miércoles, 6 de noviembre de 2019

EL CRISTIANO VERDADERO (22)


LA ELECCION DEL COMPAÑERO DE LA VIDA


A las señoritas cristianas yo les digo que, si un hombre no muestra señales de verdadera piedad y moralidad durante el noviazgo, deben recordar que mostrará menos aún después del casamiento. No permitáis que ningún joven, aunque pro­fese ser cristiano, se tome libertades contigo. No debes per­mitir abrazos ni besos mientras no te hayas comprometido. Que el primer beso sea cambiado cuando el joven te pida que seas su esposa, y tú, sintiendo que es la voluntad de Dios, aceptes su proposición. Luego durante el período de tu compromiso, cuida que tu noviazgo se limite a aquellos besos y abrazos que permite la decencia.
Las niñas deben tener cuidado de la manera en que se visten y de las posturas que adoptan, a fin de no ser tenta­ción ni presa de ningún joven. La manera en que se visten hoy en día las mujeres, aún algunas de las que dicen ser cristianas, es tan provocativa que no es de extrañarse que los hombres pierdan el dominio de sus pasiones, y que existan tantas transgresiones sexuales. El joven cristiano difícilmente, quizás, se sienta tentado a cometer actos sexuales con una mujer extraña, y mucho menos con una ramera, pero cierta­mente puede estar en circunstancias con la niña a la cual corteja y ama, que le han de llevar a caer en la fornicación. El noviazgo es un período muy importante de tu vida, y por ello debes cuidar de no dar pasos en falso.
Una buena costumbre para los jóvenes que están noviando es la de orar juntos cada vez que están en compañía. El ha­cerlo ha de contribuir más que ninguna otra cosa a resguar­darles en lo emocional y en lo moral.
Las relaciones sexuales antes del matrimonio son pecami­nosas en cualquier circunstancia. La Biblia siempre denomina “fornicación” a estos actos. El entregarse a dichas relaciones no sólo es contrario a la Palabra de Dios, sino también hace que desaparezca el verdadero afecto y respeto que deben exis­tir entre el hombre y la mujer después del casamiento. Nin­gún hombre siente el mismo respeto por sí mismo, cuando lleva al altar a una niña cuya castidad ya ha violado. Nin­guna mujer siente la misma emoción al ir al altar, que tendría en condiciones normales, si antes de hacerlo ha tenido rela­ciones con el hombre que va a ser su esposo. Su unión des­pués de la ceremonia matrimonial no tendrá mayor signifi­cado para ninguno de los dos. La verdadera emoción y el verdadero gozo de las relaciones matrimoniales han sido des­figurados y quebrantados. La vida nunca podrá ser como hubiese sido de otro modo.
No hay nada más hermoso ni más puro en la tierra que la unión de dos jóvenes cristianos de iguales ideales y voca­ción, que se unen en la noche de bodas para entregarse com­pletamente, y con pureza, el uno a la otra. Pero también es cierto que no hay nada que pueda contribuir más a la des­confianza mutua y a la amargura en los días por venir, que el que el uno o la otra haya violado su cuerpo mediante re­laciones indebidas antes del casamiento. Demás está decir, desde luego, que en el caso de que un hombre y una mujer hayan caído en el pecado de la fornicación, lo único que les queda es casarse inmediatamente, y luego ser leales el uno a la otra durante el resto de sus vidas. Pero la verdad es que un casamiento de esta clase nunca será para ellos lo que hu­biese podido ser si se hubieran mantenido castos.
Quizás debamos decir una palabra más a las señoritas. Hay veces en que ellas están tan preocupadas por casarse, que permiten que cualquiera que se fije en ellas, las lleve al altar. Pero a las cristianas serias quisiera recordarles unas palabras que me fueron dichas hace años por una señorita de edad: “Prefiero ser solterona, que desear serlo”. Tal vez haya algo de humorismo en estas palabras, pero también hay una buena dosis de sabiduría. Si no puedes confiar en Dios para que te consiga un marido, no tienes la fe necesaria para confiar en que él te ayude a vivir en la vida del matrimonio. Si Dios quiere que tengas esposo, él te lo ha de conseguir, pero si es su voluntad que permanezcas soltera, ha de ser una tra­gedia que te cases en contra de lo que él desea. Creemos que el mayor número de los fracasos matrimoniales se debe más que otra cosa al apresuramiento. La gente no está dispuesta a esperar que Dios disponga en cuanto al que ha de ser el compañero de la vida. “Esperad en Jehová”.
Nuevamente deseo advertir a las niñas cristianas acerca de la necesidad de que tengan cuidado en cuanto a la manera de vestir y de comportarse, a fin de evitar que puedan caer en las trampas de los hombres malignos, o servir de tropiezo a hombres que son realmente cristianos. La locura nudista que ha invadido nuestra generación es de origen pagano. Antes el nudismo lo asociábamos únicamente con el paga­nismo, pero ahora lo vemos caminando por los pasillos de nuestras iglesias, o invadiendo el coro de las mismas. La niña que se mantiene apartada del mundo cubre su cuerpo mo­destamente y conserva el cutis en el estado en que Dios se lo ha dado, si espera casta y sinceramente en Jehová, recibirá un día un esposo con el cual podrá vivir en paz y bendición, si es ésta la voluntad divina para su vida.
Un matrimonio feliz y un hogar dichoso son una anti­cipación de lo que ha de ser el cielo. Un matrimonio infeliz, y una familia desdichada, pueden ser un infierno en mi­niatura.

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