domingo, 3 de diciembre de 2017

Doctrina: Cristología. (Parte XXIII)

Muerte, Resurrección y Ascensión.


Resurrección.
La doctrina de la resurrección es fundamental para el cristianismo desde el comienzo de este y los primeros cristianos lo tenían muy presente. Los cuatro evangelios contienen el registro o el testimonio de este hecho y se dan los detalles necesarios. Y cualquiera mala comprensión de ella misma, lleva a desvirtuar la verdad en el cristianismo y provocamos el sufrimiento en nuestros hermanos, y sembramos desesperanza. Por eso Pablo dedica bastante espacio para aclarar este tema a los 1 Corintios 15, porque ya en esa época ya había hombres que pensaban que tal hecho no había existido y otros que había sucedido (v.12).  La resurrección es de tal importancia, que ésta es la base de nuestra fe, porque si no sucedió, nuestra fe seria vana y no podríamos esperar nada, ya que al no existir la resurrección del Mesías como un hecho de que efectivamente sucedió, entonces creer en un Dios “Salvador” que no nos puede resucitar, nos deja en la misma situación de condenación que teníamos. Sin este mensaje, sin esta verdad, el evangelio no tiene ninguna base, simplemente desaparece.
Sin embargo, este hecho fue preponderante en la predicación de los apóstoles y en sus escritos, jugaba un papel de la más amplia importancia. Pedro lo declaró en Hechos 2:24;32; 3:15; 4:10; 5:30; 10:40; 1 Pedro 1:21, 23. Pablo lo enseñó en Hechos 13:30, 34;17:31; 1 Corintios 15; Filipenses 3:21. Willian Evans nos dice al respecto: “La creencia en esta predicación fue la que llevó al establecimiento de la iglesia cristiana. La creencia en la resurrección de nuestro Señor Jesucristo fue la fe de la primitiva iglesia (hechos 4:33)”[1].
Dijimos al principio de esta sección que la resurrección se le da completa importancia en los cuatro evangelios, y está presente en el libro de los Hechos, con los primeros cristianos; está presente en forma explícita o implícita en las cartas de los apóstoles. Y también es mostrada en forma gráfica en el libro del Apocalipsis porque se muestra a Cristo Resucitado en el cielo realizando tareas y predice su regreso para dar retribución a sus enemigos. Por tanto, todo el nuevo Testamento da testimonio de la Resurrección como un hecho verídico.
I)            Los Hechos.
Después que se reconoció Su muerte por las autoridades romanas, el cuerpo fue entregado a José de Arimatea, quien era un discípulo en secreto. Este dispuso para la sepultura del maestro su propio sepulcro excavado en la roca de un huerto cercano al lugar del suplicio. Nicodemo, quien también era discípulo, trajo el perfume necesario para ungir el cuerpo.
Como era cercana la hora en que comenzaba el sábado, el día de reposo, rápidamente hicieron los preparativos para sepultarlo.  “Tomaron, pues, el cuerpo de Jesús, y lo envolvieron en lienzos con especias aromáticas, según es costumbre sepultar entre los judíos” (Juan 19:40). Sellaron la entrada con una roca. “Y estaban allí María Magdalena, y la otra María, sentadas delante del sepulcro” (Mateo 27:61).
“Al día siguiente, que es después de la preparación, se reunieron los principales sacerdotes y los fariseos ante Pilato, diciendo: Señor, nos acordamos de que aquel engañador dijo, viviendo aún: Después de tres días resucitaré. Manda, pues, que se asegure el sepulcro hasta el tercer día, no sea que vengan sus discípulos de noche, y lo hurten, y digan al pueblo: Resucitó de entre los muertos. Y será el postrer error peor que el primero. Y Pilato les dijo: Ahí tenéis una guardia; id, aseguradlo como sabéis. Entonces ellos fueron y aseguraron el sepulcro, sellando la piedra y poniendo la guardia” (Mateo 27:62-66).
            Pasado el día de reposo, la guardia estaba en su puesto cuando muy de mañana el primer día de la semana (nuestro domingo) un ángel removió la piedra y se sentó sobre ella a esperar. Los guardias se desmayaron de miedo ante el hecho portentoso, ya que además de la presencia de este ser, el hecho de remover la roca hubo un terremoto. Las mujeres que venían a terminar de preparar el cuerpo del maestro y que se preguntaban quien les removería la roca que tapaba la entrada, se encontraron que los guardias estaban “como muertos”, que la roca estaba removida, el cuerpo de su Maestro no estaba. “Aconteció que estando ellas perplejas por esto, he aquí se pararon junto a ellas dos varones con vestiduras resplandecientes; y como tuvieron temor, y bajaron el rostro a tierra, les dijeron: ¿Por qué buscáis entre los muertos al que vive? No está aquí, sino que ha resucitado. Acordaos de lo que os habló, cuando aún estaba en Galilea, diciendo: Es necesario que el Hijo del Hombre sea entregado en manos de hombres pecadores, y que sea crucificado, y resucite al tercer día. Entonces ellas se acordaron de sus palabras, y volviendo del sepulcro, dieron nuevas de todas estas cosas a los once, y a todos los demás” (Lucas 24:4-9).
         El Mesías resucitado se manifestó a María Magdalena, a las otras mujeres que se habían juntado en el sepulcro. A los discípulos que desesperanzados se dirigían a Emaús, a Pedro y a los once apóstoles. Pablo nos indica que también se manifestó ante quinientos discípulos, a Jacobo y, años después a Pablo. Todos ellos daban testimonio que lo habían visto resucitado; todos ellos eran testigos del HECHO DE LA RESURRECCIÓN.
(Pasajes a leer: Mateo 27:57-66; 28:1-20; Marcos 15:42-47; 16:1-8; Lucas 23:50-56; 24:1-53; Juan 19:38-42; 20:1-21:25; 1 Corintios 15:3-8).

Sabemos que en el antiguo testamento encontramos referencia o atisbos de lo que iba a suceder. Tanto Pedro como Pablo atestiguaban que lo descrito en el Salmo 16:10 no podía tener cumplimiento en David, porque sus restos aún estaban en el sepulcro; sino que habla del Mesías y que se cumplió en la resurrección de Jesús.
Cabe destacar que la fiesta de las primicias (Levítico 23:10-11) es una clara referencia a la resurrección del Mesías. Sucedía “el día siguiente del día de reposo”, es decir, el primer día de la semana (nuestro domingo), después que se sacrificaba y comía el cordero pascual.
El mismo Señor Jesucristo en diferentes momentos profetizó referente a su resurrección de entre los muertos: Mateo 16:21; 17:23; 20:17-19; 26:12, 28, 31; Marcos 9:30-32; 14:8,24, 27; Lucas 9:22, 44, 45; 18:21-34; 22:20; Juan 2:19-21; 10:17-18; 12:7.
III)         Evidencias de Resurrección
Que la resurrección sucediese, para el creyente no presenta ninguna duda, lo cree y nada más, no le sucede como Tomás que desea pruebas de lo que los apóstoles daban testimonio, que habían visto al Señor vivo. “Él les dijo: Si no viere en sus manos la señal de los clavos, y metiere mi dedo en el lugar de los clavos, y metiere mi mano en su costado, no creeré” (Juan 20:25).  Si embargo, nuestras pretensiones no llegan tan lejos, aunque nuestro deseo es verlo.
         Se han planteado las siguientes pruebas que se desprenden del análisis del testimonio de los distintos textos de la Escritura que están relacionados:
La Tumba abierta y vacía. Las mujeres cuando iban a completar el embalsamiento del Maestro se planteaban con inquietud quien les removería la roca que sellaba la entrada, ya que por sí sola no se podía remover, ya que pesaba varias toneladas y requería la fuerza de varios hombres.  Al llegar se encontraron que esta estaba abierta.
         Ahora, la tumba vacía por sí sola no es una prueba concluyente de la resurrección de Jesús, ya que el cuerpo pudo haber sido sacado por alguien. Cuando Pedro y Juan vieron en el interior, creyeron lo que las mujeres le habían dicho, que el cuerpo ya no estaba. María Magdalena es un ejemplo fiel de la idea que se habían llevado el cuerpo a otro lugar (Juan 20:15).
Sin embargo, se pueden plantear las siguientes preguntas:
a)    ¿Quién movió la roca?
b)   ¿Cómo es posible que un grupo de hombre haya movido la roca que obturaba la entrada y nadie se haya dado cuenta?
c)    ¿Es posible que la guardia puesta con el fin de que no raptaran el cuerpo haya hecho la vista gorda sabiendo las consecuencias de sus actos?

La Guardia Romana. Otro ejemplo que apoya la veracidad de la resurrección es la guardia romana que fue puesta para resguardar el sepulcro del Maestro con el fin de que nadie raptase el cuerpo y anunciase que había resucitado (Mateo 27:62-66). Si bien se divulgó que el cuerpo había sido robado por los apóstoles (Mateo 28:11-15), esto de por sí no era creíble ya que los apóstoles estaban en estado de depresión abrumadora (cf. Lucas 24:17); además la guardia romana que impedía el acceso a la tumba, que cada 6 horas se revelaban para custodiarla, lo cual implicaba que era prácticamente imposible raptar el cuerpo, sin que hubiese alguna escaramuza. La guardia es una garantía que el sepulcro no sería violado, ya que un fallo de ella implicaba la muerte del soldado por incumplimiento de una misión[2].
         La tumba era nueva y cavada en la roca y no tenía entradas laterales por las cuales pudieran sacar el cuerpo. Por lo cual, los sacerdotes tuvieron que recurrir al soborno y al falso testimonio para propagar el robo del cuerpo del Mesías.
         Un hermano plantea las siguientes interrogantes para tener en cuenta:
a)     “¿No es acaso llamativo que los sacerdotes judíos no procesaran a los soldados, si el cuerpo verdaderamente había sido robado?
b)   Si los discípulos hubieran robado el cuerpo, ¿acaso los sacerdotes no les hubieran presionado hasta que ellos admitieran tal hecho?
c)    ¿Por qué ellos ni siquiera hicieron algo? Simplemente porque ellos no creían la historia de que lo habían robado.”

El sudario y los lienzos ordenados. Cuando Pedro entró en el sepulcro “vio los lienzos puestos allí, y el sudario, que había estado sobre la cabeza de Jesús, no puesto con los lienzos, sino enrollado en un lugar aparte” (Juan 20:6-7). De inmediato surge la siguiente interrogante: ¿Por qué estaban allí, si el cuerpo había sido hurtado? ¿Por qué dejar los lienzos, y dejarlos ordenados?  ¿No indica más bien que había habido un cuerpo y que había salido dejando las prendas sin tocar? Esta misma persona había salido del sepulcro ante que esta fuera abierta.

Las apariciones de Cristo.  En 1 Corintios 15:1-11 Pablo nos da ejemplos de testigos que vieron al Señor resucitado.  Por los evangelios, sabemos que las primeras en verlo fueron mujeres. Y es de seguro que haya visto su madre, María (cf. Hechos 1:15, donde está el grupo de oración).  
Con esta gran cantidad de testigos, era más que suficiente para ser creíble que el testimonio que se daba que Jesús el Mesías había resucitado. Téngase presente que la ley solicitaba dos o tres testigos para confirmar un testimonio y aquí tenemos muchos más que el mínimo que se solicitaba.

Cambio de estado de ánimo de los apóstoles. La resurrección trajo un cambio de estado de ánimo sobre los discípulos, ya que habían visto morir a su Maestro, y que de no mediar esta, se hubiesen disgregado, como tantas veces había sucedió anteriormente con otros líderes (por ejemplo, vea Hechos 5:37).
         Ellos estaban tristes (cf. Lucas 24:21), llenos de miedo y a puertas cerradas (Juan 20:19), por lo cual fue difícil que se convencieran de que el Mesías ya no estaba muerto, que había resucitado conforme a los que les había dicho, de modo que su incredulidad y desesperanza pudo más y no creyeron las palabras que las mujeres les habían comunicado (Lucas 24:22-24). Un fiel reflejo de esto era el estado de ánimo de Tomás al plantear sus condiciones para creer, a pesar de que los otros diez le daban testimonio de que lo habían visto.
         Es importante destacar que los apóstoles no corrieron a  anunciar de inmediato las noticias de la resurrección, como cabría de esperar si esto hubiese sido un fraude. Ellos comenzaron a predicar este hecho cincuenta días después de ocurrido, para que no cupiese ninguna duda, primero en los discípulos y segundo para desvirtuar el rumor que los sacerdotes y los guardias habían divulgado.
Y otro hecho que también queda recalcado en las Escrituras que habla a favor de la resurrección como un hecho verídico, es la sorprendente conversión de Saulo. Este fariseo fanático, convencido sinceramente que servía a Dios (cf. Juan 16:2), se dio cuenta de lo equivocado que estaba cuando el mismo Señor resucitado y glorificado se le apareció y le indicó que estaba en un camino errado, ya que lo estaba persiguiendo a él.

IV)         Teorías falsas acerca de la resurrección
El mundo anticristiano ha ideado una multitud de ideas falsas sobre la resurrección del Señor Jesucristo, que deben ser refutadas y rechazadas.  
         Podemos encontrar que hay personas que enseñan que el cuerpo no fue sepultado, sino que fue botado a la basura. Pero esto no podría ser ya Deuteronomio 21:22, 23 enseña otra cosa, y el judío religioso de la época hubiera seguido lo que Dios manda en su ley.
Otra teoría postula que la tumba no está vacía, sino que sus restos aún están ahí. Sim embargo, este razonamiento no tiene lógica, ya que se hubieran encontrado sus restos. Un hermano escribe al respecto lo siguiente: “si Cristo no hubiese resucitado, el diablo habría descubierto y dado a conocer su cuerpo durante tantos años”.
También hay quienes creen que el cuerpo trasladado por José de Arimatea a otro lugar secreto. Inmediatamente surge las siguientes preguntas: “Si movió el cuerpo, ¿por qué no movió también sus vestiduras? ¿Por qué no hizo rodar la roca de nuevo sobre la entrada para que nadie se diese cuenta que la tumba estaba abierta?”
Otra plantea la idea que las mujeres se equivocaron, que fue solo una mala interpretación de lo que los ángeles habían dicho. También está la idea que Cristo no murió en la cruz, lo descolgaron agonizante y desmayado de ella, y en sepulcro se recuperó de sus heridas (¿y la herida de lanza en su costado?) Entonces, la pregunta que surge inmediatamente: ¿A dónde fue?
También está la teoría de que se equivocaron de sepulcro, que el que encontraron abierto no era en el cual habían depositado los restos del Maestro.
Está la teoría que propone que los Apóstoles mintieron y engañaron a aquellos que le escucharon, diciendo que Jesús había resucitado. Entonces surge la siguiente cuestión: todos los Apóstoles, excepto Juan, murieron martirizados. ¿Por qué?  La respuesta es clara: A causa de su devoción a Cristo y Su resurrección. ¿Habría cada uno de ellos sacrificado sus vidas por una mentira tan grande? La respuesta también es única: ¡Por ningún motivo!
La teoría del autoengaño, procura convencernos que vivieron los apóstoles fue una ilusión; es decir, ellos se convencieron así mismo que había resucitado, pero la realidad era que el mesías seguía muerto. Además, los Apóstoles no podrían haberse engañado a sí mismos por mucho tiempo, teniendo sobre todo más de quinientos que daban testimonio que lo habían visto VIVO.
Muy parecida al anterior enunciado, hay quienes postulan que los apóstoles tuvieron solo una Alucinación, es decir, ellos pensaron que habían visto al Salvador resucitado. Esta alucinación era producto del estado anímico ocasionado por la muerte del Maestro. Estos delirios ¿podrían haber durado tanto tiempo y contagiado a todos los testigos de las obras que hizo el Mesías después de resucitado?
         Otra teoría similar a las dos anteriores presupone que los apóstoles vieron algo que asociaron al Señor resucitado; y que esta visión era un engaño del diablo. ¿No era precisamente lo contrario lo que Diablo quería que creyésemos? ¿Por qué alimentar la idea que el Mesías había resucitado, sabiendo que ello iba a provocar una “explosión” y que el evangelio se predicaría en todo lugar? Si leemos con cuidado los pasajes de la resurrección, vemos que este argumento queda desvirtuado, leemos que Él mismo afirma: “un espíritu no tiene carne ni huesos como veis que yo tengo.”
Algunos ofrecen la sugerencia que Cristo tenía un hermano gemelo, y que este apareció al tercer día, para indicar que el Mesías había resucitado. Ante eso la pregunta que hacemos, “¿dónde estuvo escondido este gemelo durante 33 años?”
Otra propuesta que encontramos dice relación que los apóstoles comenzaron a pensar que Él estaba vivo, de modo que se convencieron así mismo de eso y empezaron a enseñar que había resucitado.
Otra habla de mal entendido que hubo en la enseñanza de la resurrección. Se enseñó que había resucitado en “espíritu” y las personas entendieron que había sido físicamente. Por la Escritura entendemos que la palabra “resurrección” nunca se relaciona con un espíritu, sino más bien con el cuerpo, porque el espíritu nunca muere.
Continuará D.M.


[1] Las grandes doctrinas de la Biblia, William Evans, página 93, Editorial Portavoz
[2] La disciplina sobre los soldados romanos era muy severa, y en muchos casos ellos  embargaban su vida, ya que ante un fallo, el castigo era  la muerte.  Por ejemplo, el carcelero de Filipos ante la idea que los presos que custodiaba, iba a suicidarse, ya que ellos era sus responsabilidad, y ahora, como se imaginaba, habían escapado (Hechos 16:25-40).

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