En las Escrituras nunca se recomienda la vida de ermitaños. Los que han procurado librarse del mal por encerrarse en un monasterio o convento, han sufrido una fuerte desilusión, porque el peor mal se encuentra en el corazón humano. Nuestro Señor vivió en medio de la sociedad de su día, entrando en la casa de varios para participar con muchos otros de la comida provista. Se retiraba de vez en cuando para tener un tiempo de refrigerio aparte de las multitudes (Luc. 4:42; 9:10), pero comúnmente se mezclaba con las gentes en su vida diaria. Sin embargo, ¿quién tan separado como nuestro Salvador de todo el ambiente alrededor? Así él nos da la pauta para la vida cristiana en el mundo.
Necesariamente tenemos mucho que ver con los hombres en general, y no podemos evitarlo, "pues en tal caso os sería menester salir del mundo" (1 Cor. 5:10), y tenemos que pasar nuestra existencia en una atmósfera contaminada por el pecado. No obstante, tenemos la promesa de poder experimentar la protección divina en tales circunstancias: "Cuando pasares por los ríos, no te anegarán. Cuando pasares por el fuego, no te quemarás" (Isa. 43-2): no seremos alcanzados por el mal que nos rodea. El bombero lleva su traje de amianto (asbesto), y no recibe daño de las llamas. El buzo trabaja debajo del agua, teniendo puesta su escafandra. En el capítulo 17 de Juan vemos un cuadro perfecto del cristiano en su relación con el mundo de acuerdo con la voluntad de Dios:
(1) Sacados del mundo y dados a Cristo, como don del Padre a su Hijo (v. 6). Son como piedras sacadas de las canteras para formar parte del edificio de la iglesia.
(2) En el versículo 2 Cristo habla como ya fuera del mundo, habiendo cumplido la misión que le fue encomendada por el Padre (v. 4), pero reconoce que sus discípulos todavía están en estas circunstancias tan difíciles, y ruega que sean guardados en medio de todos los peligros que les amenazan: no hay sugestión de vida de aislamiento, sino más bien de contacto físico pero de separación espiritual, como el rayo de luz que atraviesa la sala del hospital llena de enfermos infecciosos, sin recibir contaminación.
(3) Son objeto de odio de parte del mundo (v. 14), y sabemos el por qué: es precisamente por causa de la diferencia esencial que existe entre el creyente y el incrédulo (véase Juan 15:18-25), y forman un testimonio contra la maldad que impera en esta esfera. (Juan 7:7)
(4). En los versículos 14-16 el Señor reitera que no pertenecen al mundo, como él tampoco pertenece al mundo, una diferencia moral que es fundamental. Su vida es distinta y su punto de vista al fijar el valor de lo que pertenece al mundo pasajero (1 Juan 2:14-17), es completamente diferente del que tiene el hombre natural. Ya no se trata de preguntas como ¿Qué mal hay en hacer esto o aquello?, sino de hacerlo todo a gloria de Dios. (1 Cor. 10-31). No se procura andar lo más cerca de las prácticas mundanas, sino de salir "de en medio de ellos, y no tocar lo inmundo", y "yo os recibiré". (2 Cor. 6:17). En cuanto a la religión del mundo, oímos la palabra: "Salid de ella, pueblo mío, porque no seáis participantes de sus pecados, y que no recibáis de sus plagas". (Apoc. 18-4). Y en cuanto a nuestras asociaciones, el apóstol enseña: "Si alguno se limpiare de estas cosas, será vaso para honra, santificado, y útil para los usos del Señor". (2 Tim. 2:21). En cuanto al matrimonio y empresas comerciales, etcétera, viene el mandato claro: "No os juntéis en yugo con los infieles". (2 Cor. 6: 14). No somos del mundo, como Cristo no es del mundo.
(5). Mientras estamos aquí somos guardados del mal que existe en el mundo. (v. 15). "Sabemos que cualquiera que es nacido de Dios, no peca... el maligno no le toca. Sabemos que somos de Dios, y todo el mundo está puesto en maldad". (1 Juan 5:18-19). Los que tienen que ser echados de la iglesia por su mal proceder (1 Cor. 5:5), se encuentran en la esfera de Satanás, que gana poder sobre ellos: cosa terriblemente solemne.
(6). Pero, a pesar de este apartamiento del mundo, son enviados al mundo (v. 18) para dar su testimonio en un ambiente adverso. (Juan 15:26, 27 y 16:33). Si bien es cierto que el mundo en general los ha de rechazar y perseguir, Dios es glorificado por el testimonio dado por el poder del Espíritu.
(7) Los discípulos son el medio de hacer creer al mundo que el Padre envió al Hijo. (v. 21). La unidad de los creyentes a la que se refiere, no es uniformidad, sino la unión básica entre los nacidos de nuevo. Lo que une a los hijos de Dios es mucho más fuerte que lo que los ha dividido.
"Los que están fuera" es la frase que se emplea para describir a los que no son de Dios. En Marcos 4:11 los vemos como incapaces de entender las parábolas, que forman una clase de criba (harnero) para diferenciar entre los oyentes. En 1 Corintios 5:13 vemos que los que están dentro de la iglesia son juzgados en esa esfera, pero a "los que están fuera", Dios los juzga. Hay que andar en sabiduría delante de los tales (Col. 4:5), dando un testimonio de una vida bien equilibrada, buena y justa. (1 Tes. 2:10).
Muy bueno el devocional 🔥
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