“En el principio
ERA el Verbo, y el Verbo era CON Dios, y el Verbo era DIOS... y Aquel Verbo FUE
HECHO CARNE y habitó entre nosotros: ¡Grande es el misterio de la piedad, DIOS
HA SIDO MANIFESTADO EN CARNE! Emmanuel — CON NOSOTROS’ Dios”. (Jn. 1:1, 14;
Tim. 3:16; Mat. 1:23).
Como tal, el Señor Jesús es presentado en los Evangelios.
CRISTO CONOCE A TODOS. — Natanael recibió con incredulidad la noticia de Felipe acerca de su
hallazgo del Mesías; pero su argumento: “¿De Nazaret puede haber algo de
bueno?”, perdió toda su fuerza en cuanto se encontró con el Señor. Las
palabras del Señor Jesús: “He aquí un verdadero Israelita, en el cual no hay
engaño”, le intrigaron y conmovieron profundamente. Sí, Cristo conocía bien a
Natanael y había llegado la hora de que Natanael conociera al Señor. ¿De
dónde me conoces?, preguntó él, intranquilo, desconcertado y desconfiado.
“Antes que Felipe te llamara, cuando estabas debajo de la higuera TE VI”,
repuso el Señor. Y en un memento Natanael comprendió que, Quien pudo verlo
debajo de la higuera y revelar el estado de su corazón, tenía que ser DIOS, y
exclamó: “Tú eres el HIJO DE DIOS” (Jn. 1.44-49).
CRISTO CONOCE LOS
DICHOS DE TODOS. — El abatido y desmoralizado
Tomás, lleno de temor por lo que para él fue un inesperado giro en los sucesos
acaecidos al Señor, estuvo ausente de la reunión memorable cuando Cristo
apareció a los Suyos para confirmar Su resurrección. Cuando los demás le
contaron cuan maravilloso había sido el encuentro, contestó: “Si no viere en
Sus manos la señal de los clavos, y metiere mi dedo en el lugar de los clavos,
y metiere mi mano en Su costado, no creeré”. ¿Fueron oídas estas palabras
solamente por sus condiscípulos? Oh, no. Uno más las oyó y tomó nota de lo
dicho; y ocho días después visitó a los Suyos y a Tomás le dio la oportunidad de
conocerle. Este también, cual Natanael, al darse cuenta de que, además de
haber resucitado, el Señor conocía lo dicho por él comprendió Quién era Jesús
y prorrumpió en la confesión más categórica de un alma iluminada: “¡Señor mío,
y DIOS mío!” (Jn. 20:19-28).
CRISTO CONOCE LOS PENSAMIENTOS DE TODOS. — Estando en Capernaum le trajeron un paralítico para que lo sanara;
pero fueron sorprendidos al oírle decir: “Hijo, tus pecados te son
perdonados”. ¡Qué bendición para el enfermo! Pero, los escribas, que no vieron
en el Señor más que a “Jesús, el profeta de Nazaret”, pensando en sus
corazones, decían: “Blasfemias, dice. ¿Quién puede perdonar pecados, sino sólo
Dios?” Y conociendo luego Jesús que pensaban así dentro de sí mismos, no tardó
en revelarles Su auténtica Personalidad al sorprenderles con la pregunta:
“¿Por qué pensáis estas cosas en vuestros corazones?” Y, para que tuviesen
evidencias irrefutables, por Su palabra sanó al enfermo ante todos. Y al ver
levantarse al paralítico tomó espanto a todos de que, como DIOS, no sólo pudiera
decir “Tus pecados te son perdonados”, pero conociera aún los pensamientos de
sus corazones y, asombrados, dijeron: “Hemos visto maravillas hoy” (Mar.
2:1-12; Luc. 5:26).
CRISTO MOSTRO LA GLORIA DE SU DEIDAD a tres de Sus discípulos privilegiados. Un día, “El manso y humilde de
corazón”, “el despreciado y desechado entre los hombres”, los llevó al monte
alto. Mientras ORABA, “la apariencia de Su rostro se hizo otra”, y Sus vestidos
se volvieron blancos y resplandecientes como la luz; y, “he aquí una nube de
luz los cubrió” y una voz de la nube dijo: “Este es MI HIJO amado, en el cual
tomó contentamiento: a El oíd” (Luc. 9:29; Mat. 17-1-6). Y ellos, viendo “la majestad y gloria” revelada en El, y oída la
voz, cayeron sobre sus rostros ante Quien es DIOS.
P. B
Sendas de Luz, 1976
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