Capitulo
Uno.
Introducción (Judas 1-4)
No parece haber ninguna razón para
dudar, y todas las razones para creer, que el escritor de esta
solemne y aun así confortante carta es "Judas el hermano de
Jacobo," mencionado en la lista de los apóstoles, como presentado por
Lucas dos veces (Lc.6:16; Hech.1:13). Mateo se refiere a él como
"Lebeo, cuyo sobrenombre era Tadeo" (Mt.10:3) y Marcos simplemente
como "Tadeo" (Mr.3:18). Juan lo distinguió en una forma especial
por referirse de él como "Judas...no el Iscariote" (Jn.14:22).
Es evidente, por la forma en la cual Pablo escribió de
Jacobo, el hijo de Alfeo (el hermano de Judas), que él estaba en
una relación intima con el Señor Jesús. Después de mencionar su primera
entrevista con Pedro, él dijo: "pero a los otros de los apóstoles no vi a
nadie, salvo a Jacobo el hermano del Señor" (Gál. 1:19).
Jacobo el mayor, hijo de Zebedeo,
ha enfrentado la muerte de mártir antes de la visita aquí referida.
Por tanto es claro que Jacobo el menor es quien está en vista. El término
"el hermano del Señor" no necesariamente significa lo mismo en griego
como es en nuestro lenguaje. Esto a menudo implica justo una muy íntima
relación. Lot es llamado hermano de Abraham, cuando en realidad él era su
sobrino (Gén.14:16). Aun así Judas hubiese podido jactarse de su íntima
relación con el Señor como hombre, él no habría escrito de sí mismo como lo
hace aquí, "Judas, siervo de Jesucristo." El ha
conocido a Cristo por lazos familiares comunes a pocos; pero no le conoce
más como tal. Él, felizmente lo reconoce como el Ungido de Dios, su Señor y
Maestro. Otro podría haber usado el término hermano; pero escribiendo de sí
mismo, Judas es simplemente "siervo de Jesucristo." Santiago habló de
sí mismo en la misma forma_ "siervo de Dios y del Señor Jesucristo"
(Stgo.1:1).
Una fulminante reprensión son
estos dos hermosos ejemplos de devoción a Cristo para aquellos que
irreflexivamente hablan o escriben de "nuestro hermano Jesús,"
o usan términos parecidos, todos calculados para quitar a la gloria de
Cristo. Sus propias palabras a Sus discípulos, después de lavar sus
pies, fueron "vosotros me llamáis Maestro y Señor, y decís bien; ¡porque
lo soy!" (Jn.13:13) ¡Cuán aborrecible es el orgullo que guía a algunos a
llamarse a si mismo "hermanos" de Cristo, como si Él fuese meramente
una criatura como ellos mismos!
Es verdad que en infinita gracia,
como el Capitán de nuestra salvación, "Él no se avergüenza de llamarnos
hermanos, diciendo, declararé Tu nombre a mis hermanos" (Heb.2:11-12).
Pero esta es una cosa muy diferente de llamarlo a Él "hermano," o
hablar de nosotros mismos como Sus hermanos. Si alguno objeta esto,
examine las Escrituras y vea si alguna vez alguno hablo de Él o en tal
forma. Santiago y Judas, que tenían cada derecho a llamarlo "hermano"
escrupulosamente evitaron tal familiaridad y se llamaron a sí mismo Sus
siervos. Esto es aun más prominente en la carta de Judas, ya que él
inmediatamente añadió para el propósito de identificación "hermano de Jacobo."
Él se dirige a los
"llamados" de Dios. Este es un título común dado a aquellos que la
gracia de Dios ha salvado. Las palabras del Señor a Sus discípulos
mientras estuvo en la tierra fueron: "no me habéis escogido vosotros
a Mí, sino que Yo os he escogido a vosotros" (Jn.15:16). Todos los
creyentes son llamados por Su gracia, como lo fue Pablo (Gál.1:15), y han sido
atraídos a Cristo desde un mundo controlado por el malo (1 Jn.5:19) ¡Qué
inexpresable gracia es concedida a aquellos! ¿A quienes Él llama? ¿A aquellos
que tienen alguna bondad que abogar? ¿Algún mérito que los encomiende?
No. Él llama a los que eran absolutamente viles y corruptos, a
quienes estaban completamente perdidos. Los tales son "llamados a la
comunión de Su Hijo" (1 Cor.1:9). "y a los que llamó, también los
justificó, y a los que justificó a estos también glorificó" (Rom.8:30). No
puede haber fracaso aquí. El que llamó ha justificado, y llevará a cada
llamado a la gloria por la eternidad.
Los tales son "(Amados) de Dios
el Padre" (Judas 1). La versión james lee, "santificados
por," pero los editores generalmente favorecen la
primera lectura. Ambas declaraciones son verdaderas, pero Judas
enfatiza nuestro lugar en las afecciones del Padre. ¿Conocemos la medida de ese
amor? Nuestro Señor declaró esto cuando dijo, "la gloria que me
diste les he dado; para que ellos sean uno, como nosotros somos uno: Yo en
ellos, y Tú en Mí, para que ellos sean perfectos en uno; para que el
mundo pueda conocer que Tú me has enviado, y los has amado a ellos
como Tú me has amado" (Jn.17:22-23). Esta es la medida del amor del Padre
a cada hijo de la gracia. No hay grados en Su afección por Sus hijos. Por el
más débil y el más fuerte de igual manera "(Amados de) Dios el Padre"
tan verdaderamente como Su Hijo en el Amado de Su corazón.
De esto
fluye nuestra preservación_ "Guardados en Jesucristo."
Cuales puedan ser las dificultades de la vida, aunque grandes las pruebas de
nuestra fe, en el amor de Dios somos preservados por Aquel que nos ha
salvado. Él es aquel que, "habiendo amado a los Suyos que estaban en el
mundo, los amó hasta el fin" (Jn.13:1). Si no fuese por Su gracia
preservadora ningún santo podría perseverar. "Él es también capaz de
salvar hasta el extremo a los que por Él vienen a Dios, viendo que Él vive
siempre para hacer intercesión por ellos" (Heb.7:25). No hay fundamento
para la confianza propia, o alborozo carnal. Tal gracia llama por
una reverente gratitud, y un andar que corresponde a la bondad derramada sobre
criaturas tan indignas.
Judas uso un saludo diferente al de
los otros apóstoles. Este no es "gracia y paz," tampoco "gracia,
misericordia y paz," que él invoca sobre los santos, sino
"misericordia, paz, y amor, os sean multiplicados" Ellos ya estaban
gozando estas preciosas cosas; él deseaba que estas les fuesen aumentadas, de
manera que sus almas fuesen llenas con santo gozo. Cada santo necesita
misericordia mientras pasa a través de un mundo semejante a este. Paz es
su porción mientras permanece en Cristo. "Paz Yo os dejo, Mi paz os
doy: no como el mundo la da, Yo os la doy. No sean turbados vuestros corazones,
ni tengáis temor" (Jn.14:27). En el goce de esta paz el ama puede pasar
quietamente a través de su camino en medio de todas las disputas y males del
día, descansando en Aquel que está sobre todo. El amor es la
manifestación de la nueva vida. Dios es amor, y la naturaleza divina en
el creyente solo puede producir amor. Este amor es muy diferente de la mera
sentimentalidad, como lo muestra la epístola. "Amor en la verdad" (2
Jn.1; 3 Jn.1) es eso que es conforme a Dios.
Abundante es la provisión para cada
santo probado. Si misericordia, paz, y amor están faltando, esto no se debe a
una limitada provisión de gracia, sino más bien al fracaso para entrar en lo
que es dado gratuitamente a todos los que reciben con acción de gracias lo que
nuestro Dios se deleita en dar. Él nunca abandona a un alma honesta y que
confía a sus propios recursos, sino que ha prometido satisfacer cada
necesidad de acuerdo a Sus riquezas en gloria, a través de Jesucristo.
"acerquemos confiadamente al trono de la gracia, para obtener misericordia
y encontrar gracia para ayuda en el tiempo de necesidad" (Heb.4:16). Nunca
el tiempo de necesidad no pasará hasta que lleguemos a nuestro hogar
celestial donde disputas y guerras habrán pasado para siempre.
Guiado por el Espíritu Santo, Judas
se sentó a escribir. Su propio corazón estaba lleno con el gozo de la salvación
de Dios, y cuando se puso a escribir, él habría estado feliz de escribir
de esta salvación que es común a cada santo. Pero el mismo Espíritu que le dio
diligencia para escribir, dirigió su pensamiento en cuanto al tema que él debía
enfatizar_ una nota de advertencia y exhortación incitando
a los creyentes a "contender ardientemente por la fe una vez entregada"
(3)
La fe mencionada aquí no es la fe
salvadora, sino mas bien la verdad de esa salvación, con todo lo que acompaña
esto. Esta fe permanente ha sido dada a la cual nunca debe serle
añadido nada. Esta es la fe "una vez entregada a los santos" y
no nuevas revelaciones serán dadas para completar esta verdad. Como Juan,
Judas volvió a los santos a "lo que era desde el principio." Puede
haber evolución en la teología, porque la teología es simplemente el
razonamiento del pensamiento del hombre en cuanto a las cosas de Dios. Pero no
hay evolución con relación a la verdad. Dios ha dado Su última palabra sobre el
tema. Es por esta verdad a lo cual somos llamados a contender.
Esta simple expresión deja fuera
todas las pretensiosas demandas de nuevos profetas, videntes y
reveladores. Falsas son las demandas de mal guiados entusiastas que
atrevidamente se declaran a sí mismos como enviados por Dios y añaden a Sus
palabras. Las señales y maravillas que pueden acompañar tales pretensiones no
son más notables que aquellas del anticristo que ha de venir. El creyente
simple se aleja de todos ellos, y exclama con santa confianza, "la fe ha
sido dada a conocer una vez." Ni la suposición ni el milagro me inducirán
a aceptar adiciones a ella. "mucho buscadores han sido atraídos por las
falsas demandas de líderes que promueven cultos diciéndoles que ángeles se les
han aparecido y dado a ellos enseñanzas espirituales secretas. La fe una
vez entregada no necesita adiciones angélicas ni humanas. Esta es
perfecta y completa, y el hombre de Dios rechazará todas las otras
supuestas más nuevas revelaciones.
El apóstol Pablo recibió la
responsabilidad de completar la palabra de Dios. Él fue escogido siervo a quien
los misterios ocultos de edades pasadas fueron dados a conocer (Col.1:24-27).
Después de haber completado el bosquejo de la enseñanza divina, él
escribió, "aunque nosotros, o un ángel del cielo, os predicase otro
evangelio que el que os hemos predicado, sea anatema" (Gál. 1:8)
Judas no añadió nueva doctrina
a lo que ya había sido presentada, sino que exhortó a aquellos que habían recibido
esta sagrada verdad a contender ardientemente por ella. Incluso Juan, en el
libro de Apocalipsis, muestra ninguna línea adicional de enseñanza, sino
que muestra que el resultado debe ser en consideración al conflicto entre
verdad y error. Es adecuado, por tanto, que la carta de Judas haya sido puesta
en nuestras Biblias como una forma de prefacio al libro de Apocalipsis. Él dio
un solemne cuadro de los males (que ya estaban brotando entre los santos en
estos primeros días) que en apocalipsis son retratados en todo su horrible
desarrollo.
La segunda carta de Pedro tiene un
cercano parecido en muchas particularidades a la de Judas. Ellas son tan
similares que algunos que nunca miran más allá de la superficie, haya
supuesto que una pudiese ser una copia imperfecta de la otra. Para la mente
espiritual hay, sin embargo, marcadas diferencias a pesar de la sorprendente similaridad.
Pedro advirtió de falsos maestros, corrompiendo a aquellos que no estaban
establecidos en la verdad. Si las falsas doctrinas y herejías condenables no
son rechazadas, estas llevarán a sus seguidores a una rápida destrucción. Pero
Judas estaba más interesado con la impiedad que es el resultado de abandonar la
verdad. Él advirtió contra que la gracia de Dios fuese vuelta en libertinaje.
Los hombres pueden despreciar la
sana doctrina, y ridiculizan la noción que un sistema de creencia es de
alguna importancia con relación a la conducta de un hombre, pero la
Escritura muestra que no puede haber una conducta propia aparte de la justicia
en la fe. La copla, "porque modos de fe luchan los zelotes; Él no puede
estar errado contra la gracia de Dios aquel cuya vida es recta,"
expresa lo que está en los pensamientos de muchos, esa vida nunca será
justa excepto la verdad de Dios es aceptada y prevalece en el corazón. Por
tanto, hay gran necesidad de la exhortación de Judas, inspirados por el
Espíritu Santo, a contender por la fe.
La advertencia es dirigida, no solo
a los líderes, sino a todos los llamados en Cristo Jesús. Ya que la fe fue entregada
a los santos como un todo, cada uno es responsable, en un tiempo de alejamiento
de la verdad, a contender ardientemente por todo lo que Dios ha revelado.
El creyente es visto como un soldado. Él es llamado a pelear por lo que es de
primera importancia a la vista de Dios. Como Sama defendió un campo de
lentejas, el alimento del pueblo de Dios (2 Sam.23:11-12), de este modo el
cristiano puede valientemente defender la verdad contra todos los enemigos. Si
los cristianos estuviesen celosamente guardando el tesoro encomendado a
toda la iglesia, malos obreros y falsos maestros serían incapaces de obtener un
lugar. Pero a causa de la indiferencia de muchos creyentes, hombres impíos son
capaces de atrincherarse en la iglesia.
Es una cosa contender, pero
completamente otra distinta ser contencioso. "El siervo del señor no debe
ser contencioso, sino amable con todos los hombres, apto para enseñar,
paciente. En humildad instruyendo a los que se oponen; si Dios pueda darles
arrepentimiento para el conocimiento de la verdad; y que ellos puedan ser
recuperados de la trampa del diablo, que están cautivos por voluntad" (2
Tim.2:24-26). Estos versos indican el espíritu que debe caracterizar a aquello
que debiese contender por la verdad. Firmemente, aun así con tierna
compasión por aquellos extraviados, él debe permanecer por todo lo que
Dios ha revelado. Cuando un espíritu carnal toma posesión de alguno él es
impotente para ayudar o bendecir a otros. Y siempre debiese
recordarse que al contender por la fe, hay que pensar también en el
alma del pecador. No es suficiente mantener las doctrinas de Cristo_ las
acciones deben encomendar la verdad que los labios proclaman. La frase en
Efesios 4:5, traducida "hablando la verdad en amor," ha sido
literalmente traducida, "confiando en amor.". Esto es lejos más que
hablar la verdad que está en cuestión_ es la verdad vivida en todo lo que
hacemos. Excepto esto es característico de uno que contiende por la fe de los
elegidos de Dios, las expresiones de sus labios serán en vano.
Desde lo días de Simón el mago hasta
el presente, siempre ha sido el objeto de Satanás introducir secretamente malos
obreros en las asambleas de los santos y engañar a los descuidados e incautos
para extraviarlos. Y Satanás nunca ha estado faltando de aquellos que quieren
hacer su tortuosa obra.
Si no hay sometimiento a la verdad
de Dios, esta tiene un efecto endurecedor sobre uno que está familiarizado con
ella. Actuar frívolamente con lo que Dios ha revelado es una afrenta a Él, y
tiene horribles consecuencias. Judas después advierte al pueblo de Dios contra
tales hombres, que tienen un conocimiento mental de la verdad pero cuyos caminos
no están en acuerdo con lo que ellos profesan sostener. Secretamente ellos se
han deslizado en las asambleas de los santos, y han conseguido engañar a Su
pueblo, pero ellos no eran desconocidos para Dios. "De antes (ellos
estaban marcados) para esta condenación" (4) ordenados (KJV) es una
palabra demasiado fuerte aquí, y falla en dar el verdadero
pensamiento. ¡Lejos está de Dios ordenar a algún hombre para realizar
actos de impiedad y caminos engañosos! Sino que Él de antes los ha
marcado, declarando por Sus profetas que tales hombres se levantarían. Él
los describe claramente, de manera que ellos puedan ser rápidamente reconocidos.
Y Él señaló que su fin es el juicio.
Ellos son descritos como hombres
impíos. Este término "impíos" se usa cinco veces en la epístola de
Judas, las otras cuatro instancias en la citación de Enoc. Esto significa
negarse a sujetarse a Dios y actuar independientemente y en oposición a Él.
"Cristo murió por los impíos" (Rom.5:6). Todos los hombres en sus
pecados son impíos. Judas escribió de aquellos que por profesión
demandaban haber sido libertados de sus pecados, pero que actualmente estaban
todavía en ellos, y secretamente volvían a otros a sus propios inicuos caminos.
La gracia de Dios no ha alcanzado
sus almas ni sus conciencias. Ellos hacen de la misma gracia una ocasión para
lascivia en la forma de hablar y vida. Tales malos obreros han abundado en
todas las edades desde que el evangelio fue dado a conocer. Pero el remedio
dado en las Escrituras nunca es la legalidad, sino más bien inclinarse a la
verdad de la necesidad del hombre de la misma gracia que él ha estado mal
usando. El pecador que se juzga a sí mismo ante Dios y encuentra su necesidad
enfrentada a esa maravillosa provisión de gracia, no se alejará de tal
inmerecido favor. Es el "profesante" no arrepentido que nunca se ha
visto a sí mismo en la luz de la santidad de Dios al cual se refiere Judas.
¿En qué forma los hombres convierten
"la gracia de nuestro Dios en libertinaje"? Ellos hacen así en sus
propias formas, satisfaciendo las codicias de la carne, mientras
profesan creer en la gracia que no imputa pecado al alma justificada. Esto es
lo que ha sido bien llamado antinomianismo. Estos perpetradores
niegan al "solo Señor Dios (Maestro) y a nuestro Señor
Jesucristo." _Ellos no necesariamente lo niegan en
cualquier momento con sus labios_ a menudo ellos son encontrados
profesando conocer a Dios, pero negándole por sus obras.
No necesitamos mirar muy lejos para
encontrar a tales hombres. Estos abundan en la cristiandad hoy. Ellos a menudo
están en asientos de honor, profesando obediencia a Cristo mientras ignoran Su
palabra y aun tratan las Escrituras con menosprecio y una asumida
superioridad. Nada es demasiado santo para sus razonamientos profanos para
dejar de lado. "De los tales apártate" (2 Tim.3:5)
En ningún tiempo en la historia
pasada de la iglesia las palabras de Judas se aplican con mayor fuerza que en
la edad presente. En el Romanismo, emisarios hacen grandes esfuerzos para
seducir a los incautos por presentar un ablandado Catolicismo a no Católicos.
Ellos enfatizan cualquier cosa que sea escritural, o ética y
estéticamente hermoso en las enseñanzas del Papado, y cubren
cuidadosamente los dogmas y prácticas más apostata de la iglesia. En el
Protestantismo, la más atrevida infidelidad y escepticismo son proclamados en
miles de púlpitos, y sectas menores de todas formas se están extendiendo
por todas partes sus perniciosos y destructores errores. Por tanto el hombre de
Dios necesita estar alerta y vigilante_ determinado a tomar posición por la fe
que fue dada una vez a los santos. Muchos falsos maestros dirían
que esto hace poca diferencia de lo que el hombre cree si él vive bien y es
sincero. La Escritura enseña, sin embargo, que el evangelio
es "poder de Dios para salvación al que cree" (Rom.16). El Espíritu
santo ha pronunciado una solemne maldición contra cualquiera_ aun un ángel del
cielo_ que traiga otro evangelio. Vivir "una buena vida",
conforme al estándar divino de santidad y justicia, es un engaño y una
imposibilidad, aparte del santificante poder de la verdad de Dios. Y
encontramos que donde prevalece la falsa enseñanza, abunda también la impiedad.
Indiferencia a la mala enseñanza, y genuino amor por Cristo y Su verdad no puede
coexistir en el mismo pecho. La Neutralidad en tal caso es un
crimen contra el Señor que nos ha redimido para Sí mismo.
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