Ahora, hay incluso muchos hijos de Dios
que piensan que este es exactamente el tenor de los tratos de Dios con
nosotros; es decir, la ley y la gracia mezcladas -la gracia que impide la
acción de la ley; la ley nos hace culpables, pero la gracia se interpone para
proteger al culpable según las palabras que leemos en la primera parte de Éxodo
34. Allí Jehová se proclama a Él mismo en el carácter de legislador, aunque él
declara Su paciencia y misericordia, como está dicho, "Jehová, Jehová,
Dios compasivo y clemente, lento en ira. . .; que perdona la iniquidad, la
trasgresión y el pecado. . .!" (Éxodo 34: 6, 7 - Versión Moderna). Pero
también se agrega, "y que no tendrá por inocente al culpable; el que
castiga la iniquidad de los padres sobre los hijos y sobre los hijos de los
hijos hasta la tercera y cuarta generación."(Éxodo 34: 7 - LBLA). Ustedes
observarán ahora que mientras que tal sea el principio de los tratos de Dios
-que no es sólo la ley, ni sólo la gracia, sino las dos juntas- mientras éste
es el caso, siempre que el mediador se acerca para hablar al pueblo, tiene que
ponerse un velo sobre su rostro. Cuando él entra delante de la presencia de
Dios, el velo es quitado; en la gloria, en presencia de la gloria, no hay
ningún velo. Pero mientras el hombre tuvo que ver con la ley, aunque había
misericordia y gracia mezcladas con esta, el velo debía estar puesto cuando él
hablaba con el pueblo.
Ahora,
la cosa notable sobre la que yo llamaría su atención es esto, que nuestra
posición está en contraste con ambas. Nuestra posición no es ni tener que ver
solamente con la ley, ni con la ley mezclada con la gracia; nosotros estamos en
presencia de la gracia y de la gloria, absolutamente sin la ley. Esto es
precisamente lo que el apóstol muestra en 2a. Corintios 3. Él no se refiere
aquí al contraste de Éxodo 19 o 20, sino solamente a la ocasión de la ley y la
gracia mezcladas en Éxodo 34; y él nos permite ver que el ministerio en ese día
era uno de muerte y condenación. La razón es esta, que, si la ley entra en todo,
si yo tengo que ver con ella como lo que me gobierna y es bajo lo que yo estoy,
mientras más misericordia se muestra, más culpable yo soy, y Él por ningún
motivo tendrá por inocente al culpable.
Ahora,
ese carácter totalmente condenatorio no salió a la luz mientras Dios estuvo
tratando con los hombres antes de Cristo, pero cuando Cristo vino, Dios se
mantuvo en Sus principios con suma delicadeza y con toda Su autoridad. La razón
es, que había venido Uno que podría resolver todas las dificultades, podría satisfacer
toda la necesidad y podría librar de todo dolor y peligro. Era porque ahora el
Hijo de Dios había llegado a ser el Hijo del Hombre, y el Hijo del Hombre
estaba dispuesto a sufrir en la cruz, no aún para administrar la gloria.
Por ello
es que nuestra posición se pone en contraste claro y positivo. El apóstol dice,
"Y si el ministerio de muerte, grabado con letras sobre piedras, vino con
gloria -tanto que los hijos de Israel no podían fijar la vista en el rostro de
Moisés a causa de la gloria de su rostro, la cual se había de desvanecer-,
¡cómo no será con mayor gloria el ministerio del Espíritu! Porque si el
ministerio de condenación era con gloria, ¡cuánto más abunda en gloria el
ministerio de justificación!" (2a. Corintios 3: 7, 8, 9 - RV1909 Actualizada).
Él no nos pone en el lugar de los hijos de Israel, sino que se preocupa de
mostrar que es según el tipo de Moisés acercándose delante de la presencia de
Dios, donde él se quita el velo. Ésta es ahora la señal de nuestra posición, y
no los hijos de Israel. En conclusión, no es el hombre que ponía un velo sobre
su rostro, y los hijos de Israel temerosos de él debido a la gloria de su
rostro que no podían mirar; sino el hombre con el rostro descubierto delante de
la presencia de Dios, cuando se vuelve, no al pueblo con un velo sobre su
rostro, sino a Dios en la gloria sin el velo.
Tal es ahora nuestra posición; tal
es la posición de todos los cristianos, si ellos sólo lo supieran. Esto es
declarado completamente en el último versículo. Él dice, "Empero nosotros
todos, con rostro descubierto, mirando como en un espejo la gloria del Señor,
somos transformados en la misma semejanza, de gloria en gloria, así como por el
Espíritu del Señor."(2a. Corintios 3: 18 - Versión Moderna).
"Nosotros todos" está en contraste con Moisés, un solo hombre. La
posición del cristiano está tipificada por Moisés en la presencia de Dios, y no
por los hijos de Israel en presencia de Moisés con un velo sobre su rostro.
"Nosotros todos", porque Dios no hace la más pequeña diferencia en
este respecto; el cristiano más débil tiene exactamente la misma posición ante
Dios. Siempre que sea asunto de la posición, del simple efecto o del resultado
de lo que el Señor Jesús ha logrado y nos ha dado por gracia, no hay ninguna
diferencia en lo absoluto. Hay una diferencia cuando es un asunto de poder
espiritual, y hay todo el sitio posible para la variedad. Así como en el primer
Adán no hay ninguna diferencia en el hecho general de que todos han pecado; sin
embargo, hay grados de diferencia cuando ustedes llegan a ver hasta qué punto
las personas han entrado en pecado.
William Kelly
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