viernes, 13 de mayo de 2011

Epístola de Santiago.

Capítulo 4

En todo lo que sigue, la epístola se refiere al juicio sobre la naturaleza no refrenada, de la voluntad en sus diferentes formas: conflictos provenientes de las co-dicias (v. 1-2); peticiones hechas a Dios que proceden de la misma fuente (v. 3); deseos de la carne y de la mente que se desarrollan y encuentran su esfera en la amistad con el mundo, la que es así enemistad contra Dios (v. 4). La naturaleza del hombre codicia con envidia, está llena de envidia con respecto a otros. Pero Dios da mayor gracia (v. 6). Hay una fuerza que actúa contra esta naturaleza si uno se contenta con ser pequeño y humilde, con no ser nada en el mundo. La gracia y el favor de Dios están con nosotros para liberarnos de las perniciosas influencias de la carne, porque él resiste a los orgullosos y da gracia a los humildes. Sobre esto, el apóstol despliega la acción del alma dirigida por el Espíritu de Dios, en medio de la incrédula y egoísta masa de los judíos con la que estaba asociada (v. 7-10), porque supone que los creyentes a quienes se dirige están aún relacionados con la ley. Al hablar mal de su hermano, al cual la ley le daba un lugar ante Dios, se hablaba mal de la ley, según la cual ese hermano tenía muy grande valor (v. 11-12). Ese juicio pertenecía a Dios, quien había dado la ley y quien sabía preservar su autoridad, como así también conceder liberación y salvación.
En los versículos 13-16, la misma propia voluntad y olvido de Dios son censurados; la falsa confianza fundada en el hecho de contar con la propia capacidad para hacer lo que se quiera y la ausencia de dependencia respecto de Dios son puestas de manifiesto. El versículo 17 es una conclusión general, fundada en el principio ya enunciado en el capítulo 3, versículo 1, y en lo que se dice con respecto a la fe. El conocimiento del bien, sin su puesta en práctica, hace que la propia ausencia de la obra que se sabe hacer sea un pecado positivo. La acción del nuevo hombre está ausente, el viejo hombre está presente; como el bien está ante los ojos, se sabe lo que se debería hacer, pero no se lo hace; no hay disposición a ello, no se quiere hacerlo.

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