lunes, 4 de abril de 2016

LA PRIMERA EPÍSTOLA DE JUAN (Parte IV)

Capítulo 3: Crecimiento en la Vida Divina (1 Juan 2: 12-27)


El apóstol ha hablado de la vida eterna manifestada en perfección en Cristo; él también ha traído ante nosotros las dos grandes características que caracterizarán a aquellos que poseen la vida mientras pasan por este mundo -obediencia y amor. En la porción de la Epístola que está a continuación, el apóstol muestra que, aunque todos los creyentes poseen la vida, con todo, hay crecimiento en la vida divina.
Él ve a los creyentes como formando la familia de Dios, y usa las relaciones de la vida común —padres, jóvenes e hijitos- para presentar diferentes etapas de crecimiento espiritual en la aprehensión de la verdad y en la experiencia Cristiana. Él no usa estos términos para presentar etapas en la vida natural, sino, más bien, diferencias  en el crecimiento espiritual. Una persona convertida en una edad avanzada, espiritualmente no sería más que un niño, mientras que un creyente comparativamente joven en años podría, por medio del progreso espiritual, llegar a ser un padre. Además, el apóstol presenta las trampas especiales a las que están expuestos los creyentes en las diferentes etapas del crecimiento.

(Versículo 12). "Os escribo a vosotros, hijitos míos, por cuanto vuestros pecados os son perdonados a causa de su nombre." (Versión Moderna). Antes de hablar de las diferentes etapas del crecimiento espiritual, el apóstol se refiere a la bendición que es verdadera de toda la familia de Dios. Él se dirige a todos los creyentes como a "hijitos"; este es un término cariñoso. Él declara, entonces, que el perdón de pecados es la gran bendición que caracteriza a cada miembro de la familia de Dios. Separados de esta bendición ellos no pertenecerían a esta familia. El apóstol no escribe a pecadores a fin de que ellos puedan ser perdonados, sino a creyentes debido a que son perdonados. Además, ya que él va a hablar de experiencias y progreso espiritual, les recuerda a los creyentes que son perdonados "por su nombre." Como creyentes, él nos recuerda que no hemos sido perdonados por nada de lo que somos, o a causa de cualquier experiencia no obstante lo real que ella sea -eso sería 'por nuestro nombre'. Nosotros somos perdonados debido a lo que Dios ha encontrado en Cristo y Su obra -"por su nombre". El Señor mismo había instruido a los discípulos "que se predicase en su nombre el arrepentimiento y el perdón de pecados en todas las naciones" (Lucas 24:47). Pedro, al llevar a cabo la comisión del Señor, proclamó a los Gentiles que, "todo aquel que en él creyere, recibirá en su nombre remisión de pecado" (Hechos 10:32 - Versión Moderna). De esta forma, el perdón de pecados no es un asunto de un logro; es proclamado a nosotros por medio del Señor Jesús, y recibido por medio de la fe en Cristo. (Hechos 13: 38, 39).

(Versículo 13). Habiendo indicado lo que es común a toda la familia de Dios, el apóstol presenta tres etapas del crecimiento espiritual bajo los términos: padres, jóvenes e hijitos. Él no escribe a "ancianos", jóvenes e hijitos. Difícilmente sería "ancianos" una figura apropiada para presentar la etapa más alta del crecimiento espiritual, ya que el término implica debilidad y decaimiento. Él usa el término "padres", que sugiere madurez y adultez de experiencia.
Las características destacadas de cada clase son indicadas en primer lugar; los padres han conocido a Cristo que es desde el principio; los jóvenes son caracterizados habiendo vencido al maligno; los hijitos han conocido al Padre.
En el curso del crecimiento natural podemos perder en gran medida las características de una etapa más temprana del crecimiento. Esto no es así en el crecimiento espiritual. Los jóvenes no cesan de conocer al Padre debido a que han aprendido a vencer al maligno; los padres no cesan de vencer al maligno debido a que han aprendido a conocer a Aquel que es desde el principio.
Al escribir a cada clase el apóstol usa las palabras "porque conocéis" y "porque habéis", mostrando que había un punto de afinidad entre él y cada clase. Era decir prácticamente, «Yo les escribo debido a que ustedes están gozando lo que yo estoy gozando». Estas tres etapas cubren todo el terreno del Cristianismo práctico. Aquel que posea todas estas características será un cristiano plenamente desarrollado.

(Versículo 14). Padres. Habiéndonos dado las características destacadas de cada etapa del crecimiento Cristiano, el apóstol otra vez se refiere a cada clase, presentando en el caso de los jóvenes y los hijitos, sus peligros especiales.  Él no tiene nada nuevo que agregar en cuanto a los padres; él repite, "habéis conocido al que es desde el principio". Puede surgir la pregunta, ¿Acaso los jóvenes y los hijitos no conocen a Cristo? Ciertamente que ellos conocen a Cristo como su Salvador, pero conocer a Cristo como Aquel Único que es desde el principio implica que no solamente conocemos a Cristo como salvándonos de nuestros pecados y del juicio, sino que hemos avanzado de tal forma en la vida espiritual que hemos discernido en Cristo a Aquel Único que es el principio de un completo mundo nuevo de bendición, según los consejos del corazón del Padre. La expresión "desde el principio", tiene la fuerza de 'desde el comienzo'. Conocer que Él es desde el principio es entender que, con la venida de Cristo, está el comienzo de una creación enteramente nueva en la que las cosas antiguas habrán pasado para siempre. Quienes  conocen a Cristo de esta manera, no tendrán ninguna esperanza adicional de reformar al hombre o de mejorar el mundo. Ellos mirarán más allá de este mundo y tendrán sus mentes puestas en las cosas de arriba. Todas sus esperanzas estarán centradas en Cristo. Ellos han alcanzado una etapa de crecimiento en la cual Cristo es todo y está en todo.

(Versículo 14). Jóvenes. Los hijitos se caracterizan por su confianza en el amor del Padre. Los jóvenes no pierden esta confianza, pero, además, se caracterizan por la fuerza espiritual para vencer en el conflicto. En la vida natural, los jóvenes tienen que enfrentar el mundo y luchar la batalla de la vida. De igual forma, en la vida espiritual, los "jóvenes" son aquellos creyentes que se caracterizan por ese vigor espiritual que les capacita para vencer al maligno.
La fuente de su fuerza para vencer es la palabra de Dios. Ellos vencen al enemigo, no por razón o habilidad humanas, no por la sabiduría de las escuelas, sino por medio de la palabra de Dios, y además, por la palabra de Dios permaneciendo en ellos. No es simplemente que ellos comprenden la palabra de Dios, o que la han guardado en su memoria, sino que ella forma sus pensamientos, ocupa sus afectos y gobierna sus acciones. Para los tales, la palabra no es algo que se puede tomar livianamente, o entregar livianamente, bajo la influencia de un maestro. Ella habita en el corazón como siendo la palabra de Dios, y por lo tanto, sostenida en la fe en Dios. Alguien ha dicho, «El verdadero secreto de poder usar la palabra de Dios contra el diablo es que la palabra de Dios esté guardando vuestra propia alma».
Si la palabra de Dios permanece en nosotros, llegará a ser nuestra guía en cada circunstancia y nuestra defensa en cada conflicto. Algunos han puesto sus ojos en la conciencia como una guía, y así con la mayor sinceridad han sido conducidos a acciones de lo más reñidas con el Cristianismo, incluso a perseguir a los santos de Dios, como en el caso de Saulo de Tarso. Estrictamente, la conciencia no es una guía, sino un testigo. Ella atestigua según la luz que nosotros tenemos. La verdadera luz y guía es la Palabra de Dios, y, si tenemos esa luz, la conciencia atestiguará en cuanto a si nuestro andar es según la luz. Así la Palabra de Dios llega a ser la prueba para todo. A veces podemos probar cosas por su utilidad o éxito aparentes. Solamente descubriremos el verdadero carácter de cualquier cosa si la sometemos a la prueba de la Palabra de Dios. Someter a la prueba de la Palabra es estar verdaderamente sometidos a Dios, y el diablo no tiene poder contra una persona sometida. Así nosotros vencemos al maligno.
            Tenemos el ejemplo más perfecto de esta victoria en nuestro Señor. El diablo buscó sacarle del lugar de dependencia de Dios, de consagración a Dios, y de confianza en Dios. El Señor venció en cada caso, no por medio del uso del poder de Su Deidad, sino, como el Hombre perfecto, dependiente, usando la Palabra de Dios. En cada tentación el Señor venció diciendo, "Escrito está". Además, la palabra que Él usó fue la palabra que Él guardó. Es inútil intentar enfrentar las tentaciones del diablo con una palabra que nosotros mismos no estamos obedeciendo. Si nuestros pensamientos y palabras y caminos son gobernados por la Palabra, nosotros la podemos usar  eficazmente contra el diablo y vencer.

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