domingo, 4 de julio de 2021

EL CORDÓN DE AZUL

 

Habla a los hijos de Israel, y diles que se hagan franjas en los bordes de sus vestidos ... y pongan en cada franja de los bordes un cordón de azul. Y os servirá de franja, para que cuando lo veáis os acordéis de todos los mandamientos de Jehová, para ponerlos por obra. Números 15.37 al 41

En esta sencilla ordenanza a los israelitas hubo algo para hacerles recordar constantemente lo que eran y a quién pertenecían. Dios tenía un propósito cuádruple en mandar a poner este bordón en los vestidos: (1) Para inculcar en su pueblo la obediencia a sus mandamientos; (2) Para que no se desviasen de sus caminos; (3) Para que no fuesen olvidadizos de él; (4) Para que fuesen santos delante de él.

            El apóstol Pedro nos escribe en su segunda carta, diciendo: “No dejaré de recor-daros siempre estas cosas, aunque vosotros las sepáis, y estéis confirmados en la verdad presente”. Es el buen ministerio de un pastor fiel no sólo enseñar cosas “nuevas” a quienes no las sepan sino repasar las “viejas” con quienes tienen conocimiento de la verdad.

                        Los israelitas eran un pueblo redimido y separado. Dios les había salvado para que fuesen enteramente suyos, pero conoce la tendencia al olvido del corazón humano. El apóstol Santiago nos habla en su carta del hombre que considera en un espejo su rostro natural y luego se olvida qué tal era.

            Así Israel. Ese pueblo se olvidaría de Dios y de sus obras: (1) Hicieron, pues, los hijos de Israel lo malo ante los ojos de Jehová, y olvidaron a Jehová su Dios, y sirvieron a los baales y a las imágenes, Jueces 3.7. (2) No guardaron el pacto de Dios ... sino que se olvidaron de sus obras, y de sus maravillas que les había mostrado, Salmo 78.11. La triste historia de Israel fue escrita para amonestarnos a nosotros, a quienes los fines de los siglos han alcanzado. Contamos también con tendencias de olvidar qué somos y a quién pertenecemos. “¿Y que no sois vuestros? Porque comprados sois por precio”, 1 Corintios 6.19,20.

            Azul es el color celestial y habla de lo que es divino: la verdad y el amor de Dios. Ese cordón de azul ha debido gobernar el andar y comportamiento de cada cual. El israelita estaba rodeado de esa franja y no podía pasarla por alto. En 2 Juan vemos que debemos andar en verdad y en amor. El Señor dijo a los suyos, “Permaneced en mí, y yo en vosotros”, Juan 15.4. Creo que ésta es la interpretación acertada del cordón de azul. Dios nos ha dejado en su Palabra un recuerdo de la vida de su Hijo en este mundo; Cristo nos ha dejado ejemplo, para que andemos en sus pisadas. Para él, el cordón de azul fue el principio predominante de la vida.

            El Espíritu Santo fue enviado por el Padre para cumplir lo que el Señor mismo había dicho a los suyos. “El Consolador, el Espíritu Santo ... os enseñará todas las cosas, y os recordará todo lo que yo os he dicho”, Juan 14.26. ¡El Espíritu nos rodea como el cordón de azul!

S. J.SAWORD

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