Mi
capitán
Una profesora de una escuela pública en
Melrose, Massachusetts, les había asignado a sus alumnos memorizar
"Invicto", de William Ernest Henley, y recitarlo en clase. Este poema
es generalmente considerado un clásico de la literatura inglesa, y ella pensó
que sus estudiantes deberían familiarizarse con él. Inspira a las personas
irreflexivas por su espíritu de poder, independencia y valentía.
"Invicto"
Más allá de la noche que me cubre
negra como el abismo insondable,
doy gracias a los dioses que pudieran existir
por mi alma invicta.
En las azarosas garras de las circunstancias
nunca me he lamentado ni he pestañeado. Sometido a
los golpes del destino
mi cabeza está ensangrentada, pero erguida.
Más allá de este lugar de cólera y
lágrimas donde yace el Horror de la Sombra,
la amenaza de los años
me encuentra, y me encontrará, sin
miedo.
No importa cuán estrecho sea el
portal,
cuán cargada de castigos la
sentencia,
soy el amo de mi destino:
soy el capitán de mi alma.
Estas palabras le
plantearon un problema a Edith Vail, una chica cristiana de la clase. Recitar
este poema públicamente en la clase sería una negación de lo que ella creía.
Sería deshonrar a Aquel que ella reconoció como su Maestro y Capitán. De hecho,
sintió que sería una blasfemia en contra de su Señor y Salvador.
Había solo una cosa
para hacer. Fue hacia la profe
La profesora sintió
que aquí había un caso de real insubordinación. Reportó a Edith a la
administración de la escuela, pero no se detuvo allí. Alguien lo reportó a los
periódicos locales y pronto se transformó en una noticia pública. Salía en las
portadas: una estudiante que se negó obstinadamente a obedecer a su profesora.
Edith fue comparada con los testigos de Jehová, quienes se niegan a jurar
fidelidad a la bandera. Obviamente ella era miembro de una secta rebelde y
posiblemente anti-americana.
Los cristianos de toda el área oraron
fervientemente por Edith. Luego una creyente vino en su rescate con una
brillante sugerencia. Le contó que hay una versión cristiana del poema de
Hewnley, por Dorothy Day. Quizás la maestra le permitiría recitarlo en lugar
del otro. Y eso fue lo que sucedió. Edith llevó la versión cristianizada y se
la mostró a la profesora. Para su gran sorpresa, la profesora estuvo de
acuerdo.
Edith se paró delante de la clase y
recitó lo siguiente:
Mi capitán
De la luz que me encandila,
Brillante como el sol de polo a polo,
Le agradezco a Dios que sé que existe,
Por Cristo, el Conquistador de mi alma.
Debido a que Suya es la influencia de
las circunstancias
No me estremeceré ni clamaré en alta voz.
Bajo la norma que los hombres llaman azar
Mi cabeza se inclina humildemente con alegría.
Más allá de este lugar de pecado y lágrimas
'[Esa vida con Él! Y suya es la ayuda
Que a pesar de la amenaza de los años
Me mantiene y me mantendrá sin temor.
No tengo miedo, aunque la puerta sea angosta,
Él limpió de castigo el libreto;
Cristo es el Amo de mi destino,
Cristo es el Capitán de mi alma.
Dios había hecho que la ira del hombre
Lo alabara. Él había vindicado a una valiente joven creyente que estuvo
dispuesta a sufrir de abuso verbal por su lealtad a Cristo. El llevó un gran
número de personas cara a cara con el Cristo ineludible.
Se debe tener una convicción férrea
para ser fiel a Jesús cuando todo el mundo parece estar en nuestra contra.
Edith Vail fue de aquellos que tienen lo que se necesita.
William Macdonald
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