domingo, 4 de mayo de 2014

EL CORDERO COMO INMOLADO

Apocalipsis 5
La historia de la asamblea de Dios sobre la tierra se termina con el capítulo 3. De aquí en adelante la asamblea es vista en el cielo. El capítulo 4 comienza por las palabras “Después de esto"[1] que introducen la tercera división del libro[2]. El arrebatamiento de la Iglesia no está de ningún modo explícitamente mencionado; el carácter oculto de este acontecimiento hace que su presentación sea fuera de lugar en este libro de juicios.

El libro sellado
“Y vi en la mano derecha del que estaba sentado en el trono un libro escrito por dentro y por fuera, sellado con siete sellos” (v.1).
Juan vio, en la mano derecha de aquel que estaba sentado sobre el trono, un libro sellado, un rollo, escrito en ambos lados. Este libro contiene los planes de Dios respecto al mundo - que se encuentra hasta aquí bajo la influencia de Satanás, su “príncipe” y su “dios" - de los mismos juicios de Dios que han de preceder el cumplimiento de las benditas promesas después de largo tiempo. Este rollo está escrito por dentro y por fuera, esto atestigua la medida de lo que promete actualmente Dios a un comportamiento desbordante. La diestra de Dios, como también sus juicios, son perfectos. También el largo tiempo que la Iglesia está sobre la tierra, los juicios están retenidos; esto es porque el libro se encuentra sellado. Pero después que ella sea elevada a la casa del Padre, los juicios tendrán libre el curso.

¿Quién es digno?
Los versículos según muestran desde la estructura expresiva que el mundo es advenedizo a una situación sin esperanza: *Y vi a un ángel fuerte que pregonaba a gran voz: ¿Quién es digno de abrir el libro y desatar sus sellos? Y ninguno, ni el cielo ni en la tierra ni debajo de la tierra, podía abrir el libro, ni aun mirarlo. Y lloraba yo mucho, porque no se había hallado a ninguno digno de abrir el libro, ni de leerlo, ni de mirarlo” (v. 2-4).
Un ángel poderoso actúa llamando a cualquiera que sea digno y capaz de tomar en la mano el libro y los juicios que el contiene. Pero en toda la creación, no se encontró ninguna persona que pudiera responder; no se encontró ninguna persona, ni en la humanidad ni en el mundo de los Ángeles, que se pudiera presentar. Los hombres respiran bajo la dominación de Satanás; y los Ángeles son llamados a servir, no a reinar. El profeta está muy afligido, porque como él no vio ninguna posibilidad para que las bendiciones prometidas vengan para su cumplimiento. Aunque forma personalmente parte de la asamblea, Juan se pone aquí en un tipo de lugar como remanente de los judíos, que conoce bien las promesas de Dios, pero no reconoce a Jesucristo como Mesías a través de la tribulación.

El León de Judá
Sin embargo, él y una compañía de ancianos reunidos en el cielo, y uno de entre ellos respondió ante la perplejidad de Juan. Todos nosotros que somos hijos de Dios, pertenecemos a esta compañía de ancianos; nosotros seremos instruidos de los consejos de Dios y seremos los testigos de todos los actos de nuestro Señor. La respuesta del anciano es breve pero significativa. Es la comunicación de una cosa que fue sin duda conocida del apóstol, pero con todo desplegó ante él una nueva y gloriosa revelación de su bien amado Señor. Es la maravillosa historia brevemente resumida, de la venida y de la ascensión del Hijo de Dios:
"He aquí que el León de la tribu de Judá, la raíz de David, ha vencido para abrir el libro y desatar sus siete sellos” (v. 5).
El Señor es presentado aquí como un león que ha vencido sobre el adversario. El león es el símbolo del poder real y victorioso. El Señor es desde entonces anunciado de lo extraordinario de esta imagen en la bendición de Jacob (Génesis 49:8-10), la primera profecía que le presenta como rey de Israel y surgimiento de Judá. Más él es también “la raíz de David”, es decir aquel que es eterno, aquel de quién los designios son la fuente de donde proviene la casa de David, toda la humanidad y toda la creación misma. Este el Hijo de Dios, que alcanzó la victoria sobre el príncipe de este mundo y le destronó. Por su sacrificio, él es conocido como el “Hijo del hombre”, la justicia sobre toda la creación. Él mismo expresa en la quinta parábola de Mateo 13, el compró no solamente un precioso tesoro escondido en un campo, sino también el campo mismo, es decir el mundo. El solo posee el derecho y el poder de ejercer el juicio.

El Cordero inmolado y ascendido
“Y miré, y vi que en medio del trono y de los cuatros seres vivientes, y en medio de los ancianos, estaba en pie un Cordero como inmolado, que tenía siete cuernos, y siete ojos, los cuales son los siete espíritus de Dios enviados por toda la tierra. Y vino, y tomó el libro de la mano derecha del que estaba sentado en el trono” (v.6, 7).
La mirada del profeta se posa ahora sobre este león de Judá. Ve en el un cordero, como inmolado. Es tan extraño que aquel poder que aparece - el león victorioso es también un cordero y por añadidura, inmolado - es por tanto una de las más gloriosas revelaciones de nuestro Señor. En los evangelios y las Epístolas, nosotros encontramos las comunicaciones detalladas de este asunto. Como el Cordero de Dios, él se ofrece en sacrificio hasta la muerte y resucitó victorioso al tercer día. En su cuerpo glorificado, él lleva las marcas de las heridas recibidas en la cruz - señales de honor y de victoria. Es de esta manera que Juan le ve “como inmolado”. Están juntamente esas señales que han anunciado la ascensión de Jesús. El que ha descendido sobre la tierra y ha sido rechazado, es ascendido a un lugar supremo delante de Dios. Entonces de la aparición de Cristo, los hombres tomaron conocimiento de esto con temor. Pero hay un hecho que expresamente es de esta ascensión: este cordero no permanece delante del trono, como una tercera persona, sino en medio del trono. Él es el centro.
Tenemos aquí uno de los ejemplos donde en los escritos de Juan, la distinción entre las tres personas de la deidad se pierde en su unidad. Aquí el Cordero lleva los emblemas de la perfección divina: los “siete cuernos” son los emblemas del poder divino y los siete ojos son las señales del conocimiento absoluto de Dios. Tenemos por consiguiente todo el dominio del Espíritu Santo, que no está aquí como el Espíritu de gracia sino como el séptimo Espíritu de juicio.
El hecho de que el libro de los juicios de Dios se entregue expresamente al Cordero, debe manifestar claramente que los derechos del Señor sobre la tierra no derivan solamente de su autoridad, sino que se le deben por la obra que ha realizado en la cruz.

La adoración del Cordero en el cielo
“Y cuando hubo tomado el libro, los cuatro seres vivientes y los veinticuatro ancianos se postraron delante del Cordero; todos tenían arpas, y copas de oro llenas de incienso, que son las oraciones de los santos; y cantaban un nuevo cántico, diciendo: Digno eres de tomar el libro y de abrir sus sellos; porque tú fuiste Inmolado, y con tu sangre nos has redimido para Dios, de todo linaje y lengua y pueblo y nación; y nos has hecho para nuestro Dios reyes y sacerdotes, y reinaremos sobre la tierra” (vers. 8-10).
Así pues en cuanto al Cordero son los preparativos para ejecutar los juicios divinos, todo el cielo se conmueve. Tanto los ancianos como los cuatro seres vivientes se postran delante del trono y del Cordero, expresando su adoración y alegría. Entonces el profeta ve en las manos de los ancianos las arpas y las copas de oro llenas de perfumes (incienso). Estos últimos son una imagen de las oraciones de los santos sobre la tierra, los que están así reclinados ante Dios con los santos ya glorificados. Está allí un testimonio de la benevolencia especialmente de los santos en el cielo respecto a los creyentes que aún sufren y son perseguidos por el Anticristo sobre la tierra. Las arpas testimonian el servicio sacerdotal eterno de los rescatados en el cielo. Esto que Juan entendió en ese momento y nosotros comunicamos, es como una perspectiva sobre nuestro propio acontecimiento en el cielo.

Es un cántico enteramente nuevo.
La voz “nueva” designa aquí aquello que no se relaciona con ningún ceremonial que haya habido anteriormente. Esto es de un género nuevo. De este modo este cántico no dice ni una sola voz de las circunstancias sobre la tierra. Todo esto que nosotros vivimos al presente pertenece definitivamente al pasado. Bien que el cántico dice muy claramente que el Cordero ha hecho por aquellos que le cantan y lo que ha hecho de ellos - porque en este bien ellos que serán reyes y sacerdotes, y reinarán sobre la tierra-, ellos no hacen mención de la tercera persona, como si esto no les concerniese ¿Por qué? Porque tienen a la vista solo la gloria del Cordero y admiran el modo por el cual él accedió a esta gloria, y cumplió los consejos de Dios.
“Y mirando yo, oí la voz de muchos ángeles que estaban alrededor del trono y de los seres vivientes y de los ancianos; y era el número de ellos millones de millones, y millares de millares; los cuales decían a gran voz: ¡Digno es el Cordero que ha sido inmolado, de recibir el poder, y la riqueza, y la sabiduría, y la fortaleza, y la honra, y la gloria, y la bendición! Y a toda cosa creada que está en el cielo, y sobre la tierra, y debajo de la tierra, y sobre el mar, y a todas las cosas que hay en ellos, las oí decir: ¡Bendición, y honra y gloria y dominio al que está sentado sobre el trono, y al Cordero, por los siglos de los siglos! ¡Amén! Y los cuatro seres vivientes decían: ¡Amén! y los cuatro ancianos cayeron sobre sus rostros, y adoraron.” (Vers. 11-14).
El profeta ve la multitud innumerable de los ángeles, después en un círculo más extenso, en que la creación toda entera glorifica al Cordero. Todos ellos juntos le traen alabanzas, honor, poder y gloria. Ellos están ciertamente admirando a esas grandes cosas maravillosas, pero sin tener parte ellos mismos y no pueden entrar en los misterios de estas. Después de eso, los cuatro seres vivientes daban su aprobación con un “¡Amén!”, es decir: “¡si, así sea!”, luego los ancianos caen sobre sus rostros en adoración. ¡Qué escena maravillosa! Ella resume en algunas características nuestro futuro en la gloria del cielo.
Aquí tenemos, antes de que comience el periodo de los juicios, como un preludio a la glorificación del Señor.
Extraído de “Le Messager Évangélique”, Traducido por Dennis Valencia.
Tomado de “Casa Alquilada”, Marzo 2007




[1] Otras versiones de lengua inglesa, como la francesa dice “Después de estas cosas”.

[2] Estas tres divisiones están indicando en el verso 19 del primer capítulo: Estas son “las cosas que has visto” (Cap. 1), “las que son" (Cap. 2 y 3), y “las que han de ser después de estas” (Cap. 4 y siguientes).

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