domingo, 28 de septiembre de 2025

Raíces de Amargura

 


Con respecto a las raíces de amargura, se nos ordena que ella debe ser quitada junto con otras malas hiervas:

Quítense de vosotros toda amargura, enojo, ira, gritería y maledicencia, y toda malicia. (Efesios 4:31)

Para ello debemos observándonos a nosotros mismos:

Mirad bien, no sea que alguno deje de alcanzar la gracia de Dios; que, brotando alguna raíz de amargura, os estorbe, y por ella muchos sean contaminado… (Hebreos 12:15)

Y si encontramos “alguna raíz de amargura”, algún resentimiento hacia algún hermano, debemos perdonar como el Señor perdona:

…perdonándoos unos a otros si alguno tuviere queja contra otro. De la manera que Cristo os perdonó, así también hacedlo vosotros. Y sobre todas estas cosas vestíos de amor, que es el vínculo perfecto (Colosenses 3:13b-14)


Siete factores por los cuales la fe puede ser negada

 

La fe en 1 Timoteo

·   Naufragio en la fe                            por mala conciencia                                        1 Timoteo 1:11

·   Apostar de la fe                               por oír espíritus de error                                 1 Timoteo 4:1

·   Negación de la fe                             por irresponsabilidad familiar                        1 Timoteo 5:8

·   Falsear la fe                                      por infidelidad a Cristo                                   1 Timoteo 5:12

·   Descaminado de la fe                     por amor al dinero                                           1 Timoteo 6:10

·   Extraviados de la fe                         por recibir falsa ciencia                                  1 Timoteo 6:21

·   Reprobados acerca de la fe          por corrupto entendimiento                           2 Timoteo 3:8


Se ha comparado la fea un barco que surca las aguas de este mundo, cuya carta marítima, figura de la Palabra de Dios, y su brújula de orientación, tipo del Espíritu Santo, se encargan de guiar nuestro barco seguro a la patria celestial. Pablo estaba seguro de esto y pudo decir: “El tiempo de mi partida está cercano ... He peleado la buena batalla, he acabado la carrera, he guardado la fe.” (2 Timoteo 4:6,7)

Hay los que creen que han alcanzado todo; se han hecho sabios. El asunto empieza por tolerar una cosa pequeña, no juzgando el pecado. Dicen: ¿Qué hay de malo en eso? ¿No es uno libre para seguirse por su propia conciencia? La cosa va en aumento; de una piedra va una base, de una base una pared y de una pared una casa. La conciencia se ha cauterizado; todo lo que rebosa es sabiduría, y el naufragio de la fe es inevitable.

¡Cuántos cadáveres están boyando en las aguas de esta vida porque no fueron consecuentes al aviso cuando la conciencia era sensible! Se acumuló tanto daño que la conciencia fue contaminada. (Tito 1:15) Había algunos en la iglesia de Sardis a quien el Señor dice: “Yo conozco tus obras, que tienes nombre que vives y estás muerto. Sé vigilante y conforma las otras cosas que están para morir, porque no he hallado tus obras perfectas delante de Dios.” (Apocalipsis 3:1,2)

No obstante, negar a Cristo es apostasía. Negar la doctrina fundamental de nuestra fe es apostasía. Hay muchos que, como Judas, anduvieron muy cerca de la verdad, pero nunca llegaron a “comprar la verdad,” y, después que han sido atrapados “por espíritus de error y doctrinas de demonios,” no tienen suficiente valor moral para regresar confesando su pecado, sino que mitigan el extravío, ensalzando el error y diciendo: Ahora sí estamos en la verdad; antes éramos unos ignorantes. Así ha sucedido con algunos que han abrazado la herejía de los llamados testigos de Jehová y otros que han abrazado las extravagancias del pentecostalismo.

Pero, ¿a quién se manifiestan estas cosas? A los que no están conforme con la pureza y sencillez de la doctrina. “Antes teniendo comezón de oír, se amontonarán maestros conforme a sus concupiscencias. Apartarán de la verdad el oído y se volverán a las fábulas.” (2 Timoteo 4:3,4) En vista pues de tanta apostasía alrededor, “No seáis llevados de acá para allá por doctrinas diversas y extrañas, porque buena cosa es afirmar el corazón en la gracia, no en viandas que nunca aprovecharán a los que anduvieron en ellas.” (Hebreos 13:9)

Son muchos los lectores de la Biblia que le pasan por alto a ese versículo en 1 Timoteo 5:8 (“Si alguno no provee para los suyos, y mayormente para los de su casa, ha negado la fe, y es peor que un incrédulo.”), el cual encaja muy bien para estos tiempos, cuando algunos padres cristianos se han preocupado más en llenar de ciencia la cabeza de sus hijos que el corazón de gratitud a sus padres y de amor y obediencia a Dios.

Muchos son los hijos que se levantan y se olvidan de la responsabilidad a los padres. Hace algún tiempo que pude presenciar cuando una madre reclamaba a su hijo, que tenía varios meses que no le daba nada. El hijo discutía con la madre, alegando que no le alcanzaba el sueldo porque tenía cuatro hijos, estaba pagando una casa y alguno había enfermado en la casa, pero yo, que conocía al sujeto, porque viví en el mismo vecindario, sabía que todo era evasivo, pues esa persona podía sostener lujo y comodidades vanidosas.

Los frutos de un verdadero creyente se ven en un cambio grande al sentir responsabilidad para con los suyos. Cumple con sus obligaciones. Inculca en sus hijos la caridad cristiana, reconociendo a sus ascendientes vivos hasta la cuarta generación. La ingratitud es señal manifiesta de los últimos tiempos. “Desobedientes a los padres, ingratos, sin santidad.” En días de este mismo año, dos jóvenes agredieron a puñetazos y puntapiés a la madre, porque ésta les recriminó fabricar bombas en su hogar.

No sólo las viudas jóvenes quebrantan la primera fe; también el que se casa con un infiel o divorciado, el que haya mayor satisfacción en la compañía de inconversos que en la comunión de sus hermanos, el que deja de asistir a los cultos y se arrellana en un sillón a ver televisión, el que deja de asistir a la cena del Señor para ir a la playa: el corazón de los tales ha falseado. Un nuevo afecto morboso se ha metido en su vida que la hace quebrantar su primera fe.

Eso le pasó a Mical, la esposa de David. Parece que se entregó en los brazos de otro hombre, sin protesta alguna, mientras David estaba desterrado. Así le pasó a Demas, ofuscado con la populosa Roma. Abandonó a Pablo, “amando a este siglo.” Si esto se hace con los que estamos viendo, ¡cuánto más con el Señor que está ausente! “Guardaos pues en vuestros espíritus y no seas desleales.” (Malaquías 2:16

El amor al dinero abre las agallas de la avaricia y cierra las entrañas de compasión y sentimiento. El socio del avaro es una persona llamada yo: “mis frutos, mis alfolíes, mis bienes, mi alma, mi pan, mi agua, mis víctimas, mis esquiladores.” (Lucas 12:16-24, 1 Samuel 25:11) Giezi vio las riquezas de Naamán y las codició. ¡Cuán grande privilegio tenía este hombre de servir al siervo de Dios! Pero no estaba contento con lo presente. La codicia le hizo matemática para distribuir la plata en “vestidos, olivares, viñas, ovejas, bueyes, siervos y siervas.” (2 Reyes 5:20-27)

Miles han descaminado de la fe, no por tener dinero, sino por amor al dinero. Qué diferente al hermano acomodado de Colosas, Filemón. “Porque tenemos gran gozo y consolación de tu caridad, de que, por ti, oh hermano, han sido recreadas las entrañas de los santos.” (Filemón 7)

Ciencia es el conjunto de conocimientos relativos y variados. Yo digo que debiera tener una sola aplicación: a Dios y al conocimiento que tengan los hombres de Dios, revelado en la palabra de Dios. “Mas de él sois vosotros en Cristo Jesús, el cual nos ha sido hecho por Dios sabiduría, justificación, santificación y redención.” (1 Corintios 1:30)

Desgraciadamente el enemigo ha presentado al mundo la falsamente llamada ciencia. En los días de Pablo y Timoteo proliferaban las falsas doctrinas y teorías extraídas de metes fértiles en ideas, y con estas ciencias muchos estaban atacando las virtudes de nuestro Señor Jesucristo. Había los que abundaban en fábulas. Himeneo y Fileto enseñaban que la resurrección era ya hecha. (2 Timoteo 2:17,18) Otros enseñaban filosofías y vanas sutilezas. (Colosenses 2:8) Hoy la falsa ciencia se ha multiplicado y algunas de sus escuelas han cambiado de nombre, como los llamados testigos de Jehová que enseñan la misma teoría del arrianismo. “Que esta sabiduría no es la que desciende de lo alto, sino terrena, animal, diabólica.” (Santiago 3:15)

“Que seamos librados de hombres inoportunos, porque no es de todos la fe.” (2 Tesalonicenses 3:2) Ciertamente que tales personas no tienen ni aun un pensamiento honesto. Estos son de aquellos a quien el Señor dijo: “No deis lo santo a los perros, ni echéis vuestras perlas a los puercos; porque no las rehuellen con los pies, y vuelvan y os despedacen.” (Mateo 7:6) La visión de éstos llega solamente a la nariz. Estos hechiceros Jannes y Jambres eran tercos como sapos que quieren salir del encierro cabeceando la pared. ¿No vieron esos hombres cuándo “la vara de Aarón devoró las varas de ellos?” (Éxodo 7:10-12)

Hay personas que un día gustaron del evangelio; luego cayeron. Hoy su entendimiento es tan corrompido que no quieren que se les hable nada del evangelio.

El Señor rogó por Pedro que su fe no faltara. Pedro tuvo su momento de cobardía, pero no falseó su fe. Que también a nosotros nos guarde para que el enemigo no nos arrebate el tesoro de nuestra fe.

Jose Naranjo


La Mujer que agrada a Dios (3)

 Lecciones del pasado

Fay Smart y Jean Young

 


Para llevar a cabo sus propósitos, Dios trabaja a través de hombres y mujeres sencillos y utiliza experiencias humanas comunes. En las páginas del Antiguo Testamento encontramos nombres de algunas mujeres que resaltan por una razón y otra. Enfocaremos sobre algunas de ellas para ver qué lecciones podemos obtener. Algunas mujeres trabajaron con Dios, otras en contra de Dios, algunas trataron de ayudar a Dios y otras fueron usadas por Dios a pesar de su comportamiento.

MUJERES QUE TRABAJARON CON DIOS

Entre las mujeres devotas y santas del Antiguo Testamento encontramos a Jocabed, madre de Moisés. La narración en Éxodo 1:22; 2:1-10 no nos dice mucho acerca de cómo fue, pero debe haber sido una mujer de percepción (vio que era hermoso), de valentía (lo escondió por tres meses y no tuvo miedo de la orden del rey — Heb. 11:23), de acción (hizo una arquilla, puso al niño allí, lo colocó en el río y puso a su hermana a vigilarlo), y de fe (Heb. 11:23). Pero es en el carácter del hijo donde aprendemos más de la madre. ¿Por qué escogió Moisés, cuando creció, dejar el palacio y. sufrir aflicción con el pueblo de Dios declarando que ellos eran su pueblo? (Heb. 11:24, 25). ¿Quién le enseñó acerca de Dios y de su pueblo escogido? ¿Quién le habló de la promesa de Dios de librarlos de la esclavitud de Egipto? ¿Pueden ver la fidelidad de la madre que, en los pocos años que lo tuvo, pacientemente le enseñó lecciones al pequeño que darían fruto en días futuros? Moisés fue uno de los hombres más grandes de la historia universal, pero a quien le fue confiado el trabajo de amoldar su carácter, la que le dio sus metas en la vida, fue su madre. Ella trabajó con Dios.

Dos siglos más tarde, Dios necesitaba a otro hombre que guiara a su pueblo. Israel estaba en una condición de decadencia y confusión. Dios quería levantar a un líder llamado Samuel, pero empezó su trabajo con una mujer de fe y oración (l S. 1:1—2:11).

Ana no tenía hijos. Esta condición era un reproche y una calamidad en aquellos días, así que ella buscó la ayuda de Dios. Oró con fervor Y perseverancia por un hijo varón que pudiera dar al Señor. Dios le dio a Samuel y con ternura ella lo preparó para el papel que tendría que desempeñar. Su vida sería muy diferente a la de otros niños porque viviría separado de su familia y hogar, separado para servir a Dios. ¿Qué lecciones aprendería de su madre? La santidad de Dios, la abnegación y el sacrificio, el privilegio de dedicar la vida al servicio de Dios. ¡Qué ejemplo fue ella misma de lo que enseñó a su hijo!

Pensemos en cuánto le costó a Ana entregar a su Samuelito, el niño que había deseado por tanto tiempo. ¿Quién cuidaría de él en el templo? Elí, el sacerdote, era anciano y sus hijos eran hombres depravados. ¿Cómo podría dejarlo en semejante ambiente? Ana había hecho un voto y cumpliría lo prometido a cualquier costo. Cuando dejó a Samuel en el templo no lloró, adoró al Señor con un cántico que es una joya de la poesía hebrea (l S. 2:1-11). Está lleno de alabanza a Dios por su bondad hacia los que le buscan con corazón humilde y sincero.

Dios aún usa instrumentos humanos. ¿Estamos dispuestas, por amor a él, a entregarle lo que nos es más precioso? Ana lo hizo con gozo. Su hijo fue juez y profeta y una bendición a toda la nación. Dios bendijo a Ana dándole otros hijos (l S. 2:21). Ana trabajó con Dios.

En contraste con Jocabed y Ana, madres de hijos prominentes, Débora ocupó un lugar en la historia de Israel muy poco usual para una mujer (Jue. 4:4). En su tiempo no había rey en Israel. La nación le había dado la espalda a Dios y servía a dioses paganos, así que Dios "los vendió en manos de sus enemigos de alrededor" (Jue. 2:14). Cuando el pueblo en su angustia clamaba a Dios, Jehová levantó jueces para librarlos de mano de los que los despojaban, pero volvían una y otra vez a su idolatría. En los días de Débora, Jabín, el rey de Canaán, oprimía a Israel y el capitán de su ejército se llamaba Sísara.

Leemos que Débora era profetisa. Tenía discernimiento espiritual para escuchar la voz de Dios y podía comunicar lo recibido a otros. El pueblo acudía a ella buscando juicio y consejo (Jue. 4:4, 5). Afectada por la triste condición de su nación, Débora empezó a actuar. Llamó a Barac y le dió mandato de Dios de salir a la batalla. Cuando Barac se rehusó a ir sin ella, acordó ir con él, no para pelear sino para darle apoyo moral y espiritual (Jue. 4:14). Dios dio la victoria y Débora juzgó a Israel cuarenta años (Jue, 5:31),

Dios no puso a menudo a mujeres en puestos públicos, pero no demoró en hacerlo cuando hubo necesidad. ¡Qué bendición para Débora fue el estar dispuesta a ser instrumento de Dios cuando él la necesitó! Jocabed, Ana y Débora trabajaron con Dios, ejercieron buena influencia sobre toda la nación y tuvieron parte en el desarrollo de los propósitos de Dios. Nosotras también podemos ser "colaboradores de Dios" (l Co. 3:9). ¿Podemos pedir vocación más alta que ésta?

MUJERES QUE TRABAJARON EN CONTRA DE DIOS

Desgraciadamente leemos de mujeres que fueron la vergüenza de su familia y de su nación, mujeres como Jezabel, reina de Israel, y Atalía reina de Judá, que se dedicaron a hacer el mal y a tornar al pueblo de la adoración de Dios a la de ídolos paganos. Su influencia apresuró la decadencia y la derrota de sus respectivas naciones.

Jezabel, una princesa pagana, llegó a ser la esposa de Acab, rey de Israel (l R. 16:31). Era idólatra e introdujo el culto a Baal en Israel, haciendo que su marido "provocara la ira de Jehová, Dios de Israel" (l R. 16:33). Ella personalmente sostenía a 850 profetas paganos (l R 18: 19), mataba a los profetas de Jehová (l R. 18: 13) e hizo voto de matar al profeta Elías (l R. 19:1, 2). De Acab leemos: "A la verdad ninguno fue como Acab, que se vendió para hacer lo malo ante los ojos de Jehová; porque Jezabel su mujer lo incitaba" (l R. 21:25).

Atalía fue la hija de Acab y Jezabel y llegó a ser esposa de Joram, rey de Judá (2 R. 8:18). Cuando su marido murió, su hijo Ocozías ascendió al trono y de ambos se dice: Anduvo en el camino de la casa de Acab, e hizo lo malo ante los ojos de Jehová" (2 R. 8:18, 27). Después de la muerte de su hijo, Atalía "se levantó y destruyó toda la descendencia real" (2 R. 11:1) para que ella pudiera tomar la corona. Dios protegió al hijo menor, paro Atalía reinó durante seis años. Cuando el legítimo heredero del trono hizo su aparición y fue coronado, Atalía fue muerta a espada y todo el pueblo se regocijó (2 R. 11:20).

Vale la pena notar que en 2 Reyes con frecuencia aparecen los nombres de las madres de los reyes. Leemos, por ejemplo, que "de doce años era Manasés cuando comenzó a reinar el nombre de su madre fue Hepsiba. E hizo lo malo ante los ojos de Jehová" (2 R. 21:1, 2). "De veinte años era Joacim cuando comenzó a reinar el nombre de su madre fue Zebuda e hizo lo malo ante los ojos de Jehová" (2 R. 23:36, 37).

También leemos de madres cuyos hijos " hicieron lo recto ante los ojos de Jehová" (2 R. 12:2, 3; 18:1-3; 22:1, 2). ¿Habrá relación entre la mención de la madre y la descripción del carácter del rey? Si la influencia de madres piadosas como Jocabed y Ana se reflejaba en sus hijos y la influencia de reinas idólatras en los suyos, ¡cuánta responsabilidad pesa sobre las madres cristianas de hoy! Debemos darnos cuenta de la magnitud del poder de nuestra influencia, y la posibilidad de que en nuestra propia casa podamos estar trabajando en contra de Dios.

¿Cómo puede ser esto? No somos idólatras. Es verdad que no adoramos imágenes, pero el cristiano del siglo XX puede caer en la idolatría. ¿Qué diremos del materialismo y la pasión por asegurar nuestro futuro? Un ídolo es cualquier cosa que se interpone entre el alma y Dios. ¿Cuáles son nuestras metas? ¿Cosas materiales, casa mejor y más grande, más comodidad, más placer, más seguridad por medio de nuestras posesiones? ¿Qué metas tenemos para nuestros hijos? ¿Es el éxito en esta vida para lo cual los preparamos desde la niñez, sin escatimar costo alguno? Necesitamos mantener ante nuestros ojos y los de nuestros hijos la relación que existe entre lo temporal y lo eterno.

Sólo una vida que pronto pasará, Sólo lo hecho por Cristo durará.

MUJERES QUE TRATARON DE AYUDAR A DIOS

Sara y Rebeca fueron esposas de los patriarcas Abraham e Isaac y tenían fe en la palabra de Dios. Pero no supieron esperar hasta que Dios actuara. Trataron de lograr lo que Dios había prometido usando artimañas propias.

Dios prometió a Abraham descendencia tan numerosa como las estrellas (Gn. 15:5), pero Sara, su esposa, era estéril. Para apurar las cosas, para ayudar a Dios, Sara sugirió una manera de conseguir un heredero (Gn. 16:1, 2). Tuvo éxito y nació Ismael, pero no fue el hijo prometido por Dios sino motivo de disgustos en el hogar y sus descendientes han turbado a Israel hasta el día de hoy.

Dios le dijo a Rebeca, antes de que nacieran sus hijos gemelos, que el mayor serviría al menor. El menor, Jacob, era su favorito y cuando le pareció que la promesa de Dios no se iba a cumplir, intentó ayudar a Dios para que sus propósitos se lograran (Gn. 27:1—28:5). Su plan también tuvo éxito: Jacob recibió la bendición de primogénito, pero la Paz del hogar quedó destruida, hubo enemistad entre los hermanos, Jacob fue desterrado y Rebeca perdió el gozo de ver a Dios hacer las cosas a su manera.

La epístola a los Hebreos nos dice que es necesario tener fe y Paciencia (Heb 10:86). ¿Por qué no contesta Dios inmediatamente cuando oramos? Porque el horario divino no es igual al nuestro y la espera fortalece nuestra fe. Es una bendición esperar en el Señor y ver cómo desarrolla sus planes a nuestro favor. No necesita de nuestra ayuda. Su corazón se goza al ver nuestra fe y paciente confianza en él sal. 27:14).

MUJERES USADAS POR DIOS A PESAR DE SU COMPORTAMIENTO

Da ánimo ver cómo Dios, en su gracia, usa aún a los que han fracasado para cumplir sus propósitos. Eva, a pesar de su pecado, recibió la seguridad de que su simiente derrotaría a Satanás (Gn. 3:15). Sara, que actuó mal en el caso de Ismael, llegó a ser madre del hijo de la promesa (Gn. 21:2). Rahab, la ramera gentil, porque creyó en Dios (Jos. 2), llegó a pertenecer a la línea genealógica de la cual nacería el Mesías (Mt. 1:5). Noemí, después de años desperdiciados en Moab, trajo a su nuera Rut bajo la sombra de las alas del Dios de Israel y a una posición de honor como esposa de Booz y bisabuela del rey David (Rut I y 3:13-17). Ester, a pesar de su vacilación y temor de la ira del rey, tuvo valentía para interceder por, su pueblo y fue el instrumento de su liberación (Est. 4:16)

Sea cual fuere nuestro carácter, educación, dones o posición social, Dios puede utilizarnos para su gloria. Entre más cerca andemos de él y mayor sea nuestro deseo de servirle, más útiles le seremos y mayor será nuestra bendición.

El monte de los milagros: Cristo el gran benefactor

     ¨       Vino junto al mar de Galilea; y subiendo al monte, se sentó allí. Mateo 15.29.  

¨       Mi Padre hasta ahora trabaja, y yo trabajo. Juan 5.17


El médico de vida, Mateo 15.30,31

“Se le acercó mucha gente que traía consigo a cojos, ciegos, mudos, mancos, y otros muchos enfermos; y los pusieron a los pies de Jesús, y los sanó”. ¡Qué escena tan impresionante! Cuatro mil hombres, además de mujeres y niños, estaban allí, algunos sanos y otros enfermos. Se habían reunido en ese monte, sin invitación o aviso, para oír las enseñanzas de Cristo, y a la vez abrigaban la esperanza que Él podría sanar a sus enfermos.

Nunca hubo antes, ni habrá después, un médico como el Señor Jesucristo. Sus credenciales no se desplegaban como diplomas en la pared. No eran palabras sino hechos: “los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos son limpiados, los sordos oyen, los muertos son resucitados, y a los pobres es anunciado el evangelio”, Mateo 11.5.

Nada estaba escondido de él, quien conocía a fondo todo el ser humano. “Te alabaré; porque formidables, maravillosas son tus obras; estoy maravillado ... No fue encubierto de ti mi cuerpo, bien que en oculto fui formado, y entretejido en lo más profundo de la tierra. Mi embrión vio tus ojos”, Salmo 139.14 al 16.

Es infalible también. Muchas veces los médicos se equivocan o se encuentran vencidos por una nueva epidemia. No fue así con Cristo, aun cuando en Nazaret no hizo muchos milagros, por la incredulidad de la gente, Mateo 13.58.

Casi todos los casos que le fueron presentados eran humanamente incurables, pero El nunca despachó a un menesteroso sin haberle curado. Nunca fijó un horario de consulta. Sanaba aun los días sábado, trayendo sobre sí la ira de los religiosos, quienes tenían más compasión por el buey o el burro que por uno afligido de cuerpo y alma.

Le preocupaba no sólo el estado físico sino el espiritual. Leemos, por ejemplo, en el caso del paralítico en Marcos 2 que le dijo: “Levántate, toma tu lecho y anda”, para que los demás supiesen que el Hijo del Hombre tiene potestad para perdonar pecados.

¡Gracias a Dios por su don inefable!

La cosa triste es que le manifestaron agradecimiento muy pocos que le debían tanto por haberles curado. Hubo excepciones, como el leproso, uno entre diez, que volvió a darle las gracias por su curación, y el Señor le preguntó, “Y los nueve, ¿dónde están?” En todos los siglos la raza adánica no ha sabido dar las gracias; a Jesús le dio una cruz vergonzosa por su compasión para con sus criaturas.

A veces los enfermos reciben de su médico una receta por medicina tan costosa que ellos no pueden costear su curación, pero ¡cuán diferente con nuestro Señor! El remedio para nuestra plaga negra del corazón era tan completamente más allá de nuestra capacidad para adquirirla, que Él lo proveyó a precio infinito por su muerte en cruz. Sabemos que fuimos “rescatados ... no con cosas corruptibles como oro o plata, sino con la sangre preciosa de Cristo”, 1 Pedro 1.18,19.

Hay quienes tratan la magnanimidad de Cristo en conseguirnos el gran remedio casi como algunos enfermos tratan la visita a su médico. Al ver la prescripción, confiesan que sus recursos no les permiten comprar el remedio. Lo reciben gratuito, por la generosidad del médico u otro, pero dicen, “Lo voy a guardar por unos días más, hasta que me sienta un poco mejor; entonces, tomaré la medicina”. Probablemente el lector dirá, “¡Qué insensatez! ¡Esa medicina regalada es para tomársela de una vez!”

Así es la salvación. Lector, quizás sin Cristo, ¿qué estás haciendo con el gran remedio que es el evangelio? Te puede dar corazón nuevo y quitar toda mancha de pecado.

La parte nuestra

Ahora, consideremos un detalle al comienzo de este relato breve. La gente le traía a Jesús toda clase de enfermos, incluyendo a los mancos, poniéndolos a sus pies, 15.30. En el 18.8 El empleará la misma palabra al decir, “Es mejor entrar en la vida cojo o manco”, refiriéndose a quienes le falta una pierna, un pie, un brazo o una mano.

Es probable que entre esa multitud hubiese uno o más mancos. ¡Cuál no sería su gozo al hallarse con el cuerpo completo de nuevo! Pero, ¿dónde empezó la compasión? Fue en los que estaban dispuestos a cargar y ayudar a los impedidos hasta donde estaba el Señor Jesucristo.

Se habrán contentado mucho los buenos amigos que con lucha y sudor habían subido el monte con su carga, viéndolos completamente sanados. Nosotros estamos rodeados de gente necesitada espiritualmente. ¿Endureceremos el corazón, dejándoles perecer en sus pecados, o los llevaremos a los pies de Cristo?

¿Cómo podemos hacerlo? Recomendamos cuatro maneras:

Ø  por la oración, llevándolos ante el trono de la gracia

Ø  por interesarlos en asistir al culto evangélico

Ø  por medio de un testimonio intachable

Ø  por poner en sus manos un tratado evangélico o una porción de la Palabra de Dios

Nos llama la atención que la gente se haya quedado en aquel monte tres días. Era de esperarse que, al ser curados, ellos estarían pensando enseguida en regresar a sus casas. Pero no; las palabras de vida que Cristo tenía para ellos les encantaban, y les hicieron olvidar su hambre. Hay aquí una lección para cada creyente, y es que las cosas de nuestro Señor Jesucristo deben tener prioridad en nuestras vidas también.

El sustentador, Mateo 15.32,38

“Tomando los siete panes y los peces, dio gracias, los partió y dio a sus discípulos, y los discípulos a la multitud”.

Aquí tenemos un maravilloso comedor popular. No había mercado, ni bodega, ni conuco, pero había la presencia del Señor de gloria en su divinidad y del Pan de Vida en su humanidad. El respondió por todo. Había una grande multitud, una grande necesidad, un gran milagro, una grande satisfacción y un gran sobrante.

En la alimentación de los cinco mil, 14.17 al 20, sobraron doce cestas llenas, y ahora en el 15.37 sobran siete canastas. Las cestas se usaban para traer las compras del mercado, pero las canastas eran mucho más grandes; cabía un hombre en una canasta, como cuando Pablo fue bajado del muro en Damasco en una de ellas.

Pero observamos también cosas pequeñas en el milagro de los panes y los peces:

Su fe Cuando los discípulos contestaron al Señor sobre la grande necesidad de la gente hambrienta, preguntó, “¿De dónde tenemos nosotros tantos panes en el desierto?” Se habían multiplicado panes y peces en el capítulo anterior, alimentando cinco mil hombres más las mujeres y los niños presentes. ¡Gracias a Dios que la alimentación de esa gente no dependió de la fe de los discípulos!

Su razonamiento Poco es mucho cuando Dios está en la cosa. Él se digna usar cosas pequeñas para manifestar su propia grandeza. Redujo, por ejemplo, el ejército de Gedeón a trescientos hombres para derrotar una multitud que era como langostas que cubrían la tierra, y camellos innumerables. “Lo débil del mundo escogió Dios para avergonzar a lo fuerte”, 1 Corintios 1.27.

Su estatura Estaban recostados; todos se hicieron pequeños. No hay distinción entre grandes y chicos para con Dios; es corte parejo. Para participar de los alimentos, todos tenían que bajarse al mismo nivel. La salvación se consigue solamente a los pies de Cristo, como cuando los israelitas tenían que doblarse a la tierra para recoger el maná que Dios les mandó. Los discípulos efectuaron la distribución ordenadamente. El Señor se dignó usar “vasos de barro” para llevar el pan de vida a los hambrientos.

La vida pública de Cristo

Como parte de este comentario sobre Cristo como el gran benefactor, queremos examinar por un momento tres cualidades suyas que hacían posibles las cosas que hemos visto en su ministerio en bien de la gente.

Dios ungió con el Espíritu Santo y con poder a Jesús de Nazaret, y ... éste anduvo haciendo bienes y sanando a todos los oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con él. Hechos 10.38

Pedro en su discurso en casa de Cornelio destaca tres puntos en cuanto a la vida pública de nuestro Señor:

Ø  fue ungido con el Espíritu y con poder hacía bienes

Ø  Dios estaba con él

 

Una vida con poder

En su bautismo en el Jordán, Cristo fue ungido por el Espíritu, luego fue llevado por el mismo Espíritu al desierto para ser tentado por el diablo. Esto nos enseña que uno no está exento de los ataques del diablo por estar guiado por el Espíritu y por andar en el camino de la voluntad de Dios. Es cuando el creyente se aparta del camino señalado por su Señor que no puede resistir el ataque del gran enemigo de su alma.

Así fue la tragedia del joven profeta en la triste historia que encontramos en 1 Reyes 13. El viejo profeta le engañó, y él desobedeció la Palabra de Dios; había emprendido buen camino, pero “volvió con él”. La consecuencia fue que “le topó un león en el camino, y le mató”.

Como su Señor, cada creyente empieza su carrera nueva con la unción del Espíritu Santo, 1 Juan 2.27. Aquí está el secreto de su poder espiritual. Su responsabilidad es:

Ø  no contristar al Espíritu, Efesios 4.30, sea por pecar o por no confesar el pecado

Ø  no apagar el Espíritu, 1 Tesalonicenses 5.19, en no cumplir con sus deberes

Ø  no dejar de responder al impulso del Espíritu en dejar de hablar o actuar por él.

Es de esperar que la vida del creyente sea con poder en la oración, poder en el testimonio y poder en el servicio del Señor. Cuando no lo hay, no es por no contar con el Espíritu sino por una de las circunstancias que hemos mencionado.

Una vida con propósito

Jesús anduvo (i) haciendo bienes en las cosas temporales, y (ii) sanando a todos los oprimidos por el diablo en lo espiritual.

Hay una correspondencia entre el bien que hagamos por nuestros prójimos en lo material y lo que hacemos espiritualmente. “No nos cansemos, pues, de hacer bien; porque a su tiempo segaremos, si no desmayamos”, Gálatas 6.9.

El creyente debe ser una persona completamente incapaz de hacer mal a su prójimo. Muchos inconversos han sido amargados contra el evangelio por el mal proceder de uno llamado “hermano”. En cambio, un pequeño acto de simpatía, por ejemplo, en forma material con uno no convertido que está atribulado, puede abrir la puerta para ganar aquél para Cristo.

Cuando soltero, viví en cierta época con otro joven cristiano en un pequeño apartamento en Winnipeg, Canadá, donde los inviernos son sumamente fuertes. Un joven con caballo y trineo repartía leche de casa en casa, bregando contra nieve, hielo y una temperatura muy por debajo de cero. Le convidamos entrar y calentar las manos mientras le preparábamos una tasa de chocolate caliente y un poco de pan.

Volvió a visitarnos varias veces, recibió tratados y por fin accedió acompañarnos a la predicación del evangelio. Aquella noche él manifestó su deseo de volver a donde vivíamos, y allí abrió su corazón al Señor y fue convertido. La cosa es que los tres somos octogenarios ahora, sirviendo al Señor sin olvidarnos de la tasa de chocolate caliente y los panecillos.

En Hebreos 13.15 al 16 se nos exhorta ofrecer primeramente sacrificio de alabanza, es decir, fruto de labios que confiesan el nombre del Señor. O sea, primeramente, tenemos el deber para con Dios. Pero el pasaje sigue: “Y de hacer bien y de la ayuda mutua no os olvidéis; porque de tales sacrificios se agrada Dios”. Aun cuando nuestra vida como cristianos honre a Dios con sacrificios espirituales, no debemos ignorar el privilegio de ser una bendición a nuestros prójimos. La secuencia en Gálatas 6.10 es la de primeramente a los de la familia de la fe, y después, teniendo oportunidad, a todos.

Una vida con presencia

“... porque Dios estaba con él”.

¡Qué hermosa vida la de nuestro Señor Jesucristo! El la pasó día y noche en comunión íntima con el Padre. Siendo el único mediador entre Dios y los hombres, nos traía al Padre: “El que me ha visto a mí, ha visto al Padre”. También dijo nuestro Señor: “El que me ama, mi palabra guardará, y mi Padre le amará, y vendremos a él, y haremos morada con él”, Juan 14.23.

Sin Cristo uno no sirve para nada, pero en Cristo todo lo puede. Al decir esto Pablo, él añadió: “en Cristo que me fortalece”, Filipenses 4.13. La vida pública de Cristo fue con poder, con propósito y vivida en la presencia de Dios. Y, “nuestra comunión es con el Padre, y con su Hijo Jesucristo”, 1 Juan 1.3.

Santiago Saword


Una palabra fiel

 


Palabra fiel y digna de ser recibida por todos: que Cristo Jesús vino al mundo para salvar a los pecadores, de los cuales yo soy el primero. Pero por esto fui recibido a misericordia, para que Jesucristo mostrase en mí el primero toda su clemencia, para ejemplo de los que habrían de creer en él para vida eterna (1 Timoteo 1:15-16)

Nadie es demasiado malo para Cristo. El enemigo de nuestras almas puede utilizar dos tácticas para alejarnos de Cristo: una es engañándonos con la idea de que no necesitamos un Salvador, pues somos lo suficientemente buenos para Dios, mientras que la otra es hacernos creer que somos demasiado malos como para ser salvos. Sin embargo, ¡ambas cosas son imposibles! La verdad es que “Cristo Jesús vino al mundo para salvar a los pecadores”, y Pablo añadió: “De los cuales yo soy el primero”. Y si el primero (o el principal) de los pecadores ya ha sido salvado, entonces nadie debe sentir desesperación. “Cuando el pecado abundó, sobreabundó la gracia” (Ro. 5:20). Dios se complace en mostrar su gracia incluso a los más despreciables y viles, así como a aquellos que se creen justos pero que han comprendido que todas sus justicias son como trapos de inmundicia delante de él (Is. 64:6).

No hay forma más efectiva de influir en los demás que el testimonio personal de alguien que ha sido salvado. La simple teoría, por muy verdadera que sea, no es suficiente. Debe haber una experiencia personal de la gracia salvadora si uno quiere ser un ganador de almas. Decir: «Cristo puede salvar a los pecadores» es algo verdadero, pero no basta con eso. Sin embargo, decir: «Él me ha salvado», le da poder al mensaje y brinda seguridad a los corazones de los oyentes, pues son capaces de ver que quien habla está dando testimonio de lo que él mismo ha experimentado.

H. A. Ironside

¡Qué maravilla! Perdón recibí,

Cristo por gracia salvóme a mí;

Mis culpas todas Él las llevó,

Y solo por gracia salvo soy.

D. B. Towner

La Salvación, Una Introducción (3)

La propiciación

 Alan Summers


Puntos clave

·         La propiciación implica quitar la ira de Dios contra el pecado.

·         La propiciación se consiguió por medio de la muerte de Cristo.

·         La propiciación se logró porque la muerte de Cristo por el pecado es un sacrificio aceptable a Dios y que aplaca su ira hacia el pecador.

 

La propiciación describe lo que sucede cuando la ira de Dios es apaciguada. Como la Biblia enseña que el pecado provoca la ira de Dios, la pregunta es si hay algo que se pueda hacer para apaciguar esa ira. La respuesta es que, con la muerte de Cristo, se ofreció un sacrificio que propició a Dios. En otras palabras, la muerte de Cristo por el pecado agradó tanto a Dios que se efectuó la propiciación. La propiciación enfatiza que el regalo o el sacrifico que se ofreció aplacó su ira. Una idea secundaria y distinta es que la ira se agota en el regalo o el sacrificio. Este concepto está relacionado con el de la sustitución, donde la ira que nos correspondía fue cargada sobre Cristo.

La propiciación nos recuerda que, aunque es cierto que Dios ama al mundo, Él también odia el pecado, y los que cometen pecado son objeto de su ira. A la vez, Él ama a sus criaturas, ¡pero odia sus pecados y ofensas! El propósito de un sacrificio propiciatorio es permitirle a Dios que trate con los pecados, pero que perdone al pecador. La propiciación se enfoca en uno de los grandes efectos que tuvo del sacrificio de Cristo en relación con Dios: quitar la causa de la ira.

En el Antiguo Testamento, las palabras “expiar” (kafar) y “expiación” (kofer) se usan para describir el efecto del sacrificio por el pecado. Una interpretación tradicional de la expiación denotaba un sacrificio que “cubría” el pecado. Así pues, se sobreentiende que no quitaba el pecado, sino que solo lo ponía fuera de la vista de Dios.[1] Por lo tanto, se concluyó que la expiación debía contrastarse con la muerte de Cristo que “quita” el pecado (Heb. 9:26). Pero, la mejor posición es que la doctrina de la expiación del Antiguo Testamento es deficiente por la misma razón que todos los sacrificios del Antiguo Testamento también eran deficientes, a saber, que no tenían mérito intrínseco y requerían repetición. Eran provisionales y anticipaban el sacrificio final de Cristo. Si la palabra kafar significa, como creo yo, purgar o reconciliar o, en ocasiones, apaciguar por medio de un regalo, es una doctrina que se reconoce en el Nuevo Testamento y de ninguna manera es un concepto deficiente del Antiguo Testamento[2].  Por consiguiente, aunque la expiación no se mencione como un tema distinto en este escrito, ocupa su lugar junto a la doctrina de la propiciación. También se pudiera haber mencionado en relación con la reconciliación o la doctrina del lavamiento o la purificación.

 

ESCRITURAS CLAVE

¨       Cristo Jesús, a quien Dios puso como propiciación por medio de la fe en su sangre, para manifestar su justicia, a causa de haber pasado por alto, en su paciencia, los pecados pasados (Romanos 3:24-25).

¨       Por lo cual debía ser en todo semejante a sus hermanos, para venir a ser misericordioso y fiel sumo sacerdote en lo que a Dios se refiere, para expiar los pecados del pueblo (Hebreos 2:17).

¨       Hijitos míos, estas cosas os escribo para que no pequéis; y si alguno hubiere pecado, abogado tenemos para con el Padre, a Jesucristo el justo. Y él es la propiciación por nuestros pecados; y no solamente por los nuestros, sino también por los de todo el mundo (1 Juan 2:1-2).

¨       En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó a nosotros, y envió a su Hijo en propiciación por nuestros pecados (1 Juan 4:10).

¨       El que cree en el Hijo tiene vida eterna; pero el que rehúsa creer en el Hijo no verá la vida, sino que la ira de Dios está sobre él (Juan 3:36).

¨       Nadie os engañe con palabras vanas, porque por estas cosas viene la ira de Dios sobre los hijos de desobediencia (Efesios 5:6).

 

CITAS CLAVE

Ningún hombre dejará de temblar hasta que sostenga que Dios es propiciado solamente por aquella expiación en la cual Cristo padeció su ira. En otras palabras, la paz no se debe buscar en ningún otro lugar más que en las agonías de Cristo, nuestro Redentor[3]. (Juan Calvino)

La muerte de Cristo propició a Dios, apartando su ira y permitiendo que Él recibiera en su familia a aquellos que pongan su fe en el que lo satisfizo. El alcance de la obra propiciatoria de Cristo abarca todo el mundo (1 Juan 2:2) y la base de la propiciación es su sangre derramada (Romanos 3:25)[4]. (Charles Caldwell Ryrie)

Cuando los hijos de Dios pecan, provocan su ira. Claro, su ira no es una falta de control irracional, como tantas veces lo es en los seres humanos. Su ira es la oposición resuelta de su santa naturaleza a todo lo que es malo. Esta oposición al pecado no se puede desestimar con un simple gesto de la mano. Requiere de algo mucho más significativo y la Biblia declara que solamente la cruz hizo esto… Cuando el Nuevo Testamento habla de la “propiciación”, significa que la muerte de Jesús en la cruz por el pecado de la humanidad apaciguó la ira de Dios contra su pueblo de una vez por todas... Como en el Antiguo Testamento Dios se reunía con su pueblo cuando la sangre de la ofrenda por el pecado era rociada sobre el altar, así también la muerte de Cristo nos lleva a tener comunión con Dios. [5]

Kafar: hacer expiación, hacer reconciliación, purgar. La raíz kafar se usa unas 150 veces. Se ha hablado mucho sobre la palabra. Existe una raíz árabe equivalente que significa “cubrir” u “ocultar”. Sobre la base de este vínculo, se ha supuesto que la palabra hebrea significa “cubrir el pecado” y así apaciguar a la deidad, haciendo expiación. Se ha sugerido que el rito del Antiguo Testamento simbolizaba cubrir el pecado hasta que pudiera ser tratado por la expiación de Cristo. Sin embargo, hay poca evidencia que apoye esta perspectiva. El vínculo con la palabra árabe es débil y la raíz en hebreo no se usa con el significado de “cubrir” … Se puede entender mejor la palabra kafar relacionándola con la palabra kofar, que quiere decir “rescate”. Significa “expiar ofreciendo un sustituto”. Mayormente se usa en relación con el rito sacerdotal de rociar la sangre del sacrificio y por consiguiente “hacer expiación” por el adorador. La palabra se usa cuarenta y nueve veces solamente en Levítico y en ninguna ocasión se puede observar un uso distinto. El verbo siempre se usa en relación con quitar el pecado o la contaminación, a excepción de Génesis 32:20, Proverbios 16:14 e Isaías 28:18 en donde se puede observar el significado relacionado de “apaciguar por medio de un regalo”. Parece claro que esta palabra ilustra claramente la teología de la reconciliación en el Antiguo Testamento. La vida del animal sacrificado, simbolizada específicamente por su sangre, se requería a cambio de la vida del adorador.[6]  (Laird Harris)


[1] Diccionario expositivo de palabras del Antiguo y Nuevo Testamento exhaustivo de Vine, p. 10

 

 

[2] Theological Wordbook of the Old Testament [Libro de palabras teológicas del Antiguo Testamento] 1:453. Véase la cita al final del capítulo.

[3] Institución de la religión cristiana.

[4] Síntesis de doctrina bíblica

[5] Glosario Holman de términos bíblicos, p.370

 

[6] Theological Wordbook of the Old Testament [Libro de palabras teológicas del Antiguo Testamento] pp.452-453