Por la misma escritura podemos comprobar que no solamente los pensamientos,
sino las mismas palabras fueron inspiradas por Dios, de lo contrario las
mismas ideas resultaran altamente perjudicadas.
Por ejemplo, cuando Moisés dijo que no tenía elocuencia, que su dicción
era pobre, Dios le respondió con: "¿Quién dio la boca al hombre? ahora
pues ve y yo estaré con tu boca, y te enseñaré lo que hayas de hablar".
(Éxodo 4:11-12). Posteriormente leemos que "Jehová dijo a Moisés: Escribe
tú estas palabras; porque conforme a estas palabras he hecho pacto contigo y
con Israel" (Éxodo 34:27). Con seguridad, el valor de cada expresión
jugaba fuertemente en el pacto, de lo contrario Dios no hubiera insistido en la
escritura de 'estas palabras', ni tampoco reiterado la forma particular en que
se comunicaba con Moisés: "Cara a cara hablaré con él, y claramente..."
(Números 12:8). Llegando ya al borde de la tierra de promisión, las últimas
recomendaciones del siervo de Dios fueron: "No añadiréis a la palabra que
yo os mando, ni disminuiréis de ella..." (Deuteronomio 4:2), de modo que
él conjunto de mandamientos y promesas que formaban la ley divina, fuera preservado
en integridad.
Posteriormente, notamos la operación que sobre las palabras tenía el Espíritu
Santo de Dios Quizás será bueno notar que el Señor Jesús dijo en Marcos 12:36:
"El mismo David dijo por el Espíritu Santo: Dijo el Señor a mi Señor...”
Lo notable de la cita es que nos
encontramos que David mismo reconoce que el "Espíritu Santo había hablado
por él, y agrega: "su palabra ha estado en mi lengua". (2 Samuel
23:2).
Esto explica lo que le
sucedió a Balaam según leemos en Números 23:5; "que Jehová puso palabra en
la boca de Balaán", y como inexplicablemente aquella visita de maldición
del pueblo se transformó en una bendición verbal sin precedente en La historia
del Pueblo (véase Números 23:16). El secreto lo aprendemos en cap. 24:2:
"el Espíritu del Señor vino sobre él... y dijo Balaam hijo de
Peor..."
Volviéndonos a los libros proféticos, notamos el mismo tren de pensamientos.
Dios toma instrumentos a veces muy incompletos, y como el caso de Jeremías les
dice: "he aquí yo he puesto mis palabras en tu boca" (Jeremías 1:9).
Con esa confirmación hablaron ante el pueblo y les dijeron, como en el caso de
Isaías más de veinte veces que eran expresiones divinas (Isaías 1:10;2:3; 16:
13; 24:3; 28:13; 37:22; etc.) Un verdadero record lo constituye Ezequiel,
porque asegura más de sesenta veces que
sus escritos son la "Palabra de Dios" (3: 10; 6:3; 12:8; 12:17,
21,26; 12:25, 26; 20: 2; etc.) Es evidente, por todas estas citas que los profesores
estaban seguros que no solamente los pensamientos o los conceptos divinos les
eran transmitidos, sino también la expresión, entonación y tiempo de los verbos
formaban parte de la comunicación. A Daniel se le dijo: "Está atento a las
palabras que te hablaré. (Daniel 10:11)" El mensaje que recibió era
profundo y altamente profético, algunos de cuyos párrafos aguardan aún
cumplimiento. Posiblemente, él no entendía mucho de lo que oía, pero leemos que
"mientras me decía estas palabras, yo estaba con los ojos puestos en
tierra y enmudecido" (Ver. 15)
No creemos que hayan
adoptado una actitud diferente los demás profetas, pues a juzgar por sus
declaraciones (Oseas. 1:1; Joel 1:1; Amos 3:1; Abdías 1:1; Miqueas 1:1; Nahúm.
1:12; Habacuc 2:2; Sofonías 1:1; Hageo 1:1; Zacarías 1:1; Malaquías 1:1) estaban
todos contestos de que Dios les había dado un mensaje verbal al cual debían
atenerse cuidadosamente. Otra prueba de ello lo constituye Malaquías y la
veintena de veces en que dice: "así dice Jehová de los ejércitos".
Gracias a Dios, creemos que es así y nos gozamos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario