martes, 30 de abril de 2024

MUJERES DE FE DEL NUEVO TESTAMENTO (1)

 


Elisabeth

“Nada hay imposible para Dios”. (Lucas 1:35)

La historia está en Lucas 1:5-25, 39-80.

Hace unos años, una mujer de la India, al leer el Evangelio según Lucas concluyó que el libro había sido escrito por una mujer. ¿Por qué? "Ningún hombre habría escrito tantas cosas buenas acerca de las mujeres. Nuestros líderes nunca hacen referencias a las mujeres sino para reprocharlas", dijo ella.

Pero el amado médico Lucas, guiado por el Espíritu Santo, escribió la narración más detallada de la vida terrenal del Salvador que vino al mundo para salvar a los pecadores. Lucas relató lo que unos testigos presenciales le dijeron y en su Evangelio hallamos hermosas historias de muchas mujeres que tuvieron un bendito encuentro con Jesucristo.

El testimonio de las tres primeras mujeres en el libro de Lucas — Elisabet, María y Ana— brilla como la luz de la aurora para los que habitan en tinieblas. Elisabet habla de la bendición, María de la misericordia y Ana de la redención que Jesucristo iba a brindar.

Elisabet merece nuestra admiración porque fue la primera mujer en hacer referencia al Hijo de Dios encarnado. Era de las hijas de Aarón, es decir, de la larga línea de los sacerdotes, y estaba casada con un sacerdote, Zacarías. Ambos vivían rectamente, guardando los mandamientos del Señor en comunión con El.

No tenían hijos porque Elisabet era estéril. Como Ana, la madre de Samuel, deseaban tener un hijo para el bien espiritual de la nación. Toda mujer israelita creyente en DIOS anhelaba ser madre del prometido Mesías. Parecía que el Señor no oyó sus oraciones porque ya se les había pasado la edad de procrear. Pero sabemos que Dios "hace todas las cosas según el designio de su voluntad" (Efesios 1,11)

El privilegio de quemar incienso delante del altar de oro era que no todos los sacerdotes recibían, pero llegó el gran día para Zacarías. Estando en el santuario con el incienso en la mano, apareció al lado del altar un ángel del Señor. Al verlo, el anciano sacerdote se asustó y sintió temor. Era Gabriel en forma física y le dijo: "Zacarías, no temas; porque tu oración ha sido oída, y tu mujer Elisabet te dará a luz un hijo, y llamarás su nombre Juan. Y tendrás gozo y alegría, y muchos se regocijarán de su nacimiento.

Zacarías estaba incrédulo porque le parecía imposible, y pidió una señal. Pero por no haber creído el mensaje, quedó sordomudo. La gente esperaba que saliera del santuario, y cuando lo hizo, aquel sacerdote tuve que hablarles por señas.

Al terminar sus días de ministerio se fue a su casa, y aunque no pudo decirle a su esposa Elisabet lo que había sucedido, seguramente Zacarías le escribió las maravillosas noticias de la visita y el mensaje del ángel Gabriel. Aquella mujer de fe, aunque no tuvo un encuentro personal con el ángel, creyó la promesa de Dios y poco después concibió. Por cinco meses ella se mantuvo retirada en su casa, dándole gracias a Dios porque sus oraciones habían sido contestadas'

Al sexto mes del embarazo de Elisabet, el ángel Gabriel fue enviado por Dios al pueblo de Nazaret para comunicarle a la joven virgen María una noticia infinitamente más maravillosa: que Dios la había escogido para ser madre del Salvador. Además, Gabriel le dijo que su prima Elisabet había concebido un hijo en su vejez, y que estaba en su sexto mes. Era otro milagro y María tenía que entender que no había nada imposible para Dios.

María fue al pueblo en el cerro de Judá donde vivían Elisabet Y Zacarías, entró en la casa y saludó a su prima. Al oír Elisabet el saludo de María el bebé en su matriz y bendito el fruto de tu vientre". Era bendito porque era el Hijo de Dios, el Salvador del mundo. "¿Por qué se me concede esto a mí, que la madre de mi Señor venga a mí?", preguntó la anciana humildemente.

Hoy en día, cuando muchos consideran que el feto en el útero de la mujer no es nada más que un grupito de células, las palabras de Elisabet son una solemne advertencia de que todo feto es un ser humano. El rey David dijo en oración: "Tú formaste mis entrañas; tú me hiciste en el vientre de mi madre" (Salmo 139.13). Así vemos que el aborto forzado es un homicidio.

Elisabet fue la primera persona que hizo referencia al Señor Jesucristo encarnado. Inspirada por Dios, ella lo llamó "mi Señor" cuando Él aún no había nacido; después de su resurrección María Magdalena también lo llamó "mi Señor" (Juan 20.13). Al ver en María, su joven prima, la persona que iba ser la madre de su Señor, Elisabet no sintió celos sino puro gozo al reconocer que Dios estaba ordenándolo todo.

María respondió con su cántico, engrandeciendo a Dios su Salvador. Ella se quedó en casa de Zacarías y Elisabet por tres meses. Seguramente las dos mujeres encintas, la futura madre de Juan el Bautista y la de Jesús el Hijo de Dios, le expresaron a Dios muchas acciones de gracias. Luego María regresó a su hogar en Nazaret.

Elisabet tuvo el gozo de dar a luz a su hijo. Al octavo día de su nacimiento los parientes y vecinos se juntaron para circuncidar al recién nacido y ponerle nombre. Ellos querían que se llamara Zacarías, como su padre. Recordando las palabras del ángel, la madre dijo que no, sino que se llamaría Juan. Los amigos se asombraron cuando su padre Zacarías pidió una tablilla en la que escribió: "Juan es su nombre"

En seguida Zacarías pudo hablar y sus primeras palabras fueron de alabanza al Señor. Liberado ya de su silencio, él fue inspirado para expresar un cántico de profecía y adoración a Dios. Las noticias acerca del nacimiento de Juan fueron esparcidas en toda la zona de Judea y la gente preguntaba acerca del futuro de aquel niño.

En cada detalle de la historia de Elisabet hallamos a una mujer cuyo comportamiento es digno de ser emulado. Su testimonio, junto con el de su esposo, fue irreprochable. A pesar de que por años le habían pedido al Señor que les diera un hijo, cuando ella por fin concibió, con dignidad se recluyó en su casa engrandeciendo al Señor, y luego aquella señora mayor humildemente recibió con amor a la joven mujer que iba a ser madre del Salvador. También se mantuvo firmeal decirles a sus familiares que su hijo llevaría el nombre indicado por el ángel Gabriel.

De este hijo de Elisabet el Señor Jesucristo dijo: "Entre los que nacen de mujer no se ha levantado otro mayor que Juan el Bautista (Mateo 11. 11). Juan, hablando de Jesucristo, dijo humildemente.  necesario que El crezca, pero que yo mengüe" (Juan 3.30).

Rhoda Cumming


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