miércoles, 1 de agosto de 2012

José Exaltado - Representa a Cristo


Gen. 37-50: FARAON LE DIO A JOSE TODA AUTORIDAD, GLORIA, RECONO­CIMIENTO UNIVERSAL, UN NOMBRE NUEVO Y UNA ESPOSA.

La historia de José prefigura en manera muy notable e interesante, a la de nuestro Señor Jesucristo. La vida y las experiencias de José son cuadros muy semejantes a las de la vida de nuestro bendito Señor. Por ejemplo, él fue el objeto del amor de su Padre; fue enviado por El a sus hermanos, quienes le rechazaron y le vendieron. El también, sufrió por causa de la justicia como José cuando fue puesto en la cárcel por haber resistido la tentación. Es verdad que José perdió su túnica de muchos colores, pero retuvo la integridad de carácter.
Pero, ¡qué cambio! Su túnica de diversos co­lores había sido teñida con sangre (Gen. 37: 31-32), y él, echado en una cisterna vacía en el desierto. Más, sus vestidos con que se vistió en la casa de Potifar fueron cambiados por los vestidos de la prisión (Gen. 39: 13 y 20). ¡Qué cambio! ¿Verdad?
Sin embargo Dios estaba detrás de todas es­tas pruebas y sombras. Dios había descubierto a José en sus sueños, lo que le esperaba. Sus propios hermanos y todo el mundo, tenían que postrarse delante de él, pero los acontecimientos inmediatos de su vida parecían una contradicción en la posibilidad de tales cosas. No obstante, todo se cumplió, y los sueños dados a Faraón e interpreta dos por José, estaban incluidos en el plan de Dios que eventualmente le llevó a su exaltación.
Encontramos en estos capítulos de Génesis que hay cinco cosas entregadas a José por Faraón que tienen su plena contraparte en Cristo. Son como siguen:

A. Toda Autoridad.
Vamos a comparar Génesis 41:40 41 con 1 Corintios 15:28. José fue exaltado para ocu­par un puesto supremo sobre todos, con excepción de Faraón. Fue el segundo sobre toda la tierra de Egipto. Así dice el apóstol Pablo, que cuando nuestro bendito Señor Jesucristo haya vencido todo enemigo en esta tierra, y cuando El haya conquis­tado al postrer enemigo que es la muerte (1 Cor. 15: 24 – 25), él entregará el reino al Dios y Padre comple­tamente emancipado de la servidumbre del pecado.
Durante el milenio o reino de Cristo de mil años (Apoc. 20:4), habrán enemigos suprimidos que de vez en cuando van a rebelarse en contra de El, pero serán resumidamente juzgados (1 Cor.15: 25). Al fin del milenio Satanás va a organizar una re­belión vasta en contra del Rey único y verdadero de este mundo, pero luego será vencido (Apo. 20: 7-9). Luego todos los muertos serán resucitados y todos aquellos, cuyos nombres no se hallen ins­critos en el libro de la vida, serán lanzados al lago de fuego (Apoc. 20: 15). Entonces, el universo entero será librado de todo enemigo, y el Señor Je­sús lo presentará a su Padre, no en el sentido de abandonar el gobierno de él, sino para recibirlo co­mo la esfera en que él reinará para siempre jamás "Su reino no tendrá fin" (Lc. 3: 33).
Leemos en 1 Cor. 15:28, "entonces también, el Hijo mismo se sujetará al que le sujetó a él to­das las cosas (el Padre). Cuando el Señor Jesús entró en este mundo tomó el lugar de sujeción y nunca lo rendirá jamás, ni aún en la eternidad. En la tierra dijo "el Padre mayor es que yo" (Jn. 14: 28); no esencialmente, sino en cuanto a la adminis­tración de todas las cosas, Ahora, como el Sumo Sacerdote en el cielo, Él ocupa todavía el lugar de sujeción al Padre. En el milenio lo hará también, y cuando todo enemigo sea vencido, "entonces tam­bién", él se sujetará a su Padre. Esto no quie­re decir que el Hijo es inferior al Padre  nunca - si­no que El toma ese lugar de sujeción para que los propósitos divinos se ejecuten, y que, "Dios sea to­do en todos" (1 Cor. 15:28).

B.    Su Gloria Manifestada.
Faraón puso su anillo en la mano de José, y le hizo vestir ropas de lino finísimo (Gen 41:42). ¡Qué gran cambio en su apariencia de cuando esta­ba en la cárcel! ¡Qué diferencia todo esto, de su es­tado cuando fue echado en la cisterna por sus her­manos!
Así era con nuestro bendito Señor Jesús. Cuando Israel le vio, dijeron "no hay parecer en él ni hermosura y sin atractivo para que le deseemos". Su parecer fue desfigurado y su hermosura más que la de los hijos de los hombres (vea. Is 52 y 53). Tenemos que reflexionar en sus padecimien­tos, en los clavos, en la corona de espinas y en el empuje de la lanza, para estimar algo de los do­lores de Él. "Algo" de ellos, porque esos no eran to­dos ni las más profundas de sus agonías. En todo, haya contraste entre esos sufrimientos y su gloria ahora. Dios le ha ungido con óleo de alegría más que a sus compañeros. Vemos a Jesús, ahora co­ronado como el vencedor, de gloria y de honor. Ha sido glorificado, "con aquella gloria que tuvo con su Padre antes que el mundo fuese" (Jn. 14:5). Además tiene glorias agregadas las cuales va a par­ticipar con su pueblo redimido. El es verdadera­mente "el todo codiciable", tal es nuestro Amado, tal es nuestro Amigo.

C.    Reconocimiento Universal.
"Pregonaron delante de él: ¡Doblad la rodilla!" (Gen. 41:42). Esto nos hace recordar del pasaje es­crito por el apóstol Pablo a los Filipenses, "para que en el nombre de Jesús se doble toda rodilla de los que están en los cielos, y en la tierra, y debajo de la tierra". La inmensidad de esta extensión, está más allá del alcance de la comprensión humana. Calcular el número de todos estos seres que van a doblar sus rodillas, es totalmente imposible. Pero ni uno faltará en postrarse delante de Él en aquel día. Los sueños de José ya se cumplieron; to­do Egipto se inclinó delante él. Luego, sus propios hermanos también tuvieron que rendirle a él home­naje, y sujeción.
Hoy día hay los que con devoción y gratitud de corazón doblan las rodillas al bendito Señor Jesús. Públicamente y en privado es regocijo reconocerle a Él. Pero hay millones que todavía le rechazan a Él y son vehementes opositores al reconocimien­to de su bendito nombre. Mas el decreto de Dios es "toda rodilla se doblará". Dios mismo cumpli­rá este propósito para la gloria de su bendito Hijo.

D.    Un Nuevo Nombre.
A José le fue dado un nombre nuevo, Zafnat- panea. Hay alguna duda en cuanto a su signi­ficado. Posiblemente quiere decir "el salvador del mundo", o "el revelador de lo secreto."
Estos concuerdan con la Persona y la obra del Señor Jesús como se presentan en el evan­gelio de San Juan Cp. 4. El Señor Jesús reveló los secretos de la vida de la mujer samaritana, y también se presentó a si mismo como el Sal­vador del mundo. Pablo dice, "Dios le ha exal­tado hasta lo sumo, y le dio un nombre que es sobre todo nombre" (Fil. 2:9). Parece que ese nombre no es el nombre "Jesús" porque eso le fue dado antes de su nacimiento. El nombre a que se refiere nuestro texto  de Fil. 2:9, le es dado en virtud de su muerte expiatoria. Tal vez el nombre es "Señor" o "Rey de Reyes y Señor de Señores". Cualquiera que sea, Él es supremo y el Soberano Señor.

E.    Una Esposa.
Faraón no solo dio a José un nombre nue­vo, sino le dio también una esposa. Mientras que los hermanos de José padecieron hambre y vivieron tristes y afligidos a causa del maltra­to que le dieron, José vivió feliz con su espo­sa a su lado, participando ella de su honor, ex­perimentando su amor y viviendo en su hogar. Todo esto nos habla de la Iglesia, la esposa de Cristo. Cristo amó a la Iglesia y se entregó a sí mismo por ella. Pronto le veremos y rei­naremos con Él, regocijándonos en su amor y viviendo en su celestial hogar. Estamos esperan­do su venida a cualquier momento. No nos ha dicho cuando, pero creemos que está cerca aun a las puertas.
Para sus hermanos (los judíos) les espera el tiempo de angustia sin igual, y de aflicción de corazón, a causa de su culpa de haber condenado a la muerte a su Mesías. Entonces las profecías de Zac. 12 y Is.53 se cumplirán. Pero antes que todo esto se lleve a cabo, la Iglesia estará con el Señor. Antes que el reine sobre su pueblo terrenal (el Judío) El se gozará de tener a los redimidos en su presencia, y luego el gozo inefa­ble de "las bodas del Cordero".
Hermanos vivimos en los días más impor­tantes de esta dispensación de la gracia cuan­do la Palabra profética está cumpliéndose a la letra, y todo avisándonos que la venida del Señor es eminente -- Vivamos como aquellos que esperan a su Señor.
Contendor por la fe, Nº 39-40, 1966

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