Gen. 37-50: FARAON LE DIO A JOSE TODA AUTORIDAD, GLORIA, RECONOCIMIENTO
UNIVERSAL, UN NOMBRE NUEVO Y UNA ESPOSA.
La historia de José prefigura en manera muy notable e interesante, a la
de nuestro Señor Jesucristo. La vida y las experiencias de José son cuadros muy
semejantes a las de la vida de nuestro bendito Señor. Por ejemplo, él fue el
objeto del amor de su Padre; fue enviado por El a sus hermanos, quienes le
rechazaron y le vendieron. El también, sufrió por causa de la justicia como
José cuando fue puesto en la cárcel por haber resistido la tentación. Es verdad
que José perdió su túnica de muchos colores, pero retuvo la integridad de
carácter.
Pero, ¡qué cambio! Su túnica de diversos colores había sido teñida con
sangre (Gen. 37: 31-32), y él, echado en una cisterna vacía en el desierto.
Más, sus vestidos con que se vistió en la casa de Potifar fueron cambiados por
los vestidos de la prisión (Gen. 39: 13 y 20). ¡Qué cambio! ¿Verdad?
Sin embargo Dios estaba detrás de todas estas pruebas y sombras. Dios
había descubierto a José en sus sueños, lo que le esperaba. Sus propios
hermanos y todo el mundo, tenían que postrarse delante de él, pero los acontecimientos
inmediatos de su vida parecían una contradicción en la posibilidad de tales
cosas. No obstante, todo se cumplió, y los sueños dados a Faraón e interpreta
dos por José, estaban incluidos en el plan de Dios que eventualmente le llevó a
su exaltación.
Encontramos en estos capítulos de Génesis que hay cinco cosas entregadas
a José por Faraón que tienen su plena contraparte en Cristo. Son como siguen:
A. Toda Autoridad.
Vamos a comparar Génesis 41:40 41 con 1 Corintios 15:28. José fue
exaltado para ocupar un puesto supremo sobre todos, con excepción de Faraón.
Fue el segundo sobre toda la tierra de Egipto. Así dice el apóstol Pablo, que
cuando nuestro bendito Señor Jesucristo haya vencido todo enemigo en esta
tierra, y cuando El haya conquistado al postrer enemigo que es la muerte (1
Cor. 15: 24 – 25), él entregará el reino al Dios y Padre completamente
emancipado de la servidumbre del pecado.
Durante el milenio o reino de Cristo de mil años (Apoc. 20:4), habrán
enemigos suprimidos que de vez en cuando van a rebelarse en contra de El, pero
serán resumidamente juzgados (1 Cor.15: 25). Al fin del milenio Satanás va a
organizar una rebelión vasta en contra del Rey único y verdadero de este
mundo, pero luego será vencido (Apo. 20: 7-9). Luego todos los muertos serán
resucitados y todos aquellos, cuyos nombres no se hallen inscritos en el libro
de la vida, serán lanzados al lago de fuego (Apoc. 20: 15). Entonces, el
universo entero será librado de todo enemigo, y el Señor Jesús lo presentará a
su Padre, no en el sentido de abandonar el gobierno de él, sino para recibirlo
como la esfera en que él reinará para siempre jamás "Su reino no tendrá
fin" (Lc. 3: 33).
Leemos en 1 Cor. 15:28, "entonces también, el Hijo mismo se
sujetará al que le sujetó a él todas las cosas (el Padre). Cuando el Señor
Jesús entró en este mundo tomó el lugar de sujeción y nunca lo rendirá jamás,
ni aún en la eternidad. En la tierra dijo "el Padre mayor es que yo"
(Jn. 14: 28); no esencialmente, sino en cuanto a la administración de todas
las cosas, Ahora, como el Sumo Sacerdote en el cielo, Él ocupa todavía el lugar
de sujeción al Padre. En el milenio lo hará también, y cuando todo enemigo sea
vencido, "entonces también", él se sujetará a su Padre. Esto no quiere
decir que el Hijo es inferior al Padre
nunca - sino que El toma ese lugar de sujeción para que los propósitos
divinos se ejecuten, y que, "Dios sea todo en todos" (1 Cor. 15:28).
B. Su Gloria Manifestada.
Faraón puso su anillo en la mano de José, y le hizo vestir ropas de lino
finísimo (Gen 41:42). ¡Qué gran cambio en su apariencia de cuando estaba en la
cárcel! ¡Qué diferencia todo esto, de su estado cuando fue echado en la
cisterna por sus hermanos!
Así era con nuestro bendito Señor Jesús. Cuando Israel le vio, dijeron
"no hay parecer en él ni hermosura y sin atractivo para que le
deseemos". Su parecer fue desfigurado y su hermosura más que la de los
hijos de los hombres (vea. Is 52 y 53). Tenemos que reflexionar en sus
padecimientos, en los clavos, en la corona de espinas y en el empuje de la
lanza, para estimar algo de los dolores de Él. "Algo" de ellos,
porque esos no eran todos ni las más profundas de sus agonías. En todo, haya
contraste entre esos sufrimientos y su gloria ahora. Dios le ha ungido con óleo
de alegría más que a sus compañeros. Vemos a Jesús, ahora coronado como el
vencedor, de gloria y de honor. Ha sido glorificado, "con aquella gloria
que tuvo con su Padre antes que el mundo fuese" (Jn. 14:5). Además tiene
glorias agregadas las cuales va a participar con su pueblo redimido. El es
verdaderamente "el todo codiciable", tal es nuestro Amado, tal es
nuestro Amigo.
C. Reconocimiento Universal.
"Pregonaron delante de él: ¡Doblad la rodilla!" (Gen. 41:42).
Esto nos hace recordar del pasaje escrito por el apóstol Pablo a los
Filipenses, "para que en el nombre de Jesús se doble toda rodilla de los
que están en los cielos, y en la tierra, y debajo de la tierra". La
inmensidad de esta extensión, está más allá del alcance de la comprensión
humana. Calcular el número de todos estos seres que van a doblar sus rodillas,
es totalmente imposible. Pero ni uno faltará en postrarse delante de Él en
aquel día. Los sueños de José ya se cumplieron; todo Egipto se inclinó delante
él. Luego, sus propios hermanos también tuvieron que rendirle a él homenaje, y
sujeción.
Hoy día hay los que con devoción y gratitud de corazón doblan las
rodillas al bendito Señor Jesús. Públicamente y en privado es regocijo
reconocerle a Él. Pero hay millones que todavía le rechazan a Él y son
vehementes opositores al reconocimiento de su bendito nombre. Mas el decreto
de Dios es "toda rodilla se doblará". Dios mismo cumplirá este
propósito para la gloria de su bendito Hijo.
D. Un Nuevo Nombre.
A José le fue dado un nombre nuevo, Zafnat- panea. Hay alguna duda en
cuanto a su significado. Posiblemente quiere decir "el salvador del
mundo", o "el revelador de lo secreto."
Estos concuerdan con la Persona y la obra del Señor Jesús como se
presentan en el evangelio de San Juan Cp. 4. El Señor Jesús reveló los
secretos de la vida de la mujer samaritana, y también se presentó a si mismo
como el Salvador del mundo. Pablo dice, "Dios le ha exaltado hasta lo
sumo, y le dio un nombre que es sobre todo nombre" (Fil. 2:9). Parece que
ese nombre no es el nombre "Jesús" porque eso le fue dado antes de su
nacimiento. El nombre a que se refiere nuestro texto de Fil. 2:9, le es dado en virtud de su
muerte expiatoria. Tal vez el nombre es "Señor" o "Rey de Reyes
y Señor de Señores". Cualquiera que sea, Él es supremo y el Soberano
Señor.
E. Una Esposa.
Faraón no solo dio a José un nombre nuevo, sino le dio también una
esposa. Mientras que los hermanos de José padecieron hambre y vivieron tristes
y afligidos a causa del maltrato que le dieron, José vivió feliz con su esposa
a su lado, participando ella de su honor, experimentando su amor y viviendo en
su hogar. Todo esto nos habla de la Iglesia, la esposa de Cristo. Cristo amó a
la Iglesia y se entregó a sí mismo por ella. Pronto le veremos y reinaremos
con Él, regocijándonos en su amor y viviendo en su celestial hogar. Estamos
esperando su venida a cualquier momento. No nos ha dicho cuando, pero creemos
que está cerca aun a las puertas.
Para sus hermanos (los judíos) les espera el tiempo de angustia sin
igual, y de aflicción de corazón, a causa de su culpa de haber condenado a la
muerte a su Mesías. Entonces las profecías de Zac. 12 y Is.53 se cumplirán.
Pero antes que todo esto se lleve a cabo, la Iglesia estará con el Señor. Antes
que el reine sobre su pueblo terrenal (el Judío) El se gozará de tener a los
redimidos en su presencia, y luego el gozo inefable de "las bodas del
Cordero".
Hermanos vivimos en los días más importantes de esta dispensación de la
gracia cuando la Palabra profética está cumpliéndose a la letra, y todo
avisándonos que la venida del Señor es eminente -- Vivamos como aquellos que
esperan a su Señor.
Contendor
por la fe, Nº 39-40, 1966
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