Aquel que se
aventura en un ministerio público sin haberse pesado debidamente en la balanza
del santuario, y sin medirse de antemano en la presencia de Dios, se parece a
un navío dándose a la vela sin haberse equipado convenientemente, cuya suerte
indudable es el naufragio al primer embate del viento.
C. H. Mackintosh.
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