemos acercar "con corazón sincero, en plena certidumbre de fe, purificados los corazones de mala con­ciencia..."
(a)      El Acceso: no es por nues­tros méritos como sacerdotes que ahora somos, sino por el mérito supremo de nuestro Sumo Sacerdote. Este acceso no se reserva solamente para un día espe­cial, sino se nos abre en todo momento.
(b)       La manera de este sacerdocio:- es espiritual como se verifica en 1 P. 2: 5 - "casa espiritual y sacerdocio santo" y por lo tanto, los sacrificios son espiri­tuales como el mismo texto comprueba: "Para ofrecer sacrificios espirituales aceptables a Dios por medio de Jesucristo". Se ve Quien es El que da mérito y valor a tales sacrificios y no hay un vestido o credo que distingue, más todo creyente, como hemos visto, tiene el pri­vilegio y la responsabilidad de ofrecer estos sacrificios.
(2) El Sacrificio: En el párrafo anterior vimos algo al respecto, pero pa­ra nuestro provecho y ayuda, vamos a ampliar de lo que se trata:-
(a)      Sacrificio de sí mismo:- Ro. 12:1 - No la inmolación, sino la santi­ficación de sí; la presentación de sí en sacrificio vivo, santo, lo cual es agradable a Dios y en vista de todas sus misericor­dias, no nos queda otro camino razonable. La ofrenda más grande, más aceptable, que el sacerdote puede ofrecer, es la dis­ciplina moral de sí mismo para Dios. Como dijimos, todo otro sacrificio va en torno a este. Si no estamos bien aquí, no estamos bien. Recalcamos este punto porque es la base de toda función y co­ordinación en la iglesia local sin la cual base, no puede existir la armonía desea­da y que, si hace falta, quita el valor de cualquier otro sacrificio que haremos.
(b)      "Sacrificio de alabanza, es decir, fruto de labios que confiesan su nombre", He. 13:15. Este verso se ex­plica por sí y el Señor reconoce la ala­banza de nuestros pobres labios como un sacrificio acepto a Él. "Sacrifica a Dios alabanza... El que sacrifica ala­banza me honrará", Sal. 50:14; 23. No es necesario un don para alabar y dar gracias, y aquí tocamos a muchos varo­nes en las iglesias locales. ¿Qué se ne­cesita? sino un corazón agradecido que en verdad aprecia las abundantes mise­ricordias de su Dios. Todo sacerdote va­rón debe ejercerse al respecto para poder llevar a la congregación en alabanza y acciones de gracias. ¿Será que la falta de esto indica falta de agradecimiento?
(c)      "Sacrificio acepto", Fil. 4:18. ¿Qué será este sacrificio? En este caso era una dádiva monetaria que el apóstol Pablo recibió de los filipenses y las tres frases que él usa para describirla nos dan a entender la actitud de Dios y son de notarse: "olor fragante, sacrificio acepto, agradable a Dios". He. 13:16 también nos interesa al respecto: "Y de hacer bien y de la ayuda mutua no os olvidéis; porque de tales sacrificios se agrada Dios". "La ayuda mutua" se refiere al auxilio monetario, otra vez descrito como al agrado de Dios. En 2 Corintios 8:5 hallamos lo que da valor a cual­quier dádiva monetaria, y como hemos dicho, a cualquier sacrificio espiritual: Las iglesias de Macedonia "a sí mismos se dieron primeramente al Señor..." Después de esto no les fue tan difícil que "en grande prueba de tribulación, la abundancia de su gozo y su profunda pobreza abundaron en riquezas de su generosidad... con agrado han dado conforme a sus fuerzas, y aún más allá de sus fuerzas... Para el creyente el dar no debe ser una triste necesidad si­no una digna función sacerdotal. El que se ha presentado en sacrificio vivo no tendrá tanta dificultad en aflojar con alegría, las correas de su monedero lo cual vuelve a enfatizar la necesidad de ese primer sacrificio.
(3) Intercede:
(a) Tiene una responsabilidad de interceder por la "familia de la fe", o         sea sus hermanos en Cristo. Mucho se hace por medio de la oración, máxime por las personas que encontramos difí­ciles de soportar en alguna u otra carac­terística, porque la oración no sólo los puede cambiar a ellos, sino también a nosotros. Oremos por la edificación mutua de los santos, intercediendo a Dios los unos por los otros.
(b) "Por todos los hombres", 1Ti. 2:1, para su salvación en primer lugar, y que Dios nos dé quietud y reposo para poder vivir en toda piedad y ho­nestidad. Muchos quieren cambiar al gobierno de su país y los políticos luchan para lograr ese fin, pero con el creyente, ejerciendo su sacerdocio, más se puede hacer hablando a Dios respecto a estas cosas porque al fin y al cabo, "no hay autoridad sino de parte de Dios, y las que hay, por Dios han sido establecidas", Ro. 13:1. Usemos nuestro privilegio, el cual nos responsabiliza a interceder a favor de la humanidad perdida. Se ha dicho que se logra más hablando a Dios por los hombres que hablando a los hombres por Dios aunque este último es necesario también.
Somos un "sacerdocio santo" por­que tenemos acceso a todo tiempo a un Dios tres veces Santo y "real sacerdocio" porque somos apoderados por el Rey de reyes para llevar el testimonio de su Gran Nombre a toda persona.                                                           (Continuará)

Contendor por la fe,  Nº 109-110, 1971.

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