lunes, 10 de junio de 2019

LAS CANCIONES DEL SIERVO (6)

LA CUARTA CANCIÓN: EL SACRIFICIO Y LA EXALTACIÓN DEL SIERVO.
Isaías 52: 13 - 53:12.


Estrofa 1 (52:13-15): La exaltación del Siervo por medio del sufrimiento.
Como indicamos arriba, esta estrofa constituye una especie de prólogo a la canción, resumiendo los temas principales que giran alrededor de las dos experiencias claves que se postulan del Mesías en el Nuevo Testamento: la gloria y los sufrimientos, siendo éstos el medio por el que llega a aquélla. Al igual que en la primera canción, subrayando el carácter trascendente del pasaje, es Jehová mismo quien habla; de esta manera lo que el Dios soberano introduce y describe en líneas generales en 42:1-4, lo confirma y lo rubrica aquí, ce­rrando así el pequeño ciclo de profecías con inusitada solemnidad.
Vemos, pues, en esta estrofa introductoria la plena aprobación que Jehová da a su Siervo por haber cumplido a la perfección toda su voluntad. Por eso comienza con las alturas de su exaltación, la cumbre y recompensa de su Obra. Le anuncia «prosperidad», que indica su pleno éxito en la tarea difícil que le fue asig­nada, frase que en la Versión Moderna es traducida como «se portará sabiamente», igual que se dice del Mes­ías venidero. Algunos han querido ver en las tres frases siguientes unos matices ligeramente diferenciados que podrían referirse a la Resurrección - «será engrandecido» (el mismo verbo que 6:1), la Ascensión - «será exaltado»- y la Sesión a la diestra de Dios - «será puesto muy en alto»- pero siguiendo el criterio cualificado del hebraista Buksbazen preferimos ver en ellas un caso de paralelismo hebreo que refuerza una primera afir­mación añadiendo unos conceptos parecidos. Notemos que los verbos reflejan el modo pasivo, ya que no toca al Siervo tomar la iniciativa de este enaltecimiento; compete sólo al Padre, igual que en Filipenses 2:10-11 y Efesios 1:20-23, etc.
El versículo siguiente enfoca la luz sobre los sufrimientos del Siervo introduciendo en unas frases, breves pero densos, la nota que más se destacará en el resto de la canción: los padecimientos del Siervo, y éstos como si aconteciesen en un escenario contemplado por toda la humanidad. La intensidad de la experiencia es tan grande que hasta su fisonomía es cambiada, recordándonos las palabras escalofriantes que pronunció el salmista en 22:3 «...pero yo soy gusano y no hombre». La gente, al verlo, «se espantan» o «se horrorizan» (la idea de un simple asombro es demasiado débil para reflejar la palabra hebrea), aunque seguramente esta reac­ción fuerte no tiene que ver sólo con la apariencia externa del Siervo, sino con la comprensión por su parte de quién es y para qué sufrió tanto. Otros han padecido y han sido desfigurados mucho más que Él en cuanto a daños físicos, pero nadie como Él en el plano espiritual y moral, al ser «hecho pecado» por los hombres. De ahí la veracidad del versículo 14.
En el versículo 15 la traducción correcta es «rociará», no «asombrará»; es la misma palabra que se emplea en Levítico 4:6; 8:11 y 14:7 para diversos rociamientos de limpieza ceremonial. La quinta estrofa acla­rará el sentido espiritual, que se trata de la expiación del pecado, que alcanza así a los «muchos». El resto del versículo trata del impacto causado por su Persona y Obra y la fuerza convincente de su mensaje. Los grandes líderes de la tierra serán silenciados delante de Él, exaltado como Rey de reyes y Señor de señores, Juez su­premo ante quién están todos llamados a comparecer (compárese con 49:7). En aquel momento solemne de juicio los valores humanos, que descansan tanto en la fama, la fuerza y las riquezas, serán trastocados, mani­festándose las cosas tal cual son, según el valor que les asigna Dios y no el hombre (compárese con 1 Corin­tios 1:25 y siguientes; Jeremías 9:23-25).
Es interesante ver que el apóstol Pablo cita la segunda parte del versículo 15 en Romanos15:21, aplicándola fuera de contexto a la predicación universal del Evangelio. Por supuesto, la aplicación -y máxime siendo un apóstol quien lo hace- es legítima, ya que Pablo discierne el impacto total del mensaje contenido en la Persona y Obra del Siervo, no solamente su efecto en el día del juicio.

Estrofa 2 (53:1-3): La humillación y el rechazamiento del Siervo por los suyos.
Otro expositor titula esta estrofa «la confesión de un pueblo penitente», el cual nos sirve como un buen subtítulo, puesto que es el profeta que aquí habla en nombre del «resto fiel», quienes reconocen su falta de discernimiento y rebeldía frente a su Mesías.
Nótese cómo en el versículo 1 hallamos un hermoso caso del paralelismo sinónimo: el anuncio profético acerca del Mesías equivale a la revelación poderosa de Jehová que ha de recibirse por la fe. Porque no se trata de unas palabras meramente, sino de los hechos salvíficos de Dios manifestados en la historia en la Per­sona y Obra del Salvador (compárese con Juan 12:38 y Romanos 10:16). En el versículo 2 se vuelve atrás por un momento a la situación de la segunda canción, para recordar toda la trayectoria terrenal del Mesías; de ahí la referencia a su juventud y crecimiento bajo la figura del «pámpano» o «renuevo tierno», que nos recuerda Isaías 4:2; 6:13; 11:1 y 10; Jeremías 23:5, etc. Su lozanía y vida hermosa a los ojos de Dios contrastan neta­mente con la «tierra seca», la nación de Israel, ya desprovista de su monarquía legítima, desaparecida hace siglos a causa del juicio divino, casi sorda a la voz profética, con un establecimiento sacerdotal más materia­lista y humanista que espiritual.
Algunos creen ver en las palabras «tierra seca» una referencia al Monte Sión, que en hebreo significa «cerro seco», sugiriendo que aparte del rey legítimo que tiene su asiento en él (Salmo 2), aquel monte tan glorioso para los salmistas y cronistas de Israel no era más que un lugar sin vida ni fruto para Dios.
También vemos el contraste entre lo que Dios ve en su Siervo y el rechazo de que es objeto por parte de los hombres, que no vieron en Él nada de los atractivos humanos que tanto destacan en los grandes del mundo. Poderío militar, pompa, riquezas y la fama que los suele acompañar, tan preciados por el mundo, es­taban ausentes por completo en el humilde carpintero de Nazaret, por lo que no le hicieron caso. Era despre­ciado asimismo por los «grandes» (traducción más exacta de «hombres» en el versículo 3), y más cuando le vieron padecer tanto, un hecho que repugnaba -y sigue repugnando- al judío, que no puede aceptar la idea de un Mesías que sufre. Es el escándalo de la Cruz del que habló Pablo en 1 Corintios 1:23.
La descripción «varón de dolores y que sabe de padecimientos» (o «quebrantos») del versículo 3 habla de lo que sufrió por el contacto de su alma perfecta con el pecado de los hombres, en el curso del roce diario con ellos y luego como su Sustituto en la Cruz. Por siglos los judíos no quisieron mencionar siquiera el nombre de Jesús, tal era la repugnancia que sus pretensiones y sufrimientos despertaba en ellos; lo cambiaron de «Yeshua» a «Yeshu», cuyos iniciales significan «Que su nombre y memoria serán borrados para siempre». Aquí los integrantes del Resto fiel se acusan a sí mismos por este desprecio y rechazamiento para luego pasar a reconocer el porqué de tales aflicciones en la estrofa siguiente.

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