En su Epístola a los Gálatas, Pablo
insistió que existe un solo evangelio verdadero, y que la maldición de Dios
está sobre cualquiera que predica otro (Gálatas 1:8-9). El verdadero evangelio,
por supuesto, es la salvación por fe solo en el Señor Jesucristo (Juan 14:6).
Todos los otros evangelios o
religiones pueden estar clasificados bajo tres grandes encabezados:
1. El hombre se salva por buenas
obras, buen comportamiento o méritos humanos de algún tipo. Esto puede incluir:
a) ritos
religiosos y ceremonias como el bautismo, la confirmación, la comunión, la
penitencia, las oraciones, etc.
b) guardar
los Diez Mandamientos o algún otro reglamento de vida.
c) buenas
obras, donaciones a obras de caridad, dar lo mejor de uno mismo.
d) sinceridad,
honestidad o un buen comportamiento moral.
2. El hombre se salva por la fe en Cristo, a través de
las buenas obras mencionadas anteriormente.
3. El hombre es salvo solo por la fe en Cristo, pero,
para permanecer salvo, debe guardarse por hacer buenas obras.
En conclusión, todos estos muestran ser contrarios a la
Palabra de Dios en Romanos 4:5: “Mas al que no obra, sino cree en aquel que
justifica al impío, su fe le es contada por justicia”. Lea además Gálatas
3:3,11; Efesios 2:8,9; Tito 3:5.
El evangelio son las Buenas Nuevas
de que Cristo murió para salvar a los hombres porque ellos no podían salvarse a
sí mismos, que resucitó, volvió al cielo, y ahora le da vida eterna a todo
aquel que Lo recibe por fe (1 Corintios 15:1-4).
Cualquier idea en la que se exprese
que el hombre tiene algún tipo de mérito o poder para ayudar en su propia
salvación, queda totalmente excluida (Romanos 3:27). Dios ve al hombre como
muerto (Efesios 2:1), y, por tanto, débil (Romanos 5:6). La idea de merecer la salvación
es atractiva para el corazón del hombre, pero le roba la gloria a Cristo como
único Salvador (Isaías 42:8).
Ahora, al presentar el evangelio a los no salvos, hay
ciertos puntos en los que el obrero debe ser claro.
1. Todos los hombres son pecadores y por lo tanto
están perdidos. Si una persona argumenta que no ha cometido los pecados
viles que han cometido otros, probablemente tenga razón. Sin embargo, hay dos
hechos que son ciertos:
a) Es
capaz de cometer todos estos pecados. Entonces, lo que tal persona es
realmente, es mucho peor que lo que ha hecho.
b) Si
rechaza a Cristo, pasará la eternidad con los pecadores más perversos.
Entonces, argumentar que uno es bueno en comparación con
otros es un completo disparate.
2. “Sin derramamiento de sangre no se hace remisión” (Hebreos
9:22). El obrero hará bien en enfatizar que Cristo derramó Su sangre de
infinito valor para que los pecados de las mayores profundidades fueran
perdonados (1 Juan 1:7). Destaque el valor de Su sangre preciosa.
3. La resurrección y glorificación de Cristo son de
tremenda importancia. El evangelio no termina
con Cristo en la cruz. El Salvador está vivo, y pronto volverá por Su pueblo;
y es también Juez, que pronto vendrá a castigar a aquellos que no obedezcan el
evangelio (2 Tesalonicenses 1:8).
4. La salvación es dada por Dios por medio de la gracia
(Efesios 2:8). Eso significa que el hombre no la merece, que no tiene derecho
sobre Dios y que no puede hacer nada al respecto. Significa que Dios salva al
hombre sin tener un motivo ulterior para hacerlo, sin tener la esperanza de
ser recompensado por los hombres y sin precio de ningún tipo.
El pecador entonces puede venir a
Cristo, tal como es, con todo su pecado, y recibir perdón y paz. Dios no le
pide que se reforme primero, o que le dé vuelta a la página.
5. La salvación es recibida por el hombre en el
principio de la fe (Romanos 3:28). Eso significa que el hombre le toma la
palabra a Dios. Él se pone del lado de Dios contra sí mismo. Rechaza la idea
de poder salvarse a sí mismo o de mantenerse salvo y se acoge sobre la
misericordia del Señor. La fe hace que Dios sea todo y el hombre sea nada.
Aquí podemos ver que la fe no es el salvador. Solo una
persona viva puede salvar. Pero la fe acepta la salvación como un regalo de
parte de Dios.
La fe no es un acto meritorio o una
buena obra. Un hombre es necio cuando no le cree a Dios. Por tanto, no puede
jactarse de su fe. Es la única respuesta cuerda, lógica y razonable que puede
tener respecto a la Palabra de Dios.
6. Aunque las buenas obras no tienen parte en la
obtención de nuestra salvación, tienen un rol prominente después de que somos
salvos (Tito 2:14). No somos salvos por buenas
obras, sino para buenas obras. Compare los versículos 9 y 10 de Efesios 2.
Solo los que son nacidos de nuevo pueden producir buenas obras a los ojos de
Dios. No hacen estas buenas obras para ser salvos, o para permanecer salvos,
sino porque son salvos. Todas las buenas obras realizadas por los creyentes
recibirán recompensas en el Tribunal de Cristo (1 Corintios 3:12-15).
Santiago enfatiza en su epístola que la fe sin obras es
muerta (Santiago 2:17). Aquí vemos que la fe que salva es la fe que funciona.
La verdadera fe produce buenas obras. Son el resultado inevitable de la
salvación. Si un hombre es verdaderamente salvo, este producirá buenas obras.
7. Cuando una persona es salva, todos sus pecados son perdonados-pasados,
presentes y futuros. Cristo murió por todos
nuestros pecados. Los pecados cometidos después de la conversión interrumpen
nuestra feliz comunión con Dios, pero no afectan nuestra relación como hijos de
Dios. Estos deben confesarse y abandonarse para que la comunión pueda
restaurarse.
8. Desde el momento en que una
persona se convierte, Dios mismo lo califica para el cielo. Su calificación
depende del valor de la sangre de Cristo. No se puede agregar nada a esa
sangre.
9. El cristiano tiene una posición
perfecta delante de Dios porque Dios lo ve en
Cristo. Su vida diaria debería ajustarse a su posición.
Cuando decimos que un creyente es
completo, santo y sin mancha delante de Cristo, no quiere decir que Dios no sea
consciente de los pecados en su vida. Lo que en realidad quiere decir es que
Dios nunca lo condenará por esos pecados porque el Señor Jesucristo ya ha pagado
la pena.
Ahora, hay tres grandes objeciones
contra el evangelio de la gracia de Dios, a las cuales el ganador de almas
debería saber responder. La primera es esta:
1. Si todo lo que tuviera que hacer
para ser salvo fuera creer en Cristo, entonces podría ir y vivir de cualquier
forma.
La respuesta a esto es que cuando la
persona es salva, quiere vivir una vida santa por amor a Quien murió por sus
pecados. El amor es el motivo más fuerte de todos. Las personas harán por amor
lo que jamás harían bajo la ley. “Porque el amor de Cristo nos constriñe” (2
Corintios 5:14).
Muchos predicadores bien
intencionados han sentido la necesidad de enseñar que la continuidad de la
salvación de los creyentes se condiciona a una buena vida para mantenerlos en
caminos de santidad. Sin embargo, Dios sabe más que el hombre. Él da la
salvación como un regalo incondicional, para no volverlo a tomar, y luego les
pide a las personas que respondan frente a ese amor teniendo vidas puras y dedicadas.
Los cristianos son llamados a “servir, en amorosa gratitud a Aquel que murió
para asegurarles las bendiciones para ellos, y Quien vive para mantenerlos para
bendición”.
Luego, existe otra objeción contra el evangelio:
2. Si todo lo que hay que hacer para
ser salvo es creer en Cristo, ¿entonces cómo se puede saber si se tendrá la
fuerza o el poder para vivir como se debe?
Una pregunta así pasa por alto el
hecho de que cuando una persona es salva, el Espíritu Santo de Dios hace
morada en su vida. El Espíritu Santo es Quien lo capacita para ser libre del
pecado que habita en él. El creyente siente una repulsión por el pecado la cual
nunca antes había experimentado, y un nuevo amor por la santidad.
Además, el Señor Jesús insiste en mantener al cristiano
en comunión consigo mismo y separado del mal.
La tercera objeción prominente es esta:
3. Si la salvación es por fe, entonces en realidad me
está diciendo que los Diez Mandamientos, dados originalmente por Dios, no
tienen valor.
¡Claro que no! La ley prometía vida
por obediencia, pero muerte por la desobediencia. Todos hemos violado la ley,
entonces todos somos culpables de muerte. Las demandas de la ley deben
satisfacerse.
El Señor Jesús fúe a la cruz para
pagar la pena de la ley que nosotros habíamos roto. Cuando Lo aceptamos por la
fe, la ley ya no puede condenamos porque sus demandas fueron pagadas por
nuestro Sustituto.
Por tanto, “el evangelio no nos
habla de un Dios cuyo amor ha sido expresado por ignorar el pecado, sino de un
Dios cuyo amor por el pecador solo pudo expresarse donde Sus santas demandas
contra el pecado fueran justamente satisfechas y su pena fuera exhaustivamente
soportada” (George Cutting).
En estos días de predicación
confusa, es importante que el ganador de almas entienda completamente la
doctrina del evangelio de la gracia. Solo en la medida en que pueda explicarlo
claramente podrá consolidar a los recién convertidos en la fe.
No hay comentarios:
Publicar un comentario