lunes, 25 de octubre de 2021

LA SENDA PEREGRINA


“Envió Moisés embajadores al rey de Edom desde Cades, diciendo: Así dice Israel tu hermano: Tú has sabido todo el trabajo que nos ha venido; como nuestros padres descendieron a Egipto, y estuvimos en Egipto largo tiempo, y los egipcios nos maltrataron y a nuestros padres; y clamamos a Jehová, el cual oyó nuestra voz, y envió un ángel, y nos sacó de Egipto; y he aquí estamos en Cades, ciudad cercana a tus fronteras”.

“Te rogamos que pasemos por tu tierra. No pasaremos por labranza, ni por viña, ni beberemos agua de pozos; por el camino real iremos, sin apartarnos a diestra ni a siniestra, hasta que hayamos pasado tu territorio”.

“Edom le respondió: No pasarás por mi país; de otra manera, saldré contra ti armado... Y salió Edom contra él con mucho pueblo, y mano fuerte. No quiso, pues, Edom dejar pasar a Israel por su territorio, y se desvió Israel de él”. Números 20


            Este episodio sucedió hacia el fin de las peregrinaciones del pueblo de Israel en el desierto. Contiene lecciones provechosas para nosotros, ya que vamos llegando al final de nuestra peregrinación terrenal con las pruebas que ésta implica, y nos acercamos a la venida de nuestro Señor Jesucristo.

            Israel apela al rey de Edom, buscando su simpatía y ayuda en vista de un parentesco natural, pues los edomitas eran descendientes de Esaú, el hermano de Jacob. Pero quedaron desilusionados. En lugar de brindarles amor fraternal, la gente de Edom les amenazó con la espada y les prohibió transitar por su país.

            Esto mismo ocurre ahora con nosotros. No podemos contar con la simpatía ni la ayuda espiritual de nuestros familiares según la carne, pues la persona no regenerada por el Espíritu es uno de los “enemigos en su mente” ... “por cuanto la mente carnal está en enemistad contra Dios, porque no se sujeta a la ley de Dios, ni tampoco puede”, Colosenses 1.21, Romanos 8.7.

            Además, es peligroso seguir el consejo de los amigos inconversos en relación con la vida espiritual, por las consecuencias que puede traernos. Pero con todo eso, muchas veces son ellos los primeros en denunciar cualquier incorrección en la vida del creyente.

            Notemos ahora los siete puntos que comprende la petición hecha por Moisés al rey de Edom cuando solicitó permiso para pasar por sus términos.

1. Pasemos por tu tierra. Con ello le daba a entender que no iban a detenerse, pues eran sólo transeúntes. Al añadir, “No pasaremos por labranzas”, le indicaba que no iban a meterse en lo ajeno ni dañar los trabajos de otros. ¡Mucho cuidado! Conviene a todo peregrino este mismo cuidado.

2. Ni por viña. Ellos sabían que la cosecha de las uvas, así como el acto de pisarlas en el lagar, era ocasión de regocijo y alegría, pero de poca duración. Nos habla de los goces efímeros del mundo, que pronto se acaban. Pero no es así con el creyente en el Señor; su gozo es para siempre. Por ello es que, al creer en él, uno deja las cosas del mundo; en el corazón que está rebosando — Salmo 23.5 — no cabe otra cosa.

3. Ni beberemos agua de pozos. El agua es simbólica de la vida. Cristo ha puesto una fuente de agua en todo creyente; es una vida nueva, eterna y abundante. Por eso el creyente no participa en ninguna forma de vida mundana, sea en lo social, lo religioso o lo político. Él ha huido de la corrupción que hay en el mundo a causa de la concupiscencia, siendo que Satanás es el dios de este siglo; 2 Corintios 4.4.

4. Por el camino real iremos. Este es el camino del Rey. Cristo, el Rey de reyes, ha ido por delante, dejándonos un ejemplo para que sigamos en sus pisadas. “La senda de los justos es como la luz de la aurora, que va en aumento hasta que el día es perfecto”, Proverbios 4.18. La meta es que seamos “irreprensibles y sencillos, hijos de Dios sin mancha en medio de una generación maligna y perversa, en medio de la cual resplandecéis como luminares en el mundo”, Filipenses 2.15.

5. Sin apartarnos a diestra ni a siniestra. La idea es de andar por el camino recto, o hacer sendas derechas para los pies, como dice en Hebreos 12.13. Nuestro Señor Jesucristo nunca se apartó, ni el espesor de un cabello, del camino de la voluntad de su Padre. Puestos los ojos en Cristo, el Autor y Consumador de la fe, nosotros también llegaremos al blanco sin desvío.

6. Daré precio. Moisés prometió no apropiarse del agua para el ganado sin que pagara su valor. La Palabra manda al creyente: “No debáis a nadie nada”, y, “No paguéis a nadie mal por mal”. Romanos 13.8, 12.17. Abraham constituye un buen ejemplo de la honradez, pues no aceptó regalos del rey de Sodoma. Cuando murió Sara, él insistió en pagar el precio del terreno donde enterraría los restos de su esposa. Cuando un creyente no cancela sus deudas, está manchando el testimonio del Evangelio.

7. Déjame solamente pasar a pie. Lo único que les interesaba era seguir la marcha; no tenían otro motivo. El cristiano debe tener sus pies calzados con el apresto del Evangelio de la paz, Efesios 6.15. De esa manera, mientras avanza él va dejando atrás las huellas de una vida de separación del mundo. Viviendo en paz con el prójimo, debe ser incapaz de hacer mal a otro.

            No obstante, esta solicitud, correcta y justa en todo sentido, Edom no quiso. Salió con su gente a pelear, por lo cual Israel se desvió de él, pues no quería pleitos. Asimismo, el creyente evita pleitos con los inconversos, dejando su caso en manos de aquel que ha dicho: “Mía es la venganza, yo pagaré”, Romanos 12.19.

 Santiago Saword


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