LAS CONFESIONES EN MASA DE FE EN Cristo con poca
profundidad y realidad, son muy comunes en nuestros días; iguales movimientos
existieron en los días en que Cristo estaba aquí en la tierra y sería
provechoso para nosotros observar la actitud del Señor al respecto. Nos
proponemos, pues, dar un vistazo a cuatro ejemplos, tomándolos en su orden
cronológico.
Leemos
que durante la primera pascua en el ministerio público de nuestro Señor,
"Muchos creyeron en Su nombre, viendo las señales que hacía" (Juan
2:23 a 3:3). Uno de éstos, Nicodemo, expresó la manera en que razonaban:
"Sabemos que has venido de Dios como Maestro; porque nadie puede hacer
estas señales que tú haces, si no está Dios con él." Pero Jesús mismo no
se fiaba de ellos; no los aceptó como discípulos, ni reconoció su fe como de
origen divino. El conocía que la condición del hombre es tal que solamente la
obra divina del nuevo nacimiento puede dar entendimiento en las cosas
espirituales, las cosas que pertenecen al reino de Dios. Una fe basada en
razonamiento humano no tiene valor.
Vivimos
en días cuando todo recurso de sabiduría humana, ciencia y persuasión se
emplea para inducir a los hombres a que hagan una confesión de fe en Cristo. Se
establece una línea de producción para fabricar conversiones y a menudo la confesión
es simplemente confesar a Cristo como el Maestro divino. Al final de la línea
aparecen los convertidos, que son del mismo tipo de aquellos que se describen
en Juan 2:23. El Señor Jesús no confió de ellos; nosotros tampoco; aunque a
veces aparezca entre ellos un Nicodemo.
Si
algún reportero religioso hubiera estado informando sobre los eventos de la
última parte de Mateo 4, ¡qué noticias e historias podría haber publicado!
"Comenzó Jesús a predicar... el evangelio del reino, y sanando... y se difundió
su fama por toda Siria... le siguió mucha gente de..." (vs. 17, 23-25). El
gran avivamiento ha comenzado, las multitudes llenas de entusiasmo, están
saludando al Rey y tiene interés en el reino. Y ¿qué piensa Jesús de todo esto?
La contestación la tenemos en el Sermón del monte (caps. 5-7): "Palabras
sin obras, entusiasmo religioso sin arrepentimiento, la gran mayoría ha entrado
la puerta ancha de la profesión vacía y andan en el camino espacioso que lleva
a la destrucción, y sólo los pocos entran por la puerta estrecha, y caminan en
el camino angosto que lleva a la vida." (Después de predicar el evangelio
del reino, Juan Bautista habla a un grupo similar y les dijo: "¡Oh
generación de víboras!", Lucas 3:7). Ciertamente un estudio del famoso
sermón en su contexto abrirá los ojos de muchos para ver que el Señor, en
contraste a muchos modernos así- llamados evangelistas, no sólo no tenía
interés en promover tales movimientos, sino que también procuró por todos los
medios para desanimarlos. Desenmascaró a sus "discípulos" " les
advirtió de su peligro.
Como
resultado de la alimentación de los cinco mil, se sobrevino un movimiento para
hacerle Rey, y muchos hablaban de El como el profeta (Juan 6:14, 15). Pero El
constriñó a Sus discípulos a partir a otra parte (Marcos 6:45), sin duda para
apartarles del peligro de ser llevados por la popularidad. El mismo subió a
una montaña para orar. Sin embargo, cuando la gente le alcanzaron otra vez, Él
les dio un mensaje que fue descrito como "Dura es esta palabra, ¿quién la
puede oír?" y "muchos de sus discípulos volvieron atrás, y ya no
andaban con El" (Juan 6:25-66). Habían venido por ganancia material,
aunque Él no había prometido tal cosa. Mucha de la predicación moderna ofrece a
los hombres sanidad, felicidad, ayuda con sus problemas y en su negocio, y aún
en sus deportes, etc. Muchos están dispuestos a tener la compañía de este
amigo-super, y sin pensar mucho se "deciden por Cristo". Pero Cristo
tiene interés en las necesidades espirituales de los hombres; vino como el
pan verdadero del cielo, pero no todos tienen apetito para este pan. Vendrán
los que le fueron dados por el Padre, y los que fueron traídos por el Padre, y
los que fueron enseñados del Padre, y los que a Él vienen no los echará fuera
(Juan 6:37, 44, 45). Las falsas promesas nunca traerán pecadores a la fe
salvadora en Cristo. Sólo el poder del Espíritu los puede traer a gozar de
bendiciones espirituales. Cristo nunca usó vanas promesas para atraer
seguidores, como notaremos en el próximo caso.
"Grandes
multitudes iban con El." (Lucas 14:25). Algunos pueden tener una
experiencia superficial con poco conocimiento de lo que representa; algunos
dicen que es mejor animarlos con la esperanza que más tarde adelantarán. Pero
Cristo no pensó así. Él les enseñaba desde el principio el costo del
discipulado. No un camino de flores, ni de popularidad, ni ningún aplauso de
este mundo que odia a Cristo; sino que es llevar una cruz de vergüenza, es
destronar y negarse a sí mismo, y retener las cosas materiales solamente como
mayordomos; dar segundo lugar a las relaciones familiares y que Cristo sea
supremo en toda la vida. Así trató Cristo a la multitud de los que profesaban
seguirle. El Señor no ofreció a los hombres un camino fácil, lleno de claridad
celestial. Más bien puso énfasis en la realidad de las cosas pues sabía que los
discípulos de un hombre crucificado no podrían escapar el reproche ni el
escándalo de la cruz. En nuestra predicación procuremos anunciar a los hombres
la verdad para no engañarlos con falsas esperanzas, a fin de que los que
reciban la palabra con gozo no se ofendan por la persecución y vuelvan atrás
(Mateo 13:20,21).
Las
parábolas de Mateo 13 se hablaron alas grandes multitudes que Le rodeaban, y
el Señor en Su enseñanza sigue la línea que hemos tocado aquí en este artículo.
Un estudio de estas porciones da bastante luz sobre los grandes movimientos de
hoy día. Tengamos la mente de Cristo en nuestra actitud al Evangelismo que nos
rodea hoy.
Sendas de Luz, 1969
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