Pregunta: Los
santos del Antiguo Testamento ¿forman parte de la Iglesia?, ¿cuál será su
suerte y la de los que vivan durante el milenio?
Respuesta: Algunos
creyentes tienen dificultad en comprender que los santos que han vivido antes
de Pentecostés, como también los que vivan durante el milenio no formen parte
de la Iglesia. Pero si —como lo enseña la Palabra— la Iglesia empezó a existir
solamente cuando el descenso del Espíritu Santo, y será completa cuando la
Venida del Señor, es evidente que ni los unos ni los otros pueden
formar parte de la Iglesia.
En estas líneas, procuraré mostrar la verdad de
esta afirmación sobre todo en cuanto a los santos del Antiguo Testamento,
punto que preocupa mayormente a los que tienen dificultad en admitirlo.
De todas maneras, el principio es el mismo en ambos
casos.
Todo creyente conocedor de las Escrituras lo admite
como siendo una cosa que enseñan claramente: que Abraham, Isaac, Jacob, y todos
los santos de la antigua dispensación, eran siervos de Dios fieles y abnegados,
y que participarán de la primera resurrección a la Venida de Cristo, con todos
los creyentes de la dispensación actual. Pero no debemos ir más allá de lo que
dice la Palabra, y si Dios nos ha dejado ignorar el lugar que aquellos
eminentes siervos ocuparán en la gloria, nos corresponde inclinarnos y respetar
este silencio de Dios y de Su Palabra. Además, confieso que me parece no
solamente como una falta de sumisión y de respeto, sino también como una
actitud que rebaja los sufrimientos de Cristo, la gracia y la obra del Espíritu
Santo, el hecho de afirmar que los santos que vivían antes del cumplimiento de
la expiación, antes del don del Espíritu Santo (que, por consiguiente, no
moraba en ellos), estaban en la misma posición que aquellos que viven ahora.
Por otra parte, la misma Escritura establece la diferencia entre ellos, de modo
que la cosa está fuera de duda. Consideremos, pues, algunos pasajes.
En Mateo 11:11 leemos: "Entre los que nacen de mujer no se ha levantado otro mayor que Juan el
Bautista; pero el más pequeño en el reino de los cielos, mayor es que
él." Sin entrar en una
explicación completa de este versículo notemos que, por eminente que fuera Juan
el Bautista en el papel que Dios le había asignado como precursor y testigo del
Mesías, el menor en el reino de los cielos es mayor que él. De modo que,
cualquiera que sea la diferencia (y es una diferencia de dispensación, sin
duda), ella existe. El Señor hace una distinción entre los santos, y aún más,
pone en contraste el menor en el reino venidero al mayor en la dispensación
anterior, aventajando al primero.
En Romanos 3: 24-26, hallamos: "siendo justificados gratuitamente por su gracia, mediante la redención
que es en Cristo Jesús, a quien Dios puso como propiciación por medio de la fe
en su sangre, para manifestar su justicia, a causa de haber pasado por
alto, en su paciencia, los pecados pasados, con la mira de manifestar en
este tiempo su justicia, a fin de que él sea el justo, y el que justifica al
que es de la fe de Jesús." Otra
vez tenemos aquí un contraste, en cuanto al perdón de los pecados, entre los
santos del Antiguo Testamento y los que han creído desde la muerte de Cristo.
En el primer caso, Dios soportaba los pecados, en Su paciencia; en el segundo,
leemos que Dios es justo y justifica al que es de la fe de Jesús. Esto es, indudablemente,
una distinción evidente entre los santos del A. T. y los creyentes de la
dispensación actual; pues la tolerancia de los pecados en la paciencia de Dios,
a causa del sacrificio futuro de Cristo, es cosa muy distinta de
la condición de aquellos que, habiendo sido justificados por la fe, tienen paz
para con Dios, por medio de nuestro Señor Jesucristo, "por quien también tenemos entrada por la fe a esta gracia en la cual
estamos firmes, y nos gloriamos en la esperanza de la gloria de Dios."
(Romanos 5: 1-2); de aquellos de
quienes está escrito que están sentados juntamente "con él en las regiones celestiales en Cristo
Jesús." (Efesios 2:6 – VM), y
de los cuales el apóstol Juan podía decir: "como El es, así somos
también nosotros en este mundo." (1ª. Juan 4:17 – LBLA).
Consideremos también Hebreos 11: 39-40: "Y todos éstos (los santos del A. T.), habiendo obtenido aprobación por
su fe, no recibieron la promesa, porque Dios había provisto algo mejor
para nosotros, a fin de que ellos no fueran hechos perfectos sin
nosotros." (LBLA). Este pasaje
establece también, claramente, que los creyentes de la dispensación (época)
actual reciben "algo mejor" que no tienen —según la soberanía de la
gracia de Dios— los creyentes del Antiguo Testamento.
Examinemos ahora otros pasajes que nos muestran a
santos que llegan a la perfección, pero que no forman parte de la
Iglesia. Recordemos —y nadie lo negará— que la Iglesia es la Esposa de
Cristo, y leamos en Apocalipsis capítulo 19; los versículos 7 y 8 declaran que la
Esposa del Cordero se ha preparado, y el versículo 9 dice: "bienaventurados aquellos que han sido llamados a la cena de las bodas
del Cordero!" (VM). La Palabra
habla pues de una clase de personas que son llamadas, invitadas a las bodas; no
son la esposa del Cordero, son los convidados a las bodas.
En el capítulo 21 del mismo libro leemos: "vi la santa ciudad, la nueva Jerusalén, descender del cielo, de Dios,
dispuesta como una esposa ataviada para su marido. Y oí una gran voz del cielo
que decía: He aquí el tabernáculo de Dios con los hombres, y él morará con
ellos; y ellos serán su pueblo, y Dios mismo estará con ellos como su
Dios." (Apocalipsis 21: 2, 3). En el versículo 9, esta ciudad, la ciudad
santa de Jerusalén es llamada "la esposa del Cordero", pero vemos que en el versículo 3 es presentada
como el tabernáculo o 'morada de Dios', y esta morada es con los
hombres, de modo que otra vez la Palabra nos presenta a santos que
están en una condición perfecta, pero que no forman parte de la Iglesia.
Acerca de los santos del milenio, no olvidemos que
la venida del Señor se efectuará antes de este período bendito. Por otra parte,
sabemos que la Iglesia estará completa cuando el Señor vuelva para arrebatar a
los suyos, puesto que las bodas del Cordero son realizadas antes que se
establezca el milenio. De modo que los santos de este período, cuya multitud es
innumerable no forman parte de la Iglesia —y en esto no
hay injusticia, tanto en el caso de los santos del Antiguo Testamento, como en
los santos del Milenio— por no mantener la posición y los privilegios propios
de la Iglesia.
Para terminar, quisiera decir algunas palabras
acerca de los pasajes que, a primera vista, parecen tener un alcance distinto.
En mateo 8: 11-12, leemos: "Y os digo que vendrán muchos del
oriente y del occidente, y se sentarán con Abraham e Isaac y Jacob en el reino
de los cielos; más los hijos del reino serán echados a las tinieblas de
afuera". En primer lugar,
aun suponiendo que esto se refiera a la Iglesia, el hecho de estar sentados con
los patriarcas en el reino de los cielos no prueba que los patriarcas formen
parte de la Iglesia. Nadie pone en duda que los creyentes verán a Abraham, a
Isaac y Jacob en el reino. Pero el problema es: ¿forman parte o no de la
Iglesia?, ahora bien: vemos que este versículo no dice nada de la Iglesia, y
esto es evidente; pero si este fuera el caso, ¿cómo podrían ser echados fuera
los hijos del reino? No, Jesús habla aquí como Mesías, y como
tal advierte a los judíos incrédulos que el hecho de ser descendientes de los
patriarcas no les serviría de nada; que aunque fuesen hijos de aquellos a
quienes fueron hechas las promesas, serían echados fuera si le rechazaban, y
más: que lo mismo que el centurión, cuyo siervo fue curado, alcanzó la
bendición por la fe, del mismo modo, muchos vendrían de todas
partes al reino cuando sea establecido, y obtendrían por la fe los preciosos
privilegios que, ellos, los judíos, despreciaban.
El segundo pasaje que podría presentar una
dificultad, lo tenemos en Gálatas 3:9. "De modo que los de la
fe son bendecidos con el creyente Abraham." El tema que trata el apóstol en este capítulo es el
de la justificación por la fe. Primero, muestra que Abraham fue justificado por
la fe (versículo 6) y después, que el mismo principio existe bajo el evangelio,
por lo cual todos los que creen son bendecidos con el creyente Abraham
(compárese también con Romanos capítulo 4, el cual es muy importante). De
lo que se trata es, pues, del principio sobre el cual Dios justifica, y no la
posición a la cual es llevado el que es justificado. Este versículo se
limita a exponer que los creyentes son justificados actualmente de la misma
manera que Abraham, y por consiguiente, no trata de ninguna diferencia de
dispensaciones.
Vemos pues, que las Escrituras no nos muestran
nunca a los santos del Antiguo Testamento como formando parte de la Iglesia, y,
al contrario, establecen una diferencia positiva entre los santos de ambas
dispensaciones. Es por eso que Juan el Bautista dijo: "El que tiene la esposa, es el esposo; más el amigo del esposo, que está
a su lado y le oye, se goza grandemente de la voz del esposo; así pues, este mi
gozo está cumplido." (Juan 3:29). Pero no debemos olvidar que los creyentes de
aquellos tiempos eran, como lo sabemos, nacidos de Dios, vivificados por el
poder del Espíritu Santo, por la fe, y pertenecían a Cristo, aunque no eran
miembros de Su cuerpo, y así participarán de la primera resurrección al mismo
tiempo que la Iglesia. No podemos ser más explícitos, ya que la Escritura
guarda silencio sobre el lugar que ocuparán en la gloria.
Pero, ya que el período de la Iglesia se extiende
desde Pentecostés hasta la Venida del Señor, sabemos que tanto los creyentes
que han vivido antes, como los que vivirán después, no forman parte de la
Iglesia, y no son miembros del Cuerpo de Cristo. Su lugar y su bendición en la
gloria serán dignos de Aquél que los ha escogido por Sí mismo, y producirán su
adoración y su alabanza, como las nuestras, cuando contemplarán el
maravilloso despliegue de las riquezas de Su gracia, en Su salvación y en Su
gloria eterna.
A. L.
Revista "VIDA CRISTIANA", Año 1964, No.
68 y 69.-