Capítulo
1
¿Ha estado alguna vez en una reunión de oración donde un hombre de
rodillas se pone a explicar principios, desarrollar doctrinas, que sonaba más
como un predicador que un penitente? Y seguramente se habrá preguntado si le
estaba hablando a Dios o a la gente.
¿Ha estado alguna vez en un lugar donde la vida espiritual parece tan
estéril, donde nunca se oye de una conversión y donde un formalismo dañino se
ha establecido?
¿Ha escuchado oraciones largas, indefinidas y tan apagadas que lo cansan
y hacen que la reunión no tenga sentido ni poder?
¿Ha deseado alguna vez que la gente haga oraciones cortas, fervientes y
específicas pidiendo lo que quieren, y esperando lo que piden? Tal vez se pregunte
cómo se podría lograr esto.
Hay porciones bíblicas que nos dicen cómo orar, expresar nuestra
necesidad, y luego esperar la bendición. Hay una base Escritural donde están
las condiciones para la oración. Podemos alcanzar los mismos tesoros de los
cielos, para nuestro propio beneficio, el de nuestra familia, para toda la
iglesia del Señor, y para la viña de Cristo.
La Palabra de Dios nos dice: "Si permanecéis en mí, y mis palabras
permanecen en vosotros, pedid todo lo que queréis, y os será hecho" (Juan
15:7). "Amados, si nuestro corazón no nos reprende, confianza tenemos en
Dios; y cualquiera cosa que pidiéremos la recibiremos de él, porque guardamos
sus mandamientos, y hacemos las cosas que son agradables delante de él" (1
Juan 3:21,22). Cuando el apóstol deseaba que los creyentes oraran por él, les
presentó la condición moral de su ruego al decir: "Orad por nosotros; pues
confiamos en que tenemos buena conciencia, deseando conducirnos bien en
todo" (Hebreos 13:18).
Estos versículos enseñan que la oración efectiva se basa en un corazón
obediente, una mente limpia y una buena conciencia. Si no estamos en comunión
con Dios, si no permanecemos en Cristo, si Sus santos mandamientos no nos
gobiernan, si no somos honestos de corazón, ¿cómo podemos esperar las mejores
respuestas a nuestras oraciones? Estaríamos haciendo lo que Santiago dice:
"Pedís mal, para gastar en vuestros deleites" (4:3). ¿Cómo puede
Dios, siendo un Padre Santo, concedernos tales peticiones? ¡Imposible!
Necesitamos reconocer la base moral en que presentamos nuestras
oraciones. ¿Cómo podía el apóstol Pablo pedirles a los hermanos que oraran por
él si él no hubiera tenido una buena conciencia, un corazón honesto, y una
mente limpia? Esto nos demuestra claramente el deseo de Pablo de vivir
honestamente en todo. ¿Qué de nosotros?
Corazón y mente
Podemos caer en el hábito de pedirles a otros, a la ligera y
regularmente, que oren por nosotros, sin darle la debida importancia. No hay
nada más precioso que saber que el amado pueblo de Dios está orando por uno.
Pero, ¿le damos la debida importancia a la base moral? Cuando decimos
"Oren por nosotros, hermanos", ¿podemos decir como en la presencia
del que examina los corazones, "pues confiamos en que tenemos buena
conciencia, deseando conducirnos bien en todo"? De la misma manera, cuando
nos inclinamos ante el trono de gracia ¿tenemos un corazón honesto que no nos
condena, y manos limpias? ¿Permanecemos de veras en Cristo y cumplimos Sus
mandamientos?
Estas preguntas nos examinan. Van a lo más profundo del corazón, a las
verdaderas raíces de las fuentes morales de nuestro ser. Pero es bueno que
nuestras oraciones nos examinen espiritualmente. Hay mucha falta de realidad en
nuestras oraciones. Hay una falta triste de base moral, una gran cantidad de
"malas peticiones" o "peticiones al aire" que hacen que
nuestras oraciones no tengan poder ni efectividad. David dijo: "Si en mi
corazón hubiese yo mirado la iniquidad, el Señor no me habría escuchado"
(Salmo 66:18). ¡Qué grandioso! Nuestro Dios quiere la realidad de las cosas. El
desea la verdad. El es verdadero con nosotros. El quiere que vayamos a El como
somos en realidad, con lo que verdaderamente buscamos.
¡A menudo, nuestras oraciones privadas y públicas no son así! Nuestras
oraciones son más como discursos que peticiones; más como exposiciones doctrinales
que expresiones de necesidad. Es como si quisiéramos explicarle los principios
a Dios y darle grandes cantidades de información.
Estas cosas les dan una influencia deprimente a nuestras reuniones de
oración y les roban la frescura, interés y valor. Los que saben lo que es la
oración y que se dan cuenta y experimentan su valor van al servicio de oración
a orar, no a escuchar discursos, conferencias y exposiciones de personas que
están de rodillas. ¡Para ellos el culto de oración es el lugar para expresar
las necesidades y esperar la bendición!
Es el lugar donde se expresa la debilidad y se espera el poder. Esta es
su idea del lugar donde se acostumbra orar. Cuando estos cristianos van allí,
no están dispuestos ni preparados para escuchar largas predicaciones en las
oraciones.
Esto está escrito claramente porque se siente una profunda falta de
realidad, sinceridad y verdad en nuestras oraciones y reuniones de oración.
¿Qué puede ser más doloroso que escuchar a una persona de rodillas explicar
principios y desarrollar doctrinas? ¿Está la persona habiéndole a Dios o a
nosotros? Si le está hablando a Dios, nada puede ser más irreverente o profano
que tratar de explicarle estas cosas a El. Si la persona nos está hablando,
entonces, no es oración y lo más pronto que se levante de la
"oración" tanto mejor porque sería más provechoso que diera una conferencia
de pie y nosotros en nuestros asientos.
Arrodillarse para orar
¿Debemos permanecer sentados durante ratos santos y solemnes de oración?
Reconocemos que la gran necesidad en la oración es tener la actitud correcta en
el corazón. Sabemos que muchos de los que van a las reuniones de oración son de
edad, están enfermos, delicados, y que no se pueden arrodillar por ratos largos,
si es que lo pueden hacer. En otros casos hay falta de campo para arrodillarse.
Estos son asuntos que requieren soluciones prácticas. Sin embargo, hay
una lamentable falta de reverencia en muchos cultos de oración. Tratemos de arrodillarnos
siempre que nos sea posible. Esto expresa reverencia. El bendito Maestro,
"puesto de rodillas oró" (Lucas 22:41). El apóstol Pablo hizo lo
mismo. "Cuando hubo dicho estas cosas, se puso de rodillas, y oró con
todos ellos" (Hechos 20:36).
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