miércoles, 1 de agosto de 2012

LA INSPIRACION DE LAS ESCRITURAS


Por la misma escritura podemos comprobar que no solamente los pensa­mientos, sino las mismas palabras fue­ron inspiradas por Dios, de lo contrario las mismas ideas resultaran altamente perjudicadas.
Por ejemplo, cuando Moisés dijo que no tenía elocuencia, que su dicción era pobre, Dios le respondió con: "¿Quién dio la boca al hombre? ahora pues ve y yo estaré con tu boca, y te enseñaré lo que hayas de hablar". (Éxodo 4:11-12). Posteriormente leemos que "Jehová di­jo a Moisés: Escribe tú estas palabras; porque conforme a estas palabras he hecho pacto contigo y con Israel" (Éxodo 34:27). Con seguridad, el valor de ca­da expresión jugaba fuertemente en el pacto, de lo contrario Dios no hubiera insistido en la escritura de 'estas pala­bras', ni tampoco reiterado la forma particular en que se comunicaba con Moisés: "Cara a cara hablaré con él, y claramente..." (Números 12:8). Llegando ya al borde de la tierra de promisión, las últimas recomendaciones del siervo de Dios fueron: "No añadiréis a la palabra que yo os mando, ni disminuiréis de ella..." (Deuteronomio 4:2), de modo que él conjunto de mandamientos y promesas que formaban la ley divina, fuera pre­servado en integridad.
Posteriormente, notamos la opera­ción que sobre las palabras tenía el Es­píritu Santo de Dios Quizás será bueno notar que el Señor Jesús dijo en Mar­cos 12:36: "El mismo David dijo por el Espíritu Santo: Dijo el Señor a mi Se­ñor...” Lo notable de la cita es que  nos encontramos que David mismo reconoce que el "Espíritu Santo había hablado por él, y agrega: "su palabra ha estado en mi lengua". (2 Samuel 23:2).
            Esto explica lo que le sucedió a Balaam según leemos en Números 23:5; "que Jehová puso palabra en la boca de Balaán", y como inexplicablemente aquella visita de maldición del pueblo se transformó en una bendición verbal sin precedente en La historia del Pueblo (véase Números 23:16). El secreto lo aprendemos en cap. 24:2: "el Espíritu del Señor vino sobre él... y dijo Balaam hijo de Peor..."
Volviéndonos a los libros proféticos, notamos el mismo tren de pensa­mientos. Dios toma instrumentos a ve­ces muy incompletos, y como el caso de Jeremías les dice: "he aquí yo he puesto mis palabras en tu boca" (Jeremías 1:9). Con esa confirmación hablaron an­te el pueblo y les dijeron, como en el caso de Isaías más de veinte veces que eran expresiones divinas (Isaías 1:10;2:3; 16: 13; 24:3; 28:13; 37:22; etc.) Un verdadero record lo constituye Ezequiel, porque  asegura más de sesenta veces que sus escritos son la "Palabra de Dios" (3: 10; 6:3; 12:8; 12:17, 21,26; 12:25, 26; 20: 2; etc.) Es evidente, por todas estas ci­tas que los profesores estaban seguros que no solamente los pensamientos o los conceptos divinos les eran transmitidos, sino también la expresión, entonación y tiempo de los verbos formaban parte de la comunicación. A Daniel se le dijo: "Está atento a las palabras que te ha­blaré. (Daniel 10:11)" El mensaje que recibió era profundo y altamente profético, algunos de cuyos párrafos aguar­dan aún cumplimiento. Posiblemente, él no entendía mucho de lo que oía, pero leemos que "mientras me decía estas pa­labras, yo estaba con los ojos puestos en tierra y enmudecido" (Ver. 15)
            No creemos que hayan adoptado una actitud diferente los demás profe­tas, pues a juzgar por sus declaraciones (Oseas. 1:1; Joel 1:1; Amos 3:1; Abdías 1:1; Miqueas 1:1; Nahúm. 1:12; Habacuc 2:2; Sofonías 1:1; Hageo 1:1; Zacarías 1:1; Malaquías 1:1) estaban todos contestos de que Dios les había dado un mensaje verbal al cual debían atenerse cuidadosamente. Otra prueba de ello lo constituye Malaquías y la veintena de veces en que dice: "así dice Jehová de los ejércitos". Gracias a Dios, creemos que es así y nos gozamos.

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