domingo, 4 de julio de 2021

DESPRECIO A LAS COSAS SANTAS

 

Profanar algunos pactos

               


Entre muchos de los de los compromisos que Israel quebrantó para con su Dios, notamos cuatro infracciones que dieron por resultado la profanación de varios pactos que Dios había hecho con ellos. De las experiencias de aquéllos aplicamos a la urgente necesidad de la Iglesia hoy día, ya que se cometen las mismas, y más provocaciones. “Y estas cosas le acontecieron en figura y son escritas para nuestra admonición, en quienes los fines de los siglos han parado.” (1 Corintios 10:11)

            Aunque en conjunto fue un solo pacto el de Dios con Israel, en su reglamentación observamos las diferentes infracciones que cometió Israel.

            • Profanando el pacto de Leví: “Mas vosotros os habéis apartado del camino; habéis hecho tropezar a muchos en la ley; habéis corrompido el pacto de Leví, dice Jehová de los ejércitos.” (Malaquías 2:8)

            Este pacto fue de paz, y fue celebrado en virtud del celo que mostró Finees, hijo de Eleazar, y la dignidad en vindicar el nombre de su Dios, el día en que el pueblo se dio a la licencia abominable de caer en la idolatría de Baal-peor. Pero ya para el tiempo de Malaquías el sacerdote se había bajado de sus altares. “En sus labios ya no habla ley de verdad. En vez de apartar a otros del pecado, más bien lo confundían y lo complicaban en la iniquidad.

            También hoy son muchos los creyentes que han perdido el celo de los primeros días. “Todos buscan lo suyo propio y no lo que es de Cristo Jesús.” (Filipenses 2:21) Unos han perdido aquella templanza para contener los apetitos. “Todo me es lícito, mas no todo conviene.” “Antes hiero mi cuerpo y lo pongo en servidumbre.” (1 Corintios 10:23, 9:27) Pablo fue celoso de la dignidad de la iglesia de Cristo. (2 Corintios 11:2)

            • Profanando el pacto de nuestros padres: ¿No tenemos todos un mismo padre? ¿No nos ha criado un mismo Dios? ¿Por qué menospreciaremos cada uno a su hermano, quebrantando el pacto de nuestros padres?” (Malaquías 2:10)

            Este pacto era pacto de honor, alusivo a la alianza que Dios hizo con el pueblo en el Sinaí. “Ahora pues, si diereis oído a mi voz y guardareis mi pacto, vosotros seréis mi especial tesoro sobre todos los pueblos ... y vosotros seréis mi reino de sacerdotes y gente santa.” (Éxodo 19:5,6) En todas las generaciones estos judíos debían reconocerse como hermanos por ser descendientes de un mismo Padre.

            También en la gracia dice el Señor: “Uno es vuestro maestro, el Cristo, y todos vosotros sois hermanos. Y vuestro Padre no llaméis a nadie en la tierra; porque uno es vuestro Padre, el cual está en el cielo.” (Mateo 23:8,9) Siendo Dios nuestro Padre debemos andar dignos de tan noble adopción (Efesios 4:1) y el honor principal debe ser para nuestro Padre. (Malaquías 1:6) Siendo hijos de Dios por la fe en el Señor Jesucristo, todos somos hermanos. “Amando los unos a los otros con caridad fraternal. Previendo con honra los unos a los otros.” (Romanos 12:10,16)

            Los corintios dieron principio a la infracción de la unidad diciendo: “Yo cierto soy de Pablo, pues yo de Apolos, y yo de Cefas, y yo de Cristo.” Estaban peleando el hermano con el hermano en juicio ante los infieles. (1 Corintios 1:2, 6:10) Los corintios han tenido muchos sucesores que han multiplicado las divisiones en el pueblo de Dios.

            • Profanando el pacto de santidad: “Prevaricó Judá y en Israel y en Jerusalén ha sido cometida abominación; porque Judá ha profanado la santidad de Jehová que amó y se casó con hija de dios extraño.” (Malaquías 2:11)

            Este pacto era de separación. La simiente santa no debía ser mezclada con la de los pueblos gentiles. La noche que fueron redimidos por la sangre del cordero, fueron también consagrados un pueblo exclusivo para Dios. Dios era considerado como el esposo. El nunca falló a sus misericordias; por eso era considerado como adulterio la infidelidad de Israel.

            La Iglesia tiene advertencias muy claras en cuanto a nuestra separación. “No os juntéis en yugo con los infieles. ¿Qué compañía tiene la justicia con la injusticia? ¿y qué comunión la luz con las tinieblas? (2 Corintios 6:14,18) La separación del creyente implica más del yugo desigual en el matrimonio. Abarca el negocio, los compañeros, la política, las reuniones sociales, la diversa doctrina, los hermanos carnales. “No erréis: las malas conversaciones corrompen las buenas costumbres.” (1 Corintios 15:33) Dios es santo, y como tal pide que los hijos sean santos.

            • Profanando el pacto del matrimonio: “Jehová ha atestiguado entre ti y la mujer de tu mocedad, contra la cual has sido desleal, siendo ella tu compañera, y la mujer de tu pacto.” (Malaquías 2:14)

            Este pacto era de amor conyugal y la conservación de una simiente de Dios, v. 15. Ese pueblo en su caída, ya que por su pecado Dios los echó en tierra de extraños, empezó a ver las mujeres paganas con ojos codiciosos, como al principio de las generaciones. “Viendo los hijos de Dios que las hijas de los hombres eran hermosas, tomáronse mujeres, escogiendo entre ellas.” (Génesis 6:2)

            Las mujeres judías oraban a Dios por sus maridos para que regresaran y no interrumpieron el pacto que en su mocedad juraron. Las mujeres llevaban sus ofrendas al altar del Señor, y las ofrecían con lágrimas, v. 13, como Anna en los días del sacerdote Elí. (1 Samuel 2:11)

            También la Iglesia ha sido desleal con su Señor. Si en los tiempos apostólicos el Señor recriminó a la iglesia de Éfeso, “Pero tengo contra ti que has dejado tu primer amor,” (Apocalipsis 2:4) cuánto más ahora que estamos más lejos de la cruz de Cristo. La prometida del Señor se está olvidando cada día más del pacto con El el día que creímos. Este pacto fue en la virtud de su sangre derramada en la cruz. “Para presentársela gloriosa para sí, una iglesia que no tuviese mancha ni arruga, ni cosa semejante, sino que fuese santa y sin mancha.” (Efesios 5:27)

            A propósito, ¿Qué hay de la fidelidad a nuestras esposas? ¿Tenemos secretos para ellas? ¿Las amamos con el amor del principio? ¿Los años nos hacen ver en ella algunos defectos? No nos engañemos; que, si no amamos a aquellos que estamos viendo, ¿Cómo amamos al Señor que no vemos?

            “Guardaos pues en vuestros espíritus, y no seas desleales.” (Malaquías 2:16)

José Naranjo

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