Louise
y el ingeniero sanitario
Louise es un ama de casa consumada.
Encaja en el perfil bíblico de una esposa y madre cristiana. Uno de sus mayores
gozos es criar a sus siete hijos para Dios. Otro es apoyar a su esposo mientras
viaja y trabaja incansablemente para el señor Jesús. He aquí un ejemplo. Una
vez él estaba predicando en una conferencia en Nueva Jersey, y recordó que era
el cumpleaños de ella. La llamó y expresó su pena por no poder estar con ella y
darle un regalo. Sin dudarlo ella le dijo: "No podrías darme un mejor regalo
que estar donde Dios quiere que estés, haciendo lo que quiere que hagas."
Había algo más en Louise. Su horario
ocupado no le impedía ser una ardiente ganadora de almas. A menudo invitaba a
las mujeres del vecindario a un estudio bíblico de una hora con merienda. Pero
después de un tiempo se dio cuenta de que ellas estaban satisfechas con su
propia religión. Tenían poco interés en una relación personal con el Señor.
Temprano, una mañana, mientras Louise
estaba orando la sala, recordó la historia de la gran cena en Lucas 14. Todos
aquellos que fueron invitados tenían excusas, así que el maestro envió a su
criado a las calles y a las plazas para invitar a otros.
Louise se lo llevó al Señor en oración:
"Señor, los que he invitado tienen muchas excusas; me gustaría ir a estos
otros por ti, pero estoy aquí con mis hijos. Si me enviaras a alguien de las
calles y los caminos, yo los invitaría a Tu cena."
En
ese momento escuchó el bip-bip de un camión de basura dando marcha atrás. Sí,
ese es de las calles. Miró por la ventana y vio al hombre, ahora llamado
eufemísticamente ingeniero sanitario, cómo levantaba el contenedor de basura vecino
vaciándolo en el camión. Era evidente como se contorneaba su cuerpo mientras lo
hacía. Se estaba acomodando, tratando de aliviar algún dolor.
Louise
se paró en el cordón de la acera cuando el camión se acercó a su casa. Cuando
el conductor, Reg, bajó al pavimento, Louise le preguntó si tenía problemas de
espalda. "No," le dijo. "Tengo problemas de corazón."
"Bueno, ¿por qué entonces carga
pesados contenedores de basura todo el día?" le preguntó. "Espere, yo
vaciaré el mío," y levantó el contenedor, tirando su contenido en el
camión.
"Bueno, oraré para que obtenga un
mejor trabajo o un mejor corazón."
"A nadie le importan los hombres
basureros," dijo Reg con tristeza.
"A
Dios, sí," respondió Louise.
Reg volvió a la cabina del camión y
siguió su camino. Una semana después Louise estaba esperando en el cordón de la
acera cuando llegó el camión. Antes de que Reg llegara al contenedor de la
basura, Louise ya lo había vaciado en el camión. Él la miró y preguntó:
"¿Oró usted por mí?"
"Cada día."
Reg no lo creía, aunque no exteriorizó
su duda.
Louise continuó: "Escuche. La
Biblia dice que la fe sin obras es muerta. Yo estoy orando, pero usted tendrá
que solicitar otro trabajo." Él asintió, no dijo nada, y se fue.
En la siguiente calle, vio a Moira, la
hija de 7 años de Louise, que iba de camino a la escuela. Cuando el camión se
detuvo cerca de ella, gritó: "Oiga, oramos por usted en casa. Entonces Reg
supo que alguien sí se preocupaba por los basureros.
Una semana después, cuando Louise se
encontraba esperando en la acera, Reg le dijo: "Sra. Nicholson, creo en
Dios, en el cielo y en el infierno, y en todo eso, pero tiene que haber algún
otro paso que tomar. ¿Hay algo más que deba hacer?"
Louise le explicó con detalle el camino
de salvación de Dios y la importancia de dar un paso de fe. Él escuchó con
atención, luego, sonriendo y despidiéndose, se fue. Ella le gritó:
"Asegúrese de solicitar ese empleo."
Durante otra semana los Nicholson
oraron por Reg sin falta. El día de recolección de basura, Louise acudió a su
posición en la acera. Reg se bajó de un salto del camión, y con una sonrisa de
oreja a oreja le dijo: "Bueno, ya lo hice."
"Di el paso, Sra. Nicholson."
Le explicó que había puesto su confianza en el Señor Jesús.
¿Sería verdad? ¿Realmente habría sido
salvo? Louise pensó: Bueno, sea verdad o no, debería leer la Biblia. Después de
todo la fe viene por oír la Palabra de Dios. "Reg, usted necesita comenzar
a leer la Biblia. Es como alimento para el alma."
"Ay, Sra. Nicholson, debería
habérmelo dicho antes. Si eso es lo que un cristiano tiene que hacer, lo
siento. No soy un lector. Ni siquiera leo el periódico. Lo siento." Y
siguió conduciendo hasta la siguiente casa.
En la siguiente esquina, encontró una
caja pesada esperando que la llevaran. Su curiosidad lo hizo echar un vistazo.
Allí encima de todo había una Biblia nueva, aun envuelta en su plástico.
"Está bien, Señor, leeré Tu Libro."
NO sólo comenzó a leer la Biblia,
asistió a la iglesia don se congregaban los Nicholson. Se apareció con un
overol rojo Intenso, con el logo de la compañía recolectora en el frente. Era
lo mejor que tenía. Ahí estaba él, en la fila, sonriendo como un niño en una
tienda de dulces. Todo parecía encajarle perfectamente, los cantos, la
cordialidad de la gente. Cuando alguien le preguntó por qué asistía a la
reunión de oración el martes y a otra reunión de oración en una congregación
cercana el miércoles, él dijo: "Tengo que hacer doble horario. Me falta
mucho para ponerme al corriente."
Poco
después de convertirse, Reg se bautizó. El Señor le dio la victoria sobre su
hábito de alcoholismo. No sólo asistió a las reuniones fielmente, sino que
trajo a sus amigos para escuchar el evangelio. Disfrutó de su salvación desde
el primer día.
Su
corazón no mejoró, pero pudo encontrar un empleo menos agotador por varios
años. Más adelante, el Señor lo llamó a casa, un amado hermano en Cristo, quien
fue llamado de las calles e invitado a participar de la gran cena.
Y
todo porque una fiel ama de casa oró: "Señor, úsame."
William MacDonald
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