“Nada hay imposible para Dios”.
(Lucas 1:35)
La historia está en Lucas
1:5-25, 39-80.
Hace
unos años, una mujer de la India, al leer el Evangelio según Lucas concluyó que
el libro había sido escrito por una mujer. ¿Por qué? "Ningún hombre habría
escrito tantas cosas buenas acerca de las mujeres. Nuestros líderes nunca hacen
referencias a las mujeres sino para reprocharlas", dijo ella.
Pero el amado médico
Lucas, guiado por el Espíritu Santo, escribió la narración más detallada de la
vida terrenal del Salvador que vino al mundo para salvar a los pecadores. Lucas
relató lo que unos testigos presenciales le dijeron y en su Evangelio hallamos
hermosas historias de muchas mujeres que tuvieron un bendito encuentro con
Jesucristo.
El testimonio de las
tres primeras mujeres en el libro de Lucas — Elisabet, María y Ana— brilla como
la luz de la aurora para los que habitan en tinieblas. Elisabet habla de la
bendición, María de la misericordia y Ana de la redención que Jesucristo iba a
brindar.
Elisabet merece
nuestra admiración porque fue la primera mujer en hacer referencia al Hijo de
Dios encarnado. Era de las hijas de Aarón, es decir, de la larga línea de los
sacerdotes, y estaba casada con un sacerdote, Zacarías. Ambos vivían
rectamente, guardando los mandamientos del Señor en comunión con El.
No tenían hijos porque
Elisabet era estéril. Como Ana, la madre de Samuel, deseaban tener un hijo para
el bien espiritual de la nación. Toda mujer israelita creyente en DIOS anhelaba
ser madre del prometido Mesías. Parecía que el Señor no oyó sus oraciones
porque ya se les había pasado la edad de procrear. Pero sabemos que Dios "hace
todas las cosas según el designio de su voluntad" (Efesios 1,11)
El privilegio de
quemar incienso delante del altar de oro era que no todos los sacerdotes
recibían, pero llegó el gran día para Zacarías. Estando en el santuario con el
incienso en la mano, apareció al lado del altar un ángel del Señor. Al verlo,
el anciano sacerdote se asustó y sintió temor. Era Gabriel en forma física y le
dijo: "Zacarías, no temas; porque tu oración ha sido oída, y tu mujer
Elisabet te dará a luz un hijo, y llamarás su nombre Juan. Y tendrás gozo y
alegría, y muchos se regocijarán de su nacimiento.
Zacarías estaba
incrédulo porque le parecía imposible, y pidió una señal. Pero por no haber
creído el mensaje, quedó sordomudo. La gente esperaba que saliera del
santuario, y cuando lo hizo, aquel sacerdote tuve que hablarles por señas.
Al terminar sus días
de ministerio se fue a su casa, y aunque no pudo decirle a su esposa Elisabet
lo que había sucedido, seguramente Zacarías le escribió las maravillosas
noticias de la visita y el mensaje del ángel Gabriel. Aquella mujer de fe,
aunque no tuvo un encuentro personal con el ángel, creyó la promesa de Dios y
poco después concibió. Por cinco meses ella se mantuvo retirada en su casa,
dándole gracias a Dios porque sus oraciones habían sido contestadas'
Al sexto mes del
embarazo de Elisabet, el ángel Gabriel fue enviado por Dios al pueblo de
Nazaret para comunicarle a la joven virgen María una noticia infinitamente más
maravillosa: que Dios la había escogido para ser madre del Salvador. Además,
Gabriel le dijo que su prima Elisabet había concebido un hijo en su vejez, y
que estaba en su sexto mes. Era otro milagro y María tenía que entender que no
había nada imposible para Dios.
María fue al pueblo en
el cerro de Judá donde vivían Elisabet Y Zacarías, entró en la casa y saludó a
su prima. Al oír Elisabet el saludo de María el bebé en su matriz y bendito el
fruto de tu vientre". Era bendito porque era el Hijo de Dios, el Salvador
del mundo. "¿Por qué se me concede esto a mí, que la madre de mi Señor
venga a mí?", preguntó la anciana humildemente.
Hoy en día, cuando
muchos consideran que el feto en el útero de la mujer no es nada más que un
grupito de células, las palabras de Elisabet son una solemne advertencia de que
todo feto es un ser humano. El rey David dijo en oración: "Tú formaste mis
entrañas; tú me hiciste en el vientre de mi madre" (Salmo 139.13). Así
vemos que el aborto forzado es un homicidio.
Elisabet fue la
primera persona que hizo referencia al Señor Jesucristo encarnado. Inspirada
por Dios, ella lo llamó "mi Señor" cuando Él aún no había nacido;
después de su resurrección María Magdalena también lo llamó "mi
Señor" (Juan 20.13). Al ver en María, su joven prima, la persona que iba
ser la madre de su Señor, Elisabet no sintió celos sino puro gozo al reconocer
que Dios estaba ordenándolo todo.
María respondió con su
cántico, engrandeciendo a Dios su Salvador. Ella se quedó en casa de Zacarías y
Elisabet por tres meses. Seguramente las dos mujeres encintas, la futura madre
de Juan el Bautista y la de Jesús el Hijo de Dios, le expresaron a Dios muchas
acciones de gracias. Luego María regresó a su hogar en Nazaret.
Elisabet tuvo el gozo de dar a luz a su
hijo. Al octavo día de su nacimiento los parientes y vecinos se juntaron para
circuncidar al recién nacido y ponerle nombre. Ellos querían que se llamara
Zacarías, como su padre. Recordando las palabras del ángel, la madre dijo que
no, sino que se llamaría Juan. Los amigos se asombraron cuando su padre
Zacarías pidió una tablilla en la que escribió: "Juan es su nombre"
En seguida Zacarías
pudo hablar y sus primeras palabras fueron de alabanza al Señor. Liberado ya de
su silencio, él fue inspirado para expresar un cántico de profecía y adoración
a Dios. Las noticias acerca del nacimiento de Juan fueron esparcidas en toda la
zona de Judea y la gente preguntaba acerca del futuro de aquel niño.
En cada detalle de la
historia de Elisabet hallamos a una mujer cuyo comportamiento es digno de ser
emulado. Su testimonio, junto con el de su esposo, fue irreprochable. A pesar
de que por años le habían pedido al Señor que les diera un hijo, cuando ella
por fin concibió, con dignidad se recluyó en su casa engrandeciendo al Señor, y
luego aquella señora mayor humildemente recibió con amor a la joven mujer que
iba a ser madre del Salvador. También se mantuvo firmeal decirles a sus
familiares que su hijo llevaría el nombre indicado por el ángel Gabriel.
De este hijo de
Elisabet el Señor Jesucristo dijo: "Entre los que nacen de mujer no se ha
levantado otro mayor que Juan el Bautista (Mateo 11. 11). Juan, hablando de
Jesucristo, dijo humildemente. necesario
que El crezca, pero que yo mengüe" (Juan 3.30).
Rhoda Cumming
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