domingo, 3 de mayo de 2015

Doctrina: El pecado. (Parte VIII)

VIII.      PECADOS.
En la Escritura, en sus páginas, encontramos que se muestra el pecado en sus diversas formas y fácilmente podríamos llenar cientos de páginas  para detallar y explicar cada uno de ellos. En nuestro estudio veremos algunos, y es labor del estudiante de la Escritura poder encontrar los otros, de modo que los tenga en cuenta para no practicarlos, porque es posible que los cometamos sin darnos cuenta, puesto que creemos que es lo más natural tal o cual situación. Tengamos en cuenta que las páginas de nuestra Biblia fueron escritas para nuestra enseñanza (Romanos 15:4; 1 Corintios 10:6).

Mentiras
La Mentira es un pecado porque niega a la verdad, por lo cual hace mentiroso a lo que es verdadero.
Una de las habilidades que el hombre  ha heredado de “su padre” (Juan 8:44) es la capacidad de mentir o decir verdades a media (cf. Génesis 3:1, 4,5). Usamos la mentira en forma tan habitual que ya es parte de nuestra rutina diaria. El hombre está tan acostumbrado al hecho de mentir que ha ideado niveles para catalogarlas, partiendo de las “blancas” hasta las más atroces (o negras) que el hombre pueda idear.  Aunque sea por una causa noble, la mentira “blanca” sigue siendo mentira, por lo cual es pecado.

Falso Testimonio.
Si bien es cierto que el falso testimonio es una mentira, lo tratamos aparte. Este pecado estaba expresamente prohibido en un  mandamiento: No hablarás contra tu prójimo falso testimonio” (Éxodo 20:16; Deuteronomio 5:20). Este pecado constituye una puñalada, una flecha que traspasa a nuestro prójimo, es un mazazo que se le da con el fin de perjudicarlo (Proverbios 25:18). En el juicio al Señor Jesucristo, los acusadores no encontrando pruebas, buscaron con “falsos testimonios” encontrar una base jurídica para condenarlo a muerte, pero los testigos no concordaban entre sí (Marcos 14:56,57).

Culpar a Dios
Tengamos presente, además, que el hombre siempre, en última instancia, culpará a Dios. Ya lo observamos con Adán. “La mujer que me diste” (Génesis 3:12) fue la acusación del primer hombre. Le reprochó a Dios el hecho que él, voluntariamente, haya comido del fruto del árbol prohibido. En el hombre actual vemos que esta tendencia se encuentra más que presente. Nos  golpeamos un dedo, y el nombre de Dios sale a flote; sucede una fatalidad, a Dios culpamos por lo ocurrido.  Es verdad que está determinado por Dios que debemos morir, porque la paga del pecado es muerte, pero la forma de esa muerte, en muchos casos, es nuestra responsabilidad. Nadie mandó al pervertido sexual a tener relaciones ilícitas con una mujer con SIDA; o al ladrón robar un banco y morir en la balacera. 
Podemos resumir lo anterior en palabras de un Proverbio de Salomón: “La insensatez del hombre tuerce su camino, y luego contra Jehová se irrita su corazón” (Proverbios 19:3).

Palabras Ociosas
En otras situaciones se maldice a Dios a diestra y siniestra, sin mediar la mínima razón. Es tal la costumbre de hablar el hombre en groserías, que es tan natural al hombre insultar al Creador por nada. Se cayó un alimento a piso y se ensució, salió a flote el nombre de Dios. ¡Oh, Dios, cuánta misericordia tienes para con el hombre pecador! Si Dios soporta con paciencia al hombre, no quiere decir que deje pasar sin más los arrebatos del humano pecador. Leemos en Mateo 12:36 lo dicho por el mismo Señor Jesucristo: “Mas yo os digo que de toda palabra ociosa que hablen los hombres, de ella darán cuenta en el día del juicio”.

Fornicar.
En la actual sociedad se ve con buenos ojos este pecado. Vemos que  la juventud va tras las relaciones sexuales sin estar casados. Es una actitud de desenfreno que en muchos casos, este pecado, tiene consecuencias desastrosas para la vida de quien han seguido esta práctica.
Un ejemplo a destacar y que quedó para toda la historia es el que nos cuenta Pablo en su primera carta a los Corintios: “De cierto se oye que hay entre vosotros fornicación, y tal fornicación cual ni aun se nombra entre los gentiles; tanto que alguno tiene la mujer de su padre” (1 Corintios 5:1).
Pablo aconseja a los cristianos de Corinto y, por ende, a nosotros: “Huid de la fornicación. Cualquier otro pecado que el hombre cometa, está fuera del cuerpo; más el que fornica, contra su propio cuerpo peca” (1 Corintios 6:18).
Una nota adicional, si bien se dice de  la fornicación como  contacto físico entre personas, la palabra usada en griego es “Porneia” y es donde proviene nuestro término pornografía. Al ser consumidores estamos practicando un tipo de  fornicación que afecta la vida cristiana.
          También se utiliza metafóricamente en relación a la asociación de la idolatría pagana con doctrinas de la fe cristiana, y con la profesada adhesión a ellas (Apocalipsis 14:8; 17:2; 17:4; 18:3; 19:2); algunos sugieren que este es el sentido en Apocalipsis 2:21[1].  En el antiguo Testamento encontramos la misma figura en relación con Israel y su deslealtad con su Señor.  Israel cometíaidolatría (siendo que al pueblo judío se le consideraba esposa de Jehová)”[2] (Jeremías 3:9; 13:27; Ezequiel 16:29; 23:5, 8,27; Oseas 1:2; 5:4).

Adulterar.
“No cometerás adulterio”  (Éxodo 20:14). Este mandamiento es expresamente dado por Jehová a Moisés. En el diccionario encontramos  dos significados  que aclaran el uso de esta palabra. (1) “Alterar o eliminar la calidad y pureza de una cosa añadiéndole algo que le es ajeno o impropio”. (2)  “Alterar o falsear el sentido auténtico de una cosa o la verdad de un asunto”.

En el Matrimonio
Cuando vemos deslealtad en los matrimonios y existe encuentros extramaritales, también es visto con buenos ojos por alguna parte de la sociedad. Entre los amigos (o amigas) se cuentan  como proezas estas acciones; y lo único que están haciendo es falsear el verdadero sentido de pureza  que Dios le dio al matrimonio (Génesis 2:24).
Tan importante es el tema del matrimonio, que debe ser tenido y visto con mucho respeto, que el compañero o compañera que se va a tener para compartir la vida en el Señor, debe ser escogido con mucha oración. Puede ser que si damos a nuestros gustos la capacidad de escoger, quizás sea una elección errada que amargará nuestra vida.
Las siguientes expresiones pueden ser aplicadas tanto a hombre como mujer y para que veamos lo complejo de escoger y de escoger mal (sin el auspicio de Dios): “La mujer virtuosa es corona de su marido; Mas la mala, como carcoma en sus huesos” (Proverbios  12:4). “Mujer virtuosa, ¿quién la hallará? Porque su estima sobrepasa largamente a la de las piedras preciosas”  (Proverbios 31:10).
         El divorcio está expresamente derogado por el Señor, salvo que haya habido fornicación previa al matrimonio: “Y yo os digo que cualquiera que repudia a su mujer, salvo por causa de fornicación, y se casa con otra, adultera; y el que se casa con la repudiada, adultera” (Mateo 19:9).
         Es posible que la mujer samaritana estuviera viviendo con un hombre que no era su esposo, este  puede ser caso de adulterio, es decir, estaba divorciada de su anterior esposo. Tan importante fue el dialogo que tuvo con el Señor, ya que él descubrió de la forma más sutil  el pecado que ella estaba viviendo, y este hecho le permitió creer en Él como el Mesías.

En la Vida Cristiana
Pero esta palabra, adulterar, implica también alterar. Por lo cual cuando alteramos la calidad de un producto con respecto a lo prometido, estamos adulterado. Recordemos las palabras del Señor Jesucristo, de  demos siempre “medida buena, apretada, remecida y rebozando” (Lucas 6:38; también vea, Levítico 19:35; Deuteronomio 25:15 Proverbios 20:10).
Las falta de pureza en la vida del creyente en una forma de adulterar. Es decir, cualquier pecado nos lleva a perder la calidad de vida que debemos tener. No por nada  se menciona la pureza entre las cualidades que el creyente debe poseer y exponer en su vida (cf. 2 Corintios 6:6; 1 Timoteo 4:12).

Lascivia
Se define como la “propensión a los deleites carnales. Se trata del deseo sexual o la lujuria sin control”. Implica un descontrol  del lívido, lo que puede derivar en una obsesión. Estas personas miran al prójimo de manera morbosa o con intenciones sexuales
El término también se encuentra relacionado con la desvergüenza y la lujuria.      La palabra griega “asélgeia” es la que se traduce por “lascivia” y el diccionario Vine dice que “denota exceso, licencia, ausencia de freno, indecencia, disolución”.
          Este pecado es de un origen muy profundo, del corazón del hombre (Marcos 7:21-23), desde el cual salen también otros tipos de pecados.  Vemos que tempranamente afectó a los creyentes (2 Corintios 12:21); y es característico de las obras de la carne (Gálatas 5:19). El creyente no debe andar como lo hace el mundo que no le importa  entregarse a este tipo de placeres (Efesios 4:17-19).
          Como las Escrituras fueron dejadas para nuestro ejemplo, encontramos uno que nos llama la atención, porque afecta a un gran hombre de Dios: David.   En 2 Samuel 11 se cuenta que David  no había ido  a la guerra junto a sus guerreros y se quedó en el palacio. Un día ve a una mujer que se está bañando. La codició y tomó para sí, sabiendo que era la mujer de uno de sus mejores hombre (2 Samuel 23:39). Las consecuencias de su acto fueron la concepción de un hijo ilegítimo y la muerte del guerrero con principios (v. 11).  Y en nada agradó a Dios este pecado: “Mas esto que David había hecho, fue desagradable ante los ojos de Jehová” (v. 27).
          Por tanto, nuestra conducta incontrolada puede llevarnos a cometer pecados más atroces de lo que es en sí la lascivia. Pongámonos en las manos de Dios y en la obra que Él nos ha asignado y no nos quedemos en la “molicie” como David hizo al no ir a guerra con su “compañeros”. 
          Las palabras de Pablo a los Efesios resumen magistralmente este tema: "Esto, pues, digo y requiero en el Señor: Que no andéis como los otros gentiles, que andan en la vanidad de su mente, teniendo el entendimiento entenebrecido, ajenos de la vida de Dios por la ignorancia que en ellos hay, por la dureza de su corazón; los cuales después que perdieron toda sensibilidad, se entregaron a la lascivia para cometer con avidez toda clase de impureza" (Efesios 4:17-19).




[1] Diccionario Vine
[2] Diccionario Strong

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