domingo, 21 de marzo de 2021

LOS CUATRO CÁNTICOS DE MOISES

 La vida de Moisés se divide en tres lapsos de cuarenta años cada uno. A los tres meses de haber nacido, fue puesto por su madre en una arquilla a la orilla del río, donde fue descubierto por la princesa de Egipto. “Y he aquí que el niño lloraba”, Éxodo 2.6. Su vida empezó con lloro, pero terminó con canto, y tal es la experiencia de todo verdadero creyente: empieza la vida espiritual con lágrimas de contrición y arrepentimiento, pero termina con la nota triunfante al entrar en la presencia de su Señor.


Éxodo 15

“Entonces cantó Moisés y los hijos de Israel este cántico a Jehová ...” En este capítulo encontramos el canto de salvación, en el que Moisés le atribuye a Dios toda la alabanza y gloria por la aplastante derrota de todos sus enemigos. La redención de Israel empieza en el capítulo 12 del Éxodo, cuando fueron salvos por la sangre del cordero. Ahora, al cruzar el Mar Rojo ese pueblo experimenta la salvación por el poder omnipotente de Dios.

            En cuanto a nosotros los creyentes, fuimos redimidos de la culpabilidad por la sangre de Cristo y rescatados del poder de Satanás por el poder de Cristo. “Si el Hijo os libertare, seréis verdaderamente libres”, Juan 8.36. Este poder es por la muerte y resurrección del Señor Jesucristo, del cual el bautismo es un símbolo. “Somos sepultados juntamente con él para muerte por el bautismo, a fin de que como Cristo resucitó de los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en vida nueva”, Romanos 6.4.

            En Hebreos 11.29 hay una referencia breve al cruce del Mar Rojo como un acto de fe, pero triste es notar que después hubo un período largo sin ningún otro acto de fe de parte de Israel, hasta la conquista de Jericó bajo Josué. Ese lapso en la historia de la nación abarca todas las peregrinaciones desde el Mar Rojo hasta el Jordán.

            Muchas referencias hay a la incredulidad durante aquellos cuarenta años, pero muy pocas a la fe de parte de Israel. En 1 Corintios 10 el apóstol da a entender la lección solemne: “De los más de ellos no se agradó Dios; por lo cual quedaron postrados en el desierto. Mas estas cosas sucedieron como ejemplos para nosotros ...” En Hebreos 3.19 se revela la causa de todo: “No pudieron entrar a causa de la incredulidad”.

            La iglesia de los tesalonicenses tuvo un buen principio y un testimonio ejemplar, de suerte que el escritor habla de la obra de su fe, el trabajo de su amor y la constancia en la esperanza en el Señor Jesucristo. Sin embargo, estando ausente, manifestó cierta preocupación al escribirles, deseando saber algo en cuanto a su progreso espiritual.

En el capítulo 3 de su primera epístola, él hace cinco referencias a la fe de aquellos cristianos, que es una parte integral de la vida nueva en Cristo:

 

·         confirmaos respecto a vuestra fe

·         informarme de vuestra fe

·         buenas noticias de vuestra fe

·         consolados ... por medio de vuestra fe

·         completemos lo que falte a vuestra fe

           

            En la armadura del soldado de Cristo hay lo que Efesios llama el escudo de la fe, y Tesalonicenses, la coraza de la fe. Es para proteger el corazón en la batalla. Cuando los gladiadores luchaban en la arena de Roma y otros centros, usaban el escudo para la defensa y la espada para el ataque; al verse uno vencido, no queriendo seguir la pelea, tiraba su escudo en el suelo.

            En 1 Timoteo hay una referencia a dos hombres, Himeneo y Alejandro, que en un tiempo tenían testimonio como creyentes, quienes “naufragaron en cuanto a la fe”. El escritor le exhorta a Timoteo, en cambio, a seguir la justicia, la piedad, la fe, el amor, la paciencia y la mansedumbre, peleando la buena batalla de la fe y echando mano de la vida eterna.

Salmo 90

Este salmo es una “oración de Moisés, varón de Dios”. La célebre oración bien merece su lugar en el libro de Salmos como un cántico con que alabar y adorar a Dios. El alma del autor se acerca a Dios, reconociendo su grandeza, Creador de todo, eternamente el mismo en contraste con los hombres que son como la hierba que en la mañana florece y crece, pero a la tarde es cortada y se seca, 90.5,6.

            La oración termina con seis peticiones entre los versículos 12 y 17:

            Enséñanos Dios cumplió este ruego de Moisés en cuanto a él personalmente en darle un conocimiento maravilloso, no sólo capacitándole para la obra estupenda de llevar a Israel por cuarenta años a través del desierto, sino también para escribir los libros del Pentateuco. Esto es lo dicho en Colosenses 1.9: “Llenos del conocimiento de su voluntad en toda sabiduría e inteligencia espiritual”.

            Vuélvete Aquí Moisés está intercediendo por el pueblo de Dios, pidiendo restauración de corazón.

            Sácianos Él solicita la misericordia divina, y promete que habrá un resultado: “Cantaremos y nos alegraremos todos nuestros días”. No sería una alegría pasajera, sino una obra duradera.

            Aparezca ¿Cómo se puede efectuar esta transformación en nosotros? “Aparezca en tus siervos tu obra”. La contesta está en 2 Corintios 3.18: “Nosotros todos, mirando a cara descubierta como en un espejo la gloria del Señor, somos transformados de gloria en gloria en la misma imagen, como por el Espíritu del Señor”.

            Sea la luz Esta petición por la luz de Jehová sobre cada uno nos hace pensar en 1 Tesalonicenses 5.5: “Todos vosotros sois hijos de luz e hijos del día”. Si andamos en luz, como el Señor está en luz, tenemos comunión”, es la regla de 1 Juan 1.7.

            Confirma La petición es: “La obra de nuestras manos confirma sobre nosotros”. Lo que hacemos independientemente de Dios no le traerá gloria a él, pero lo que hacemos en sujeción a la voluntad suya, y en el poder del Espíritu, llevará el sello de su aprobación. Y, recibirá su recompensa en el tribunal de Cristo: “... para que cada uno reciba según lo que haya hecho mientras estaba en el cuerpo, sea bueno o sea malo”, 2 Corintios 5.10.

Deuteronomio 31 y 32

“Este día soy de edad de ciento veinte años; no puedo más salir ni entrar ... Ahora, pues, escribíos este cántico, y enséñalo a los hijos de Israel ...”

            Dios estaba por enterrar a su siervo, y en la ocasión de su cumpleaños Él le enseña un cántico doctrinal, queriendo que su palabra permanezca con su pueblo. La peregrinación por el desierto había comenzado con el cántico al lado del Mar Rojo, y ahora terminaría con otro cerca de la ribera del Jordán. Así debe ser con nosotros: no obstante, las pruebas y las penalidades, el gozo del Señor es nuestra fortaleza y el fin está asegurado.

El cántico encierra el aspecto doble de la doctrina de la fe: lo celestial en 32.1,2, y lo terrenal en el resto. En los primeros dos versículos Moisés exclama que su enseñanza vendrá de arriba. Luego, él procede a lo relacionado con el comportamiento del pueblo de Dios y sus responsabilidades terrenales. Vemos esta división en la Epístola a los Efesios, por ejemplo, donde hay tres capítulos de doctrina, con el creyente en los lugares celestiales y bendecido con toda bendición espiritual, seguidos ellos por tres capítulos que se ocupan mayormente de enseñanza en cuanto al andar y la vida del creyente en el mundo.

Moisés habla en el 32.2 de las distintas formas en que la tierra será refrescada:

 

(1) “Goteará como la lluvia mi enseñanza”. La verdadera doctrina apostólica desciende de lo alto y no es producto de la inteligencia ni la emoción humana.

(2) “Destilará como el rocío mi razonamiento”. El maná en el desierto descendía por la mañanita con el rocío, hablándonos de la gracia de Dios en suministrar alimento espiritual. Cuando el creyente pierde su oportunidad de conseguir alimento para su alma en la mañana, es capaz de andar con el alma vacía durante el día entero.

(3) “Como la llovizna sobre la grama”. Hay grados en el suministro por el Espíritu a los creyentes. Algunos tienen capacidad de asimilar la Palabra más fácilmente que otros; hay los que necesitan la leche espiritual, mientras otros exigen vianda fuerte. En la restauración de Pedro, el primer paso fue en cuanto a su propio amor por el Señor — ¿Me amas más que éstos? — y el segundo fue en cuanto al pastoreo del rebaño, empezando por los corderos. Muy pronto habría un rebaño de tres mil corderos.

(4) “Como las gotas sobre la hierba”. Lo que parece cosa insignificante puede contribuir, en la mano de Dios, al bien nuestro en refrescar el espíritu. Cinco palabras dirigidas por el Espíritu pueden más que un sermón largo dado en la energía de la carne.

            El cántico hace referencia cinco veces a Cristo como la Roca: “Él es la Roca, cuya obra es perfecta”, 32.4 [Israel] “menospreció la Roca de su salvación”, 32.15,18. “¿Cómo podría perseguir ... si su Roca no los hubiese vendido?” 32.30. “La roca de ellos [los enemigos] no es como nuestra Roca”, 32.31 El contraste en el cántico está entre la Roca y la idolatría, y en la doctrina apostólica lo hay entre Cristo y todo ataque de hombre o diablo. Él es “como sombra de gran peñasco en tierra calurosa”, Isaías 32.2, y por esto le seguimos

con la sencillez que está en Cristo.

Apocalipsis 15

“Los que habían alcanzado la victoria ... cantan el cántico de Moisés siervo de Dios, y el cántico del Cordero, diciendo: Grandes y maravillosas son tus obras, Señor Dios Todopoderoso; justos y verdaderos son tus caminos, Rey de los santos. ¿Quién no te temerá, oh Señor, y glorificará tu nombre? pues sólo tú eres santo; por lo cual todas las naciones vendrán y te adorarán, porque tus juicios se han manifestado”. 15.2 al 4

            El canto de Éxodo 15 es el primero en la Biblia y éste, el de Moisés y del Cordero, es el último. Grande será el honor para Moisés, muerto y enterrado durante miles de años antes de que el Cordero fuese inmolado, cuando su cántico sea vinculado con el del Cordero sobre aquel mar de vidrio en el cielo, donde estarán los miles de mártires que habrán salido de la gran tribulación.

            ¡Qué diferencia entre la escena a las orillas del Mar Rojo y la reunión gloriosa en las regiones celestiales! Nos hace recordar lo que éramos y dónde estábamos, y lo que seremos y dónde estaremos en aquel día cuando Cristo venga a buscar los suyos.

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