lunes, 4 de abril de 2016

ALGUNAS MUJERES DEL ANTIGUO TESTAMENTO (Parte IV)

4. Rebeca, una novia modelo

 

La historia de esta dama se encuentra en Génesis 24 al 29. Es ilustración de: (a) el pecador que recibe por la fe la gran oferta de la salvación; (b) la Iglesia, planificada por el Padre, buscada y traída al Hijo por obra del Espíritu Santo; (c) ciertos principios del noviazgo cristiano.
         Después de la muerte de Sara, Abraham no quiso que Isaac tomara para sí una mujer de las cananeas porque eran paganas. Por lo tanto, mandó a su siervo de confianza en un largo viaje —quizás 900 kilómetros—a Mesopotamia a buscar una esposa para su hijo. Rebeca era nieta de Nacor, un hermano de Abraham que le había acompañado hasta Harán, Génesis 11.27, 24.15
         Habiendo el siervo pedido a Dios señales para que le mostrase la joven apropiada, no le quedó duda de que la mujer para Isaac era Rebeca. El testimonio del criado a los familiares en cuanto a Abraham e Isaac fue: Jehová ha bendecido mucho a mi amo y Sara, mujer de mi amo, dio a luz en su vejez un hijo a mi señor, quien le ha dado todo cuanto tiene. Seis veces leemos en Génesis 24 del siervo en el camino; “guiándome Jehová en el camino a casa de los hermanos”, 24.27.
         El capítulo 24 del Génesis relata mucho sobre esta doncella. Resalta su hermosura física, moral y espiritual; su disposición de trabajar; y su carácter decisivo. Cuando el criado había cumplido su misión, él quería regresar a su amo enseguida, pero los padres de Rebeca (Nacor era hermano de Abraham) querían que esperase al menos diez días. La pregunta fue puesta a Rebeca: ¿Irás tú con este varón? y ella respondió: Sí iré. (Diez en la Biblia es el número del hombre bajo prueba a ver cómo se comportará. Para quien no es salvo, el mensaje es: No te jactes del día de mañana, porque no sabes qué dará de sí el día, Proverbios 27:1)
         Al final del largo viaje, Rebeca vio de lejos a Isaac. Él había estado meditando en el campo pero alzó los ojos y, al ver que venían, los fue a encontrar. Rebeca le pregunta al criado: ¿Quién es este varón que viene por el campo hacia nosotros? El criado respondió: Este es mi señor. Ella entonces tomó el velo y se cubrió, tal como haría una joven casta en aquellos tiempos en señal de reverencia.
         Dice el relato que la trajo Isaac a la tienda de su madre Sara, y tomó a Rebeca por mujer y la amó; y se consoló Isaac después de la muerte de su madre. En aquellos tiempos antes de la ley, la poligamia era cosa frecuente, pero nunca leemos que Isaac tomó para sí otra mujer, ni siquiera una concubina. Sin embargo, su esposo le expuso una vez al mismo peligro que Sara había conocido dos veces; 26.7 al 11. Leemos que Isaac amó a Rebeca, pero no leemos del amor de ella hacia él.
         Después de varios años sin hijos, fue Isaac quien oró por su mujer, que era estéril. Oyó Jehová. Rebeca tuvo mellizos, los primeros que se mencionan en la Biblia. Génesis 25.19 al 26.
         Desafortunadamente, vemos que con el correr de los años hubo desacuerdo entre Isaac y Rebeca. El favorecía a Esaú, el cazador, y ella favoreció a Jacob, el más apegado al hogar. Como ha sucedido muchas veces a lo largo de los siglos, la novia modelo no resultó ser una esposa o madre modelo. 25.27 al 34.
         Llegó el día cuando se cumplió lo que Dios había dicho de los hijos antes de su nacimiento: El mayor servirá al menor. Lo último que leemos de Rebeca es que le propone a Jacob engañar a su padre y así asegurarse de la primogenitura. Sus fines eran que se cumpliera lo dicho por Dios, pero los medios que ella utilizó trajeron graves consecuencias a Jacob, y una enemistad que existe hasta el día de hoy entre judíos y árabes. Jacob se marchó del hogar, y no tenemos conocimiento de que la madre haya vuelto a ver a su hijo querido. 27.1 al 40. “Ahora, pues, hijo mío, obedece a mi voz”, 27.8. Parece que su actitud fue: “Hagamos males para que vengan bienes”, Romanos 3.8, pero la norma en Santiago 1.20 es que la ira del hombre no obra la justicia de Dios.
Para una exposición doctrinal de la cuestión de los dos hijos en los propósitos de Dios, véase Romanos 9.10 al 16.

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