domingo, 4 de mayo de 2014

Funciones eclesiásticas (Parte II)

LOS DONES Y SU DIRECCION
Parece difícil que el hombre mantenga un balance en cosas espirituales, tendiendo a un extremo u otro. Esto se ve en cuanto a muchas verdades y no sólo la que consideramos al momento. Por un lado no se practica el sacerdocio de todo creyente y por otro lado, donde es practicado, se piensa que todo creyente también puede levantarse a predicar o enseñar, los dos casos siendo igualmente erróneos y así, inescriturales. El sacerdocio es el privilegio de todo creyente y todos pueden funcionar presentando los sacrificios ya mencionados, y además, todo sacerdote de esta dispensación debe esparcir el mensaje de salvación entre amigos vecinos etc.; esto es responsabilidad de todos, pero no quiere decir que todos se van a levantar para la predicación pública del evangelio y mucho menos para enseñar a los demás sacerdotes o digamos al pueblo. Hay que diferir entre sacerdocio y el ministerio aunque hay un sentido en que todo sacerdote es dotado de un ministerio y aquí cabe algo respecto a los dones que Dios ha dado a la iglesia, sujetándonos al orden puesto por Dios al respecto.
Volvemos a mencionar el texto, Ro. 12:1-2, porque, como su contexto demuestra, es de primordial importancia. Por falta de sujetarnos aquí, surgen problemas en el orden de la asamblea, los miembros no se sujetan los unos a los otros y un miembro se mete donde no debe, procurando realizar el deber o trabajo de otro miembro. ¿Qué dice la Palabra? "Más ahora Dios ha colocado los miembros cada uno de ellos en el cuerpo, como él quiso", 1 Co. 12:18. "Como él quiso" - ¡Notémoslo y practiquémoslo! ¿Hemos descubierto el "rincón" nuestro, el trabajo que el Señor nos ha dado que hacer? Cuando un creyente toma un lugar en la iglesia por el cual no ha sido preparado o llamado por Dios, hay tres resultados:
1)        No llena el lugar,
2)        No deja que la persona capacitada llene el lugar y
3)        Su propio lugar queda vacío.
Así es que, su usurpación resulta en una triple falta.
¿Cómo se sabe que uno es dotado de Dios para una función especial? Respondemos que no hay creyente que no tenga su propia función pero, como se ve en el cuerpo, la ilustración bíblica, no todas las funciones son públicas. Dios no requiere algo por lo cual no hemos sido capacitados, pero sí, requiere que usemos fielmente toda capacidad que tenemos, que funcionemos según lo que nos es dado y según el principio perdurable de Dios, nos será dado algo más en lo cual serle fieles. Debe de haber un progreso continuo.
Antes de proceder más, cabe mencionar algo respecto a la dotación de estos dones. Es verdad que la dotación está a la disposición soberana de Dios, pero es interesante notar cómo, y a quiénes Dios dio el trabajo intrincado del tabernáculo del Antiguo Testamento, es decir, a quiénes Dios dotó de poder hacer ese trabajo. En el libro de Ex. 31:6, leemos: "He puesto sabiduría en el ánimo de todo sabio de corazón, para que hagan todo lo que te he mandado". Aquí se declara un principio que nos abre a la vista la manera en que Dios obra en asignar sus dones. Es de notar que los dio a personas ya ejercitadas en la sabiduría de Dios; las que se ocupaban en el desarrollo de su personalidad según la revelada voluntad de Dios. El Señor no da un don especial a la persona perezosa o negligente que ni se ocupa en usar lo que tiene. En todo esto se ve el balance fino entre la soberana voluntad del Señor y la responsabilidad del hombre, en este caso un creyente. Nuestra responsabilidad se comprueba más cuando el apóstol nos exhorta: "Procurad, pues, los dones mejores", 1 Co. 12:31. Lo que importa es que cada creyente haga con toda diligencia lo que se le da por Dios sin traspasar los límites puestos por El, sea por no alcanzar nuestro deber o por tratar de hacer más, y así, desplazar a uno que es mejor habilitado de Dios para hacerlo.
Los Dones Públicos:
Cuando usamos esta frase nos referimos al ejercicio de los miembros que tienen la responsabilidad de ministrar en la asamblea o iglesia local. En Ef. 4:11 los dones son las personas dadas a la iglesia por el Señor ascendido y triunfante. En 1 Corintios Caps. 12-14, los dones son las funciones asignadas a las personas de Ef. 4:11. El que tiene estos dones tiene que tener presente que son para poder servir mejor, siempre a través de la norma expresada en 1 Co. 13 - la del amor. Ningún don poseído es para que la persona se enseñoree sobre su congregación local, mucho menos sobre otra congregación. Los nombres de las personas dotadas, apóstoles y profetas (excepcionales y temporales en su función), evangelistas, pastores y maestros indican un ministerio específico que cada uno de ellos tiene que cumplir. Primeramente su servicio es hacia el Señor y luego al pueblo del Señor. Notemos muy bien que los dones con sus funciones respectivas pertenecen a la iglesia y no la iglesia a las personas dotadas, 1 Co. 3:22, y todos pertenecen a Cristo y Cristo a Dios. Es importantísimo reconocer que los dones son dados para poder SERVIR al Señor en su iglesia.
LA DIACONIA Y EL OBISPADO
Estas palabras surgen como las menos entendidas en el cristianismo de hoy. Hemos visto que los dones son dados a la iglesia para servir, siendo la función el mejor descriptivo de ellos. Así también ha de ser nuestro énfasis en tratar el tema presente; el de servicio y función.
(1) El Diácono:- Notemos lo que dice un verso muy conocido; Mr. 10:45- "E1 Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir". La palabra diácono viene directamente del idioma griego al español en su forma de sustantivo pero ahora, vamos a componerla en forma verbal en este texto para que la diaconía se vea en su contexto correcto: "El Hijo del Hombre no vino para ser «diaconado», sino para «diaconar»". Apenas se necesita más para exponer el significado de la palabra diácono y se ejemplifica en la Persona a Quien el verso se refiere. El diácono sirve, atiende, ministra y no tiene nada que ver con cierto oficial nombrado popularmente como muchas veces se entiende. Es el siervo o diácono de la iglesia.
Hay dos clases de diáconos:
(a)      Los que sirven o ministran en cosas materiales y estos son escogidos por la iglesia (Hechos 6) como los mejores capacitados para cuidar los intereses materiales de la asamblea. Es razonable que la iglesia tenga esta responsabilidad respecto a quienes atiendan el manejo de sus propiedades, fondos, negocios etc. El requisito de buen carácter y reputación es esencial para las dos clases de diáconos o digamos, siervos; 1 Ti. 3:8-13.
(b)      Los que sirven en cosas espirituales y son escogidos y puestos por el Señor. La iglesia podía escoger los anteriores por su carácter que concordaba con lo expuesto y por su habilidad, pero ahora, Dios escoge personas que Él ha preparado por las experiencias de su vida cristiana, dotadas de El para enseñar y ministrar su Palabra de verdad, y que también alcanzan las calificaciones de carácter.
(2) El Obispo: Hay personas que no quieren que el sentido verdadero de esta palabra salga a luz. Hay varias palabras sinónimas que describen a la misma persona: obispo, sobreveedor, anciano y presbítero. Obispo y sobreveedor describen el trabajo y función de la persona, y anciano y presbítero describen el carácter del obispo. Su carácter tiene que ser de un nivel muy alto, 1 Ti. 3:1 -7; Tito 1:5-9, y su motivo de trabajo sin interés personal, 1 P. 5:1-4. Ninguno de los descriptivos del obispo indica posición de mando, ni por un momento, y repetimos que tales personas siempre actúan en una pluralidad en la iglesia local y que pertenecen a la iglesia y no la iglesia a ellos. Es verdad que hay cierta autoridad delegada a tales, pero no es la que enseñorea, sino la que ejemplifica la verdad en amor.
En todo este artículo, siendo leales a nuestro título, hemos procurado demostrar que el sacerdocio, los dones, el obispado etc. son funciones y no puestos oficiales; que son "funciones eclesiásticas". Carecemos de espacio para tratar del obispado y la diaconía como es debido, sin embargo, lo que hemos dicho se puede comprobar en cualquier diccionario bíblico que es confiable. Esperamos ampliar el tratamiento de estas personas y su obra en un artículo futuro.
Contendor por la fe,  Nº 109-110, 1971.

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