III. La Encarnación
a)
Introducción.
Al estudiar este
tema, surge una pregunta que es necesaria responder: ¿por qué era necesaria la encarnación? ¿Por qué Dios
tuvo que encarnarse y nacer como un hombre en esta tierra? ¿Cuáles fueron los
motivos para que el Dios Eterno, la segunda persona de la Trinidad, se
encarnase y tuviese forma semejante a los hombres, pero sin pecado?
Pienso que no hay
una respuesta terminante, una respuesta definitiva que satisfaga a la pregunta.
Entendemos que Dios
es Libre y por lo cual no tenía ninguna obligación de venir y salvar al hombre;
pero al mismo tiempo podemos decir que el hombre no tenía ninguna forma de
retornar al seno Paterno. Todo lo que pidiese hacer para lograr el favor divino
era contrario a lo que Dios había mandado, y esto se ve claramente reflejado en
el sacrificio de Abel y Caín (Gen 4:2-5). El primero ofreció un sacrificio cruento, a
modo de ejemplo que les había dado a sus padres en el Edén cuando les vistió
con pieles y Caín trajo de su trabajo, no tomando en cuenta que los frutos
ofrecidos venían de una tierra maldecida. Y el resultado de esto es que Caín se
ensañó contra su hermano dándole muerte, en actitud de manifiesto desafío a
Dios. Siguiendo esta misma actitud
humana de querer hacer lo contrario a lo que Dios estableció para acercarse a
Él estamos todos los seres humanos, viviendo nuestra propia vida, acercándonos
a Dios de un modo poco reverente, o, peor aún, cambiando a Dios por otros
dioses de diversas formas (Romanos 1:22-25). Queremos poner nuestras propias
obras para acercarnos a Dios, para que por medio de ellas podamos redimirnos,
sin tener en cuenta que todo lo que podamos hacer son acciones inmundas, tal
como lo expresa Isaías: “Si bien todos nosotros somos como suciedad, y
todas nuestras justicias como trapo de inmundicia; y caímos todos nosotros como
la hoja, y nuestras maldades nos llevaron como viento” (Isaías 64:6). Pablo lo
explica del siguiente modo “Como está escrito: No hay justo, ni aun uno; No
hay quien entienda, No hay quien busque a Dios. Todos
se desviaron, a una se hicieron inútiles; No hay quien haga lo bueno, no hay ni
siquiera uno. Sepulcro abierto
es su garganta; Con su lengua engañan. Veneno de áspides hay debajo de sus labios; Su boca está llena de maldición y de
amargura. Sus pies se apresuran
para derramar sangre; Quebranto y desventura hay en sus caminos; Y no
conocieron camino de paz. No
hay temor de Dios delante de sus ojos” (Romanos 3:10-18). Con todo puede
haber buenas personas, dispuestas a sacrificarse por otras (Romanos 5:7), pero
ese sacrificio solo queda ahí, en bien de la otra. Por consiguiente, no existe
sacrificio de hombre alguno que pueda servir para que la humanidad tuviese un
camino de salida. Es posible que existan personas justas, pero su justicia sino
no está puesta en Dios no sirve de nada (cf. Ezequiel 14:14).
Dado que el hombre
no puede por naturaleza salvarse, era necesario que existiese un hombre que su
sacrificio fuese aceptado por Dios y por los hombres. Por Dios, para que su
justicia fuese satisfecha y por los hombres, para que se apropien de esta
oferta de salvación. Por consiguiente, este hombre debía ser perfecto, sin
pecado y en la tierra no había ninguno y tampoco nacería ninguno que descendiese de hombre y mujer.
De modo que al no haber nadie que pudiese
satisfacer a la justicia de Dios, Dios proveyó un medio, que venía anunciando
desde la caída del hombre en pecado. Entendemos que la misericordia de Dios impulsó
a que el Hijo, la segunda persona de la Deidad, viniese a la tierra y tomase
naturaleza humana (Juan 3:16; Filipenses 2:5-8a), sin dejar de ser Dios. Esta
unión se le conoce como hipostasis, de la cual hablaremos más adelante.
b)
Nacimiento Virginal[1]
El nacimiento
virginal fue el medio por el cual tuvo lugar la encarnación y garantizó la
naturaleza no pecaminosa del Hijo de Dios[2].
Desde la eternidad Dios
había planeado cada detalle de este acontecimiento, no era algo fortuito o
reactivo ante el pecado, sino que había sido pre establecido antes que esto
aconteciese (cf. Hechos 2:23; Juan 15:15c; 17:8,14).
El nacimiento del
Señor es relatado en Dos evangelios (Mateo 1:18-25 y Lucas 1:26-38) y ambos se
complementan para darnos un relato detallado de los hechos. Ambos presentan al
Mesías en su forma humana, ya que destacan la genealogía de él. Sin embargo
surge un problema con esto, al hacer un estudio detallado nos percatamos que
ambas no son similares, son diferentes en extensión y personas que componen el árbol genealógico.
La respuesta que se ha dado y que aporta sentido a esta discrepancia, es la
lista de ascendiente que presenta Mateo (1:1-17) corresponde a la línea de José
y la que entrega Lucas (3:23-38) a la de María.
Ahora bien, la
anunciación por parte del ángel Gabriel a María
de que ella había sido favorecida con llevar en su vientre al mesías
prometido, era el cumplimiento de la profecía de Isaías: “Por tanto, el Señor mismo os dará señal: He aquí que la virgen
concebirá, y dará a luz un hijo, y llamará su nombre Emanuel” (Isaías 7:14 cf. Mateo 1:23). Ella estaba
desposada (de novia, comprometida) con José hijo de Jacob (Mateo 1:18), no casada
aun, por lo cual no había conocido varón, por eso fue la pregunta al ángel “¿Cómo
será esto? pues no conozco varón” (Lucas 1:34). De manera que la respuesta fue
simple, esto no era obra de humanos, sino
que “El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y el poder del Altísimo te
cubrirá con su sombra; por lo cual también el Santo Ser que nacerá, será
llamado Hijo de Dios” (Lucas 1:35).
Dios no forzó a María, sino que ella estaba
dispuesta a obedecerle voluntariamente, a pesar de llevar un hijo no estando
casada. Simplemente dijo: “He aquí la sierva del Señor; hágase conmigo conforme
a tu palabra. Y el ángel se fue de su presencia” (Lucas 1:38). Esta aceptación
tuvo sus costos para ella (cf. Mateo 1:19), pero Dios estaba con ella (Mateo
1:20). Con la respuesta de María, también se cumplió la profecía hecha por Dios
a Eva en Génesis 3:15, la simiente de la mujer nacería y se llamaría Jesús.
Según la profecía de Miqueas 5:2, el Mesías
debía nacer necesariamente en Belén, cuna de la casa de David, y José y María estaban unos 115 Kilómetros al
norte, en Nazaret, Galilea. Dado el
estado de gravidez de María, era un motivo más que suficiente para quedarse en
una zona que para ellos era conocida. Pero Dios tenía su plan forjado desde la
eternidad. José y María no tenían motivo
para viajar, pero Dios lo había creado. Roma, el imperio que gobernaba Israel,
había ordenado un censo (Lucas 2:1) y había ordenado que cada uno fue censado
en su ciudad natal (Lucas 2:3) y José y su esposa tuvieron que ir a Belén ya
que él había nacido ahí y era de casa de David (Lucas 2:4). De este modo la
profecía de Miqueas se cumplió en forma integral.
Al llegar a Belén no encontraron un lugar para que ella diera a luz a su Hijo,
el Salvador del Mundo, y sólo había para Él un pesebre (Lucas 2:7), un lugar
que era destinado para guardar a los animales. Dios, el Eterno y lleno de
Gloria, se había encarnado y nacido en un humilde lugar, ya que para Él no
había ningún otro lugar, ni siquiera el mesón. Había venido a este mundo en una
extrema humildad. Pablo expresó este momento del siguiente modo: “tomando forma
de siervo” (Filipenses 2:7). El siervo (literalmente, esclavo) era la condición
social más baja que existía en aquella sociedad, que prácticamente no tenía
ningún derecho y solo debía servir a sus amos, su vida no le pertenecía y otros
decidían por él, incluso si debía morir. Dios que tomó esta forma de Siervo,
nació en un pesebre, rodeado de animales.
Este portentoso hecho pasó desapercibido para la
gran mayoría de los hombres, pero un ángel dio aviso a los pastores y una
multitud daba Gloria a Dios (Lucas 2:8-20). Este portento, motivó a que los
pastores[3],
y no los asustó, sino que fueron a ver al lugar indicado por el ángel y allí lo
encontraron; cuando salieron de ahí, lo hicieron dando gloria a Dios.
Casi dos años después unos extranjeros le
rindieron honor y los de su propio pueblo querían darle muerte (Mateo 2:1-12).
¿Quién era este niño
que nació en una condición tal humilde y que provocó que los ángeles
apareciesen y señalasen el humilde lugar
en el que nació?
La Biblia aclara que este niño era Dios mismo.
Juan dice: “En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo
era Dios… Y aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros (y vimos su
gloria, gloria como del unigénito del Padre), lleno de gracia y de verdad”
(Juan 1:1,14). Y Pablo describe este proceso de la encarnación del Hijo de Dios
en una forma teológica que lo describe del siguiente modo: “…el cual, siendo en
forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, sino
que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los
hombres…” (Filipenses 2:6-7).
(Continuará)
[1] Este término es usado para expresar que desde la concepción hasta el
nacimiento del Señor Jesús, María tenía la condición de virginidad, ya que en
la concepción del Mesías no hubo participación de hombre alguno. De ningún modo
abalamos la doctrina de la Iglesia Católica que indica que tuvo una virginidad
perpetua, ya que creemos que tuvo más hijo, porque se identifica a Jesús como
su primogénito (Mateo 1:25). Si leemos con cuidado vemos que este versículo citado
destruye tal teoría, ya que además se utiliza el verbo “conoció”, que se usa
para dar a entender que en forma posterior tuvo una relación normal entre
hombre y mujer que se encuentran casados, de cuya relación nacieron más hijos
(cf. Mateo 12:46, 47; 13:55; Marcos 3:31,32; Lucas 8:19, 20; Juan 7:3,5)
[3] Se piensa que estos pastores era sacerdotes destinado a cuidar las
ovejas que se usaban en los sacrificios del templo.
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