1. Eva
La historia está en Génesis 1.26, 2.18,
4.1 y 1 Timoteo 2.13-14.
“En el principio creó
Dios los cielos y la tierra... Y creó Dios al hombre a su imagen, varón y
hembra los creó”. De todo lo creado solamente los seres humanos fueron
capacitados para tener comunión con Él.
En respuesta al deseo y la necesidad
de Adán, Dios le hizo una ayuda idónea, una mujer, hecha de una costilla del
hombre. Siendo una verdadera belleza, dotada de perfecta inteligencia, Adán
exclamó: “Ésta será llamada Varona, porque del varón fue tomada”.
El matrimonio es de por vida, una
relación única. En las Escrituras la homosexualidad es claramente condenada
(Romanos 1.26-28). La verdadera libertad en el matrimonio se logra cuando los
dos siguen el patrón divino. “Dejará el hombre a su padre y a su madre, y se
unirá a su mujer, y serán una sola carne” (Génesis 2.24).
Dios colocó a nuestros primeros
padres en un huerto donde había árboles frutales de los cuales podían comer. A
Adán se le prohibió comer del árbol de la ciencia del bien y del mal, y se le
advirtió: “El día que de él comieres, ciertamente morirás”. Seguramente Adán le
comunicó a Eva la advertencia de Dios.
Pero un funesto día Eva actuó sin
buscar el consejo de su marido, cuando escuchó la voz de Satanás, quien estaba
disfrazado de serpiente (Apocalipsis 20.2). El tentador empezó su engaño
poniendo en duda las palabras de Dios: “¿Conque Dios os ha dicho: No comáis de
todo árbol del huerto?”
Eva añadió a la prohibición las “ni
lo tocareis”. Dios dijo: “Ciertamente moriréis”, pero Eva minimizó la
advertencia con las palabras “para que no muráis”. Al oír lo que ella dijo,
Satanás negó la penalidad de muerte, declarando: “No moriréis”. El diablo es
mentiroso y padre de mentira (Juan 8.44) al decir que uno puede pecar y no
sufrir las consecuencias. Pero “la paga del pecado es muerte” (Romanos 6.23).
Siendo engañada, Eva creyó lo que
dijo Satanás en vez de obedecer a Dios. No solamente comió del fruto prohibido,
sino que se lo dio a su esposo y él lo comió también. Así Adán compartió el
pecado de Eva. Fueron abiertos los ojos de ambos y experimentaron los tristes
resultados de su desobediencia. Estaban desnudos y sintieron vergüenza, su
pureza desapareció y su relación con Dios se rompió.
Notemos que Eva procuró librarse de
culpa, diciendo: “La serpiente me engañó”, pero ella comió voluntariamente. Si
somos honestas admitiremos que a veces hemos culpado a otros por el mal que
nosotras hemos hecho.
Eva no sólo pecó contra Dios, pero
también contra Adán por actuar independientemente de él tomando la posición de
liderazgo que pertenecía al hombre. ¡Y qué tragedia produjo! Cuando nosotras
violamos el orden de Dios y nos apartamos de la función que Él nos ha designado
no podemos esperar otra cosa que no sea desorden y aflicción[1]
El pecado de Adán fue deliberado e
intencionado, como dice Romanos 5.12: “El pecado entró en el mundo por un
hombre”. Eva fue engañada: “La mujer, siendo engañada incurrió en transgresión”
(1 Timoteo 2.14). Pero para ambos los resultados fueron inevitables; un Dios
santo no puede vivir con el pecado.
Por lo tanto, las condiciones para Eva cambiaron, la
maternidad iba a estar acompañada de dolor y angustia y su marido iba a
gobernar sobre ella. La maldición del pecado sobre el hombre y la mujer ha
aumentado el sufrimiento de la mujer en su esfera de dependencia.
Lamentablemente el hombre ha ido mucho más allá en su pecado y ha abusado
cruelmente su autoridad al dominar a la mujer.
Adán mostró su fe llamando a Eva la madre de todos los
vivientes cuando hasta ese momento no había nacido ni un solo niño. Dios hizo
vestidos de pieles por medio de la muerte de animales, una figura de la muerte
de Cristo que provee ropas de justicia para los que confían en Él.
Adán y Eva murieron espiritualmente cuando desobedecieron
a Dios. A pesar de no haber muerto físicamente en el acto, la muerte les estaba
aguardando. A causa de su pecado el acceso al árbol de la vida les fue negado y
fueron expulsados del huerto. Pero Dios continuó cuidándolos.
Eva reconoció que Dios le había dado sus hijos. Aun
después del dolor de saber que Caín había matado a su hermano Abel, ella dijo
que Dios le había dado otro hijo: Set. Dios miró con agrado a Abel y su
ofrenda. Es posible que Eva le haya enseñado a Abel la clase de ofrenda que
sería agradable a Dios. Algunos de sus nietos comenzaron a invocar el nombre de
Dios, tal vez por la buena influencia de Eva.
Por la gracia de Dios, de la descendencia de Eva nació
María, la madre de nuestro Señor Jesucristo. La primera promesa en cuanto al
Redentor está en Génesis 3.15, donde Dios habla a la serpiente de poner
enemistad entre los descendientes espirituales de Satanás y la simiente de la
mujer, el Señor Jesucristo, quien finalmente ha de herir mortalmente a Satanás.
Pero Satanás iba a causarle sufrimiento a Cristo (herirle en el calcañar) en su
crucifixión.
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