Apocalipsis
5
La historia de la asamblea de Dios sobre
la tierra se termina con el capítulo 3. De aquí en adelante la asamblea es
vista en el cielo. El capítulo 4 comienza por las palabras “Después de
esto"[1] que
introducen la tercera división del libro[2]. El
arrebatamiento de la Iglesia no está de ningún modo explícitamente mencionado;
el carácter oculto de este acontecimiento hace que su presentación sea fuera de
lugar en este libro de juicios.
El libro
sellado
“Y vi en
la mano derecha del que estaba sentado en el trono un libro escrito por dentro
y por fuera, sellado con siete sellos” (v.1).
Juan vio, en la mano derecha de aquel que
estaba sentado sobre el trono, un libro sellado, un rollo, escrito en ambos
lados. Este libro contiene los planes de Dios respecto al mundo - que se
encuentra hasta aquí bajo la influencia de Satanás, su “príncipe” y su
“dios" - de los mismos juicios de Dios que han de preceder el cumplimiento
de las benditas promesas después de largo tiempo. Este rollo está escrito por
dentro y por fuera, esto atestigua la medida de lo que promete actualmente Dios
a un comportamiento desbordante. La diestra de Dios, como también sus juicios,
son perfectos. También el largo tiempo que la Iglesia está sobre la tierra, los
juicios están retenidos; esto es porque el libro se encuentra sellado. Pero
después que ella sea elevada a la casa del Padre, los juicios tendrán libre el
curso.
¿Quién es
digno?
Los versículos según muestran desde la
estructura expresiva que el mundo es advenedizo a una situación sin esperanza:
*Y vi a un ángel fuerte que pregonaba a gran voz: ¿Quién es digno de abrir el
libro y desatar sus sellos? Y ninguno, ni el cielo ni en la tierra ni debajo de
la tierra, podía abrir el libro, ni aun mirarlo. Y lloraba yo mucho, porque no
se había hallado a ninguno digno de abrir el libro, ni de leerlo, ni de
mirarlo” (v. 2-4).
Un ángel poderoso actúa llamando a
cualquiera que sea digno y capaz de tomar en la mano el libro y los juicios que
el contiene. Pero en toda la creación, no se encontró ninguna persona que
pudiera responder; no se encontró ninguna persona, ni en la humanidad ni en el
mundo de los Ángeles, que se pudiera presentar. Los hombres respiran bajo la
dominación de Satanás; y los Ángeles son llamados a servir, no a reinar. El
profeta está muy afligido, porque como él no vio ninguna posibilidad para que
las bendiciones prometidas vengan para su cumplimiento. Aunque forma
personalmente parte de la asamblea, Juan se pone aquí en un tipo de lugar como
remanente de los judíos, que conoce bien las promesas de Dios, pero no reconoce
a Jesucristo como Mesías a través de la tribulación.
El León
de Judá
Sin embargo, él y una compañía de ancianos
reunidos en el cielo, y uno de entre ellos respondió ante la perplejidad de
Juan. Todos nosotros que somos hijos de Dios, pertenecemos a esta compañía de
ancianos; nosotros seremos instruidos de los consejos de Dios y seremos los
testigos de todos los actos de nuestro Señor. La respuesta del anciano es breve
pero significativa. Es la comunicación de una cosa que fue sin duda conocida
del apóstol, pero con todo desplegó ante él una nueva y gloriosa revelación de
su bien amado Señor. Es la maravillosa historia brevemente resumida, de la
venida y de la ascensión del Hijo de Dios:
"He
aquí que el León de la tribu de Judá, la raíz de David, ha vencido para abrir
el libro y desatar sus siete sellos” (v. 5).
El Señor es presentado aquí como un león
que ha vencido sobre el adversario. El león es el símbolo del poder real y
victorioso. El Señor es desde entonces anunciado de lo extraordinario de esta
imagen en la bendición de Jacob (Génesis 49:8-10), la primera profecía que le
presenta como rey de Israel y surgimiento de Judá. Más él es también “la raíz
de David”, es decir aquel que es eterno, aquel de quién los designios son la
fuente de donde proviene la casa de David, toda la humanidad y toda la creación
misma. Este el Hijo de Dios, que alcanzó la victoria sobre el príncipe de este
mundo y le destronó. Por su sacrificio, él es conocido como el “Hijo del
hombre”, la justicia sobre toda la creación. Él mismo expresa en la quinta
parábola de Mateo 13, el compró no solamente un precioso tesoro escondido en un
campo, sino también el campo mismo, es decir el mundo. El solo posee el derecho
y el poder de ejercer el juicio.
El
Cordero inmolado y ascendido
“Y miré,
y vi que en medio del trono y de los cuatros seres vivientes, y en medio de los
ancianos, estaba en pie un Cordero como inmolado, que tenía siete cuernos, y
siete ojos, los cuales son los siete espíritus de Dios enviados por toda la
tierra. Y vino, y tomó el libro de la mano derecha del que estaba sentado en el
trono” (v.6, 7).
La mirada del profeta se posa ahora sobre
este león de Judá. Ve en el un cordero, como inmolado. Es tan extraño que aquel
poder que aparece - el león victorioso es también un cordero y por añadidura,
inmolado - es por tanto una de las más gloriosas revelaciones de nuestro Señor.
En los evangelios y las Epístolas, nosotros encontramos las comunicaciones
detalladas de este asunto. Como el Cordero de Dios, él se ofrece en sacrificio
hasta la muerte y resucitó victorioso al tercer día. En su cuerpo glorificado,
él lleva las marcas de las heridas recibidas en la cruz - señales de honor y de
victoria. Es de esta manera que Juan le ve “como
inmolado”. Están juntamente esas señales que han anunciado la ascensión de
Jesús. El que ha descendido sobre la tierra y ha sido rechazado, es ascendido a
un lugar supremo delante de Dios. Entonces de la aparición de Cristo, los
hombres tomaron conocimiento de esto con temor. Pero hay un hecho que expresamente
es de esta ascensión: este cordero no permanece delante del trono, como una tercera
persona, sino en medio del trono. Él es el centro.
Tenemos aquí uno de los ejemplos donde en
los escritos de Juan, la distinción entre las tres personas de la deidad se
pierde en su unidad. Aquí el Cordero lleva los emblemas de la perfección
divina: los “siete cuernos” son los emblemas del poder divino y los siete ojos
son las señales del conocimiento absoluto de Dios. Tenemos por consiguiente
todo el dominio del Espíritu Santo, que no está aquí como el Espíritu de gracia
sino como el séptimo Espíritu de juicio.
El hecho de que el libro de los juicios de
Dios se entregue expresamente al Cordero, debe manifestar claramente que los
derechos del Señor sobre la tierra no derivan solamente de su autoridad, sino
que se le deben por la obra que ha realizado en la cruz.
La
adoración del Cordero en el cielo
“Y cuando
hubo tomado el libro, los cuatro seres vivientes y los veinticuatro ancianos se
postraron delante del Cordero; todos tenían arpas, y copas de oro llenas de
incienso, que son las oraciones de los santos; y cantaban un nuevo cántico,
diciendo: Digno eres de tomar el libro y de abrir sus sellos; porque tú fuiste
Inmolado, y con tu sangre nos has redimido para Dios, de todo linaje y lengua y
pueblo y nación; y nos has hecho para nuestro Dios reyes y sacerdotes, y
reinaremos sobre la tierra” (vers. 8-10).
Así pues en cuanto al Cordero son los
preparativos para ejecutar los juicios divinos, todo el cielo se conmueve.
Tanto los ancianos como los cuatro seres vivientes se postran delante del trono
y del Cordero, expresando su adoración y alegría. Entonces el profeta ve en las
manos de los ancianos las arpas y las copas de oro llenas de perfumes
(incienso). Estos últimos son una imagen de las oraciones de los santos sobre
la tierra, los que están así reclinados ante Dios con los santos ya
glorificados. Está allí un testimonio de la benevolencia especialmente de los
santos en el cielo respecto a los creyentes que aún sufren y son perseguidos
por el Anticristo sobre la tierra. Las arpas testimonian el servicio sacerdotal
eterno de los rescatados en el cielo. Esto que Juan entendió en ese momento y
nosotros comunicamos, es como una perspectiva sobre nuestro propio
acontecimiento en el cielo.
Es un
cántico enteramente nuevo.
La voz “nueva” designa aquí aquello que no
se relaciona con ningún ceremonial que haya habido anteriormente. Esto es de un
género nuevo. De este modo este cántico no dice ni una sola voz de las
circunstancias sobre la tierra. Todo esto que nosotros vivimos al presente
pertenece definitivamente al pasado. Bien que el cántico dice muy claramente
que el Cordero ha hecho por aquellos que le cantan y lo que ha hecho de ellos -
porque en este bien ellos que serán reyes y sacerdotes, y reinarán sobre la
tierra-, ellos no hacen mención de la tercera persona, como si esto no les
concerniese ¿Por qué? Porque tienen a la vista solo la gloria del Cordero y
admiran el modo por el cual él accedió a esta gloria, y cumplió los consejos de
Dios.
“Y
mirando yo, oí la voz de muchos ángeles que estaban alrededor del trono y de
los seres vivientes y de los ancianos; y era el número de ellos millones de
millones, y millares de millares; los cuales decían a gran voz: ¡Digno es el
Cordero que ha sido inmolado, de recibir el poder, y la riqueza, y la
sabiduría, y la fortaleza, y la honra, y la gloria, y la bendición! Y a toda
cosa creada que está en el cielo, y sobre la tierra, y debajo de la tierra, y
sobre el mar, y a todas las cosas que hay en ellos, las oí decir: ¡Bendición, y
honra y gloria y dominio al que está sentado sobre el trono, y al Cordero, por
los siglos de los siglos! ¡Amén! Y los cuatro seres vivientes decían: ¡Amén! y
los cuatro ancianos cayeron sobre sus rostros, y adoraron.” (Vers.
11-14).
El profeta ve la multitud innumerable de
los ángeles, después en un círculo más extenso, en que la creación toda entera
glorifica al Cordero. Todos ellos juntos le traen alabanzas, honor, poder y
gloria. Ellos están ciertamente admirando a esas grandes cosas maravillosas,
pero sin tener parte ellos mismos y no pueden entrar en los misterios de estas.
Después de eso, los cuatro seres vivientes daban su aprobación con un “¡Amén!”,
es decir: “¡si, así sea!”, luego los ancianos caen sobre sus rostros en adoración.
¡Qué escena maravillosa! Ella resume en algunas características nuestro futuro
en la gloria del cielo.
Aquí tenemos, antes de que comience el
periodo de los juicios, como un preludio a la glorificación del Señor.
Extraído de “Le Messager Évangélique”, Traducido por Dennis Valencia.
Tomado de “Casa Alquilada”, Marzo 2007
[2] Estas tres divisiones están indicando en
el verso 19 del primer capítulo: Estas son “las cosas que has visto” (Cap. 1),
“las que son" (Cap. 2 y 3), y “las que han de ser después de estas” (Cap.
4 y siguientes).
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