Por William MacDonald
Una de las fases más importantes del
ministerio del evangelista personal es lo que conocemos como trabajo de
seguimiento, el cual, por raro que parezca, es uno de los campos más ignorados
hoy en día.
La tremenda importancia de este
ministerio puede juzgarse por lo siguiente:
El apóstol Juan, al escribir por
inspiración divina, dijo que su mayor gozo era escuchar que sus convertidos
andaban en la verdad (3 Juan v. 4). Aun mayor que el gozo de llevar almas a
Cristo es la satisfacción subsecuente de verlos avanzar.
Nuevamente, está la fuerte
sugerencia en las Escrituras del apóstol Juan: que el obrero cristiano será
avergonzado en el Tribunal de Cristo si sus convertidos no han avanzado en las
cosas del Señor.
“Y ahora, hijitos, permaneced en él,
para que cuando se manifieste, tengamos confianza, para que en su venida no
nos alejemos de él avergonzados” (1 Juan 2:28).
Y también en 2 Juan v. 8:
“Tened cuidado para que no perdáis
lo que hemos (los apóstoles) logrado, sino que recibáis abundante
recompensa".
El seguimiento no es opcional, sino
que es un mandato directo en las Escrituras: “Pastoread el rebaño de Dios” (1
Pedro 5:2).
“Instruye al niño en su camino, y
aun cuando fuere viejo no se apartará de él" (Proverbios 22:6).
En Juan 21:15-17, Jesús le preguntó
a Pedro tres veces si lo amaba. Cuando Pedro contestó afirmativamente las tres
veces, el Señor le mandó apacentar a sus corderos y ovejas. En otras palabras,
una de las mejores maneras en que podemos demostrarle nuestro amor al Señor
Jesús es cuidando de lo Suyo. Los recién convertidos son particularmente
susceptibles a las enseñanzas de falsas doctrinas, y el obrero diligente deberá
esforzarse por salvarlos de estas herejías dañinas (1 Juan 2:18-27).
Por último, deberíamos estar muy
interesados en salvar a los jóvenes en la fe de volverse al mundo y de traer
así vergüenza al testimonio del Señor Jesús.
Con esto en mente,
sugeriremos los siguientes pasos prácticos que el ganador de almas debe dar.
Cada vez que sea posible, obtenga el
nombre y la dirección de las personas con las que trata. Esto le permitirá
visitarlos, o enviarles correspondencia de ayuda, si la visita no fuera
posible.
Asegúrese de que cada convertido
tenga una copia de la Biblia, o al menos un Nuevo Testamento. La leche no
adulterada de la Palabra es absolutamente necesaria para el crecimiento (1
Pedro 2:2). (Sugerimos que suscriba a los nuevos convertidos en cursos bíblicos
por correspondencia). También tenga una provisión de libritos de ayuda para
entregar a los nuevos convertidos para que puedan afirmarse en su fe.
Trate de tener la certeza de que el
nuevo convertido está completamente consolidado respecto a la seguridad de su
salvación. Puesto que este tema ya se ha tratado en detalle en la lección 9, no
lo repetiremos aquí. Sin embargo, solo agregaremos que los creyentes deberían
“guardar la joya de la certeza de la salvación en el gabinete de un corazón
humilde” (Thomas Wilson). En su entusiasmo y gozo inicial, los recién
convertidos tienden a exhibir su seguridad neciamente, dando la impresión,
involuntariamente, de ser superiores a otros.
Por todos los medios, enséñele al
joven en la fe a obedecer al Señor en las dos ordenanzas de la Iglesia— el
bautismo y la Cena del Señor.
Enseñe al nuevo creyente la preciosa
verdad de que en Cristo está a salvo eternamente, usando pasajes como Juan
10:27-29; Juan 5:24; Juan 3:36; Romanos 8:38, 39; Judas 24. Aquí también se
necesita un equilibrio. Enfatice que la seguridad del cristiano no es un
permiso para vivir desinteresadamente, sino que debe darle un mayor motivo de
comportarse como es debido.
Anímelo a confesar al Señor delante
de otros (Romanos 10:9). En esta conexión, es algo bueno permitir que el nuevo
convertido anuncie su fe en Cristo a otros, en lugar de que lo haga el obrero.
Después de todo, jamás puede haber progreso en las cosas divinas en la vida de
los que no están dispuestos a confesar a Cristo.
Muéstrele al bebé en Cristo cómo
apartar un tiempo cada mañana para leer la Palabra de Dios, para meditar y
para orar. Esta es una disciplina tremendamente difícil para muchos jóvenes.
Tienden a desanimarse por el constante fracaso. Sin embargo, el tiempo diario
de quietud es tan importante, que el obrero debe esforzarse al máximo por
lograr que sus convertidos lo practiquen.
Enséñele al nuevo convertido la
importancia de la comunión con la Iglesia. Recuérdele que la Iglesia es la
unidad a través de la que Dios escoge obrar en el mundo actual (1 Timoteo
3:15). Muéstrele que predicar el evangelio era solo uno de los objetivos de
Pablo; el otro era consolidar a sus convertidos en la verdad de la Iglesia
(Efesios 3:8,9).
La práctica actual de recomendar a
los nuevos creyentes unirse a la iglesia de su preferencia es absurda. Su
elección puede ser totalmente contraria a la Biblia. Lo mejor es que asistan a
una congregación donde Cristo sea reconocido como Cabeza, donde la Palabra de
Dios sea reconocida como la única autoridad, y donde el Espíritu Santo tenga
libertad para dirigir la adoración y el servicio del pueblo de Dios.
Enfatice las dos partes de la verdad
de la separación:
Separación para Dios, viviendo una
vida enfocada en Su gloria.
Separación de la mundanidad, de las
asociaciones impías, y del yugo desigual.
Muestre la importancia de las buenas
obras en la vida del cristiano. El testimonio de un joven que obviamente vive
para Dios es un argumento poderoso para los incrédulos.
Por último, inculque a cada creyente
sobre su responsabilidad de ganar a otros para Cristo. Ayúdelos a entender que
Dios quiere la combinación de una vida recta y unos labios consagrados.
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