miércoles, 19 de enero de 2022

LA EPÍSTOLA A LOS EFESIOS (7)

 


VII ¾ 4.17 al 5.20;
 Hilos recogidos

En esta sección Pablo parece retomar hilos que había insertado en la tela de su carta, y los enlaza de tal manera que la parte doctrinal que precede se une con la parte práctica, formando de esta manera un conjunto unido. Veamos algunos de estos hilos.


“En Cristo”

Esta es una frase especialmente característica de los escritos de Pablo; p.ej. 1.3. Señala la posición del creyente ante Dios, pero tiene sus implicaciones prácticas. Nuestra condición debe estar acorde con nuestra posición.

            Hay una diferencia entre “en Cristo” y “en Jesús”, 4.21. La última se refiere a los días del Señor en la carne y su estilo de vida aquí en la tierra. “En Cristo” se refiere a la asociación del creyente con Él en su resurrección y su gloria celestial. Pero hay más. Los creyentes deberían moldear sus vidas ahora según el estilo de vida de Jesús cuando estaba aquí. Se da por entendido que le han oído como todas las ovejas oyen la voz del pastor (“si en verdad le habéis oído” en el 4.21 no insinúa duda, sino presume que así es) y que ha venido a ser un patrón para su vida diaria. Se nos ha dado más que un esquema de ética o moral; el cristianismo no es una filosofía. Se nos ha dado una Persona y la vida suya para la imitación nuestra.

            Esto es toda la antítesis de la manera de vida que caracterizaba la sociedad a la cual pertenecíamos. La descripción que Pablo da de aquella conducta en los versículos 17 al 22 es muy parecida a lo que escribió a los romanos en cuanto a aquellos que están en los bajos fondos del pecado, Romanos 1.20 al 32. Pero ahora que hemos sido sacados de esa posición lastimosa, debemos “andar como él anduvo”. Por cuanto nuestra posición ya no es como era (“ya no sois”, 2.19), nuestro estilo de vida ya no debe ser lo que era: “que ya no andéis como los otros gentiles”, 4.17.

Los santos

Este sustantivo y el adjetivo santo figuran mucho en esta carta: 1.1,4,15,18, 2.19,21, 3.5,8,18, 4.12, 5.3,27,6.18. El propósito afirmado por Dios que seamos “santos y sin mancha” será cumplido a la postre, 5.27. Mientras tanto Pablo enfatiza que la santidad de conducta debería caracterizar a los hijos de Dios. La “mancha” que tipifica el mundo no debe estar presente con nosotros. Obsérvese el vocabulario: inmundicia, avaricia, deshonestidad, necedad, truhanería (chistes con doble sentido), fornicación, inmundicia.

            ¡Qué lista! Nada sorprende que la ira de Dios viene sobre los hijos de desobediencia, 5.6. Es vergonzoso aun hablar de estas cosas que los tales hacen en secreto, pero son vistas por los ojos del Dios-que-Ve, 5.12,13. El Espíritu Santo de Dios mora en el creyente y por esto su vida debería ser santa. El hecho de que hayamos sido sacados de la esfera baja del pecado, y puestos en el templo santo de la presencia de Dios, requiere que su pueblo ande por sendas limpias.

La gracia

Su gracia nos ha dado aceptación en el Amado, 1.6. El vocablo griego empleado aquí se encuentra en Lucas 1.28, “muy favorecida”, pero en ninguna otra parte del Testamento. Da a entender que no tan sólo hemos sido hechos objetos de su gracia, sino también que su gracia ha sido derramada libremente sobre nosotros, o al decir del 1.6 en algunas traducciones, Él la otorgó gratuitamente. Es apropiado, entonces, mandarnos a ser benignos unos con otros, perdonando (mostrando gracia), como Dios también nos perdonó a nosotros, 4.32.

            ¡Cuánta gracia se nos ha mostrado! Hemos leído de “la gloria de su gracia”, 1.6, “las riquezas de su gracia”, 1.7, salvos “por gracia”, 2.5,8, “la gracia de Dios”, 3,2,7, “esta gracia”, 3.8, “fue dada la gracia”, 4.7, “dar gracia”, 4.29, y “la gracia sea con todos”, 6.24. El perdón de parte de Dios emanó de su gracia soberana. La parábola del Señor registrada en Mateo 18.21 al 35 (los dos deudores) se debe leer en este contexto. Su bondad para con nosotros, Efesios 2.7, debería encontrar una respuesta práctica en un perdón benévolo de nuestros semejantes.

El Espíritu de Promesa

El creyente ha sido sellado con el Espíritu de Dios. Por esto está señalado como posesión exclusiva de Dios, asegurado hasta el día de la redención, 1.13,14. Esta redención se ve en el 1.7 como una posesión presente y en Romanos 8.23 como algo a realizarse en el futuro (“las primicias del Espíritu”). Por esto no debemos contristar al Espíritu, 4.30, y el contexto del versículo hace ver cómo podríamos hacerlo. La deshonestidad, impureza de vocabulario, amargura, ira, gritería y maledicencia, y el enojo, le provocan tristeza al Espíritu, quien no es insensible a la conducta de uno en cuyo cuerpo Él mora.

            Además, debemos ser “llenos del Espíritu”, 5.18. No debemos concebirle como huésped en la casa que es nuestro cuerpo, limitado a ciertos departamentos, sino como dueño con acceso a la vida entera. No debe ser excluido de nada. Hay un pasaje correspondiente en Colosenses 3.16, y parece* que la manera en que podemos ser “llenos” es por permitir que la palabra de Cristo more ricamente en nosotros. (* si entendemos la palabra “corazones” como una referencia a la parte espiritual de nuestro ser que está vivificado por el Espíritu de Dios).

            A diferencia de aquella euforia que acompaña el consumo de vino, habrá la expresión gozosa de los labios por medio de salmos, himnos (alabanzas) y cánticos espirituales, y entendemos que los salmos son las composiciones dirigidas a Dios y los cánticos aquello que se dirige a los prójimos.

Alumbramiento

Los ojos del corazón del creyente han sido alumbrados, 1.18, de manera que ahora él no está en tinieblas. Una vez era como los gentiles, “teniendo el entendimiento entenebrecido ... por la dureza de su corazón”, 4.18. Pero las cosas son diferentes ahora, y los santos han sido alumbrados; como vimos en la oración de Pablo en el capítulo 1, ellos son capaces de “conocer” los detalles del consejo y la obra divina.

            En un tiempo eran “tinieblas” pero ahora son “luz en el Señor”, 5.8. Por esto deben andar como hijos de luz, o, cambiando de metáfora, deben llevar fruto en la práctica, en bondad, santidad y verdad. No conviene participación alguna en las obras infructuosas de las tinieblas. “¿Qué fruto teníais de aquellas cosas de las cuales ahora os avergonzáis?” Romanos 6.21.

            Habiendo sido hechos copartícipes de la promesa, Efesios 3.6, ellos no deberían ser partícipes con los impíos, 5.7, ni deberían participar en las obras de las tinieblas, 5.11. No se permite la neutralidad ni un compromiso en este asunto. Los hechos vergonzosos deben salir a la luz, a saber, por la desaprobación que puede ser administrada por la vida y por los labios del cristiano. Los inconversos aman más las tinieblas que la luz porque sus obras son malas. Las hacen “en secreto”, pero al ser éstas se hacen ver como son.

            Los cristianos que guardan silencio en cuanto a las tales cosas son culpables de perfidia y el enemigo es el beneficiario. Los tales creyentes son como otros en un campo de batalla donde hay soldados muertos y soldados dormidos y uno no distingue entre ellos. Para estos creyentes incumplidos es el 5.14: “Despiértate, tú que duermes, y levántate de los muertos, y te alumbrará Cristo”. Haciendo esto, ellos se darán cuenta del calor y la luz de la presencia de Cristo. Parece que Pablo no está citando ningún pasaje específico en el 5.14, sino recogiendo el sentido general de Isaías 60.1 (“levántate, resplandece”), 26.19 (“despertad y cantad, moradores del polvo”) y 9.2 (“no habrá siempre oscuridad”).

El andar

Esta es aún otro hilo en la tela de esta carta. El autor ha empleado el verbo en el 2.2,20, 4.1,17, 5.2,8.15. “Andar” significa conducta, y el andar de los santos no debe ser ahora como era antes, ni debe conformarse al mundo irregenerado. Ellos deben andar como es digno de su vocación, 4.1, y en particular andar en amor, 5.2. Su Ejemplo es Cristo, quien les amaba y manifestó aquel amor al entregarse a sí mismo por nosotros, ofrenda (en vida) y sacrificio (en muerte) a Dios en olor fragante, 5.2. El último versículo del capítulo anterior afirma que el resultado de esto es nuestro perdón. Nosotros, entonces, como hijos amados, debemos ser imitadores de Dios, andando como Cristo anduvo.

            Y, andamos como hijos de luz, 5.8, cosa que Pablo trata también en 1 Tesalonicenses 5.6 al 8: “velemos y seamos sobrios ...” El sueño y la borrachera caracterizan a aquellos que son de la noche; la vigilancia y seriedad a los que son del día.

            Además, debemos mirar con diligencia cómo andamos, aprovechando bien el tiempo, porque los días son malos, 5.15,16. Así como un comerciante apercibido acapara el mercado, nosotros debemos lograr el máximo beneficio espiritual que sea posible. La Reina-Valera habla de mirar “con diligencia” y otras de “cuidar mucho”, sugiriendo una regla que gobierne nuestros pasos. Aquella regla es, desde luego, las Sagradas Escrituras, las cuales señalan la senda a seguir y los peligros a ser evitados.

El “nuevo hombre”

Pablo alude a él en el 2.15, “crear [un] nuevo hombre”, y recoge el hilo en el 4.24, “vestíos del nuevo hombre”. El primer trozo tiene que ver con nuestra posición y el segundo con nuestra conducta. El “viejo hombre” es nuestra antigua manera de vivir, la cual debe ser desechada, así como Eliseo echó sus vestidos a un lado y tomó los de Elías, 2 Reyes 2.12,13. Son las vestimentas de justicia y santidad de la verdad según Efesios 4.24. Por esto se deja de decir mentira y de hurtar. Se rinde una jornada de trabajo justa, no tan sólo para guardar una saludable dependencia de otros, 1 Tesalonicenses 4.11,12, sino también para disponer de algo para ayudar a otros, Efesios 4.28.

Un cuerpo

Esta figura también se encuentra en el 2.16, “reconciliar ... a ambos en un solo cuerpo”. Ahora en el 4.25 el escritor les recuerda a los efesios que ellos son miembros el uno del otro y por ende deben rehusar la falsedad y hablar verdad cada uno con su prójimo. Es inconcebible que un miembro del cuerpo humano en buen estado de salud traicione a otro miembro, pero es posible que ocurra en un cuerpo enfermo.

            Cuán notable es que una carta que nos instruye en las más elevadas verdades de doctrina incluya a la vez tantas exhortaciones prácticas y sencillas sobre el vivir diario del creyente en Cristo. Pero cuán fácil es que nos ocupemos hábilmente de la doctrina y a la vez nos descuidemos de nuestra conducta. Por esto, el Espíritu de Dios, por medio de Pablo, da directrices tan bien equilibradas para la mente y para los pies.

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