miércoles, 19 de enero de 2022

MUJERES DE FE DEL ANTIGUO TESTAMENTO (1)

     1. Eva

“La serpiente con su astucia engañó a Eva”. (2 Corintios 11.3)

La historia está en Génesis 1.26, 2.18, 4.1 y 1 Timoteo 2.13-14.

“En el principio creó Dios los cielos y la tierra... Y creó Dios al hombre a su imagen, varón y hembra los creó”. De todo lo creado solamente los seres humanos fueron capacitados para tener comunión con Él.

            En respuesta al deseo y la necesidad de Adán, Dios le hizo una ayuda idónea, una mujer, hecha de una costilla del hombre. Siendo una verdadera belleza, dotada de perfecta inteligencia, Adán exclamó: “Ésta será llamada Varona, porque del varón fue tomada”.

            El matrimonio es de por vida, una relación única. En las Escrituras la homosexualidad es claramente condenada (Romanos 1.26-28). La verdadera libertad en el matrimonio se logra cuando los dos siguen el patrón divino. “Dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y serán una sola carne” (Génesis 2.24).

            Dios colocó a nuestros primeros padres en un huerto donde había árboles frutales de los cuales podían comer. A Adán se le prohibió comer del árbol de la ciencia del bien y del mal, y se le advirtió: “El día que de él comieres, ciertamente morirás”. Seguramente Adán le comunicó a Eva la advertencia de Dios.

            Pero un funesto día Eva actuó sin buscar el consejo de su marido, cuando escuchó la voz de Satanás, quien estaba disfrazado de serpiente (Apocalipsis 20.2). El tentador empezó su engaño poniendo en duda las palabras de Dios: “¿Conque Dios os ha dicho: No comáis de todo árbol del huerto?”

            Eva añadió a la prohibición las “ni lo tocareis”. Dios dijo: “Ciertamente moriréis”, pero Eva minimizó la advertencia con las palabras “para que no muráis”. Al oír lo que ella dijo, Satanás negó la penalidad de muerte, declarando: “No moriréis”. El diablo es mentiroso y padre de mentira (Juan 8.44) al decir que uno puede pecar y no sufrir las consecuencias. Pero “la paga del pecado es muerte” (Romanos 6.23).

            Siendo engañada, Eva creyó lo que dijo Satanás en vez de obedecer a Dios. No solamente comió del fruto prohibido, sino que se lo dio a su esposo y él lo comió también. Así Adán compartió el pecado de Eva. Fueron abiertos los ojos de ambos y experimentaron los tristes resultados de su desobediencia. Estaban desnudos y sintieron vergüenza, su pureza desapareció y su relación con Dios se rompió.

            Notemos que Eva procuró librarse de culpa, diciendo: “La serpiente me engañó”, pero ella comió voluntariamente. Si somos honestas admitiremos que a veces hemos culpado a otros por el mal que nosotras hemos hecho.

            Eva no sólo pecó contra Dios, pero también contra Adán por actuar independientemente de él tomando la posición de liderazgo que pertenecía al hombre. ¡Y qué tragedia produjo! Cuando nosotras violamos el orden de Dios y nos apartamos de la función que Él nos ha designado no podemos esperar otra cosa que no sea desorden y aflicción[1]

            El pecado de Adán fue deliberado e intencionado, como dice Romanos 5.12: “El pecado entró en el mundo por un hombre”. Eva fue engañada: “La mujer, siendo engañada incurrió en transgresión” (1 Timoteo 2.14). Pero para ambos los resultados fueron inevitables; un Dios santo no puede vivir con el pecado.

            Por lo tanto, las condiciones para Eva cambiaron, la maternidad iba a estar acompañada de dolor y angustia y su marido iba a gobernar sobre ella. La maldición del pecado sobre el hombre y la mujer ha aumentado el sufrimiento de la mujer en su esfera de dependencia. Lamentablemente el hombre ha ido mucho más allá en su pecado y ha abusado cruelmente su autoridad al dominar a la mujer.

            Adán mostró su fe llamando a Eva la madre de todos los vivientes cuando hasta ese momento no había nacido ni un solo niño. Dios hizo vestidos de pieles por medio de la muerte de animales, una figura de la muerte de Cristo que provee ropas de justicia para los que confían en Él.

            Adán y Eva murieron espiritualmente cuando desobedecieron a Dios. A pesar de no haber muerto físicamente en el acto, la muerte les estaba aguardando. A causa de su pecado el acceso al árbol de la vida les fue negado y fueron expulsados del huerto. Pero Dios continuó cuidándolos.

            Eva reconoció que Dios le había dado sus hijos. Aun después del dolor de saber que Caín había matado a su hermano Abel, ella dijo que Dios le había dado otro hijo: Set. Dios miró con agrado a Abel y su ofrenda. Es posible que Eva le haya enseñado a Abel la clase de ofrenda que sería agradable a Dios. Algunos de sus nietos comenzaron a invocar el nombre de Dios, tal vez por la buena influencia de Eva.

            Por la gracia de Dios, de la descendencia de Eva nació María, la madre de nuestro Señor Jesucristo. La primera promesa en cuanto al Redentor está en Génesis 3.15, donde Dios habla a la serpiente de poner enemistad entre los descendientes espirituales de Satanás y la simiente de la mujer, el Señor Jesucristo, quien finalmente ha de herir mortalmente a Satanás. Pero Satanás iba a causarle sufrimiento a Cristo (herirle en el calcañar) en su crucifixión.

            Nos da consuelo y esperanza meditar en lo que escribió un siervo del Señor: “Así vemos que una mujer introdujo el pecado en el mundo,      y somos advertidos de no dudar la Palabra de Dios ni desobedecer sus mandamientos como lo hizo Eva. Pero cuando envió a su Hijo para ser el Salvador, Él nació de una mujer (Gálatas 4.4). Ya que hemos puesto nuestra fe en la obra del Redentor vamos a ganar mucho más como resultado de su muerte en la cruz de lo que se perdió a causa de la desobediencia de nuestros primeros padres”.


[1] Faye Smart, La Mujer que Agrada a Dios. (Emaús: versión fuera de impresión), p.12

 

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