domingo, 23 de octubre de 2011

El Verdadero Discipulado


"Hay eunucos que así mismos se hicieron eunucos por causa del reino de los cielos. El que sea capaz de recibir esto que lo reciba." (Mateo 19:12).
Una de las grandes dudas que debe en­frentar el discípulo es si Dios le ha llamado a una vida de casado o al celibato. Este es un asunto completamente personal en que el Señor debe guiar a cada individuo. Nadie puede legislar para otro en esto, e interferir en una esfera tan vital es un asunto riesgoso.
La enseñanza general de la Palabra de Dios es que el matrimonio fue instituido por Dios para la raza humana con varios propó­sitos en vista: (1) Fue ordenado para compañía y placer. Dios vio que no era bueno que el hombre estuviera solo. (Gén. 2:18). Su designio es la perpetuación de la raza. Esto lo indica la orden de Dios: "Fructificad y multi­plicaos, llenad la tierra" (Gén. 1:28). Fue instaurado para la preservación de la pureza de la familia y la sociedad. "Pero a causa de las fornicaciones, cada uno tenga su propia mujer y cada una tenga su propio marido." (1 Cor. 7:2).
No hay nada en la Palabra de Dios que sugiera que el matrimonio es incompatible con la vida de pureza, devoción y servicio a Cristo. En vez de eso se nos recuerda que "honroso sea en todos el matrimonio, y el lecho sin mancilla" (Hebreos 13:4). Se afirma que el que halló esposa halló buena cosa (Proverbios 18:22). Las palabras del Predica­dor pueden aplicarse al matrimonio: Dos son mejor que uno (Eclesiastés 4:9), particular­mente si los dos se han juntado para servir al Señor. La mayor efectividad de la acción unida se sugiere en Deuteronomio 32:30 don­de uno vence a mil y dos hacen huir a diez mil.
Sin embargo, aunque el matrimonio es la voluntad de Dios para la raza humana en ge­neral, no es necesariamente la voluntad de Dios para cada individuo. Aun cuando puede considerarse como un derecho inalienable, el discípulo de Cristo puede preferir la omisión de este derecho con el fin de entregar más íntegramente su vida al servicio de Cristo.
El Señor Jesús hizo notar que en su reino habría algunos que llegarían a ser eunucos por causa de Cristo. "Pues hay eunucos que nacie­ron así del vientre de su madre, y hay eunucos que son hechos eunucos por los hombres, y hay eunucos que así mismos se hicieron eu­nucos por causa del reino de los cielos. El que sea capaz de recibir esto, que lo reciba." (Mateo 19:12).
En definitiva este es un voto voluntario que una persona pronuncia considerando dos factores: 1. Que Dios le haya guiado a perma­necer célibe. 2. El deseo de entregarse más completamente a la obra del Señor sin añadir a sus responsabilidades la de una vida hoga­reña.
Debe existir la convicción del llama­miento divino (1 Corintios 7:7). Solamente así puede el discípulo estar seguro que el Señor le dará la gracia necesaria para la conti­nencia.
Segundo, debe ser voluntario. Cuando se abraza el celibato por imposición eclesiástica aumenta el peligro de caer en la impureza y la inmoralidad. El Apóstol Pablo enfatiza el he­cho que una persona soltera puede darse más completamente a los negocios del Rey: "Qui­siera, pues, que estuvieseis sin congoja. El sol­tero tiene cuidado de las cosas del Señor, de cómo agradar al Señor; pero el casado tiene cuidado de las cosas del mundo, de cómo agra­dar a su mujer." (1.Corintios 7:32,33). Por eso él expresa el deseo de que el soltero y las viudas queden como él, esto es, sin casarse (1 Corintios 7:7,8).
Aun para aquellos que ya estaban casa­dos el Apóstol insistía en que la brevedad de la vida y del tiempo exige que todo debe suje­tarse a la gran tarea de dar a conocer a Cristo: "Pero esto digo, hermanos: que el tiempo es corto; resta, pues, que los que tienen esposa sean como si no la tuviesen; y los que disfru­tan de este mundo, como si no la disfrutasen; porque la apariencia de este mundo se pasa, (1 Corintios 7:29,31).
Esto ciertamente no significa que el hom­bre debe repudiar sus responsabilidades hoga­reñas y ser un misionero. Pero sí significa que no debe vivir para los placeres y satisfacciones de la vida de hogar. No debería usar su esposa e hijos como excusas para dar a Jesús el segun­do lugar.
Carlos T. Studd tenía miedo que su novia estuviera tan enamorada de él que el Señor Jesús no tuviera el primer lugar en la vida de ella. Para evitar esto, compuso un verso para que ella lo recitara diariamente:

Jesús yo te amo mucho, mucho más
que lo que a Carlos amaré jamás.

Los comunistas han aprendido a subordi­nar los asuntos de familia a la gran tarea de conquistar el mundo para su causa. Gordon Arnold. Lonsdale es un ejemplo. Después de ser capturado en Inglaterra en 1960 como espía ruso, la policía encontró una carta de su esposa y una respuesta de seis páginas. Su esposa escribió: "¡Qué injusta es la vida! Entiendo completamente que estás trabajando y este es tu deber; que amas el trabajo y tratas de hacer esto a conciencia. Sin embargo mi razón trabaja con la estrechez femenina y sufro terriblemente. Escríbeme diciendo cuán­to me amas y puede ser que me sienta mejor."
Lonsdale replicó, en parte: "Todo lo que te voy a decir es que tengo una sola vida y que esta no es fácil. Todo lo que quiero es usar mi vida de modo que al considerarla, al mirar hacia atrás no tenga que avergonzarme… Tengo apenas 39 años; ¿es mucho lo que he dejado?“ El tiempo es corto, escribía Pablo, sólo queda que los que tienen esposa sean co­mo si no la tuvieran...”
La tragedia es que el matrimonio apresu­rado o equivocado ha sido con frecuencia la herramienta del diablo para descaminar a algún joven discípulo del camino de la mayor efectividad para El. Muchos aspirantes a misioneros han acabado su carrera de servicio abso­rto al Señor en el momento en que se casaron.
El matrimonio es un amargo enemigo del cumplimiento de la voluntad de Cristo de que todos oigan su mensaje. El casamiento ha sido dado por Dios. Pero cuando se interpone co­mo una barrera a la voluntad de Dios es por­que ha sido mal usado. Podríamos nombrar muchos hombres y mujeres, que han tenido un llamamiento definido al campo misionero y que jamás lo hicieron efectivo porque sus cónyuges los retuvieron. Nada, ni siquiera la bendición que es un compañero para toda la vida, debe anteponerse al propósito de Dios en la vida de uno. Hoy hay almas que mueren sin Cristo porque los seres queridos han tomado prioridad a la voluntad de Dios.
Es quizá especialmente cierto, en el caso de pioneros, que una vida de celibato es pre­ferible. Los hombres y mujeres de la vanguar­dia a veces necesitan negarse aún las necesida­des de la vida, sin mencionar sus placeres más moderados y legítimos. Es su deber soportar penalidades, ser buenos soldados, sin las ata­duras de las cosas de esta vida, atletas a los que ningún peso los embaraza... Es una vo­cación, un llamamiento y una ordenación a un servicio especial.
"Y cualquiera que haya dejado casas, o hermanos, o hermanas, o padre, o madre, o mujer, o hijos, o tierras, por mi nombre, reci­birá cien veces más, y heredará la vida eterna." (Mateo 19:28,29).

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