lunes, 6 de noviembre de 2017

La Deidad de Cristo

“En el principio ERA el Verbo, y el Verbo era CON Dios, y el Verbo era DIOS... y Aquel Verbo FUE HECHO CARNE y habitó entre nosotros: ¡Gran­de es el misterio de la piedad, DIOS HA SIDO MANIFES­TADO EN CARNE! Emmanuel — CON NOSOTROS’ Dios”. (Jn. 1:1, 14; Tim. 3:16; Mat. 1:23).
Como tal, el Señor Jesús es presentado en los Evangelios.
CRISTO CONOCE A TODOS. — Natanael recibió con incredulidad la no­ticia de Felipe acerca de su hallazgo del Mesías; pero su argumento: “¿De Nazaret puede haber algo de bueno?”, per­dió toda su fuerza en cuanto se encon­tró con el Señor. Las palabras del Se­ñor Jesús: “He aquí un verdadero Israe­lita, en el cual no hay engaño”, le intri­garon y conmovieron profundamente. Sí, Cristo conocía bien a Natanael y ha­bía llegado la hora de que Natanael co­nociera al Señor. ¿De dónde me cono­ces?, preguntó él, intranquilo, descon­certado y desconfiado. “Antes que Feli­pe te llamara, cuando estabas debajo de la higuera TE VI”, repuso el Señor. Y en un memento Natanael comprendió que, Quien pudo verlo debajo de la hi­guera y revelar el estado de su corazón, tenía que ser DIOS, y exclamó: “Tú eres el HIJO DE DIOS” (Jn. 1.44-49).

CRISTO CONOCE LOS DICHOS DE TODOS. — El abatido y desmorali­zado Tomás, lleno de temor por lo que para él fue un inesperado giro en los sucesos acaecidos al Señor, estuvo au­sente de la reunión memorable cuando Cristo apareció a los Suyos para confir­mar Su resurrección. Cuando los demás le contaron cuan maravilloso había sido el encuentro, contestó: “Si no viere en Sus manos la señal de los clavos, y me­tiere mi dedo en el lugar de los clavos, y metiere mi mano en Su costado, no creeré”. ¿Fueron oídas estas palabras solamente por sus condiscípulos? Oh, no. Uno más las oyó y tomó nota de lo dicho; y ocho días después visitó a los Suyos y a Tomás le dio la oportunidad de conocerle. Este también, cual Nata­nael, al darse cuenta de que, además de haber resucitado, el Señor conocía lo di­cho por él comprendió Quién era Jesús y prorrumpió en la confesión más cate­górica de un alma iluminada: “¡Señor mío, y DIOS mío!” (Jn. 20:19-28).

CRISTO CONOCE LOS PENSA­MIENTOS DE TODOS. — Estando en Capernaum le trajeron un paralítico pa­ra que lo sanara; pero fueron sorpren­didos al oírle decir: “Hijo, tus pecados te son perdonados”. ¡Qué bendición pa­ra el enfermo! Pero, los escribas, que no vieron en el Señor más que a “Jesús, el profeta de Nazaret”, pensando en sus corazones, decían: “Blasfemias, dice. ¿Quién puede perdonar pecados, sino sólo Dios?” Y conociendo luego Jesús que pensaban así dentro de sí mismos, no tardó en revelarles Su auténtica Per­sonalidad al sorprenderles con la pre­gunta: “¿Por qué pensáis estas cosas en vuestros corazones?” Y, para que tuvie­sen evidencias irrefutables, por Su pala­bra sanó al enfermo ante todos. Y al ver levantarse al paralítico tomó espanto a todos de que, como DIOS, no sólo pu­diera decir “Tus pecados te son perdo­nados”, pero conociera aún los pensa­mientos de sus corazones y, asombrados, dijeron: “Hemos visto maravillas hoy” (Mar. 2:1-12; Luc. 5:26).

CRISTO MOSTRO LA GLORIA DE SU DEIDAD a tres de Sus discípu­los privilegiados. Un día, “El manso y humilde de corazón”, “el despreciado y desechado entre los hombres”, los llevó al monte alto. Mientras ORABA, “la apariencia de Su rostro se hizo otra”, y Sus vestidos se volvieron blancos y res­plandecientes como la luz; y, “he aquí una nube de luz los cubrió” y una voz de la nube dijo: “Este es MI HIJO ama­do, en el cual tomó contentamiento: a El oíd” (Luc. 9:29; Mat. 17-1-6). Y ellos, viendo “la majestad y gloria” revelada en El, y oída la voz, cayeron sobre sus rostros ante Quien es DIOS.
P. B
Sendas de Luz, 1976

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