miércoles, 1 de agosto de 2012

EXPOSICION DE LA EPISTOLA DE JUDAS


Capitulo Uno.

Introducción  (Judas 1-4)
El Saludo  (Judas 1-2)
            No parece haber ninguna razón para dudar,  y todas las razones para creer, que el escritor de esta solemne  y aun así confortante carta es "Judas el hermano de Jacobo," mencionado en la lista de los apóstoles, como presentado por Lucas dos veces (Lc.6:16; Hech.1:13).  Mateo se refiere a él como "Lebeo, cuyo sobrenombre era  Tadeo" (Mt.10:3) y Marcos simplemente como "Tadeo" (Mr.3:18). Juan lo distinguió en una forma  especial por  referirse de él como "Judas...no el Iscariote" (Jn.14:22). Es evidente, por la forma en la cual  Pablo escribió de  Jacobo,  el hijo de Alfeo (el hermano de Judas), que él estaba en una  relación intima con el Señor Jesús. Después de mencionar su primera entrevista con Pedro, él dijo: "pero a los otros de los apóstoles no vi a nadie, salvo a  Jacobo el hermano del Señor" (Gál. 1:19).
            Jacobo el mayor, hijo de Zebedeo, ha  enfrentado la muerte de  mártir antes de la visita aquí referida. Por tanto es claro que Jacobo el menor es quien está en vista.  El término "el hermano del Señor" no necesariamente significa lo mismo en griego como es en nuestro lenguaje. Esto a menudo implica justo una muy íntima relación. Lot es llamado  hermano de Abraham, cuando en realidad él era su sobrino (Gén.14:16). Aun así Judas hubiese podido jactarse de su íntima relación con el Señor como hombre, él no habría escrito de sí mismo como lo hace aquí, "Judas,  siervo de  Jesucristo."  El ha conocido a  Cristo por lazos familiares comunes a pocos; pero no le conoce más como tal. Él, felizmente lo reconoce como el Ungido de Dios, su Señor y Maestro. Otro podría haber usado el término hermano; pero escribiendo de sí mismo, Judas es simplemente "siervo de Jesucristo." Santiago habló de sí mismo en la misma forma_ "siervo de Dios y del Señor Jesucristo" (Stgo.1:1).
            Una fulminante  reprensión son estos dos hermosos ejemplos de devoción a Cristo para aquellos que irreflexivamente  hablan o escriben de "nuestro hermano Jesús," o usan términos parecidos, todos calculados para quitar a la gloria de  Cristo. Sus propias  palabras a Sus discípulos, después de  lavar sus pies, fueron "vosotros me llamáis Maestro y Señor, y decís bien; ¡porque lo soy!" (Jn.13:13) ¡Cuán aborrecible es el orgullo que guía a algunos a llamarse a si mismo "hermanos" de Cristo, como si Él fuese meramente una criatura como ellos mismos!
            Es verdad que en infinita gracia, como el Capitán de nuestra salvación, "Él no se avergüenza de llamarnos hermanos, diciendo, declararé Tu nombre a mis hermanos" (Heb.2:11-12). Pero esta es una cosa muy diferente de llamarlo a Él "hermano," o hablar de nosotros mismos  como Sus hermanos.  Si alguno objeta esto, examine las  Escrituras y vea si alguna vez alguno hablo de Él o en tal forma. Santiago y Judas, que tenían cada derecho a llamarlo "hermano" escrupulosamente evitaron tal familiaridad y se llamaron a sí mismo Sus siervos.  Esto es aun más prominente en la carta de Judas, ya que él inmediatamente añadió para el propósito de identificación "hermano de Jacobo."
            Él se dirige a los "llamados" de Dios. Este es un título común dado a aquellos que la gracia de Dios ha salvado. Las palabras del Señor a Sus discípulos mientras  estuvo en la tierra fueron: "no me habéis escogido vosotros a Mí, sino que Yo os he escogido a vosotros" (Jn.15:16).  Todos los creyentes son llamados por Su gracia, como lo fue Pablo (Gál.1:15), y han sido atraídos a Cristo desde un mundo controlado por el malo (1 Jn.5:19) ¡Qué inexpresable gracia es concedida a aquellos! ¿A quienes Él llama? ¿A aquellos que tienen alguna bondad que abogar?  ¿Algún mérito que los encomiende? No. Él llama  a los que eran absolutamente viles  y corruptos, a quienes estaban completamente perdidos.  Los tales son "llamados a la comunión de Su Hijo" (1 Cor.1:9). "y a los que llamó, también los justificó, y a los que justificó a estos también glorificó" (Rom.8:30). No puede haber fracaso aquí. El que llamó ha justificado, y llevará a  cada llamado a la gloria por la eternidad. 
            Los tales son "(Amados) de Dios el Padre" (Judas 1). La versión james lee, "santificados por,"  pero los  editores  generalmente favorecen la primera lectura.  Ambas declaraciones  son verdaderas, pero Judas enfatiza nuestro lugar en las afecciones del Padre. ¿Conocemos la medida de ese amor? Nuestro Señor declaró  esto cuando dijo, "la gloria que me diste les he dado; para que ellos sean uno, como nosotros somos uno: Yo en ellos, y Tú en Mí, para que ellos  sean perfectos en uno; para que el mundo pueda conocer  que Tú me has enviado, y los  has amado a ellos como Tú me has amado" (Jn.17:22-23). Esta es la medida del amor del Padre a cada hijo de la gracia. No hay grados en Su afección por Sus hijos. Por el más débil y el más fuerte de igual manera "(Amados de) Dios el Padre" tan verdaderamente como Su Hijo en el Amado de Su corazón.
De esto fluye nuestra  preservación_ "Guardados en Jesucristo."  Cuales puedan ser las dificultades de la vida, aunque grandes las pruebas de nuestra fe, en el amor de Dios somos  preservados por Aquel que nos ha salvado. Él es aquel que, "habiendo amado a los Suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el fin" (Jn.13:1). Si no fuese por  Su gracia preservadora ningún santo podría perseverar. "Él es también capaz de  salvar hasta el extremo a los que por Él vienen a Dios, viendo que Él vive siempre para hacer intercesión por ellos" (Heb.7:25). No hay fundamento para la confianza propia, o alborozo carnal.  Tal gracia llama  por una reverente gratitud, y un andar que corresponde a la bondad derramada sobre criaturas tan indignas.
            Judas uso un saludo diferente al de los otros apóstoles. Este no es "gracia y paz," tampoco "gracia, misericordia y paz," que él invoca sobre los santos, sino "misericordia, paz, y amor, os sean multiplicados" Ellos ya estaban gozando estas preciosas cosas; él deseaba que estas les fuesen aumentadas, de manera que sus almas fuesen llenas con santo gozo. Cada santo necesita  misericordia mientras pasa a través de  un mundo semejante a este. Paz es su porción mientras  permanece en Cristo. "Paz Yo os dejo, Mi paz os doy: no como el mundo la da, Yo os la doy. No sean turbados vuestros corazones, ni tengáis temor" (Jn.14:27). En el goce de esta paz el ama puede pasar quietamente a través de su camino en medio de todas las disputas y males del día, descansando en Aquel que está sobre todo. El amor  es la manifestación de la nueva vida. Dios es amor, y la naturaleza  divina en el creyente solo puede  producir amor. Este amor es muy diferente de la mera sentimentalidad, como lo muestra la epístola. "Amor en la verdad" (2 Jn.1; 3 Jn.1) es eso que es conforme a Dios.
            Abundante es la provisión para cada santo probado. Si misericordia, paz, y amor están faltando, esto no se debe a una limitada provisión de gracia, sino más bien al fracaso para entrar en lo que es dado gratuitamente a todos los que reciben con acción de gracias lo que nuestro Dios se deleita en dar. Él nunca abandona a un alma honesta y que confía a sus propios recursos,  sino que ha prometido satisfacer cada necesidad de acuerdo a Sus riquezas en gloria, a través de Jesucristo. "acerquemos confiadamente al trono de la gracia, para obtener misericordia y encontrar gracia para ayuda en el tiempo de necesidad" (Heb.4:16). Nunca el tiempo de necesidad no pasará  hasta que lleguemos a nuestro hogar celestial donde disputas y guerras habrán pasado para siempre. 

La fe  entregada una vez  (Judas 3)
            Guiado por el Espíritu Santo, Judas se sentó a escribir. Su propio corazón estaba lleno con el gozo de la salvación de  Dios, y cuando se puso a escribir, él habría estado feliz de escribir de esta salvación que es común a cada santo. Pero el mismo Espíritu que le dio diligencia para escribir, dirigió su pensamiento en cuanto al tema que él debía enfatizar_ una nota de advertencia exhortación incitando a los creyentes a "contender ardientemente por la fe una vez entregada" (3)
            La fe mencionada aquí no es la fe salvadora, sino mas bien la verdad de esa salvación, con todo lo que acompaña esto.  Esta fe permanente  ha sido dada a la cual nunca debe serle añadido nada. Esta es la fe "una vez entregada a los santos"  y no nuevas revelaciones serán dadas para completar esta verdad. Como Juan,  Judas volvió a los santos a "lo que era desde el principio." Puede haber evolución en la teología, porque la teología es simplemente el razonamiento del pensamiento del hombre en cuanto a las cosas de Dios. Pero no hay evolución con relación a la verdad. Dios ha dado Su última palabra sobre el tema. Es por esta verdad a lo cual somos llamados a contender.
            Esta simple expresión deja fuera todas las pretensiosas demandas de nuevos profetas, videntes y reveladores.  Falsas son las demandas de mal guiados entusiastas  que atrevidamente se declaran a sí mismos como enviados por Dios y añaden a Sus palabras. Las señales y maravillas que pueden acompañar tales pretensiones no son más notables que aquellas del anticristo que ha de venir. El creyente simple se aleja de todos ellos, y exclama con santa confianza, "la fe ha sido dada a conocer una vez." Ni la suposición ni el milagro me inducirán a aceptar adiciones a ella. "mucho buscadores han sido atraídos por las falsas demandas de líderes que promueven cultos diciéndoles que ángeles se les han aparecido y dado a ellos enseñanzas espirituales secretas.  La fe una vez entregada  no necesita adiciones angélicas ni humanas. Esta es perfecta y completa, y el hombre de Dios rechazará todas las otras supuestas  más nuevas revelaciones.
            El apóstol Pablo recibió la responsabilidad de completar la palabra de Dios. Él fue escogido siervo a quien los misterios ocultos de edades pasadas fueron dados a conocer (Col.1:24-27). Después de  haber completado  el bosquejo de la enseñanza divina, él escribió, "aunque nosotros, o un ángel del cielo, os predicase otro evangelio que el que os hemos predicado, sea anatema" (Gál. 1:8)
            Judas no añadió  nueva doctrina a lo que ya había sido presentada, sino que exhortó a aquellos que habían recibido esta sagrada verdad a contender ardientemente por ella. Incluso Juan, en el libro de Apocalipsis, muestra  ninguna línea adicional de enseñanza, sino que muestra que el resultado debe ser en consideración al conflicto entre verdad y error. Es adecuado, por tanto, que la carta de Judas haya sido puesta en nuestras Biblias como una forma de prefacio al libro de Apocalipsis. Él dio un solemne cuadro de los males (que ya estaban brotando entre los santos en estos primeros días) que en apocalipsis son retratados en todo su horrible desarrollo.
            La segunda carta de Pedro tiene un cercano parecido en muchas particularidades a la de Judas. Ellas son tan similares que algunos que nunca miran más allá de la superficie,  haya supuesto que una pudiese ser una copia imperfecta de la otra. Para la mente espiritual hay, sin embargo, marcadas diferencias a pesar de la sorprendente similaridad. Pedro advirtió de falsos maestros, corrompiendo a aquellos que no estaban establecidos en la verdad. Si las falsas doctrinas y herejías condenables no son rechazadas, estas llevarán a sus seguidores a una rápida destrucción. Pero Judas estaba más interesado con la impiedad que es el resultado de abandonar la verdad. Él advirtió  contra que la gracia de Dios fuese vuelta en libertinaje.
            Los hombres pueden despreciar la sana doctrina, y ridiculizan la noción que un sistema de creencia es de alguna  importancia con relación a la conducta de un hombre, pero la Escritura muestra que no puede haber una conducta propia aparte de la justicia en la fe. La copla, "porque modos de fe luchan los zelotes; Él no puede estar errado contra la gracia de Dios aquel cuya vida es recta,"  expresa lo que está en los pensamientos de muchos, esa vida  nunca será justa excepto la verdad de Dios es aceptada y prevalece en el corazón. Por tanto, hay gran necesidad de la exhortación de Judas, inspirados por el Espíritu Santo, a contender por la fe.
            La advertencia es dirigida, no solo a los líderes, sino a todos los llamados en Cristo Jesús. Ya que la fe fue entregada a los santos como un todo, cada uno es responsable, en un tiempo de alejamiento de la verdad, a contender  ardientemente por todo lo que Dios ha revelado. El creyente es visto como un soldado. Él es llamado a pelear por lo que es de primera importancia a la vista de Dios. Como Sama defendió un campo de lentejas, el alimento del pueblo de Dios (2 Sam.23:11-12), de este modo el cristiano puede valientemente defender la verdad contra todos los enemigos. Si los cristianos estuviesen celosamente  guardando el tesoro encomendado a toda la iglesia, malos obreros y falsos maestros serían incapaces de obtener un lugar. Pero a causa de la indiferencia de muchos creyentes, hombres impíos son capaces  de atrincherarse en la iglesia.
            Es una cosa contender, pero completamente otra distinta ser contencioso. "El siervo del señor no debe ser contencioso, sino  amable con todos los hombres, apto para enseñar, paciente. En humildad instruyendo a los que se oponen; si Dios pueda darles arrepentimiento para el conocimiento de la verdad;  y que ellos puedan ser recuperados de la trampa del diablo, que están cautivos por voluntad" (2 Tim.2:24-26). Estos versos indican el espíritu que debe caracterizar a aquello que debiese contender por la verdad.  Firmemente, aun así con tierna compasión por aquellos extraviados, él debe permanecer  por todo lo que Dios ha revelado. Cuando un espíritu carnal toma posesión de alguno él es impotente  para  ayudar o bendecir a otros. Y siempre debiese  recordarse  que al contender por la fe, hay que pensar también  en el alma del pecador. No es suficiente mantener las doctrinas de Cristo_  las acciones deben  encomendar la verdad que los labios proclaman. La frase en Efesios 4:5, traducida "hablando la verdad en amor," ha sido literalmente traducida, "confiando en amor.". Esto es lejos más que hablar la verdad que está en cuestión_ es la verdad vivida en todo lo que hacemos. Excepto esto es característico de uno que contiende por la fe de los elegidos de Dios, las expresiones de sus labios serán en vano. 

Obreros  clandestinos   (Judas 4)
            Desde lo días de Simón el mago hasta el presente, siempre ha sido el objeto de Satanás introducir secretamente malos obreros en las asambleas de los santos y engañar a los descuidados e incautos para extraviarlos. Y Satanás nunca ha estado faltando de aquellos que quieren hacer su tortuosa obra.
            Si no hay sometimiento a la verdad de Dios, esta tiene un efecto endurecedor sobre uno que está familiarizado con ella. Actuar frívolamente con lo que Dios ha revelado es una afrenta a Él, y tiene horribles consecuencias. Judas después advierte al pueblo de Dios contra tales hombres, que tienen un conocimiento mental de la verdad pero cuyos caminos no están en acuerdo con lo que ellos profesan sostener. Secretamente ellos se han deslizado en las asambleas de los santos, y han conseguido engañar a Su pueblo, pero ellos no eran desconocidos para Dios. "De antes (ellos estaban marcados) para esta condenación" (4) ordenados (KJV) es una palabra demasiado fuerte aquí,  y falla en dar el verdadero pensamiento.  ¡Lejos está de Dios ordenar a algún hombre para realizar actos de impiedad y caminos engañosos!  Sino que Él de antes los ha marcado, declarando por Sus profetas que tales hombres se levantarían.  Él los describe claramente, de manera que ellos puedan ser rápidamente  reconocidos. Y Él señaló que su fin es el juicio.
            Ellos son descritos como hombres impíos. Este término "impíos" se usa cinco veces en la epístola de Judas, las otras  cuatro instancias en la citación de Enoc. Esto significa negarse a sujetarse a Dios y actuar independientemente y en oposición a Él. "Cristo murió por los impíos" (Rom.5:6). Todos los hombres en sus pecados son impíos. Judas  escribió de aquellos que por profesión demandaban haber sido libertados de sus pecados, pero que actualmente estaban todavía en ellos, y secretamente volvían a otros a sus propios inicuos caminos.
            La gracia de Dios no ha alcanzado sus almas ni sus conciencias. Ellos hacen de la misma gracia una ocasión para lascivia en la forma de hablar y vida. Tales malos obreros han abundado en todas las edades desde que el evangelio fue dado a conocer. Pero el remedio dado en las Escrituras nunca es la legalidad, sino más bien inclinarse a la verdad de la necesidad del hombre de la misma gracia que él ha estado mal usando. El pecador que se juzga a sí mismo ante Dios y encuentra su necesidad enfrentada a esa maravillosa provisión de gracia, no se alejará de tal inmerecido favor. Es el "profesante" no arrepentido que nunca se ha visto a sí mismo en la luz de la santidad de Dios al cual se refiere Judas.
            ¿En qué forma los hombres convierten "la gracia de nuestro Dios en libertinaje"? Ellos hacen así en sus propias  formas,  satisfaciendo las codicias de la carne, mientras profesan creer en la gracia que no imputa pecado al alma justificada. Esto es lo que ha sido bien llamado antinomianismo. Estos perpetradores niegan al "solo Señor Dios (Maestro) y a nuestro Señor Jesucristo."  _Ellos no necesariamente lo niegan en cualquier momento con sus labios_ a menudo ellos son encontrados  profesando conocer a Dios, pero negándole por sus obras.
            No necesitamos mirar muy lejos para encontrar a tales hombres. Estos abundan en la cristiandad hoy. Ellos a menudo están en asientos de honor, profesando obediencia a Cristo mientras ignoran Su palabra y aun tratan las Escrituras con menosprecio y una asumida superioridad.  Nada es demasiado santo para sus razonamientos profanos para dejar de lado. "De los tales apártate" (2 Tim.3:5)
            En ningún tiempo en la historia pasada de la iglesia las palabras de Judas se aplican con mayor fuerza que en la edad presente. En el Romanismo, emisarios hacen grandes esfuerzos para seducir a los incautos por presentar un ablandado Catolicismo a no Católicos. Ellos enfatizan cualquier cosa que sea escritural, o ética y estéticamente  hermoso en las enseñanzas del Papado, y cubren cuidadosamente los dogmas y prácticas más apostata de la iglesia.  En el Protestantismo, la más atrevida infidelidad y escepticismo son proclamados en miles de púlpitos, y sectas menores  de todas formas se están extendiendo por todas partes sus perniciosos y destructores errores. Por tanto el hombre de Dios necesita estar alerta y vigilante_ determinado a tomar posición por la fe que fue dada  una vez a los santos. Muchos  falsos maestros dirían que esto hace poca diferencia de lo que el hombre cree si él vive bien y es sincero.  La  Escritura enseña, sin embargo,  que el evangelio es "poder de Dios para salvación al que cree" (Rom.16). El Espíritu santo ha pronunciado una solemne maldición contra cualquiera_ aun un ángel del cielo_  que traiga otro evangelio.  Vivir "una buena vida", conforme al estándar divino de santidad y justicia, es un engaño y una imposibilidad, aparte del santificante poder de la verdad de  Dios. Y encontramos que donde prevalece la falsa enseñanza, abunda también la impiedad. Indiferencia a la mala enseñanza, y genuino amor por Cristo y Su verdad no puede coexistir  en el mismo pecho.  La Neutralidad en tal caso es un crimen contra el Señor que nos ha redimido para  Sí mismo.

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