domingo, 4 de julio de 2021

LA EPÍSTOLA A LOS EFESIOS (1)

 


El propósito de Dios (1:1-14)


1. Saludos apostólicos (1:1-2)

                   El escritor habla de sí como “Pablo, [un] apóstol de Jesucristo por la voluntad de Dios”, 1.1. Había otros apóstoles, con sus respectivas esferas de servicio. Él era el apóstol a los gentiles. No fue así por elección propia ni autonombramiento, sino “por la voluntad de Dios”. Al escribir a Timoteo dice que era apóstol “por mandato, epitagé, de Dios Salvador”, 1 Timoteo 1.1. De esta manera estaba seguro de estar en la corriente de la voluntad divina y autorizado por designación soberana.

                   Por regla general él habla del Señor como “Cristo Jesús”, un título que denota su gloria actual en resurrección, y describe a sus receptores como “los santos y los fieles en Cristo Jesús que están en Éfeso”. Su creencia inicial se manifiesta en su fidelidad continua. El título “santos” significa el gran estado de santidad que les era suyo con base en la obra limpiadora de Cristo, mientras que “fieles” indica su carácter presente.

Su saludo en el versículo 2 está expresado en términos que apelarían tanto a judío como a griego. “Gracia” sería entendida por los gentiles y “paz”, salóm, por los judíos. La gracia es la fuente de la paz que fluye de ella, y cada una tiene su origen en Dios nuestro Padre y [sic] el Señor Jesucristo. La sola preposición “de” apo, gobierna los dos nombres ¾Dios y Señor¾ enfatizando así la absoluta igualdad de las dos Personas.

 

El propósito de Dios, 1.3 al 14

                   Estos versículos constituyen una de las oraciones gramaticales más largas en las Escrituras. Se trata, quizás, de la declaración más comprensiva del propósito de Dios, cada palabra cargada de un tomo de verdad. Su propósito abarca todo tiempo, abarca ambos pueblos e involucra las tres Personas de la Trinidad.

                   Abarca todo tiempo: Tal vez deberíamos decir más bien que va desde la eternidad hasta la eternidad. Mira atrás al pasado remoto y afirma que el creyente fue escogido en Cristo antes de la fundación del mundo. La época de este mundo que nos ha tocado es uno de esos hechos que los investigadores científicos no han determinado. Es cuestionable que lo descubran con exactitud; tal vez sea una de esas “cosas secretas” que pertenecen al Señor. Pero cuando quiera que el mundo haya sido fundado, fue antes de eso que Dios “nos escogió en él” con miras a que fuésemos “santos y sin mancha delante de él”, 1.4, un propósito que será realizado a la postre, 5.27, cuando seamos presentados a Él. No podemos abundar aquí sobre la elección, pero diremos que Dios no nos eligió como clase, sino como individuos conocidos a Él de antemano. Tampoco nos eligió porque sabía que íbamos a creer, sino que nosotros creímos porque nos escogió.

                   Este propósito tendrá su realización definitiva al llegar “la dispensación del cumplimiento de los tiempos”, 1.10, cuando todo sea sujeto a Cristo (“reunir todas las cosas en Cristo”). Aparentemente se refiere a una ocasión posterior al milenio, ya que éste es tan sólo uno de los “tiempos” (o “sazones” ¾ períodos caracterizados por algo en particular), al final del cual el hombre, bajo mandato de Satanás, se rebelará contra el mejor Rey que jamás haya tenido. Pero en este eterno futuro, cuando todo esté dirigido por Cristo, la dispensación de la plenitud abarcará tanto cielo como tierra. Habrá terminado para siempre la discordia que existe ahora. Todos los “tiempos” de la tierra habrán transcurrido; una vez que Dios haya realizado su propósito eterno por medio de las “sazones”, Él llevará todo a su predeterminada culminación y Cristo será Cabeza suprema. En ello nosotros los creyentes tendremos nuestra parte, como se percibe por los versículos 11 y 12.

                   De manera que los propósitos divinos tuvieron sus raíces en lo que nosotros llamamos una eternidad pasada, y tendrán su fruto definitivo en una eternidad todavía futura, las dos separadas por el acontecimiento central de la cruz (“por su sangre”, 1.7).  Las actividades pasadas de Dios señalaban todo esto, y sus actividades futuras fluirán de, y dependerán de, ello.

                   Abarca las dos partes, judío y gentil. Se debe notar los pronombres en esta sección (y, por cierto, en todo pasaje). El “nosotros” (sobreentendido en el español) en el 1.12 se refiere a los creyentes judíos, quienes, en lo que a su nación se refiere, habían esperado a un Mesías por venir. (“Nosotros esperábamos que él era el que había de redimir a Israel”, Lucas 24.21). El “vosotros” del 1.13 se refiere a los gentiles, quienes, habiendo oído la palabra de verdad, el evangelio tocante a su salvación, habían confiado en el mismo Mesías y con esto fueron “sellados con el Espíritu Santo de la promesa”. Su acto de fe y su sellado fueron simultáneos, sin lapso de tiempo entre los dos hechos, 1.13. El incidente registrado en Hechos 19 (los doce señores en Éfeso) es de un carácter peculiar que no tratamos aquí.

                   Este “nosotros” y “vosotros” ¾1.12,13¾ están comprendidos en el pronombre “nos” del 1.3 y en la “nuestra” del 1.14. La naturaleza envolvente del propósito de Dios se desarrolla en el capítulo 2, como veremos.

                   Las tres Personas de la Trinidad divina están involucradas. La unidad de la Deidad y de la Trinidad es una verdad que el intelecto del hombre no puede explicar, pero su fe puede aceptar. Cada Persona tiene su propio territorio de actividad, y por ende es el Padre que elige, versículo 4, el Hijo que redime, versículo 7, y el Espíritu que sella, versículo 13. No es que sean acciones independientes; cada cual obra en armonía con las otras Personas. Cada cual realiza lo que es esencial para lograr el propósito eterno, al decir del 3.13. Esta cooperación armoniosa en la Deidad está insinuada en las tres parábolas de Lucas 15, en 1 Pedro 1.1,2, en 2 Tesalonicenses 2.13,14 y otras partes.

                   ¡Cuán maravilloso es que Dios, en la plenitud de su ser, se haya ocupado activamente a lo largo de siglos, y se ocupa hoy por hoy, en lograr el eterno bienestar de criaturas tan indignas como habíamos llegado a ser! ¡Y a tanto costo!

                   Se define un plan ordenado: Tengamos presentes los vocablos empleados: amor, 1.5; voluntad, 1.9; beneplácito, 1.9; propuesto, 1.9; designio, 1.11; el que hace, 1.11.

                   La fuente de todo este plan maravilloso se encuentra en el amor de Dios, lo cual le hizo tener una voluntad ¾ un deseo tal que Él se deleitaba en su amado Hijo único¾ y contar con el cielo repleto de “muchos hijos” como Aquel.

                   El pensamiento de tal cosa le daba “beneplácito”; la idea era agradable a su corazón. Por esto, y resuelto esto, propuso en sí mismo que así fuese; Él tomaría medidas para realizar lo que aquel amor había concebido. Pero había un obstáculo: el hombre estaba subyugado a sí mismo y a Satanás. Él tendría que ser librado de sus ataduras, pero hacerlo requeriría satisfacer las severas demandas de la justicia.

                   Por lo tanto, hubo el divino “designio” ¾consejo¾ sobre cómo vencer los obstáculos y cumplir con las demandas. La solución del problema estaba en la cruz ¾la redención por sangre¾ y una vez realizada ésta se puso en marcha por medio de Aquel que ahora está obrando todo “según el plan”.

                   La mayoría de nosotros hemos construido castillos en el aire y nos hemos deleitado al contemplarlos. El joven se compromete con una señorita en amor y desea  formar un hogar con ella; esa voluntad le da mucho beneplácito al reflexionar sobre el propósito, aun cuando habrá que enfrentar muchas dificultades, ya que hará falta “cortar el saco según la medida”. Pero, atendidas ya las cuestiones financieras y otras, se realizan las operaciones de construcción y él tiene la satisfacción de ver que se hacen todas las cosas día a día. Llega el momento feliz cuando los dos se instalan en la casa, su amor llevado a fruición, su deseo alcanzado, su propósito realizado, las dificultades superadas, y su corazón satisfecho.

                   Beneficios permanentes fluyen este propósito de Dios. Hay perdón, 1.7; adopción, 1.5; redención, 1.7. El perdón resuelve el pasado, la redención asegura el futuro, y la adopción como hijos garantiza el presente y el futuro también. Un examen adecuado de estos beneficios llenaría muchas páginas aquí, pero es algo que el lector haría bien en emprender. Se verá en ellos que Dios ha provisto para toda contingencia posible. Los términos empleados aquí no admiten restricción y deben ser interpretados de la manera más amplia posible.

                   El propósito declarado: Todo tiene como su fin “la alabanza de su gloria”, 1.12. La gloria es la excelencia desplegada, y este despliegue evoca alabanza. Esta gloria será desplegada en nosotros, de manera que seamos “para la alabanza de su gloria”. Pero somos introducidos por gracia soberana, de modo que es “alabanza de la gloria de su gracia, con la cual nos hizo aceptos en el Amado”, 1.6,12,14. Dios ha declarado lo que Él mismo es, y esto a su vez ha resultado en que Él manifestara gracia en nosotros, y ello a su vez resulta en una doxología a lo largo de la eternidad sin fin.

E.W. Rodgers, Purley, Inglaterra;
Precious Seed tomo 23


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