Hizo Dios las dos grandes lumbreras: la lumbrera mayor para que
señorease en el día, y la lumbrera menor para que señorease en la noche.
Génesis 1.16
Con la llegada de los astronautas a la luna,
el mundo científico está en la expectativa de aprender cosas hasta ahora
ocultas. Sin duda habrá mucha especulación, como por ejemplo la sugerencia de
un seudocientífico que dijo que la luna era un continente de esta tierra. El
opina que ella se despegó de este globo y llegó a ser otro astro. Rechazamos
ideas vanas como ésta, aceptando el testimonio claro de la Biblia, donde leemos
que Dios hizo dos grandes lumbreras.
El sol, la lumbrera
mayor, es más de mil veces el tamaño de la tierra. Es un tipo de nuestro Señor
Jesucristo, quien se llama en Malaquías 4.2 el Sol de justicia. La lumbrera
menor es la luna, cuyo tamaño es aproximadamente la cuarta parte de lo que es
la tierra. Es un tipo de la Iglesia. Los tamaños relativos son una ilustración
de la pequeñez de la Iglesia en relación con la grandeza de Cristo.
Notemos ahora las
siguientes comparaciones entre el sol y la luna, entre Cristo y su Iglesia:
·
Luz: La
luna no tiene luz propia, sino refleja la del sol; la Iglesia no tiene luz
propia pero refleja la de su Señor. “... para que anunciéis las virtudes de
aquel que os llamó de las tinieblas a su luz admirable”, 1 Pedro 2.9.
·
Propósito: Dios creó la luna para resplandecer en la
oscuridad de la noche. Precisamente, nosotros de la Iglesia debemos ser
“irreprensibles y sencillos, hijos de Dios sin mancha en medio de una
generación maligna y perversa, en medio de la cual resplandecéis como luminares
en el mundo”, Filipenses 2.15.
·
Ambiente: La luna se
retira cuando sale el sol. Dice la Palabra: “La noche está avanzada y se acerca
el día. Desechemos, pues, las obras de las tinieblas, y vistámonos las armas de
la luz”, Romanos 13.12. Desde que este mundo rechazó a Cristo, quien es la luz
del mundo, han reinado las tinieblas. Como las horas más oscuras de la noche
son las que preceden el alba, así este mundo va poniéndose más y más oscuro
hasta que venga Cristo en su gloria para introducir el día del Señor. Mientras
más oscura sea la noche, más brillante y agradable debe ser la luz de la luna
que es su Iglesia.
·
Importancia: “Sirvan de señales para las estaciones, para días y
años”, Génesis 1.14. La luna es como una guía para los hombres, y así es la
Iglesia en su testimonio para su Señor. Ella señala a todos el verdadero camino
al cielo.
·
Influencia: Moisés bendijo a la descendencia de José
“con el rico producto de la luna”, Deuteronomio 33.14. Ella ejerce una
influencia poderosa sobre los mares y la vegetación. Desde su principio, la
Iglesia ha sido una fuerza potente, influyendo en las vidas particulares y
sobre la humanidad en general en todas partes. La Iglesia es la sal del mundo,
que impide la corrupción total. Después de la venida del Señor para llevar la
Iglesia a la gloria, este mundo se precipitará vertiginosamente hacia la
desintegración moral y el dominio de las potestades de las tinieblas.
·
Firmeza: Desde la creación hasta el día de hoy, la
luna ha permanecido exactamente en el lugar donde su Creador la colocó. Lleva
sobre su superficie muchas cicatrices, indicando que ha soportado golpes duros
y mucho sufrimiento, pero nunca ha retrocedido ni se ha desviado de su órbita.
Así es la historia de la Iglesia verdadera
(no la iglesia falsa de Roma). Los emperadores paganos querían aniquilarla y
apagar su luz, pero todo en vano. La sangre de los mártires fue la almáciga de
la Iglesia, y más la persecución, más aumentaba y prosperaba.
·
Eclipse: Cuando se interpone la tierra entre el sol y
la luna, no se puede ver la luz de la luna. Así cuando el mundo se interpone
entre el creyente y su Señor, ella no puede reflejar la luz; hay un apagón
espiritual.
·
Diferencia: El sol siempre se ve igual, pero con la
luna hay creciente y menguante. Así es la historia de la Iglesia: ella fluctúa
en su amor, testimonio y poder. Una ilustración de esto la tenemos en las
cartas a las siete asambleas de Asia.
·
Porvenir: “Una es la gloria del sol, otra la gloria de
la luna. ... Así también es la resurrección de los muertos”, 1 Corintios
15.41,42. Cuando venga el Señor para llevar a su Iglesia, ella será glorificada
con él. En la ciudad celestial no habrá necesidad de luz de sol ni de luna,
porque la gloria de Dios la iluminará.
Queridos hermanos, nuestra oportunidad para brillar es ahora
mismo. La luz de una vela no se nota bajo los rayos del sol, pero cuando
todo es oscuro se sabe apreciar su luz. Mientras más oscura sea la noche, más
clara se ve la luz de la vida. ¡Que no se apaguen nuestras lámparas como en el
caso de las cinco vírgenes!
S. J. Saword, Sana
Doctrina, Venezuela
No hay comentarios:
Publicar un comentario