domingo, 4 de mayo de 2014

ALGUNAS OBSERVACIONES SOBRE EL MOVIMIENTO DE LENGUAS

En estos días, el "movimiento de lenguas," así llama­do por razón de la manifestación de "hablar en lenguas" por aquellos que dicen haber recibido el "bautismo del Espíritu," está llamando la atención de muchos. Es muy natural que los creyentes piadosos sientan la frialdad, in­diferencia y mundanalidad que hay en muchas iglesias, y deseen ver un verdadero avivamiento en el poder del Espí­ritu Santo. Sabiendo esto, el enemigo está ocupando a muchos con un avivamiento falso, bajo la capa de más consagración, piedad y espiritualidad. Es como una pre­vención contra esto, que escribimos este artículo.
Muchos ponen objeción a lo que decimos que Satanás puede estar en un movimiento que tiene tantos indicios de justicia y espiritualidad, pero no olvidemos que la Palabra de Dios, hablando de algunos así llamados siervos de Dios en los días de los apóstoles, dice, "Porque éstos son falsos apóstoles, obreros fraudulentos, transfigurándose en apósto­les de Cristo. Y no es maravilla, porque el mismo Satanás se transfigura en ángel de luz. Así que, no es mucho si también sus ministros se transfiguran como ministros de justicia; cuyo fin será conforme a sus obras. II Cor. 11:13-14.
Hay cuatro indicios en el movimiento de la actualidad que lo señala como opuesto al orden escritural:
(1)La dirección de las mujeres.
Cualquiera que sea la posición que tenga la mujer en la Iglesia, claro es que no es la de dirección. Dos pasa­jes determinan esto para cualquiera que quiera obedecer la Palabra:
"Vuestras mujeres callen en las congregaciones, porque no les es permitido hablar, sino que estén sujetas, como también la ley dice. Y si quieren aprender alguna cosa, pregunten en casa a sus maridos; porque deshonesta cosa es hablar una mujer en la congregación." I Cor. 14: 34-35.
"La mujer aprenda en silencio, con toda sujeción. Por­que no permito a la mujer enseñar, ni tomar autoridad sobre el hombre, sino estar en silencio I Tim. 2:11-12.
Así es que para las mujeres dirigir misiones o reuniones públicas, o predicar o hablar en asambleas públicas, es claramente en contra de la Palabra de Dios.
(2) La exaltación del Espíritu más bien que Cristo Su Palabra.
Un indicio de la verdadera espiritualidad es que la persona se ocupa con Cristo y sigue Su Palabra. Leamos los siguientes pasajes de la Escritura. "Más el Consolador, el Espíritu Santo, al cual el Padre enviará en mi nombre, él os enseñará todas las cosas y os recordará todas las cosas que os he dicho Juan 14:26.
"Empero cuando viniere el Consolador, el cual yo os enviaré del Padre, el Espíritu de verdad, el cual procede del Padre, él dará testimonio de mí. Juan 15:26.
"Pero cuando viniere aquel Espíritu de Verdad, él os guiará a toda verdad; porque no hablará de sí mismo, sino que hablará todo lo que oyere, y os hará saber cosas que han de venir. Él me glorificará, porque tomará de lo mío, y os lo hará saber." Juan 16: 13-14.
Así podemos ver que el Espíritu nos hace recordar la Palabra de Cristo, da testimonio de Él y le glorifica. Las personas guiadas por el Espíritu hablan poco del Espíritu y exaltan al Señor Jesucristo.
Tenemos que recordar también que el Espíritu nunca nos dirige contrario a la Palabra de Dios.
(3) La mala aplicación de ciertos pasajes de la Es­critura por no entender la verdad dispensacional.
Es importante entender que Dios ha tratado con el hombre de distintos modos en distintas dispensaciones. En el Antiguo Testamento trató con una nación, Israel, en un país, Palestina. El Señor Jesús vino como su Mesías, cumpliendo todas las profecías del Antiguo Testamento, como lo vemos en el Evangelio según San Mateo. Pero la nación le rechazó y le crucificó.
Consiguientemente después de su muerte, resurrección y ascensión, Dios envió a Su Espíritu Santo en el día de Pentecostés para comenzar una cosa nueva, la Iglesia, para ser compuesta de creyentes "tomados" de los Gentiles, (He­chos 15: 14) con un remanente de entre los Judíos, para formar la Iglesia (Griego, ekklesia — llamado fuera) el Cuerpo y la Novia de Cristo.
Examinemos ahora algunos pasajes de la Escritura que son mal aplicados por no entender esto.
Marcos 16: 17. "Y estas señales seguirán a los que creyeren: En mi nombre echarán fuera demonios; hablarán nuevas lenguas; quitarán serpientes, y si bebieren cosa mor­tífera, no les dañará; sobre los enfermos pondrán sus ma­nos y sanarán."
Para entender esto tenemos que tener presente que el Señor dijo estas palabras inmediatamente antes de su ascen­sión. Todavía no había sido escrita ninguna palabra del Nuevo Testamento, y nadie tenía nada para guiarle en cuanto a si esta cosa nueva, la Iglesia, que se estaba esta­bleciendo en la tierra, era de Dios o no. Por lo tanto Él dio estas señales especiales para probar a los inconversos que el Evangelio era de origen divino, en contraste con el judaísmo, ahora rechazado, y el paganismo, que Dios nunca había reconocido. Y cuando leemos el libro de los Hechos, encontramos el cumplimiento de estas cosas. Pe­ro no continuaron. Habiendo cumplido su propósito en autenticar la cosa nueva, establecida por Dios, cesaron. En I Cor. 12: 28, el apóstol da un lugar secundario a los dones de señales, y en Efes. 4: 11, escrita algunas años más tarde, son enteramente omitidos. Parece que Pablo había abandonado completamente el uso de ellos hacia el fin de su ministerio. Véase por ejemplo II Tim. 4: 20, I Cor. 13: 8.
Otro versículo mal citado es Juan 14: 12. "De cierto, de cierto os digo: El que en mí cree, las obras que yo hago también él las hará; y mayores que éstas hará; porque yo voy al Padre."
¿Cuáles son estas "obras mayores"? ¿Milagros? Se­guramente que no. Ningún apóstol hizo mayores milagros que el Señor mismo. ¿Hablar en lenguas? Apenas po­dríamos llamar eso una "obra mayor." Creemos que el Señor se refiere a los triunfos espirituales del evangelio. Durante su vida el Señor vio muy poco fruto de su traba­jo. Su gran obra estaba en Su muerte. Esta colocó la base de todo lo que han hecho sus siervos después. Nótese que dice, "Porque yo voy al Padre". Él iba al Padre, y el Padre enviaría al Espíritu Santo para testificar de Él, y traer a Él como Salvador, almas manchadas con el pecado, de entre todas las naciones. Pedro, en el poder del Espíritu, hizo una obra mayor en el día de Pentecos­tés, cuando fue el instrumento en la conversión de 3,000 almas. Y cada creyente que trae un alma a Cristo hace una obra mayor que lo que pudiera serlo jamás la mera sa­nidad corporal o el hablar en lenguas. Un alma ha sido salvada por la eternidad.
Veamos también a Juan 14: 16-17. "Y rogaré al Pa­dre, y os dará otro Consolador, para que esté con vos­otros para siempre: al Espíritu de verdad, al cual el mundo no puede recibir, porque no le ve, ni le conoce: más vos­otros le conocéis; porque está con vosotros, y será en vos­otros."
Muchos entienden éste como si fuera que el Señor estuviera hablando directamente con ellos, diciéndoles que aunque el Espíritu está con ellos, todavía no es en ellos. Tengamos presente que el Señor dijo estas palabras antes de Su crucifixión, y por consiguiente antes de la venida del Espíritu Santo como una Persona para morar aquí abajo en el día de Pentecostés. Él rogaría al Padre que les enviase al Espíritu, y el Padre le envió en el día de Pen­tecostés. En los días del Antiguo Testamento, Él estaba con los creyentes, pero no estaba con ellos para siempre, ni en ellos. Ahora, puesto que vino en él día de Pentecostés, para morar aquí abajor le recibimos cuando creemos el evangelio (Efes. 1: 13, 14) y Él mora en nosotros y per­manece con nosotros para siempre. Lucas 11:13 "¿Cuánto más vuestro Padre celestial dará el Espíritu Santo a los que lo pidieren de Él?" Es un pasaje similar. Cuando el Señor dijo estas palabras, todavía el Padre no había dado el Espíritu Santo, y no podía darle hasta que el Señor no ascendió al cielo. (Juan 7: 39). Pero ahora nosotros los creyentes Lo tenemos con y en nosotros. Para un creyente pedir el Espíritu Santo ahora, con toda la enseñanza del libro de Los Hechos y las Epístolas en nuestras manos, demuestra falta de inteligencia en las cosas divinas.
En cuanto al libro de los Hechos, las lenguas allí mencionadas fueron, creemos, idiomas verdaderos, y Dios dio este don a los apóstoles de hablar en otras lenguas sin aprenderlas, para que todos allí presentes en el día de Pentecostés, pudieran oír el evangelio. Manifestaciones si­milares se ven en el libro de los Hechos, Cap. 10, cuando fueron admitidos los primeros Gentiles, y en el capítulo 1 9, cuando fueron admitidos aquellos que habían conocido nada más que la enseñanza de Juan Bautista, como prueba de que participaron del mismo bautismo del Espíritu. Pero no hay ni un solo indicio en las epístolas que estas manifesta­ciones continuaron. Estaban relacionadas con la iniciación del cristianismo.
La idea de que sólo aquellos que hablan en lenguas son sellados, es absolutamente opuesta a la enseñanza de la Biblia, y no puede producirse ni un versículo en su apoyo. Aun en Corinto, mientras que los dones de señales estaban aún en existencia, el hablar en lenguas era prohibido si no había intérprete, (I Cor. 14: 2, 4, 28) y aun allí solamente algunos hablaron en lenguas. I Cor. 12: 28.
Casos de hablar en lenguas, aun aparentemente genuinos, no serían necesariamente de Dios en estos últimos días, porque la Escritura nos previene contra señales y milagros mentirosos, en conexión con el advenimiento del Anticristo. (II Tes. 2:9).
(4) El dar más importancia a la experiencia que a la doctrina.
La experiencia que no está basada en la doctrina no es sana, y fallará al fin. Muchas almas piadosas se están ocupando con este nuevo movimiento, por razón de su apa­rente espiritualidad, y son arrastrados por su experiencia.
Sometemos la siguiente como doctrina sana en la cual puede basarse una experiencia espiritual:
(a)  El bautismo del Espíritu no es individual, sino colectivo. Es dado en el libro de los Hechos como un hecho cumplido, habiendo entrado en el mismo bautismo, diferentes compañías representativas. Hechos 2: 33, 10: 44, 19: 6.
(b) Cada persona nacida otra vez recibe el Espíritu Santo y así entra en este bautismo colectivo, que le hace un miembro del Cuerpo de Cristo. I Cor. 12: 13, Efes. 1:13, 14.
(c) A la vez, además de colocarnos en el Cuerpo de Cristo, el Espíritu mora en nosotros individualmente, y así es el sello, la prenda y la unción. Efes. 1: 13, 1 4, II Cor. 1: 21, 22; I Juan 2: 20, 27. Rom. 8: 9.
(d)  Por eso, somos exhortados a no contristar al Espí­ritu, (Efes. 4: 30), ni apagarle (I Tes. 5:19) sino a ser llenos de Él. Efes. 5:18.
Nótese lo que sigue esta última exhortación: v. 19. Alabando al Señor en el corazón, v. 20. Dando gracias siempre de todos... en el nom­bre de nuestro Señor Jesucristo.
v. 21. cáp. 6: 9. Sujetándonos los unos a los otros en el temor de Dios. Estas cosas son "el fruto del Espíritu" de Gal. 5: 22, 23.

Estas son las indicaciones de una verdadera experien­cia espiritual. Es cuando el Espíritu nos ocupe con Cristo en y por Su Palabra que estos frutos se producen en nosotros y Dios puede usarnos para la bendición de Su pueblo y la salvación de los pecadores.

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